La cantautora uruguaya volvió a girar por Argentina luego de largos días de espera, acción, desvelo y creación en Montevideo, en pandemia. En tránsito a una nueva versión de sí, y a otro disco por venir, Luciana Mocchi habla de cómo vivió el 2020, revela el proceso creativo de sus últimas canciones y mira atrás para avanzar.

Por Patricio Féminis | patfem@hotmail.com


“La música me salvó la vida. No la siento sólo como una parte de mí. No puedo separarla. Es mi vida entera”. Y laten hace seis años estas palabras de Luciana Mocchi: el núcleo de uno, dos encuentros sobre sus destinos cancioneros, su fruto de años de caminos, búsquedas al fondo de sí, al dolor, la aceptación y de regreso al amor. Y su luz nueva entonces que la depositó sonriendo, sin jactancias, aquí: es una de las creadoras más emotivas, esenciales, de la música popular uruguaya en líneas abiertas.

De Montevideo a Buenos Aires, de México a Estados Unidos, de las sombras a sus espejos nuevos, del rock y el pop al candombe, al funk, al blues, a la milonga y a muchos más, como las memorias -como los amores y los ardores- que quedaron atrás para poder ver mejor. “Aprendí a ponerme límites. Sé que hay lugares donde ya no quiero estar. Llega un momento en que todo se transforma en una sustancia, en relaciones adictivas con las cosas”.

Portada de su último disco, Autores -en vivo- (2020)

Tan lejana de aquella Mocchi se intuye la Mocchi de hoy, allá en Montevideo y acá en gira de febrero por distintos puntos de Argentina (Buenos Aires, Rosario, La Plata, Mercedes, etc.). La que avanzó en proyectos y tocadas con sus compañeres en autogestión y en conmoción creadora. La que hizo varios conciertos presenciales y vía streaming en Montevideo desde que arrancó esta crisis sanitaria global. La que compartió escenario y prepara disco acompañada, entre otras y otros, del mapa humano musical que es Hugo Fattorusso. La que deslumbra con sus discos La velocidad del paisaje (2014), Mañana será otro disco (2017), Autores -en vivo- (2020), con su single Espejos y con obras nuevas como Mi grito y Mismo Momento. La que prepara un nuevo disco con la fecha de su nacimiento: 1990.

Reflejos de una soltura cancionística y poética sin igual, y que sería liviano adjetivar. También están los demás estrenos que sonaron en Argentina en febrero y que, al investigar en las redes y plataformas, se podrá disfrutar. ¿Cómo es, entonces, el múltiple presente de Luciana Mocchi, seis años después de que, a los 25, supo que la música le había salvado la vida?

Primero la sanación en días de protocolos y lentos regresos a la (nueva) normalidad. “La pandemia me dio la oportunidad de mirar un poco hacia Uruguay. Venía tocando mucho en Argentina y afuera y de repente me tuve que quedar allá y me encantó. Por otro lado lo viví con un poco de sufrimiento, porque veía el contexto de encierro, necesario para reducir contagios, y también el distanciamiento entre la gente. El distanciamiento social es algo que, tá, no me caracteriza para nada. Eso me angustió bastante pero puedo decir que saco cosas. Sé que es algo privilegiado, pero porque puedo ver las cosas buenas. Siento que este momento me brindó eso: mirar para Montevideo, mirar para Uruguay y tocar un montón. Nunca antes había tocado tanto en mi país. También me dio tiempo para parar y pensar en lo que estaba haciendo, musicalmente, y hacia dónde quiero ir. Creo que en una situación como ésta hay que darles valor real a los espacios de encuentro. Eso también es un regalo”.

 

Voy a agarrarme las manos

Mirarme a los ojos

Y decirme quien soy

Voy a sacarle una foto a mi cuerpo

Y voy a pedirle perdón

Voy a juntar los pedazos de vuelta

Y agrandaré mi corazón

 

Mi grito lo transformo en lucha

Y cuando me escuchan me dejo caer

Yo sé que vivir tiene eso

Que a veces lo bueno nos puede doler

Me queda tatuada tu frase

Que dice que te ama

Quien te hace crecer

 

Repite dos, tres, cuatro veces la última estrofa Luciana Mocchi (y el público con ella) en aires candomberos y con una melodía perfecta que resonará siempre en los corazones: Mi grito. Habrá que volver a los videos de YouTube, al disco Autores -en vivo-, del año pasado, y ahora a los secretos que despega de su cuerpo para relatar cómo concibió esta elevada canción, grabada con un largo equipo a la par.

Dice ella: “Mi grito fue una canción que compuse después de una gira frustrada por México, debido a una sucesión de terremotos. Con la banda no pudimos tocar y no sólo eso: terminamos haciendo voluntariado, un mes, tratando de sobrevivir emocionalmente a la situación. Volvimos y entré en un período un poco depresivo, y en un momento me di cuenta de que si salía a la calle, y tocaba, encontrarme con la gente me llenaba de vida. Así que, tá, habla un poco de eso: lo que está de menos o lo que está medio feo puede ser una excusa para encontrarse con la gente y pueden surgir cosas inesperadas. Inesperadamente buenas. Habla del encuentro y de los abrazos, tan cotizados en este momento”.

Habrá dulzura siempre en Mi grito, arriba de los pesares y los años de sombra que luego fueron luz, y que vibren los tambores del candombe detrás de tanto rock y tanto pop para oírla cantar, con su voz de gran cuerpo, las primeras estrofas: “Voy a quedarme con eso, bailar con mis huesos adentro de mí. Voy a contar un secreto, sacarme la foto que aún no subí. Voy a perder más el tiempo y que el aburrimiento me invada de mí. Y voy a armar con las partes la historia que pueda, la vida es así”.

Y asimismo trae otros senderos, con calles y barrios de Montevideo más dolientes, tan parecidos en sus conexiones y misterios, miserias y quietudes, días y noches, a Buenos Aires y a Rosario. ¿De dónde los trae y hacia dónde, Mocchi? En otra de las nuevas canciones que sumó al disco Autores -en vivo-: Mismo momento. ¿Qué narra y qué oscurece iluminando aquí, en algunas estrofas, con un aire más cargado debajo de los tambores y lo eléctrico alrededor?

 

La cana reparte tranzas, comparte coimas a cuatro escritorios,

los abre y cuenta billetes, billetes para engordar los ojos,

se pasa la bicicleta, la caja chica de este negocio,

entre multas y oficiales, tres patrulleros y un tiro flojo,

balazos que van al barro para que el cuerpo no suene tanto

tené cuidado que el barrio tiene garganta de todos modos.

 

La calle no abraza, escupe, temperaturas voraginosas,

cartones, chapas, palitos, sostienen casas donde no hay flores,

veredas, baldosas rotas, van dibujando coreografías,

de algunos oficinistas que esquivan manchas y copetines,

el cine ahora es iglesia, la iglesia luego será vendida,

sagrado el domingo, el bar, el amigo, el fútbol y la medalla,

lo digo mientras estallan los corazones de la ciudad,

lo digo mientras estalla mi corazón contra la ciudad.

 

Y la cierra y llegan aplausos a Montevideo y a Buenos Aires. Con la voz de Mocchi, que, una vez más, descifra cómo la compuso y en qué barrios de acá o allá habrá que sentirla para que los corazones no lleguen a estallar. “Mismo momento es una canción que compuse con una métrica que es como si fuese un relato de fútbol. La escribí jugando a eso, a relatar situaciones cotidianas de distintos barrios donde viví y transité en la post-crisis del año 2000, 2001. Son fotos de esos barrios e incluso del barrio donde hoy vivo. La canción retrata situaciones un poco marginales: son diferentes fotos que pasan en un mismo momento. Busqué el relato futbolístico como métrica, jugando y homenajeando a lo popular. Es como levantar esa bandera y visibilizar esas cosas que, tá, que realmente suceden”.

Escenarios primeros

La música inicial de Mocchi se alimentó de distancias y mutaciones. La mención puntual podría llegar hasta sus ocho años, cuando comenzó a estudiar piano en la Escuela Virgilio Scarabelli Alberti; luego fue al Conservatorio W. Kolischer, pero a los 13 se largó con la guitarra y el bajo; trajinó un montón de bandas y se afianzó con el grupo «La Precaria Sociedad». Lo piensa a dieciséis de haber armado el Colectivo Artístico del Uruguay (CAU) junto al escritor Mauricio Sosa Giri, para defender los derechos de los artistas y trabajadores culturales, produciendo acciones y espectáculos en todos lados. Pero, ¿cuándo supo que la música la iba a involucrar para siempre como cantautora? “Me di cuenta cuando cumplí tipo 19, una cosa así, de grande”, confía Mocchi.

Y se queda riendo: “En mis primeros años toqué en proyectos más punkies. Mi primera banda fue a los 13: era una banda de punk-rock que se llamaba «Las bombas hacen bulla» y tocaba el bajo, pero apenas tocaba tres notas, ¿viste? Después como a los 14, 15 fue cuando arranqué a tocar la guitarra y cantar en «La Precaria» y estuve hasta los 18. Cobré mis primeros cachets y todo. Los músicos se ríen porque no me dejaban entrar, sólo para tocar. Yo me quedaba en la puerta, tomaba un whisky y luego subía al escenario”.

Portada del disco La velocidad del paisaje (2014)

Con «La Precaria» ganó el concurso municipal premio Canto Joven – Movida Joven 2009, también le dieron una mención como “mejor composición”. Y la banda le dijo: “Hacete cargo, Mocchi. Este es tu proyecto solista. Nosotros estamos tocando contigo, pero ya no da más que sea La Precaria. Todas las canciones son tuyas y los arreglos los hacés vos. Encará la cabeza. Ahí nos presentamos como Luciana Mocchi quinteto y desde ese tiempo seguí tocando para siempre con mi nombre”.

Un día conoció a Lea Ben Sasson, la cantautora uruguaya manager de Rubén Rada, y quien dirige la agencia Glamity. Se hicieron muy amigas y ella le comenzó a insistir para que grabara disco La Velocidad del Paisaje. Luego un amigo le facilitó gran parte del dinero, tuvo la pre-producción de Martín Musotto y lo grabó entre Montevideo y Buenos Aires con Beto Ponce y Nico Selves en guitarras, Leo Anselmi en bajo, Tato Cabrera en sintetizadores y Esteban Pesce en batería. Además, hubo una banda de invitados (entre ellos Eli-u Pena, hija de El Príncipe, y Nico Davis) más los que tocan con Lila Downs: el bajista mexicano Luis Guzmán y el chileno «Yayo» Serka.

Luego se fue con ellos a tocar a Estados Unidos y ganó más premios en Francia. Claro que un punto de giro fue cuando en abril de 2014 la convocaron para abrir en Montevideo el concierto Out There del ex Beatle. “Del anonimato a Paul McCartney”, titularon con facilismo algunos medios uruguayos, pero la certeza vibraba: Luciana Mocchi trae en sus melodías un amplio espesor de palabras dolidas y reales. Poetisa cantora rapera tanguera voz de candombe y guitarras al fondo de sí. Porque ella “escribe como escriben quienes han vivido muchas cosas…”, dijo Lea Ben Sasson.

Y es Mocchi la que suspira para seguir en el camino, cada vez más grande y más firme, por todo lo que pasó y lo que va a conectar sin olvidar. En cada canción que vendrá. “Siento que tengo una parte muy mística y la empecé a percibir más de grande a raíz de encuentros con situaciones límites…”. Hasta que pudo salir de esos espejos, le pidió perdón al cuerpo y animó estas canciones con otra luz. Y las que van a llegar. Para que el nuevo disco la abrace con otros fuegos.

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