Juan sabe que es tiempo de empezar de nuevo.  No es que cree, que piensa, que evalúa, que lo está considerando. No, lo sabe, simplemente lo sabe. Del mismo modo que no sabe cómo hacerlo. ¿Por dónde se empieza de nuevo cuando no está muy claro desde qué lugar arrancar? “Hay que ver dónde estamos parados”, dicen los políticos en campaña y ni ellos saben hasta donde los tapa la arena movediza que están pisando.

Juan se hizo un mate bien calentito, prendió una estufa, hacía casi un año que no la encendía y le pareció que largaba olor a gas. Pero no. Hay cosas que parecen y no lo son. Y Juan se volvió a plantear eso con Maite y con toda su vida: «¿Y si quizá me parece que estoy mal con ella pero en realidad estoy raro porque la tengo lejos y necesito verla más cerquita? ¿Y si en la radio me siento bien y lo que realmente pasa es que encontré un espacio en donde desplegar mi ego, mi vanidad, y también lo que sé de música y de la vida, sin que nadie me exija explicaciones?¿Y si este departamento, pequeño, incómodo, lejos de todo, me encanta y lo que pasa es no tengo un mango para alquilar uno grande, cómodo y cerca de todo?» La lista de los “Y si” es interminable, pero Juan necesita ir de a poco. De lo contrario el mejunje quedaría espeso.  

Ahí se dio cuenta que lo urgente era, es, fue y será Maite. Porque el amor es urgente. Aunque Darío Sztajszrajber haya titulado un libro El amor es imposible, al menos para Juan es urgente. ¿O hay una sola manera de percibir el amor? ¿Se autopercibe el amor independientemente de las personas supuestamente enamoradas? Uf, es rarísimo, muy complejo para un martes a la tarde, decía Jorgito, un amigo querido de Juan, al que llama «Yory», así con la «Y», porque «George» le sonaba distante, extranjero. Y Jorge, Yory, es un tipo cualquiera, cercano. Es más, Yory hace más de cincuenta años que está con la Vivi. Para ellos el amor no es imposible. Y la siguen remando, peleando y de paso son felices a la manera que encontraron la felicidad. Juan los suele mirar de reojo. «¿Y si a mí me sale con Maite tan redondo, ponele casi redondo, como les salió a Yory y Vivi? Y qué se yo», dice Juan. Cómo saberlo. Y de repente necesitó chequearlo con Yory.

– Yory, ¿cómo andás, amigo?

– Juancito, qué sorpresa, tomando un café en el Bar Central, siempre tengo un gesto de solidaridad con los primos.

– Dale, pecho frío, no vayas a congelarnos el boliche, disimulá que se van a dar cuenta y te van a escupir el café.

– No, nadie ataca tanto a sus superiores, por una cuestión de respeto, ¿vio?

– Che, escuchá, vos todo bien, ¿no?

– Sí, pero, te olfateo la onda periodística, es como que me llamaste para preguntarme algo.

– Por eso te quiero tanto, qué inteligente que sos, carajo.

– Dale, no dés tantas vueltas, venga esa pregunta.

– No es una pregunta así tan simple para responder. Es que estoy haciendo un programa con el Zampita sobre el amor, viste, buscando temas musicales y también quiero intercalar opiniones de gente que le fue bien con el amor.

– ¿Y a vos quién te dijo que a mí me fue bien con el amor?

– Y bolu, hace mil años que estás con Vivi, tuvieron cinco hijos, siguen juntos, se quieren, qué se yo, si eso no es estar bien, yo estoy listo, amigo.

– ¿Pero, por qué vas a estar listo, como decís, si esta es data para tu programa nada más?

– Mmm, naaa, seee, ya sé, es una manera de decir.

– Bueno, ponele que te creo, dale, mirá, aguantá que pido. Un cortado doble y un tostado de jamón y queso, no tan caliente por favor, ni tan tostado. Bueno, te decía, yo soy un tipo grande ya, a Vivi la conozco desde los 17 años, éramos dos adolescentes y nos enamoramos. Después la vida nos fue llevando, Juan, ¿qué te voy a contar? Más de cincuenta años juntos, pero es una relación que la fuimos construyendo. Eso, qué se yo…

– Se hace camino al andar, caminante no hay camino, eso decís.

– Claaaaaro. Gracias, Cacho. Perdón, le decía al mozo. Digo, esteee, eso, que estamos juntos sin ningún tipo de presión. Como somos los dos, si no nos quisiéramos de verdad, tanto ella como yo habríamos dicho «chau, hasta acá llegué», pero no, la vamos llevando y la pasamos bien cada día. Lo que no quiere decir que a veces ella me quiera pegar una patada en el culo y yo a veces no me la banco y me fugaría solo a la casita de Alpa Corral , pero no. Nos seguimos eligiendo, no sé. Mirá, a mí ella todavía me sigue gustando, a veces yo también me lo pregunto, por qué sigo con ella tanto tiempo, y es así de simple, me gusta. Es eso y es muchísimo.

– Sí, amigo, es muchísimo. Bueno, gracias, te dejo con el tostado no tan tostado ni tan caliente. Si sos así con Vivi no sé cómo carajo te banca, pero bueh. Abrazo, locooo.

– Y bueno, cada loco con su tema. Ya que me citaste a Serrat antes, sumale este temita. Y si querés seguir charlando venite a cafetear acá.

– No, estoy armando el programa y después voy a la radio. Nos vemos otro día. Gracias, Yory querido.

– Dale, chau, mandale un beso a Maite de mi parte. Esa sí que es una santa con lo que te banca, está primera en el podio, después vendría Vivi, digamos. Bueno, abrazo, che.

La mentira del programa no la compró Yory, Juan debería haberlo encarado directamente, pero al menos le pudo preguntar lo que tanto quería saber. En definitiva quería corroborar que el título del libro del filósofo con apellido difícil era un fallido, o una ironía, o falso. No es imposible el amor, aunque sea difícil y cada vez más complejo, pero no imposible. Yory y Vivi pudieron, muchos y muchas pueden, otros y otras no, pero sí, se puede. Juan miró el celular de nuevo. Estuvo a punto de llamar a Maite, pero se dio cuenta que en realidad no sabía qué cosa decirle. Decidió no llamarla. Esperó un rato, tomó otro mate, ya frío, y le mandó un mensaje: «Te quiero». A los dos segundos ya estaba clavado el azul del visto y luego vino: «Yo más». Intercambiaron stickers de corazones. Pausa. Le toca hablar al amor. Y en los dos celus se leyó «escribiendo…».

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