El mendocino es un experto guitarrista de tango, música clásica y folklore. Vive en Brooklyn hace nueve años y en el verano estuvo en el país: habló con De Coplas y Viajeros sobre sus proyectos, su vasta trayectoria y los esfuerzos de los músicos argentinos para subsistir en Nueva York.


Federico Díaz halló una clave para vivir en Nueva York con sus destrezas en la guitarra. “Tal vez, el secreto de la plenitud no sea del que más tiene, sino del que menos necesita”, arriesga. ¿Y qué es lo que más desea el guitarrista mendocino, un prestigioso intérprete, compositor y arreglador de música clásica, tango y folklore? “Lo importante es estar siempre creando y generando: expandir mis proyectos”.

Harían falta horas para repasar el currículum de Federico Díaz en todos los géneros y estilos con su guitarra: ha tocado en innumerables formatos y ensambles; dio conciertos en salas y festivales de más de veinte países; colabora y graba con referentes, emergentes y pares; fue solista de orquestas internacionales y se mueve con soltura entre Nueva York, Europa y Latinoamérica. Un embajador de la refinación de la guitarra argentina y universal.

Ser músico en NY: «Tenés que confiar mucho en tu trabajo. Y saber que van a salir cosas». Fotos: Juan Soria

Federico Díaz (37 años) vibra con el tango, lo clásico y la raíz folklórica: lectura, excelencia e improvisación. También aportó novedosas transcripciones de guitarra de Franz Schubert, Luigi Boccherini, Pablo de Sarasate, Atahualpa Yupanqui y Astor Piazzolla. ¿Cuántos secretos -académicos y populares- pueden emerger de su instrumento? “Me interesa el cuidado con que se ensambla la música. Eso es algo que viene de lo clásico, pero también está en Piazzolla y en el folklore. Todas estas influencias conviven en mi guitarra”.

Fede Díaz -como lo llaman los amigos- vive en Nueva York hace nueve años e integra la rica comunidad de músicos argentinos en Brooklyn (como Martina Liviero, la anterior entrevistada por De Coplas y Viajeros). “Vivo en Ocean Avenue, enfrente del Prospect Park. Al edificio donde alquilo una habitación le dicen ‘the jazz dorms’, porque viven muchos músicos del género. Hay un par de argentinos, un israelí, un italiano, caribeños, gente de todos lados. La identidad del neoyorquino tiene que ver con la convivencia con todas esas culturas. Cuando ya pasaste los diez años en Nueva York tenés un sentido de pertenencia: el de estar cambiando siempre y pelearla para subsistir”.

Más adelante hablará de sus coterráneos en Brooklyn -uno de los cinco distritos de Nueva York- y de la identidad migrante. Ahora piensa en Argentina y en lo que se viene: estuvo en el país desde enero hasta marzo: en Buenos Aires grabó para varios proyectos -y sorpresas-; disfrutó en familia, en Mendoza; se fue al carnaval de Montevideo; volvió a Buenos Aires y, con la energía recargada, regresó a Nueva York.

¿Qué tiene en mente? “Justo este año voy a ver si saco un disco propio. Grabé y produje para incontables ensambles, pero lo propio es algo pendiente. Lo más importante, para mí, es terminar el disco, editar, mezclar y masterizar. Algo de ello también estuve haciendo en Buenos Aires. Las cosas necesitan tiempo y yo les doy el lugar que necesitan”, confía.

En su respiración guitarrística tienen un espacio central el folklore y el tango. En su profusa trayectoria, Federico Díaz dio conciertos con el pianista de jazz Juan Emilio Cucchiarelli (el dúo Doble Tango, con el que lanzó en 2009 el disco Danzarín) y con el pianista de tango Pablo Woiz (el dúo DíaZ-WoiZ, con el que en 2014 editó Perspectiva 204). Y en YouTube hay una amplia muestra de sus despliegues guitarrísticos.

También es “fanático total, un gran admirador” del estilo de Juan Falú: se los puede ver juntos, en YouTube, tocando en 2020, en Nueva York, una versión conmocionante de Zamba azul, de Armando Tejada Gómez y Tito Francia (otro mendocino). Y cada vez que viene a Argentina se junta con el guitarrista Pedro Rossi (quien acompaña a Liliana Herrero), con Seva Castro y con toda una troupe local de inquietos músicos de raíz y tango.

– ¿Hay que tener un temple particular para vivir en Nueva York?

– Un poco sí. Tenés que confiar mucho en tu trabajo. Y saber que van a salir cosas. Desde ya, es un poco inestable. Si yo hubiera pensado que vine a Argentina en el verano y que volvía a Nueva York recién en marzo, no me relajaba. Pero enseguida tuve algunos “gigs” (toques) y sé que van a salir otros más. No me desespero. Aunque siempre estás pensando qué hacer para ocupar el tiempo. Aunque siempre surge algo. La receta es confiar. En los meses flojos de Nueva York “cierro el kiosco” y vengo a Argentina. Es un poco lo que hacemos todos los que vivimos allá.

 

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El neoyorquino es el inmigrante

“El joven prodigio que llevó su guitarra por Europa y EE.UU.”, tituló el diario Los Andes de Mendoza el 13 de septiembre de 2015. A los 19 años, Federico Díaz se había recibido de Licenciado en Música en la Universidad Nacional de Cuyo: fue el egresado más joven. Ávido de perfeccionarse en el exterior se fue a Salzburgo, Austria, y se volvió discípulo de Eliot Fisk -un ícono de la guitarra- durante cinco años. “Fue mi proceso formativo más intenso a nivel musical, emocional y personal”, revela.

Luego vendrían estudios con Ricardo Gallén (y con David Starobin en Estados Unidos, entre otros). Tras el Master of Arts en el Mozarteum de Salzburgo, en 2011 se mudó a Berlín. Tocó en audiciones en varios países y terminó radicándose en Nueva York, donde fue aceptado en la Manhattan School of Music. Más cerca en el tiempo, Díaz hizo el Doctorado en Performance en el Graduate Center de la City University of New York, bajo la tutela del guitarrista y compositor Frederic Hand.

Y el alumno se volvió un maestro de música clásica, argentina y de cámara: Federico Díaz grabó Divertimento sobre temas folclóricos austríacos op.46 de Bernhard Romberg, con Lionel Cottet (cello). Colaboró con Emilio Argento (viola) y Lucía Luque (violín), entre muchos más, y fue solista para diversas orquestas. Además fue invitado a dar masterclasses y cursos en universidades y festivales de guitarra de Alemania, Estados Unidos, México, Uruguay y su país natal.

«Lo importante, para mí, es siempre intentar mejorar en lo que hago». Fotos: Juan Soria

¿Cómo vive Díaz el hecho de ser un argentino en Nueva York? “No es distinto de la experiencia de otros migrantes. El neoyorquino es el inmigrante. Cuando estuve en Argentina, con mi madre pasamos frente al Museo de los Inmigrantes de Retiro. Bueno, vivir en Nueva York es como vivir en el Hotel de los Inmigrantes, donde llegaban de todas partes del mundo. De hecho, el barrio donde yo vivo, en Prospect Park, no es sólo latino. Hay mucha gente de Jamaica, Haití y las demás islas del Caribe. Es toda una mezcla”.

– ¿Cómo hacés para vivir de tocar la guitarra en Nueva York?

– Bueno, vivo tocando, je. Durante mucho tiempo también di clases. Hoy tengo una alumna de tango, pero más que nada me dedico al instrumento. Toco con mucha gente en muchos proyectos a la par. En la música clásica salen laburos que se pagan muy bien y que cubren otros proyectos. Antes de venir a Argentina, en el verano estuve en Europa. Fueron dos meses y medio y pude dar muchos conciertos: estuvo bárbaro. Me puse a contar y fueron cincuenta fechas. Bueno, esa es la manera de subsistir.

– ¿Cómo son los ciclos de demanda laboral en Nueva York?

– Hay meses más intensos que otros. Abril, mayo y junio son siempre meses fuertes y salen un montón de proyectos copados. Bueno, eso cubre los meses más flojos, aunque también salen cosas. Es bastante inestable. Lo importante, para mí, es siempre intentar mejorar en lo que hago. Crear, armar cosas con distintas personas. Siempre ir para adelante artísticamente y confiar en que eso te dará el dinero para vivir. También, por lo general, los músicos con los que trabajo, o yo mismo, no necesitamos mucho. Tal vez el secreto de la plenitud no sea del que más tiene, sino del que menos necesita. Quiero estar tranquilo y hacer la música que me gusta: no se requiere muchísimo más y eso es una ventaja.

– ¿Podrías elegir lugares que a nivel musical te hayan marcado en Nueva York?

– El primero que se me viene a la mente es donde hice el doctorado. En pandemia toqué ahí mi primer concierto solo, sin público ni nadie con quién interactuar. A las 12 empezaba el streaming y el técnico me dijo: “Bueno, dale, empezá”. Fue raro, pero no me lo olvido. Otro lugar es de tango: yo tuve un cuarteto medio fugaz de tango en Nueva York y había una milonga muy buena, en un centro español en el distrito de Queens. Era lindo tocar ahí, pero ahora no se hace más. Y luego está Terraza 7, un lugar emblemático de Queens. Siempre que uno toca ahí suceden cosas muy importantes para la comunidad latina.

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