Fabiola Gonzáles «La Chinganera», es poeta popular, payadora, compositora e investigadora chilena. Nació en la ciudad de Concepción pero se crio en distintas localidades rurales de su provincia. Fue allí donde se familiarizó con las trillas y estableció contacto con las cantoras campesinas y los paisajes sonoros del folclore de su región. De formación académica ‒estudió canto lírico y pedagogía musical‒, Fabiola supo sintetizar ese conocimiento con sus saberes campesinos y de tradición oral, y así trabajar sobre la raíz folclórica que la atraviesa.

Como cantante y activista reivindica el rol de las mujeres en la música y el rescate de la memoria popular mediante la música de raíz. «No existe el folclor sin memoria y sin vigencia, por tanto la memoria colectiva es un ejercicio diario para quienes trabajamos en esta línea de la música», asegura. La Chinganera ‒apodo que recibió de parte de Luis Araneda, el «Baucha», de Los Chileneros, en alusión a las antiguas cantoras de chinganas, que apasionadamente animaban las fiestas con un extenso repertorio de cuecas‒, editó tres álbumes: La Chinganera (2008), Todas íbamos a ser Violeta (2014) y el reciente Hija natural (2022). Con De Coplas y Viajeros nos introducimos en su universo sonoro y ancestral para conocer un poco más de su historia.

– ¿Cómo surge tu interés por la música de raíz folclórica?

– Nace desde siempre. Cuando era niña, mis padres dirigían un conjunto folclórico donde yo crecí, en Concepción. Hasta los ocho años viví en Concepción, en la ciudad, y me levantaba de chiquitita en la noche a ver los ensayos y me conmovía, me seducía mucho la música, las danzas que ellos hacían en la noche. Entonces siempre tuve ese interés. Después de eso nos fuimos a vivir a la zona rural y ahí más me vinculé con cantores y cantoras campesinas. Empezó todo un aprendizaje en la infancia, donde siempre estuve ligada al folclore tanto en la danza como en la música.

– Contame sobre el apodo «La Chinganera». ¿A qué se debe?

– En Chile hay un movimiento de cueca urbana, súper importante, que lo encabezó un grupo que son los referentes de ese movimiento, que se llaman Los Chileneros. Ellos fueron los referentes de la cueca brava en Chile, que grabaron su primer disco el año 68. Este movimiento partió a principios del 2000 y yo los conocí a ellos y me hice amiga de uno de ellos, que es la primera voz, el Luis Araneda, el «Baucha», y él me bautizó a mí como «La Chinganera» porque le gustó mi manera de cantar, como mi personalidad también como cantora. Significa mujer de chingana, cantora de chingana, que era una fiesta del siglo XIX, XVIII. Eran unas fiestas clandestinas que se hacían en Santiago de Chile donde había cueca, vino, fiestas, etc.

Fotos: Cristóbal Pohlhammer

– ¿Siempre interpretaste folclore? ¿Nunca indagaste en otros géneros o vertientes?

– No, yo no he transitado por otras vertientes musicales. Sí estudié canto lírico, música docta en la universidad, pero siempre he sido folclorista. Tengo las dos formaciones: la docta académica y la popular de tradición oral. El folclor, como los entendemos los estudiosos, es una raíz que va dando frutos de distintos colores. Eso es lo que hago yo. Soy una folclorista que nunca ha estado en otros estilos. Voy incorporando géneros, sonoridades y timbres actuales, porque el folclore es actual y vigente. Sino, sería solo música tradicional. Ahí yo voy incorporando instrumentación, de repente armonías un poco más modernas, más vinculadas a la música popular. En el último disco que hice hay algo de flamenco, que también es muy folclórico, etcétera. Pero yo siempre he sido folclorista y lo que hago es folclor.

– Editaste tres álbumes, además de varios sencillos ¿Qué ha cambiado y qué persiste de La Chinganera de aquel primer álbum con respecto a los otros dos?

– Yo creo que no ha cambiado mucho porque siempre he tenido las mismas inquietudes. Creo que hay una evolución natural en lo que uno pretende como artista. Creo que en el inicio uno pretende más cosas. A medida que lo vas haciendo te vas dando cuenta que esas pretensiones son inalcanzables o son parte de una vanidad que no alimenta en el arte, por lo tanto te vas buscando hacia algo mucho más simple y sencillo. En eso yo creo que ha habido una evolución que termina en lo humano más que en lo artístico. Lo humano empieza a bajar el decibel de lo que uno pretendía cuando es niño, cuando se es chico en la música y hoy día me voy sorprendiendo de las cosas que aparecen en mi camino y las agradezco porque no las estoy esperando. En cuanto a la música tampoco creo que haya variado mucho. Mi primer disco es súper de fusión y mi último disco tiene hartos elementos timbrísticos de música popular. Al medio hice todavía más el Violeta, que es mucho más tradicional en estructuras y todo, pero siempre he estado trabajando en la décima, en la cueca, en la tonada, en la canción folclórica. No sé si ha cambiado tanto, la verdad, porque creo que todas son bastante orgánicas. Tengo 15 años de trayectoria desde que hice mi primer disco hasta ahora, y creo que es bastante orgánico tanto en la producción musical como en lo poético. Obviamente uno se va volviendo cada vez más ignorante porque nos damos cuenta que cada vez sabemos menos a medida que vamos aprendiendo cosas. Yo creo que esa curiosidad no se me ha acabado y espero que no se me acabe.

– ¿Cómo convive la Fabiola de origen campesino con la Fabiola urbana, a la hora de la composición? ¿Qué elementos tomás de cada una de ellas?

– Yo tengo una mezcla totalmente integrada en mi personalidad y en mi forma de componer y de artista. De mi camino originario campesino y de mi vida urbana. Eso yo creo que lo nota la gente que me sigue y que le gusta mi trabajo, porque eso se nota en la música, en la poesía, en cómo bailo, en cómo hablo. Entonces está muy integrado ambas cosas. Yo tengo esa cosa como de mujeres antiguas, de mamás, de abuelas, y así crío también a mis hijos, y tengo lo otro que es un poco más moderno, que es la mujer urbana, activista, que está vinculada a los movimientos sociales. Conviven de manera totalmente integrada.

– ¿De qué se trata el “Nuevo folclor chileno”? ¿Nuevo con respecto a qué?

– Yo fui parte de ese movimiento como como artista pero alguien le puso la denominación de «nuevo folclor». Me imagino que tiene que ver con el lenguaje que pusimos las mujeres. Hace unos 15 años que aparecimos en la escena, que empezamos a mezclar la guitarra campesina con un lenguaje urbano, donde está Natalia Contesse, donde está Vasti Michel, donde estoy yo. Posterior vino Andrea Andreu y otras mujeres de la generación siguiente a la nuestra que empezaron también a crear canciones de contenido social, etcétera, con una tradición antigua, pero puesta hoy día con sonoridades urbanas. Me imagino que por ahí viene la denominación. Pero no soy experta en ello. Lo tiene que responder el que bautizó o la que bautizó ese movimiento.

– Una de tus facetas musicales es la de payadora ¿Qué es ser payadora en Chile? ¿Tiene alguna relación con los payadores rioplatenses? ¿Cómo es qué surge la idea de recuperar esa tradición?

– Ser payador en Chile es lo mismo que en Argentina. En Latinoamérica se llama paya (Chile, Argentina, Uruguay). La paya es la improvisación de la décima en un acto artístico de intercambio de lenguaje con otro, o con otros que tienen cierto rito, cierta estructura. Sí, tiene toda la relación con los payadores rioplatenses y con todos los de Latinoamérica. No es mi idea la de recuperar nada, porque la palabra recuperación aparece cuando las cosas están perdidas. La paya es una tradición oral que está totalmente vigente en nuestros países, Iberoamericanos, con excepción de Costa Rica, que no se ha encontrado improvisación de décima. Somos un movimiento enorme de una cultura muy fuerte, muy poderosa, muy vigente y no hay que recuperarla porque no está perdida. Yo me emparejé con un payador y me fui haciendo payadora acompañándolo, porque la paya está en décima y yo soy decimista hace muchos años. Una cosa me llevo a la otra. Creo que es el lugar más complejo y más completo de ser folclorista.

– En estos últimos años, el pueblo chileno, viene atravesando un proceso social y político muy agitado, pregonando grandes y necesarios cambios. ¿Qué rol tuvieron los músicos populares en todo eso?

– Los músicos populares siempre hemos tenido los mismos roles. Como dijo Facundo Cabral: Cantante es el que puede y cantor es el que debe. Nosotros siempre estamos en los movimientos sociales y Chile está atravesando un proceso social y político, no en los últimos años, sino que nosotros llevamos, por lo menos, 50 años en un proceso largo que es dictadura y post-dictadura. Por supuesto, la música folclórica vigente de la que yo soy parte, que también está ennoviada con la música popular, es parte de ese movimiento y de todos los movimientos para atrás, por nuestros textos lo indican. También yo soy activista, por lo tanto he estado en la lucha, al igual que las otras personas que no son artistas. Tenemos ahí un matrimonio muy cercano con los cambios y las luchas sociales, con las campañas sociales. Eso es propio de ser músico popular.

– ¿En qué proyectos estás trabajando actualmente?

– Actualmente estoy trabajando en teatro. Estoy haciendo música y décimas para teatro. Estoy de dramaturga en una obra sobre Víctor Jara, trabajo en otra que es sobre la música de chinchineros. En este momento preciso estoy de gira por Europa presentando mi disco Hija Natural, que ya tiene un año y tanto de existencia. Espero ya el segundo semestre ordenarme un poco porque he estado muy agitada, con mucho viaje y aterrizar un poquito, un par de meses para solo trabajar en Chile en proyectos pequeños de giras nacionales que harto me lo ha pedido la gente.

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