Un 25 de septiembre de 1955 nacía en Santiago del Estero un cantor único e irrepetible, un adelantado a su tiempo, un autor que buscaba en la raíz profunda e indagaba en la vanguardia de la música popular; hablamos de Jacinto Piedra, así fue el nombre con el que trascendió quién hoy tendría los jóvenes 67 años. Lamentablemente nos dejó muy temprano, en el año 1991.

Su labor artística se desarrolló especialmente durante la década del 80 luego de los años oscuros de opresión dictatorial. En el año 1984 lanza su único disco solista editado, El incendio del poniente, y posteriormente forma parte del grupo MPA, liderado por el Chango Farías Gómez. También formó parte de Santiagueños con Peteco Carabajal y Juan Saavedra.

Sus canciones hablaban de la naturaleza, denunciaban ya el desmonte, buscaban la profundidad del hombre, manifestando una crítica social al sistema capitalista imperante que acechaba cada vez más fuerte a nuestro país, anticipando lo que sería la década neoliberal de los 90.

Ricardo Manuel Gómez Oroná era su nombre original pero un día Horacio Guarany lo denomino como Jacinto Piedra. Son varios los temas que lo evocan, el Potro, en su memorable chacarera, dice: “Lo bauticé Jacinto porque era una flor; Piedra, porque era un viento…¡Duro p’al dolor! No quise verlo muerto…¡Nunca morirá! él seguirá cantando como el cardenal…”. Por su parte Raly Barrionuevo en su chacarera Un pájaro canta, en una de sus estrofas, recuerda: “Changuito tierno, dulce y amargo, vienes de monte adentro de mi pago, la Salamanca te dio la mano”. Y Alfredo Palumbo, «El Tupinami», en su canción Galopa el duende en el río, nos dice: “Canto del amor fue tu identidad, en la juventud la semilla está, otra vez la flor de tu nombre va, vieja plantita de nombre Jacinto de Piedra es tu temple solar…”.

En esta oportunidad para destacar la figura de Jacinto Piedra dialogamos con quien fuera amigo personal de él, destacado poeta santiagueño nacido en Quimilí y cultor de nuestra música popular Adolfo «Bebe» Ponti, autor de memorables letras de nuestro cancionero popular argentino como Para cantar he nacido, Sufrida tierra, El incendio del poniente y Hermano provinciano, entre otras.

En el año 2011 publica el libro Jacinto Piedra x Bebe Ponti, con una segunda edición del año 2014, de Ediciones Corazón en llamas. El trabajo está compilado por la escritora Silvina Damiani.

– ¿Cómo nació tu vínculo con Jacinto Piedra?

– Lo conocí en Buenos Aires, durante la Guerra de Malvinas, en la Casa de Santiago del Estero, en un recital que se hizo para juntar fondos para los chicos de la guerra. Esa fue la primera vez que lo escuché cantar, quedé impresionado por su voz, una voz mágica, hechizada. Después con la escena que planteaba arriba del escenario, rompía con el estereotipo sobre el folklorista vestido de gaucho de la época. Esto no implica un juicio sobre la calidad sino sobre la escena, era algo novedoso, con una vestimenta más cercana al rock o al hippismo, para la época era algo revolucionario todo aquello que reflejara rebeldía contra la opresión. Él era una nueva instancia estética y otro mensaje. Somos de la misma generación. En su mensaje había una poesía que nos invitaba a defender la naturaleza, el monte, el bosque, el hombre.

– ¿Ahí va naciendo una amistad?

– Sí. Surge una amistad con él. Teníamos inquietudes parecidas, en lo social y político. En una parada de colectivo en Santiago del Estero, en un barrio, apareció. Yo le había regalado mi primer libro de poesía, y me dijo «vos tenés que escribir canciones», le respondí que él debía musicalizarlas. Después de un Festival de la Chacarera nos fuimos a Quimilí y ahí nació El incendio del poniente. Ese viaje pinta a un Jacinto poético de carne y hueso que la gente siempre lo va a recordar. Tuvimos una gran amistad hasta el día del fallecimiento. Viví con él en Buenos Aires, en Monte Grande.

Portada de Jacinto Piedra x Bebe Ponti.

Ante la pregunta sobre cómo nace el mítico tema El incendio del poniente, Ponti nos comparte un texto de su autoría que relata con detalle y sentimiento aquel momento: «Era una tarde de verano de 1983. El sol de enero derretía el cielo santiagueño. Jacinto Piedra y yo íbamos en una Ford V8 roja camino a Quimilí. Mientras yo manejaba él iba absorto en el paisaje. Por momentos cantaba y su voz le ganaba al horizonte como si estuviera adelante de la velocidad. Tengo ese viaje trazado en mi recuerdo como una epifanía, como la revelación de un mensaje que se nos cruzó en el camino. Huelo el perfume del campo, veo los colores de aquel atardecer, siento su canto en mi corazón. Antes de llegar a Quimilí, paro la camioneta, estaciono en la banquina y le digo a Jacinto: «Bajate, mirá el poniente». Era un crepúsculo rojizo, con un sol proporcional al intenso calor. Jacinto estaba maravillado, metido en ese instante donde el día no deja de ser y la noche tampoco. Casi le grito: «mirá, Jacinto, el sol parece un hombre de fuego preñando a la tierra y los árboles tallos incendiados, las hojas titilando llamaradas en el aires. Yo le llamo El incendio del poniente. De aquí los campesinos guardan una chispa para encender sus sueños». Él me miró y me dijo, casi como dándome una orden: «Ese es el título que quiero para mi disco y esa es la canción que quiero que me escribas».  Así nació mi primera canción, El Incendio del Poniente

– ¿Con Chacarera del Cardenal sale la visión política de Jacinto?

– Él venía de familia peronista, no era militante pero compartía los valores, era un militante poético. Cantó para un caudillo radical, Zavalia, y le pagaron para la campaña, andaba mal de plata. Ahí se convierte en un hito Chacarera del Cardenal o Chacarera del Amor. Jacinto sentía una disconformidad con lo que representaba la democracia en ese momento, con el neoliberalismo brutal del menemismo incipiente, él veía el sufrimiento de la gente y que eso era exclusión. Me hizo escuchar la chacarera antes de grabarla, le dije que era fantástica. Me decía: «Yo quiero hablar del amor y también de la realidad, del amor que no tienen los jóvenes, de la falta de futuro».

– ¿Cómo fue tomada su propuesta al principio?

– Lo que representa Jacinto es la irrupción de una voz de raíz folklórica desde una estética ecologista y hippie. Él plantea como nadie y por primera vez el hippismo en el folklore; bien entendida la palabra, desde una óptica ambiental, contra las guerras. Además cuestiona la dictadura (en Te voy a contar un sueño por ejemplo) Y descontractura el folklore, propone algo más libre donde se podía sentir representada la juventud en contra del sistema de una democracia atada al neoliberalismo. Al principio su propuesta era muy criticada en Santiago del Estero, era una sociedad conservadora, tradicional.

– ¿Por qué decidiste hacer el libro Jacinto Piedra x Bebe Ponti?

– Se me ocurrió hacer el libro porque sentía que el tiempo iba pasando y Jacinto iba a ser un eslabón perdido en la canción folklórica argentina. Habiendo dejado una estética tan potente que hasta el día de hoy tiene influencias, si nosotros miramos la historia de la música de Santiago del Estero desde el año 2000 en adelante podemos ver a Raly Barrionuevo, el Dúo Orellana Lucca, Santiago Suarez, Vislumbre del Esteco, Claudio Acosta, todos emergentes de una influencia de él. Nacen a partir de Jacinto. La estética de las peñas con vestimenta hippie las inaugura él, después se retoma con la Peña de Los Copla en Cosquín y de Ica Novo.

– ¿Cómo fue su relación con Peteco Carabajal?

– Peteco es el folklorista más importante del país para mí. Jacinto tenia una devoción especial por Peteco. Toda su historia musical la hace al lado de Peteco. Los dos se jugaron juntos por un proyecto musical, dejando sus formaciones previas. Son dos artistas en el abismo durante 4 meses, ese periodo cuaja la propuesta más rica de la canción de raíz de ese tiempo, confluyen en MPA y luego hacen Santiagueños y el disco Transmisión Huacke, con Juan Saavedra. Hacen un recorrido breve pero tan intenso que es recordado hasta la actualidad.

– Desde lo musical, ¿cuál fue su legado?

– Con el tema Te voy a contar un sueño nace el aire de chacarera, que se puede bailar, sin corresponder a la estrofa clásica, pero no altera la coreografía del baile. Sixto Palavecino lo invita a cantar ese tema con una visión avanzada. Jacinto vivió en Bolivia un año, los primeros ritmos de él están emparentados al norte y a Bolivia, como huaynos por ejemplo. Se conecta con el indigenismo: quién no camina con los pies descalzos por las piedras jamás va a comprender américa latina dice. Va al Machu Pichu y dicen que un amanecer ve a un indio tocando una quena, para él estaba haciéndole música a los dioses, el Dios Sol, de ahí también nace la canción del quenero. Su música cuestiona al capitalismo como elemento depredador de la naturaleza, a la pachamama. Jacinto fue un hecho de rebelión, un acto de poesía, un hecho de fe. Y sigue siendo el excluido que canta, por eso representa el folklore alternativo, es un hecho contracultural anti sistémico, por eso es tan reivindicado hoy. El solo nombre de Jacinto expresa la rebelión ante el orden establecido.

– ¿Cómo fue la despedida tras su trágico fallecimiento?

– Fue el acompañamiento popular más importante de la historia de Santiago del Estero, junto con el de Andrés Chazarrreta o Argentino Geréz. No fue un artista muy valorado en vida, hubo una suerte de culpa social por no haberlo acepado en vida, vive pobre y muere pobre, se cumple en él el designio del héroe artístico, como Tanguito. Por eso trasciende en mito, el pueblo lo hace por lo que transmitía. Su lucha contra el sistema neoliberal que se imponía, por una juventud que no tenía futuro, por la destrucción de la naturaleza y el desmonte. Si bien el pueblo no acude a ese llamado, sí reflexiona, un poco pensando que ese caudillo radical podía cambiar las cosas. Pero Jacinto termina siendo un ídolo popular santiagueño.

– Por último, ¿qué opinás sobre el mito de la Salamanca y la creencia popular de que fue la causa de su muerte?

– Ya lo dijo (Miguel Ángel) Asturias en conversaciones con Jorge Washington Ábalos, que Santiago del Estero era el pueblo más latinoamericano de Argentina y es aquí donde está el realismo mágico. Cuando el grupo Santiagueños ensaya, a la vera del Río Dulce, en el monte, en las poblaciones rurales o cercanas a la ciudad, el pueblo ve en esos jóvenes (Peteco, Juan Saavedra y Jacinto) tres elementos mágicos por la belleza en lo que hacían, pensaban que esa belleza no era normal. A eso solo se arriba cuando hay un hecho salamanquero, la gente pensaba que estos barbudos y melenudos venían de la Salamanca, que había hecho un pacto. Eso viene del mito de la Salamanca, mito muy presente en el interior santiagueño. Muchos atribuyeron que la muerte de Jacinto era el pago por el pacto. Pero son solo mitos populares poéticos, que tiene que ver con la creación, es un pacto con Zupay para producir poesía y belleza, enriquece la historia.

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