La reconocida cantante nacida en el barrio porteño de Boedo, radicada en Salta desde 2019, publicó un disco en el que reúne sonidos del tango y el folklore con su propia impronta estética y expresiva.

El 2022 fue un gran año para Julieta Laso. Con La caldera, su tercer disco solista, obtuvo el premio Gardel a la música en el rubro Mejor álbum artista de tango y, además, dio a conocer éste, su cuarto álbum.

Cabeza negra fue producido artísticamente por Yuri Venturin, el director de la Orquesta Típica Fernández Fierro, grupo del cual Laso fue la cantante durante cuatro años. El concepto tiene que ver con el título. Encierra una idea suya y de su gente: “contrario a ese que se pretende blanco y mira todo el tiempo a Europa”.

Laso y Venturin diagramaron un repertorio anclado en el tango y el folklore latinoamericano, con un tratamiento musical sumamente original. Hay en este disco versiones de obras de Daniel Toro, Horacio Guarany, Fito Páez y Violeta Parra, entre otros. También incluyó Canto de nadie, de Alfredo Zitarrosa. Cuando estuvo presentando el disco en Montevideo, justamente en la sala que lleva el nombre del creador uruguayo, la fue a ver la hija de Zitarrosa. “Fue muy hermoso para mí”, recordó Julieta.

El nuevo disco de Laso cuenta con una particular orquestación: cuarteto de bandoneones y contrabajo.

Suele decirse que el paso por una orquesta termina siendo como una escuela, se aprende grabando, tocando y funcionando colectivamente, es un gran aprendizaje. “Sí, era muy intenso porque se ensayaba muy fuerte, se tocaba muy fuerte, se viajaba mucho. Eran cinco shows por semana y esa experiencia no la volví a tener, tuve que aprender mucho para ponerme a tiro”, afirma.

Se reencontró con Venturin luego de tres años, él fue quien la impulsó a encarar su proyecto solista después del paso por la orquesta. “Es emotivo volver a tocar con él, encontrándonos en el escenario, en los ensayos, trabajando otra vez juntos, los dos estamos muy contentos con eso. Para mí es una persona muy importante en mi desarrollo porque yo venía cantando antes de entrar en la Fierro, pero finalmente me formó un montón, me hizo crecer mucho, me cambió de alguna manera la vida”, expresa la cantante.

La formación musical para la grabación posee riesgo y originalidad: cuatro bandoneones y un contrabajo. “La verdad que sí, es una formación muy arriesgada. Fue una propuesta de Yuri, una formación muy rara, muy extraña. Tengo entendido que Pugliese grabó algunas cosas con una formación de este tipo, pero instrumental, sin voz y muy poquitas canciones. Al principio me dio miedo”, confiesa.

En este disco aparece por primera vez el sonido del norte, el territorio donde vive actualmente, algo que hasta ahora no había aparecido en ningún proyecto. La cineasta Lucrecia Martel, su compañera de vida, fue la gran inspiradora para su trabajo desde Salta. Con la realizadora de La ciénaga y Zama se encontró sentimental y artísticamente. “Sí, ella me inspiró un montón. Yo me vine a vivir hace dos años a Salta y la verdad es que con ella compartimos todo”, sintetiza.

Portada de Cabeza Negra.

Laso y Venturin sumaron la idea de que en algunos temas hubiera caja y bombo. El disco inicia con Pregón, un canto con caja, al estilo de las copleras de los valles. “Probamos la idea en el  tema de Alejandro Guyot, Fuga de ausencias y nos pareció que estaba interesante y seguimos adelante con esa idea original de Yuri, con esa formación arriesgada, osada”, explica. A propósito de su acercamiento al folklore de Salta, este año hizo la experiencia de cantar en la Serenata a Cafayate, uno de los festivales más importantes del noroeste argentino. Subió al escenario de la Serenata como invitada de Mariana Carrizo. “Fue hermoso, una noche que no me la olvido jamás”, manifiesta. Se le reconocen a Julieta Laso sus méritos como cantante, con características que resaltan sus posibilidades expresivas.  En su formación, influyó haber sido alumna de Beatriz Muñoz, profesora de canto y corista de Mercedes Sosa. “Una maestra total. Desde el primer día que canté, hace más de diez años, fui a verla, a estudiar con ella y sigue siendo mi maestra hoy. Tengo una relación con ella de mucho amor, no paré de estudiar con Betty desde que empecé a cantar”, comenta.

El bagaje que trae desde su tiempo inicial en Buenos Aires hoy se enlaza con el aprendizaje constante que le provee su radicación en Salta, muy cerca de la capital. En Salta profundizó su fanatismo por el deporte de las tertulias, de los encuentros musicales. “Cuando no estoy viajando o tocando, en los días de descanso, siempre sale una tertulia de cena y música”, agrega.

El disco se publicó en el mes de Julio y ofrece un repertorio de doce temas. Julieta Laso muestra otro eslabón firme que aporta a una historia de sostenido crecimiento artístico, tomando riesgos, aplicando las experiencias recogidas en el camino.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *