La cantante cordobesa Sofía Tosello y el percusionista tucumano Franco Pinna relatan las búsquedas del Dúo Chuño. A la par de sus recorridos personales, versionan clásicos latinoamericanos desde la voz, los parches y el arpa legüera: “En Nueva York continuamos el camino de un montón de personas que abordan la raíz folklórica en la Argentina”.


La raíz folklórica es una ventana reveladora para el Dúo Chuño. Residentes en Nueva York hace más de veinte años, la cantante cordobesa Sofía Tosello y el percusionista tucumano Franco Pinna hacen espacio en sus respectivos proyectos, trayectorias -e hijos- para abordar, con el Dúo Chuño, músicas de Argentina y de otros latidos de Latinoamérica. ¿Cuál es la matriz sonora que los reúne y los define?

Como solista, Sofía Tosello (43 años) lleva grabados los discos Alma y luna (2009), Tango landó (2012) y Lluvia fue (2017). Franco Pinna (52 años) es, quizá, el más experimental percusionista del folklore argentino en Nueva York. Y el instrumento de su creación -el arpa legüera- es central en el sonido del Dúo Chuño. La voz de Tosello se envuelve en las notas percutidas que traza Pinna con el arpa legüera, cruzando ritmos autóctonos con reminiscencias orientales y africanas. Un despliegue desafiante y multicolor.

El fruto es el ecléctico mapa que Tosello y Pinna llevaron al disco Chuño, de 2018. Allí versionan la Chacarera santiagueña (anónima) y la tucumana Lavandera chaguanca, de Hoyos, Carrizo y Soria; El surco, de Chabuca Granda; Doña Ubenza, de Chacho Echenique; Amapola, de Juan Luis Guerra; Solo luz y Por seguir, de Raúl Carnota; Subo, de Rolando Valladares; El tiempo está después, de Fernando Cabrera, y hasta Fragile, de Sting, entre otras.

 

 

¿Cómo resuena el Dúo Chuño en los oídos externos, desde Nueva York? “No es fácil explicar lo que hacemos -asume Franco Pinna, vía Zoom, en diálogo con De Coplas y Viajeros-. En Nueva York no es muy vendible el formato de una cantante y un percusionista con el arpa legüera. Nuestra música también es medio particular. Ya, de base, en Nueva York el folklore argentino no es súper rentable como la música brasilera, la cubana o el mismo tango. Por eso la estamos remando hace años. Además, los dos somos padres y en eso tenemos un desafío muy importante”.

Sofía Tosello sonríe al escuchar a Franco Pinna. “Cuando empezamos con Chuño, nuestros hijos estaban más chicos y pudimos meterle muchas horas al proyecto -recuerda ella-. A la par de nuestros respectivos trabajos individuales, en Chuño es Franco el que elabora las ideas de los ritmos, aunque después hay que juntarse y armar los arreglos: el arpa legüera es compleja. Y para mí, como cantante, es un desafío sumarme a todos los ritmos que genera Franco. Pero pudimos entendernos desde el principio y así se armó el concepto de Chuño. Siempre que nos encontramos es como una terapia. Es lo mejor que nos puede pasar”.

–¿Qué perciben quienes los escuchan en vivo? ¿Los oyen como música argentina?

Franco Pinna: –A mí me parece que les llega la energía con la que tocamos. No creo que sea muy claro para ellos pensar: «Ah, esto es música argentina». Por ahí cuando hacemos una zamba más derechita. Pero todos captan una sonoridad. Sofía tiene un vozarrón y el mensaje les pega.

Sofía Tosello: –Cuando oyen el arpa legüera y a Franco tocando se les van los prejuicios acerca de lo que deber ser la música argentina. Piensan: «Uau, ¿cómo puede ser que un tipo toque esto?». Quienes no son músicos tal vez no conceptualicen que, con el arpa legüera, Franco hace algo melódico y armónico, con notas musicales, mientras toca la percusión. Pero dicen «es alucinante». Eso es lo lindo de Chuño: que los que oyen se vayan a la casa con algo que no experimentaron nunca. Y los propios músicos quedan alucinados con Franco, porque no hay otra persona que esté haciendo algo así. Es muy innovador.

–Sofía, para vos, ¿qué significa cantar sobre lo que hace Franco con la percusión y con el arpa legüera?

ST: –Es súper desafiante. Yo aprendí muchísimo a cantar rítmicamente, sobre todo, y a abordar cada tema para que no sonara muy tradicional. Franco y yo buscamos una estética de la world music con elementos argentinos, del jazz y de los distintos países de Latinoamérica, según el tema que versionamos.

FP: –En Chuño, Sofía hace el esfuerzo de cantar arriba de lo que yo estoy haciendo. Sé qué no es lo más cómodo tener este acompañamiento. Sofía puede cantar un tema con todo el batifondo mío detrás: aguanta hasta que la bola empieza a rodar. Al principio del dúo todo era muy experimental, hasta que se fue allanando el camino y los dos hallamos cada arreglo: la versión justa. Eso nos da la energía para seguir creyendo en el proyecto.

–¿Cómo llevaron esa experimentación al disco de 2018?

FP: –Los temas sonaron con el tiempo, pero también fuimos decidiendo muchas cosas en la grabación. Íbamos cantando, tocando, y así tomaron forma varios arreglos. Después los fuimos cambiando y madurando hacia otro curso.

ST: –De la grabación yo tengo muy presente el rol de Franco como productor. El disco tomó su tiempo porque lo grabamos en su casa, por partes: no es fácil grabar el arpa legüera. Después fuimos a un estudio para completarlo. Me pareció súper creativo probar voces y que Franco me fuera tirando sus ideas rítmicas y melódicas. Fue un enorme aprendizaje.

«Nos gustaría poder llevar el Dúo Chuño a Argentina para que vean lo que Franco logró con el arpa legüera». Fotos gentileza Dúo Chuño

.

Marca generacional en Nueva York

“Me llevó diez años tener un lugar en la escena musical neoyorquina”, dijo el 10 de abril Sol Liebeskind, la cantante y compositora argentina de soul, entrevistada por De Coplas y Viajeros. Antes, el 4 de abril, algo similar había señalado el prestigioso guitarrista mendocino Federico Díaz: lleva alrededor de diez años afianzarse y lograr un piso personal y musical en Nueva York.

Liebeskind y Díaz viven hace una década en la Gran Manzana. ¿Cómo lo ven Sofía Tosello y Franco Pinna, quienes residen hace más de veinte años en Nueva York? ¿Recién después de diez años lograron estabilizarse en la ciudad?

F.P.: –Cada músico tiene su experiencia. Sofía Tosello vino a Nueva York cuando era muy joven para estudiar en el City College. Yo llegué para formarme en la Berklee College of Music, de Boston. Hicimos caminos distintos.

S. T.: –Pero, en un punto, lo que dice Sol Liebeskind es tal cual. Yo llegué a Nueva York a los 18 años, estudié música y trabajé de un montón de cosas. Limpié baños, casas, oficinas. Trabajé en catering, fui mesera, etc. Luego empecé a trabajar de la música. Franco y yo venimos de otra generación, donde había muchos más “gigs” (toques) en Nueva York. Era una ciudad mucho más viva. Por suerte vivimos esa otra Nueva York. Después todo eso fue bajando, sobre todo después de la pandemia. Los chicos más jóvenes vinieron más tarde que nosotros y la tuvieron que remar aún más. Pero es cierto que lleva su tiempo encontrar el espacio.

Una pausa y Sofía Tosello prosigue: “Como Franco y yo tenemos hijos, ya no nos bancamos mucho que nos llamen de un ‘gig’ en la loma del cachilo, a dos horas de nuestras casas, por cien mangos. Yo ahora doy muchas clases en organizaciones. Franco también da clases. Vamos buscando los trabajos que nos saquen menos energía para dedicarle todo a la música. Sol Liebeskind tiene razón: toma mucho tiempo asentarse, y más ahora que Nueva York está extremadamente cara. Hace años yo les decía a amigos: ‘Venite a vivir, que está buenísimo’. Ahora lo pienso dos veces porque es una ciudad difícil. Se te pueden pasar muchos años de tu vida sin lograr lo que querías”.

 

–Franco, ¿vos qué pensás?

–Hace veinte años, yo llegué a Nueva York tocando con muchos proyectos bajo el paraguas del “jazz argentino”. En ese entonces tocaba, no exagero, en veinte proyectos que tenían que ver con música argentina: tango, folklore, lo que fuera. Y había lugarcitos para canalizarlos. Después, todo eso se empezó expandir bajo el paraguas de la música sudamericana. Se sumaron creadores de Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, Uruguay, etc. A mí no me daban los días para tocar en todos esos proyectos. Me la pasaba ensayando, estudiando, armando ritmos e ideas. Todo era una fuente para canalizar la creatividad. De hecho, en esa época grabé un montón de discos.

ST: –En nuestro caso fue una marca generacional. Nosotros continuamos el camino de un montón de personas que abordan la raíz folklórica en la Argentina.

FP: –Si bien muchos proyectos se apagaron, yo siempre seguí tocando música argentina y del resto de Sudamérica. Eso viene del principio. Yo llegué a Berklee con Julio Santillán, otro chico de Tucumán. Entre chistes y el instinto de supervivencia tomamos la chacarera como un escudo: era nuestra defensa musical. Todo nació del pequeño mundo que armamos con Julio Santillán y con el bajista Fernando Huergo, de Córdoba. Después se armó un ambiente de música argentina muy especial. El pianista Guillermo Klein tocaba desde antes y era increíble verlo con su grupo. Tal vez tocábamos en el mismo lugar y se creaban pequeños movimientos. El Dúo Chuño también viene de ahí.

–¿Cuál desean que sea el próximo paso para Chuño?

ST: –Tocar, grabar, ir a festivales y viajar. También nos gustaría poder llevar el Dúo Chuño a Argentina para que vean lo que Franco logró con el arpa legüera y con la percusión. Sería muy lindo que la gente experimente lo que generamos con el folklore desde Nueva York. Ahora estamos haciendo unos videos de unos temas nuevos. El primero es Milonga sentimental, de Sebastián Piana y Homero Manzi, que está disponible online desde el 2 de mayo. Y, sí, ya tenemos material para el segundo disco. ¡Estamos buscando el tiempo para plasmarlo!

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *