Desde Nueva York, el pianista y compositor de Venado Tuerto -referente del jazz argentino y mundial- analiza sus conexiones con la música de raíz folklórica, habla de su disco Piano Solo en Rosario y repasa su proyecto de revalidación de la milonga en quinteto: “Toma vuelo hacia el pasado, pero con la imaginación en el futuro”.


“Siempre rescato sabidurías y conceptos de los gauchos para mi aprendizaje jazzístico”, dice Leo Genovese, el virtuoso pianista y compositor argentino de mayor proyección desde Nueva York. A la distancia abraza respiraciones y pulsos de su Venado Tuerto natal: nunca pierde lazos con la raíz folklórica. “Esa es la ceniza. De ahí venimos y para allá vamos -confía-. La inspiración y el destino, la raíz y el fruto, vienen de ahí. Me resultaría muy farsante darle la espalda a la identidad”.

Genovese vive en Estados Unidos hace veinte años. Desde el distrito neoyorquino de Brooklyn, ya sea en el jazz más experimental o en el más nítido, en los discos propios o en sus incontables grabaciones como sesionista, el santafesino nacido en 1979 siempre traduce en las teclas sus vibraciones criollas. ¿En qué territorios cercanos se reflejan sus búsquedas recientes? ¿A dónde miran para volverse universales?

La música del origen: «Me vivo nutriendo de eso para mi búsqueda». Fotos: Gentileza del artista

En 2023, Genovese había editado dos discos que, aun en sus tonos diversos, ofrecen referencias al universo sonoro argentino. En julio lanzó Estrellero por Sunnyside Records (con el compatriota Demián Cabaud en contrabajo y el portugués Marcos Cavaleiro en batería) y, en agosto, Instinct, por Twitin Records (con Francisco Mela en los parches y Justin Purtill en contrabajo y guitarra).

Y ya los títulos de varias obras de Estrellero atestiguan la conexión de Genovese con sus raíces -siempre en movimiento-: Qom, Stone believer, Árbol negro, La cueva del viento, etc. Y en un disco tan distinto como Instinct -más experimental y eléctrico- también puede nombrar lo local. Por ejemplo, en Sudamefricano o en el tema Monte seco, donde Genovese desarma y reconstruye al piano los latidos de la chacarera.

Pero el mundo criollo ya estaba presente en lo conceptual. Estrellero alude a un caballo rebelde que nunca puede ser domado del todo: se aleja con los ojos hacia las estrellas. Una metáfora campestre y creativa -la de correr siempre adelante- que Leo Genovese recibió del referencial cantautor santafesino Orlando Vera Cruz, nacido en 1944. “Soy muy amigo de Orlando -detalla-. En pandemia, él solía llamarme desde su rancho en Sauce Viejo, recorriendo los bañados de sus ríos. Siempre me sacaba a dar una vuelta. Yo estaba encerrado en mi departamento y él de a caballo me mostraba las flores del Irupé, las nutrias, los potros que andaban por ahí dando vueltas”.

Estrellero e Instinct son discos muy distintos, pero las referencias musicales a lo campestre son evidentes. Más allá del tipo de jazz que hagas.

– Se siente natural conectar con la identidad de esa manera porque la inspiración viene de ahí: desde un concepto o desde algún ritmo de un gaucho que zapatea. Yo vivo transcribiendo cosas de antaño: del pianista Adolfo Ábalos o de personajes más modernos del folklore. Me vivo nutriendo de eso para mi búsqueda.

En el disco Estrellero, Leo Genovese versiona Un río: una composición del contrabajista Demián Cabaud con cierta respiración de zamba. El encuentro respira soltura: las obras de uno dialogan con las del otro. “Es así, porque con Demián Cabaud nos conocimos en Boston, allá por 2001, cuando me radiqué en Estados Unidos para estudiar en la Berklee College of Music. De hecho, Demián grabó en mi primer disco Haikus II (2003). Nos volvió hermanos la situación de distancia, de desarraigo, de extrañeza; el frío, el corralito, la caída de las Torres Gemelas. Si bien Demián Cabaud es de Buenos Aires y yo soy de Venado Tuerto, del interior, compartimos un nivel de camaradería y complicidad muy profundo. Y eso también es algo generacional”.

Genovese halla un ejemplo en otros músicos argentinos que pasaron por Nueva York: “En ciertas composiciones del pianista Guillermo Klein y del trompetista Richard Nant puedo oler también esa generación, esa búsqueda, esa intriga, ese filtro rítmico. Hay algo que los une a ellos en su hermandad. Y hay algo que nos une a Demián Cabaud y a mí en nuestra hermandad. Hoy en día, o diez años más tarde, habrá otra familia de artistas que compartan otro genética, otro ADN musical”.

 

– ¿Cuál fue la mayor satisfacción que te dejó Estrellero?

– El hecho de poder grabarlo. Juntarnos una tarde, hacer todo en vivo y que sea tan orgánico. Que cada uno apareciera con música; que entre los tres le diéramos una forma y pudiéramos capturar algo en particular de esa tarde. Porque tampoco hubo mucho tiempo para ensayo. No trabajamos mucho con la postproducción. Es: «Te invito a comer». Luego de tocar te fuiste a tu casa y lo que se conversó musicalmente ese día quedó plasmado en un disco.

– ¿Instinct fue concebido bajo el mismo concepto?

– Sí, es capturar una foto, algo espontáneo. Ser consciente de lo que uno va a tocar y de lo que va a quedar. Estar en un estado de apreciación lo más abierto posible para poder captar lo que los compañeros traen a la mesa. Busco estar en un estado de apertura y armonía lo más transparente y puro posible. No siempre eso va a lograr buenos resultados -porque no estamos en control de lo que sucede-, pero se trata de estar al servicio de la música.

 

El piano, el Paraná y el fogón

En los veranos del hemisferio sur, Leo Genovese regresa a la Argentina para recargar energías familiares (como muchos de sus compatriotas de la comunidad musical en Brooklyn). Pero el regreso es también para embeberse “de todas las músicas que se cocinan, que son de acá, del pago, y para conectar con grupos que quiero mucho y que escucho durante todo el año. Poder dar un abrazo y compartir alguna música y alguna juntada, es siempre un momento exquisito”.

Así, en los primeros meses de 2024 tocó y grabó el futuro tercer disco del Trío Sin Tiempo, junto a Sergio Verdinelli en batería y Mariano Otero en bajo (sobre lo que se explayó en la nota previa de De Coplas y Viajeros). A la par, Genovese también logró que volviera a subirse a Spotify su disco Piano Solo en Rosario: el registro de un concierto que había brindado en la Biblioteca Argentina el 16 de diciembre de 2022. Justo en Rosario, donde estudió por cuatro años antes de irse en 2001 a vivir a Estados Unidos.

Tan complejo como de gozosa escucha, Piano Solo en Rosario recorre nuevas composiciones de Genovese como Me vuelvo río, Sangre y marfil, Morteros, Duendes de fuego y El pájaro del corazón. Además, versiona Jealous Guy, de John Lennon, juntándola con Cuando el arte ataque de Luis Alberto Spinetta. Suma un standard de jazz como Smoke Gets in Your Eyes y un popurrí del icónico pianista de bebop Bud Powell.

¿Cómo recuerda Genovese al disco Piano Solo en Rosario? “Fui tocando y leyendo la partitura de la atmósfera y del momento, y así fueron saliendo esos temas -dice-. El concierto en la Biblioteca Argentina fue una idea de un amigo, Pablo Socolsky, un pianista de Rosario que creó un ese ciclo de piano de jazz junto al técnico Mauricio Etcheverry. Se hicieron grandes conciertos de pianistas durante todo 2022 y mi concierto, creo, fue el último del año. Al disco lo editó Twitin Records, el sello de Tweety González”.

«Me interesa el punto de encuentro entre todas las músicas». Fotos: Gentileza del artista

– ¿Qué significó tocar ese repertorio en Rosario?

– Lo escucho con orejas afiladas, pensando en lo que hice y lo que no, para que las ideas se propaguen. Recuerdo que cuando abordé ese repertorio todavía no habíamos ganado la final del Mundial de Qatar 2022, así que haber ido a tocar a Rosario -que es un semillero del fútbol- fue como enviar fuerza hacia el desierto, desde la matriz. Conecté con la gente, con el público, y envié aire y aliento a nuestra Selección Argentina.

Hay un sentido adicional para Piano solo en Rosario: el recuerdo de Ramón Ayala (El Mensú, el gran creador musical del Paraná), quien falleció a los 96 años el 7 de diciembre de 2023. “El disco se grabó casi un año antes de que falleciera. Nunca lo dije, pero también fue una especie de tributo en vida a Ramón Ayala -cuenta Genovese-: varios de los nombres de las improvisaciones se inspiraron en poesías de El Mensú. El disco fue grabado en Rosario, al pie del Río Paraná, con toda esa conexión con el Litoral. Fue mi abrazo al Mensú”.

– Siempre que te preguntan por la raíz folklórica te conectan más con la Pampa Húmeda y con el Noroeste, pero mucho menos con el Litoral. ¿Percibís que esa región respira en tu forma de tocar el piano?

– Sí, porque en Venado Tuerto, si bien no hay ríos, hay muchas lagunas. Y como viví cuatro años en Rosario, mi padre y mi abuela son de allá y la conexión está. Y en Venado Tuerto, al estar en un lugar bastante al medio de todo -un lugar de paso-, si bien los estilos sureños y pampeanos están bien representados también se curten los estilos norteños y litoraleños. El gaucho, al ser una figura nómade y llevar cueros de acá para allá, también hacía que la música fuera viajera.

Genovese acentúa: “Si bien una milonga sureña, corralera, son autóctonas de la provincia de Buenos Aires, del sur de Santa Fe, también cargan la genética de lo que son: la raíz negra, la raíz litoraleña y la raíz ciudadana se comparten. Me interesa el punto de encuentro entre todas las músicas: los aspectos poéticos, rítmicos, armónicos y de forma. Cada música floreció en su lugar de distintas maneras, con los personajes que la enarbolaron: fueron los abanderados de esas especies. De repente, en la época del payador Gabino Ezeiza todas compartían el mismo fogón”.

– Tiempo atrás creaste un proyecto de exploración con la milonga, en quinteto. ¿En qué consiste?

– Es un estudio que se remonta a otros tiempos. A los tiempos de las habaneras, del ragtime, de las músicas portuarias de New Orleans, que germinaron en la misma época de nuestras milongas: a principios del siglo XX. Esto se remonta a nuestra hermandad musical con el mundo brasileño, ya que el choro era de esos mismos años. Este proyecto toma vuelo hacia el pasado, pero con la imaginación en el futuro.

– ¿En qué estado está?

– El repertorio está a flor de piel. Es música bastante involucrada: necesita el compromiso necesario para ser escuchada como yo la escucho en mi cabeza. Sólo pudimos hacer pocos conciertos desde que arrancamos, así que hay que tener paciencia. Me gustaría poder documentarlo, pero estoy esperando que alguien me invite a hacerlo. Lo podría producir yo, pero sé que esas posibilidades y esas ayudas existen. Estoy esperando ese llamado. No hay prisa: veremos cómo continúa este año.

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