En el teatro del Parque de España, Flor Gianmarche y Eduardo «Negro» Sosa ofrecieron su impronta poética, los talleres ofrecieron sus muestras y el dúo Coplanacu revalidó lo autóctono en una noche plagada de matices.

En el inicio de la tercera jornada del encuentro, docentes y alumnos de los talleres fueron los protagonistas. Sebastián Farías Gómez reunió en el escenario a sus compañeros de La Fortunata y a los alumnos de su taller de arreglos vocales. El grupo ofreció una muestra basada en los arreglos de Los Huanca Huá interpretando El pintao y El huajchito. También las profesoras Ine Quinteros y Vica Bevacqua reunieron en una performance a sus alumnas del taller de danza.

Muestra del taller de danza «La música folklórica en movimiento». Fotos: Jéssica Córdoba

El telón del teatro Príncipe de Asturias se abrió, se emitió el video de apertura y se le dio la bienvenida a Flor Gianmarche, la primera artista de la noche. La cantautora abrió su presentación con Paso a paso, obra que compuso con Andrea Bazán, su antigua compañera en el proyecto Yerba Buena. Luego, con un recitado introductorio, cantó No lejos, letra inspirada en un poema de Alejandra Pizarnik.

“Muy buenas noches a todos y a todos, feliz de estar acá”, dijo en el saludo. Le recordó al público que es la tercera vez que participa del encuentro, antes estuvo con Aymama y como invitada de Juan Falú cuando integraba Yerba Buena. Para cantar Trisquel invitó a la rosarina Mercedes Borrell, pero antes explicó que el título refiere a un símbolo sagrado de la cultura celta que significa equilibrio entre pasado, presente y futuro y armonía entre cuerpo, mente y alma.

Gianmarche compartió luego No hay regreso, un poema de Roberto Juarroz musicalizado por ella, el cual tiene un video y es el primer adelanto de su próximo disco. De su trabajo con la poesía surgió también En una cajita de fósforos, en este caso con un texto de María Elena Walsh.

Flor Gianmarche y Mercedes Borrel. Fotos: Jéssica Córdoba

La cantautora agradeció la cálida y atenta escucha y pidió un aplauso para el sonidista (Tuti Branchesi), mientras se acomodaba para despedirse con “Otilia”, compuesta en honor a su abuela fallecida en pandemia, cantada a capella. En su propuesta, en formato canción, quedó claro lo importante que es para ella el trabajo de los poetas.

El catamarqueño radicado en Córdoba Eduardo «Negro» Sosa también reivindicó a los poetas. En el arranque reunió poemas musicalizados del belenense Luis Leopoldo Franco: el chutunki Vidalita de la seca y la chacarera Zapateo en alpargatas. “De él se decía lo mismo que de Walt Whitman: no es un hombre, es una batalla”, expresó acerca del poeta.

«El Negro» mencionó luego a los Sosa de Santa Fe: Martín y Mario Hugo, quienes le compartieron la historia que derivó en la creación de la tonada Don Tella, dedicada al abuelo fabricante de mesas. El ritmo cuyano ameritó un “Salud a todos”en el final del tema. Luego compartió parte de su intimidad contando un diálogo con su padre acerca de la muerte y se emocionó cantando Vidala del dolor.

Eduardo «Negro» Sosa. Fotos: Jéssica Córdoba

El también dibujante, arquitecto y director de coros contó con nostalgia que había asistido al segundo encuentro como integrante de La Chirlera, el dúo que formaba con Diego Marioni. Los recuerdos lo transportaron a La Pampa, donde conoció hace unos años a Julio Domínguez «El Bardino».  De aquel encuentro con el gran poeta pampeano y de sus libros le surgió la creación de una huella para cuya interpretación invitó al cantautor Mario Bernachea.

En el cierre, Sosa reivindicó su afro-descendencia y la negritud catamarqueña. Invitó para el último tema a Myriam Cubelos (“mi queridísima amiga, a quien adoro”) y juntos cerraron con La parda del sur, vidala chayera con la cual Sosa ganó un concurso nacional.

El dúo Coplanacu simboliza gran parte de las premisas fundacionales del encuentro. Dignidad, coherencia y autenticidad son los conceptos históricos de la propuesta que forman Julio Paz y Roberto Cantos.  Con Julio Gutiérrez en violín, se presentaron en formato de trío, como en los comienzos.

Después de una chacarera, un gato y la zamba Pampa del chañar, Julio Paz pidió encender las luces para verse y saludarse con el público. En su mensaje inicial destacó la idea del encuentro de visibilizar propuestas que en los ámbitos comerciales no tienen espacio.

“Hace treinta y siete años hemos tomado la hermosa decisión de cantar y lo venimos disfrutando mucho”, expresó Julio luego. A comenzar a sonar la chacarera Cuando el diablo anda en el vino se pobló la pista imaginaria delante del escenario. Julio pidió que los bailarines se queden a bailar el gato El 180 y el Escondido de la alabanza.

Dúo Coplanacu. Fotos: Jéssica Córdoba

Después de elogiar a los bailarines, Paz habló del drama del desastre ambiental provocado por el hombre, de los incendios intencionales y la quema de pastizales en las islas y de los desmontes en Santiago del Estero.  Fue la introducción a la chacarera Inti Sumaj (sol lindo, en quichua), dedicada a quienes aman la naturaleza.

Roberto Cantos habló del reencuentro con Julio luego de la pandemia y de cómo decidieron volver rescatando las primeras canciones del dúo, entre ellas Retiro al norte. “Recuerdo que viajaba en tren que hacía parada en Rosario. Viajaban muchos santiagueños con la ansiedad de ir a reencontrarse con su gente”, expresó con nostalgia acerca de la experiencia que motivó la creación del tema.

En el tramo final, Los Copla reunieron escondidos y chacareras y regresaron los bailarines. “No hemos venido a acompañar ni a colaborar con el encuentro, nosotros nos hemos criado en esto”, dijeron en la despedida. “Hasta la vuelta y que paren de quemar los humedales, un abrazo grande”, concluyeron.

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