Margarita Monges, poeta pampeana y compañera del poeta Edgar Morisoli, tenía Alzheimer. Por lo que al finalizar el día olvidaba todo lo que horas antes había vivido. Al ver esto, Edgar le obsequió a Margarita un cuaderno para que anotara todas las cosas del día que al llegar la noche quisiera recordar. De esta situación, Morisoli hizo un poema:

Escucha  al benteveo

Escucha al benteveo y de inmediato escribe:
Hoy canta el benteveo”. Llega el hijo
o come una naranja,
y apunta en el cuaderno: “Vino Juan Pablo, hermoso”,
Me comí una naranja”. Ni a traición, ni dormida
le ganará el olvido la pulseada
a esta frágil mujer casi invencible. ¿Cuántos
cuadernos van? –Yo ya perdí la cuenta,
y no tiene importancia. Ella resiste
y anota, con premura,
burlando sabiamente la zancadilla de la desmemoria,
gambeteando el vacío. Una escritura
simultánea a los hechos, sin dejar ni un resquicio
vulnerable al olvido. La vida no se entrega,
lucha a brazo partido y a corazón entero.

Siempre que vuelvo a La Pampa recuerdo el cuaderno de Margarita y pienso que todos llevamos dentro la vida en borrador y que cada paso en que no renunciamos a la metáfora estamos más cerca de ser la memoria de la esperanza o como decía el gran Edgar, de vivir a corazón entero.

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