Ante una multitud,  el artista rosarino concretó en Rosario tres funciones para festejar los treinta años del celebrado disco El amor después del amor.


“La música de Rosario tiene que verse como una artesanía regional”, decía Fontanarrosa, tratando de encontrar una definición hablando de la trova en los ochenta. La obra de Fito Páez tiene esa impronta, en los textos está claramente marcada su pertenencia y el público que agotó los tres recitales en el anfiteatro rosarino le hizo sentir que, por más que lo ovacionen en cada ciudad que visita, en la suya da y recibe los mayores afectos.

Páez preparó un prolijo show de dos horas netas de música con algunos intervalos para descanso y cambios de vestuario. Sostenido por una potente banda y por una impecable puesta técnica de sonido y luces, en la primera parte Fito recorrió las catorce canciones del repertorio del disco publicado en 1992.

Juan Absatz (teclados) fabricó el clima inicial de la fiesta, mientras el resto de la banda ingresaba al escenario. Fito diseñó el armado instrumental con Diego Olivero (bajo),  Carlos Vandera (guitarra y coros), Juan Agüero (guitarra eléctrica) y Gastón Baremberg (batería). Incrementó la potencia del grupo con un set de vientos integrado por Ervin Stutz (trompeta y flugelhorn), Manu Calvo (trombón) y Alejo von der Pahlen (saxo alto y barítono). También en coros, con algunos segmentos protagónicos que necesitaba el repertorio, estuvo Mariela Vitale, «Emme». Para la hija de Lito Vitale y Verónica Condomí, significó un desafío importante. Le costó llegar al nivel que en ese disco mostraron Fabiana Cantilo, Celeste Carballo, Mercedes Sosa y Claudia Puyó.

Fotos: Maximiliano Conforti

Fito alternó toques en el piano, en la guitarra y en algunos tramos se plantó como director de orquesta gozando con el impecable desempeño de la banda, como en el final instrumental de El amor después del amor.

“Ay qué lindo ché, ¿qué tal allá? No tomé ni un trago para llegar perfecto, lo que quiere decir que voy a tener recompensa”, bromeó después de Tráfico por Katmandú. “Gracias Luis por protegernos de todos los males de este mundo, sobre todo los de la música”, dijo después de cantar Pétalo de sal, en cuyo registro original estuvo Spinetta en guitarra y voz.

La seguidilla de temas para mostrar las nuevas versiones obligó a escaso discurso. La euforia y la emoción le jugaron una mala pasada cuando anunció La rueda mágica y en el orden venía Tumbas de la gloria. “Me distraje, me salteé un tema, son fuerzas extrañas que están detrás de mí, además de la edad”, dijo divertido y cómplice con el público que cantó después todo el estribillo.

“Ahorren energía que la van a necesitar, esperen al final para cantar juntos”, le pidió Fito a la gente. Era el momento de interpretar Detrás del muro de los lamentos. Contó que armó el tema, se lo envió a Lucho González (guitarrista peruano que acompañó a Chabuca Granda) y éste la mejoró y le devolvió la obra lista para grabar, en ritmo peruano y con Mercedes Sosa en voz y el Chango Farías Gómez en el cajón.  Con mucho swing, dirigió las palmas del público y cerró el momento de folklore latinoamericano con un “¡Viva Lima!”.

Fotos: Maximiliano Conforti

En La balada de Donna Helena, hubo diversidad rítmica. La banda reunió sonidos de soul, jazz, funk, lounge y estalló en el final con el riff de Juan Agüero. Antes de Brillante sobre el mic, pidió encender los teléfonos y encaró el cierre del festejo. Cedió el protagonismo al público en el estribillo de A rodar mi vida y terminó revoleando el saco, feliz y en comunión profunda con la gente. “Me cambio, me pongo guapo y vuelvo”, anunció.

Más distendido, regresó en remera, bermuda y zapatillas para hacer el esperado recorrido por sus hits. En la segunda parte estuvo más verborrágico, compartiendo reflexiones. “Esto quiere decir que dejen de pensar tanto en la guita y amen más”, expresó luego de El diablo de tu corazón. En Al lado del camino, están sus reflexiones críticas sobre el comportamiento de la sociedad y, siempre auto-referencial, relata algunos de sus principios. “Salud Rosario y que si no es así mis palabras me contradigan”, dijo en el cierre del tema.

Después de 11 y 6 y Circo beat, propuso al público una “batalla musical”. “Estoy harto de la tolerancia y del progresismo, de que como dicen los medios todo se va a arreglar con un debate”. “Vamos a pelear como el protón con el neutrón en una célula, con el cuchillo entre los dientes”, dijo. “¿Ustedes quieren que yo dé todo? abandonemos la retórica y vamos al grano”, dijo desafiante y metafórico.  Armó una compulsa entre sectores del público y la banda a ver quién ponía más volumen e intensidad mientras sonaba Ciudad de pobres corazones.

Fotos: Maximiliano Conforti

Se fue y regresó vistiendo formal con traje ambo verde agua y zapatillas blancas para cerrar con Dar es dar y Mariposa tecknicolor, las elegidas para los bises.  “Cómo te amo Rosario, fueron tres noches inolvidables, nunca me había sentido así en mi ciudad. Gracias”, expresó, conmovido por el afecto recibido.

En la presentación de la banda, le dedicó un elogio a cada integrante y se despidió con un mensaje contundente: “chau amores míos, feliz navidad, que terminen el año abrazados, sin olvidar que hay mucha gente que está en la lona”.

Daniel Viglietti, el genial cantor uruguayo, dijo que la suya no era una canción de protesta sino de propuesta. Le cabe a Fito Páez esta calificación. Sus rasgos distintivos pasan por la variedad rítmica y por apostar a la esperanza, así lo expresa en las letras. “Los discos son como los hijos, imposible tener predilecciones”, dicen los artistas. El amor después del amor, este disco de Fito, cumple con todas las misiones que él mismo se impone: reivindicar la belleza de las canciones, reflexionar críticamente y proponer que el mundo despierte, siempre con el amor como motor fundamental.

Un comentario para “Fito Páez. El arte de agradar y proponer

  1. Evangelina dice:

    Que grande Pedro! Se me caen lagrimitas por tu relato; me trae lindos recuerdos de algún que otro show de Fitito .
    Besoss loquillo

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