Por Federico «Poni» Rossi / piukemil@gmail.com

Fotos: Gentileza Luis Enrique Mejía Godoy


Managua, abril de 1983. Cuatro años después de aquel 19 de julio de 1979 en que los sandinistas derrotaron a las tropas de la dinastía Somoza, la cual gobernaba Nicaragua desde 1937, e instauraron un gobierno popular. En la Plaza de la Revolución se montó un enorme escenario, donde varios de los más destacados músicos de América Latina cantaron por la paz. Todo comenzó cuando se oyeron las primeras estrofas: “Yo soy de un pueblo pequeño, pequeño como un gorrión, con medio siglo de sueños, de vergüenza y de valor…”. Era Luis Enrique Mejía Godoy, el trovador nicaragüense que, junto a su hermano Carlos, le pusieron letra y música a la Revolución en ese país.

Ambos hermanos nacieron en Comoto, un pequeño pueblo campesino e indígena al norte de Nicaragua, a 15 kilómetros de la frontera con Honduras. Allí se criaron entre músicos y artesanos. Desde ahí se proyectarían hacia todo el continente como dos de las voces fundamentales de aquel país centroamericano. En De Coplas y Viajeros dialogamos con Luis Enrique, el menor de ambos, quien actualmente se encuentra exiliado en Costa Rica debido a las hostilidades que el gobierno de su país hace a sus artistas populares. Junto a él repasamos su música, su historia y las historias de un pueblo rebelde, heroico y repleto de poetas.

Cantar la Revolución: «Nuestra inspiración estaba en cada uno de los héroes y mártires de Nicaragua».

– ¿Cómo fueron tus comienzos con la música?

– Soy el tercer hijo de una familia de siete hermanos. Mi padre fue carpintero de oficio, cantor de tangos y fabricante de marimbas. Mi madre maestra de escuela y artesana del pan. Mi abuelo y mi bisabuelo paternos también fueron músicos, de tal manera que la música en nuestra familia fue como el pan de cada día e, inevitablemente, nosotros teníamos ya marcado este oficio. Tuve mis primeras experiencias cantando con mis hermanos en veladas artísticas en el pueblo y luego en el colegio, con un grupo. Antes de irme a estudiar medicina a Costa Rica, en 1967, estuve cantando con la orquesta de mi pueblo. En ese país vecino ingresé a un grupo juvenil con el que tocábamos rock, baladas y boleros, y luego, ya en 1979, con 25 años, inicié mi carrera profesional como cantor de canciones sociales, pero mis primeras composiciones fueron de amor y con apenas 16 o 17 años.

– ¿Recordás qué fue lo primero que compusiste?

– Fue un bolero que se llama Sin condición. Estaban muy de moda las canciones de Armando Manzanero. El bolero, el tango, el vals criollo, la milonga, las canciones rancheras fueron influencia de mi padre que cantaba todo este repertorio de música latinoamericana, así que este bolero fue mi primer canción y que por cierto la grabé muchísimos años después en un disco de boleros.

– Con Carlos, tu hermano mayor, compartiste mucha música, especialmente en las primeras épocas y durante el proceso revolucionario ¿Qué recordás de esa experiencia?

– Fue muy especial. Desde muy jóvenes, él y yo, fuimos los que en la familia decidimos hacer un oficio y una profesión de la música, aún en contra de los deseos de nuestros padres. Ellos entendían que la música no es una cosa segura para los hijos, sobre todo, en estos países subdesarrollados. Querían que estudiásemos, y por eso nos enviaron a Costa Rica para ir a la universidad. Con Carlos fui compartiendo las primeras experiencias musicales después de 1967-68, que es cuando nosotros empezamos a escribir nuestras primeras canciones recordando al pueblo y a la música folklórica de la región que es la mazurca y la polca, y el valsecito criollo especialmente.

A partir de 1970-71 nos involucramos en el movimiento de izquierda de Centroamérica y América Latina, y con el Frente Sandinista que era un grupo guerrillero, y que ya en 1973-74 tenía mucha proyección entre la juventud. Inspirados en las ideas de la Revolución Cubana y contra la Guerra de Vietnam, y con las influencias de cantores de América Latina, empezamos a componer juntos algunas canciones. Él ya estaba con Los de Palacagüína, estoy hablando de 1976. Realizamos varias giras artísticas en solidaridad con la lucha del pueblo nicaragüense contra la dictadura de los Somoza. Juntos compusimos las canciones de Guitarra armada, Canto épico al Frente Sandinista de Liberación nacional, la Cantata al General Sandino, entre otras. No fue que le pusimos letra y música a la revolución, sino que nuestra inspiración estaba en cada uno de los héroes y mártires de Nicaragua, del Frente Sandinista y de todo el proceso que después fue la Revolución Nicaragüense y que, desgraciadamente, ha sido traicionada al tomar otro rumbo.

– Tu actividad musical fue muy importante en Costa Rica, de hecho participaste de la creación del Movimiento de la Nueva Canción en ese país, ¿cómo fue esa experiencia?

– La primera experiencia fue en Costa Rica. Mi primer grupo se llamó Los Rufos. A partir de 1970 empiezo a componer y a grabar mis canciones. El primer disco se llama Hilachas de Sol, que sale en 1971, y en 1973 edité el segundo disco que se llama Ellos son mi pueblo. Esas fueron mis primeras experiencias. En 1973 nos juntamos con artistas de distintas nacionalidades y fundamos el Movimiento de la Nueva Canción Costarricense, junto al cantautor local Dionisio Cabal y su grupo Viva Voz, con Orlando Gamboa, Rubén Pagura y Joaquín Rodríguez. Luego, en 1975, fundamos el grupo Tayacán, también una peña musical y un centro cultural. Yo estaba relacionado con la izquierda costarricense, con el Partido Comunista de Costa Rica, que se llama Partido Vanguardia Popular, dentro de su Juventud. Cantábamos en huelgas estudiantiles, de maestros, de trabajadores de las bananeras, etc. Fue un momento muy intenso. Esto pasó entre 1970 y 1979 que fue cuando regresé a Nicaragua con el triunfo de la Revolución Popular Sandinista.

«Aquí estoy, lejos pero no ausente, a pesar de la crisis social desatada a partir de 2018», dice Mejía Godoy, exiliado nuevamente en Costa Rica.

– ¿Cómo fue el regreso a Nicaragua, luego del triunfo de la revolución sandinista?

– Mi regreso a Nicaragua no fue inmediatamente tras el triunfo de la revolución, en el mes de julio, sino que me quedé unos meses más en Costa Rica. Trabajaba en la Universidad Nacional de Heredia y era responsable de cultura en el Departamento de Bien Estudiantil, de tal manera que tenía que organizar el regreso a Nicaragua, dejar la universidad, el país, inclusive mis hijos que se quedaron con su madre en Costa Rica. Todo esto me hizo tomar la decisión de regresar recién en septiembre de 1979. Cuando triunfó la Revolución yo estaba en México presentando el disco Guitarra armada, que grabé con Carlos y artistas mexicanos, argentinos, venezolanos, etc. En aquellos años tan difíciles de la insurrección popular sandinista fue muy emocionante para mí regresar tras el triunfo de la Revolución Sandinista, ya que estaba exiliado. Fui directamente al Ministerio de Cultura porque Ernesto Cardenal me había solicitado que trabajase con él.

A partir de ahí creamos el Movimiento de la Canción Nueva en Nicaragua. Al siguiente año presenté un proyecto para hacer la Empresa Nicaragüense de Grabaciones Culturales, interesado en preservar la música nacional y promocionar todo lo que se había hecho tanto en los años anteriores como lo que se haga durante la Revolución.

– ¿Qué papel tuvieron los artistas en dicho proceso?

– Estábamos haciendo actividades de solidaridad con Nicaragua y cada vez que iba a Nicaragua me unía con Carlos y otros artistas para hacer actividades culturales y políticas por la liberación de los presos sandinistas, por ejemplo. Los artistas, y los poetas, por supuesto, tuvimos un papel en este proceso identificados con la utopía de esta novedosa Revolución Nicaragüense. Empezamos antes del triunfo de la revolución y después, durante el proceso, integrados al Ministerio de Cultura, a la Asociación Sandinista de Trabajadores de Cultura y a otras manifestaciones u organizaciones como sindicatos, etc. Ahí nacieron muchísimas canciones y empezamos a grabar otros discos, no solamente en Nicaragua, sino también en el exterior. Para esto fue muy importante el apoyo del sello Pentagrama de nuestro amigo, el argentino Modesto López, así que siempre se ha dicho que no puede haber revolución sin música y sin canciones. Creo que es cierto, pero también es cierto que ninguna canción sola puede cambiar absolutamente nada.

– ¿Quién fue Ernesto Cardenal? ¿Qué significó para vos y para Nicaragua?

– Conocí a Ernesto Cardenal, primero por su obra poética, como sus famosos Salmos y los Epigramas, tanto de amor como políticos. Una obra que me influenció mucho fue la Hora 0. Gracias a este largo poema escribí mi primera canción que se llama Eran treinta con él, dedicada al General Sandino. También el poema largo Oración por Marilyn Monroe y un libro editado en Cuba, Ernesto Cardenal en Cuba, que fue el primer acercamiento con la Revolución Cubana. Cardenal tenía una comunidad en Solentiname que conocí después del triunfo de la Revolución. Sabíamos desde jóvenes que él estaba haciendo un trabajo muy importante cultural y político con los pescadores y los campesinos de la isla de Mancarrón, donde sembró la semilla de la teología de la liberación. Él era miembro del Frente Sandinista, era guerrillero y cura. Fue un importante referente y ejemplo como cristiano, sacerdote y revolucionario, además de como poeta, literato y escultor. Con el triunfo de la Revolución fue Ministro de Cultura y yo trabajé muy cerca de él.

– Durante la Revolución tuviste un papel destacado en cuanto a la difusión de los músicos de tu país, ¿qué recuerdos te trae aquella experiencia?

– En 1981 hicimos la Empresa Nicaragüense de Grabaciones Culturales. No existía ninguna desde los 70, ya que habían quedado destruidas durante la insurrección popular. Nuestra idea fue dejar una herencia para las futuras generaciones grabando música folklórica, canciones anónimas, y no solamente las canciones políticas, sino las de rock, jazz, reggae, también la música de la costa Caribe, que es tan rica, y la del norte de Nicaragua que nunca se había grabado (polcas y mazurcas), y por supuesto nuestra obra, la de los cantautores nicaragüenses. En los 10 años que estuve en ENIGRAC se grabaron 120 títulos. Para esto fue muy importante el apoyo de la empresa cubana de grabación EGREM y también del sello Pentagrama, de Modesto López. ENIGRAC duró hasta la derrota del Frente Sandinista, en 1990, cuando asume al gobierno la UNO (Unión Nacional Opositora). También fue muy importante ser presidente de Asociación de Cantautores Nicaragüenses donde continuamos un trabajo sobre todo esto ya después de los años 90. Finalmente se nos ocurrió, a mi hermano y a mi familia, hacer la Fundación Mejía Godoy con la que tuvimos una peña y un café concert, y ahí cantábamos nosotros e invitábamos a grupos nacionales e internacionales. Se llamó La casa de Los Mejía Godoy. Antes de esto tuvimos otra pequeña experiencia con un café concert que se llamó La Buena Nota. Todo esto me dio una experiencia muy especial en la organización y producción de eventos y actividades culturales, tarea que realiza desde hace 30 años.

https://www.youtube.com/watch?v=uSrUzkMwaRM

– Hay varias canciones que son muy significativas dentro del repertorio latinoamericano. Una de ellas es Congolí changó, pieza clave del folklor del Caribe…

– Esta canción, en ritmo de calipso, es la primera que escribí en Costa Rica y no habla de Nicaragua, sino que es un homenaje a la ciudad de Limón, una ciudad afro-costarricense donde, igual que en la costa Caribe de Nicaragua, se habla inglés y los habitantes son mayoritariamente creoles, o sea, son negros de origen afro-jamaiquino y que fundaron esta ciudad en Costa Rica al igual que Bluefields en Nicaragua o La ceiba en Honduras, todas en el Caribe centroamericano. Yo le dediqué a la ciudad de Puerto Limón esta canción, inspirada en un libro de pequeños relatos y cuentos del doctor Abel Pacheco, un psiquiatra amigo nuestro con el que hacíamos algunas actividades y que después, por esas cosas de la vida, se convirtió en el presidente de Costa Rica. La compuse en 1973, y la grabé muchos años después, en 1993, aunque la canté mucho con el grupo Mancotal y también como solista.

– Otra de esas canciones es Yo soy de un pueblo sencillo. ¿En qué contexto la escribiste?

– La compuse en 1981, y la grabé en Holanda, como parte de un disco homónimo. Esta canción se hizo conocida porque fue la que abrió el Festival Internacional de la Nueva Canción en Nicaragua, organizado con amigos de varios países y apoyados por la UNESCO. Esto fue lo que se llamó el Festival por la Paz «Abril en Managua» y estaba dedicado a la paz en Centroamérica, ya que en Nicaragua, aunque había triunfado la Revolución, existía una guerra civil por la presencia de la contrarrevolución. Como Nicaragua, El Salvador y Guatemala estaban en guerra es que dedicamos este festival a la paz en Centroamérica. Participaron los mas destacados músicos del continente y duró una semana con actividades en Managua y en la mayoría de los departamentos. Realizarlo fue problemático, debido al contexto, pero gracias a la ayuda internacional pudimos concretarlo. No sé si esa canción es parte fundamental del cancionero latinoamericano, porque las canciones vuelan y tienen vida propia, pero canciones como esta, y las de otros músicos nicaragüenses, así como la poesía de Ernesto Cardenal, de Darío y de otros grandes, es parte del legado que queremos dejar para las futuras generaciones de este momento tan difícil pero tan hermoso que fue la Revolución Nicaragüense.

Ahora, me parece un «deja vú», que cuarenta y un años después del triunfo de la Revolución Popular Sandinista me encuentre exiliado en Costa Rica, aunque sigo cantando, escribiendo y haciendo reflexiones profundas sobre el papel de la música en los procesos de liberación y las luchas sociales cotidianas. En fin, aquí estoy, lejos pero no ausente, a pesar de la crisis social desatada a partir de 2018. Desde entonces he compuesto alrededor de 30 canciones entregadas a esta nueva lucha por la libertad.

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