Por Silvia Majul | @silviamajul @eljume

Fotos: Gentileza de Carolina Rojo


Cuenta la historia que la niña de 11 años estaba frente al piano sola. Su padre, que era músico y ferroviario, le compró el instrumento para que la música la acompañe en esas largas horas entre el estudio y la espera familiar. Hija única, había nacido en Laguna Paiva, Santa Fe, un 24 de octubre de 1921, y cuando su madre fallece a los 9 años, ella y su padre, Augusto Marzano, emprenden el viaje a Córdoba buscando un futuro mejor.

 

El Piano Saltarín

Volviendo a esa tarde, tal vez lluviosa, donde Córdoba capital emprendía un viaje nostálgico entre la provinciana y el avance de la gran ciudad, Leonor Marzano empezó a jugar con el piano. Primero fue su mano izquierda que golpeó fuerte las teclas, imitando el contrabajo de su padre, y con la derecha imita la flauta de una manera más dulce. Le da prioridad a la marcación rítmica de su mano izquierda, acentuando el primer tiempo en lugar del segundo. Como si la sangre inmigrante de sus padres y el latido de esa tarde cordobesa se hubiesen apoderado de ella, mezcla el paso doble español y la tarantela, subraya el «tun» y suaviza el «ga». Ahí nace la historia de un género que paso de la soledad a mover multitudes todos los fines de semana en Córdoba y más tarde en el país.

Miguel Gelfo muestra una foto de «La Leo»

La Génesis

Pasaron diez años para que, entre estudio y estudio, primero clases particulares con otra mujer, Genoveva Medina,  y luego el Conservatorio Carril, naciera la leyenda.  Años después Leonor recordaría que la profesora Genoveva descubrió en ella la mano izquierda saltarina “Me incentivó a golpear con la mano izquierda para marcar el ritmo y acompañar con la mano derecha” .-

En esos años Augusto Marzano tocaba la flauta y el contrabajo en una orquesta llamada Los Bohemios,  mientras el trabajo en el ferrocarril y el tiempo se lo permitían, pero su mayor sueño era vivir de la música. Una noche agobiado  por el cansancio que repartía entre los rieles y el contrabajo,  y pensando en música para alegrar a sus paisanos criollos, su compatriotas italianos, también gallegos, árabes y gente solitaria que llegaba de distintos países a la Argentina en busca de un futuro prometedor, pero también dispuestos a formar una nueva familia, olvidarse de las penurias de su pueblo, explotaciones laborales y encontrarse en la alegría de sus ritmos, le propone a su hija, ya de 18 años,  algo que ella esperaba en su corazón desde siempre.

«Hija querida, no quiero que te sigas quedando sola de noche. Quiero que toques conmigo». Ella no demoró ni un segundo en darle su firme «sí», y enseguida preguntó qué nombre le pondría al cuarteto. «Le voy a poner tu nombre, «Leo».  Estoy seguro de que me va a traer suerte». Su padre pensó: «Por fin se vendrán días de tarantelas y pasodobles», pero no sabía que su hija guardaba un gran secreto que cambiara la historia de la música cordobesa y argentina.

 

Nace el Cuarteto

Un sábado a la tarde un veintianero de Colonia Las Pichanas, Departamento San Justo de la provincia de Córdoba,  escucha en radio LV3 (hoy Cadena 3) a un grupo que lo enamora. De regreso a su pueblo le propone a los vecinos que traigan ese grupo, subrayando que lo que más lo había impresionado es que una “mujer joven toque el piano de una manera única”. Así «La Leo» en piano,  Augusto en contrabajo,  Miguel Gelfo en acordeón y José María Salvador Saracho en el violín; suben al escenario del club del pueblo un  4 de Junio de 1943. Los primeros temas en escucharse son: Sangre ecuatoriana, Mi caballo bayo y la gente, del pueblo, y todos los pueblos de alrededor coparon el lugar. Más de 2000 personas bautizaban esa noche a la música popular cordobesa. El destino quiso que dos décadas después Augusto Marzano pisara por última un 9 de julio de 1961 ese escenario de aquel primer pueblo, partiendo dos días después. El mismo vientre que parió su sueño familiar lo llevaría a una estrella de la música. Hoy Las Pichanas, con 117 habitantes (según el último censo) te recibe con un cartel que dice «Bienvenido a la Cuna del Cuarteto» y «Plaza Cuarteo Leo».

Leonor al piano, ficcionalizada para Madre Baile

La Marea Cuartera

“¡Viernes, Río Segundo! ¡Sábado, Oncativo! ¡Domingo, Oliva!” suena el auto parlante por las calles pueblerinas y cientos de jóvenes a paso inquietante inauguran el ritual que los desahoga del trajín semanal. El ritual comienza con el choripán y a medianoche hasta la madrugada (dividido en 4 segmentos) la pasión cuartetera se adueña del corazón de los pueblos y las barriadas, tiñendo con los años la identidad de Córdoba. El grupo conformado por «La Leo», empieza con presentaciones en casamientos, cumpleaños, fiestas familiares y con bajas pagas. Mientras en Buenos Aires la década dorada del tango atrapaba madrugas porteñas y triunfaba en el mundo, en el centro del país daban sus primeros pasos contagiosos en clubes del interior del interior, el folklore cordobés.

En 1948 era tan grande la fama del grupo que el inglés Franz Schubert le ofrece grabar su primer trabajo discográfico. Un disco de pasta que Don Marzano compra desconfiado doscientas copias para difundir en las presentaciones. Tal fue la sorpresa del primer día, donde se vendieron como pan caliente las placas, que ahí Augusto deja su trabajo en el Ferrocarril para vender discos del cuarteto. La música que sonaba, desde calesitas a radios de Córdoba, provocó un fenómeno sin precedentes por lo que en menos de 10 años al Cuarteto de La Leo ya lo conocía y bailaba toda la provincia.

 

La Madre del Cuarteto

Leonor Marzano no solo se enamoró la música y siempre pensó al grupo como “un hijo más”, sino que además se casó como Miguel Gelfo con que el tuvo dos hijos: Eduardo y Marta. Con los años Eduardo sería parte del grupo y Marta se casaría con unos de los primeros cantantes del cuarteto Carlitos Rolán. Durante 25 años Leonor regresaba a su hogar con la luz del día en la cara,  y sus dedos doloridos, luego de marcar el ritmo para los bailarines toda la noche. Ella nunca se quejaba. Siempre sonreía. Un día, cuando su primer nieto le tiro los brazos dijo “basta” y no subió más a los escenarios. Los extrañaba, ¡si!, pero quería disfrutar su familia antes de partir como no lo había hecho antes. Cuentan que a «La Leo» no le gustaba la cocina, sin embargo, no es casual que en una cocina le haya propuesto su padre armar un conjunto, su marido matrimonio y hayan nacido los primeros sonidos del género que tiene más condimentos para hacerte bailar como ninguno.

Equipo Madre Baile: Vivi Pozzebón y Gelfo (arriba). Carolina Rojo (abajo)

La Pantalla. La reivindicación

La historia del cuarteto, tal vez por ser música del pueblo, del interior del interior, y el acento tribal en el baile, jamás fue visibilizada como se merece, con una mirada horizontal de otros géneros. Uno de los primeros acentos llega de la mano de Gustavo Santaolalla y León Gieco, quienes a través del proyecto De Ushuaia a la Quiaca llevan a la pantalla e incluyen su música en el mapa que completaban artistas de la talle de Leda Valladares, el Cuchi Leguizamón, entre muchos más.

Ya en el siglo XXI, dos mujeres  llevan al cine de las principales salas del país y canales de televisión la película documental Madre Baile, dirigida por Carolina Rojo y la participación especial de Vivi Pozzebón; atrás van quedando los prejuicios, la discriminación y  la verticalidad de un género que ciertas elites esnobistas donde escriben periodistas especializados nos enseñaron a avergonzarnos ¿Cómo te va a gustar el cuarteto si lees a Borges?

Tunga Tunga nunca morirá

En el invierno de 1989, en un departamento del centro cordobés, muy cerca donde hoy está la escultura que la homenajea, Leonor mira por la ventana con ojos cristalinos y da vuelta las páginas de su vida. No se la ve dimensionar la estoica manera con que levantó el reinado de un género que moviliza miles de personas todos los fines de semana. El género se guarda otra ironía al cierre de este recordatorio, no hay muchas mujeres sobre su tablas, Lenor, o «La Leo», no solo había creado un género que cumple pronto 50 años movilizando masas, y 100 años desde su nacimiento, sino que ese ritmo sería el folklore de una provincia.

Leonor Marzano murió en 1993, a los 71 años. Casi 5 décadas donde el sol y la lluvia borran los pasos y las huellas del tiempo de una ciudad que crece vertiginosamente y hasta pegando volantazos, sin embargo los cuarteteros y cuarteteras buscan esas huellas de la memoria. Al fin y al cabo el cuarteto es parte del ADN de una provincia y gracias a la mano izquierda de una mujer, una enorme mujer llamada Leonor Marzano.

 

3 comentarios para “La matriarca del cuarteto: Leonor Marzano. 2021, centenario de su natalicio

  1. TURCO RIOS dice:

    Impecable crónica…ilustrativa para quienes dentro del folklore Argentino intentamos agrupar y adicionar estos ritmos populares, lenguaje válido se un pueblo!!!

  2. Hugo Maximo Ascat dice:

    que buena nota!!me acerca a un tema desconocido por mi..gracias!!

  3. Romina dice:

    Guaaau intensa historia de vida…

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