Aunque silenciosa, la presencia de Luna en la música popular argentina tiene su propio peso. No sólo por su personal derrotero sino también porque es una voz muy requerida aquí, allá y en otras partes. Entre tanto, además, sigue profundizando en su rol docente, apelando al encuentro y al canto colectivo. Por si fuera poco, durante estos últimos meses viene llevando a cabo una serie de presentaciones a las que decidió llamarlas Solita. En este encuentro con De Coplas y viajeros, brinda detalles respecto a esta nueva aventura y repasa parte de su historia.


Por favor, cantá. Van algunos minutos de entrevista y del otro lado del teléfono Luna Monti dice eso. Casi que talla ese pasaje. Cuenta, hace un poco de memoria sobre algunas reflexiones en pandemia. Una canción para una amiga, una dedicatoria, una serenata que disparan pensares. Cosas así dice. Y ese «por favor, cantá» que, vamos, le calza justo. Porque ella viene, a su modo, haciendo justamente eso: cantando.

La novedad por estos días es la serie de recitales que está dando desde comienzos de año, a los que le dio por nombre Solita. La dinámica del show es sencilla y se adivina en lo que se nombra: se presenta ella y su guitarra. Y sus canciones. Ni más, ni menos. Pero hay otras cuestiones que hacen a la cosa. Ella cuenta: “En principio es algo nuevo para mí, el hecho de salir a tocar sola es algo completamente nuevo. Nace un poco en la pandemia, el hecho de estar sola y ver a la guitarra ahí en un rincón. Y tener ganas de tocar y acercarme, volver a acercarme a la guitarra. Es un instrumento que siempre toqué, de chiquita. De hecho, empecé tocando la guitarra porque no me animaba a cantar. Mi mamá cantaba muy lindo, era ella la que cantaba en casa. En algún momento empecé algún coro de la escuela. Y bueno, cuando me di cuenta que mi deseo era cantar, largué la guitarra. Con los años me arrepentí un poco, porque cuando dejás de tocar un tiempo y volvés, es un poco difícil. Vos querés y sabés cómo tiene que sonar tu guitarra pero los dedos ¡no responden a eso!”.

«Me siento cantora. Y soy muy docente». Foto: A. Zapata

En pandemia, entonces, es que hay que rastrear algo del origen de esta serie de presentaciones. Un acercamiento. Mejor dicho, un regreso a la guitarra. Como quien se acerca de a poco a un brasero. Y ya ahí, un fuego que se levanta. “Me volví  a acercar, siendo muy fuerte la necesidad. Como una niña de nuevo. En esa intimidad, sin esa exigencia de escenarios, empecé a armar cositas. Cosas que no tenían un fin estético, eran simplemente para mí. Para nada estaba visto o pensando en armar algo en ese momento. Era volver a acercarme a la guitarra porque me gusta la guitarra. Apenas un arpegio o querer buscar un arreglo o darle una vuelta” cuenta. Y agrega: “Y justo en pandemia llegó una invitación para tocar en el CCK, en un ciclo de mujeres cantantes y cantautoras. Había que ir sola. Eran apenas dos canciones: una canción mía y una de algún o alguna referente. «Ah, bueno… eso lo tengo» me dije. Además necesitaba laburar, obvio. Concretamente. Preparé una mía y otra de Carnota. Creo que ahí hubo algo, como la semilla de este ciclo Solita. Pasaron algunos años de aquello y fui armando cosas. Empecé por acercarme sin tanto prejuicio a la guitarra y ahora ya estoy en una que ¡quiero tocar más de lo que puedo!”.

– En ese reencuentro en plena pandemia con la guitarra, ¿qué fue lo primero que te pasó al momento volver a tener la guitarra encima, al momento de volver a tocar ciertos arreglos o ciertas canciones?

– Mucho llanto, obvio. Y también vino en forma de regalo. Concretamente de regalos. De ganas de regalar a través de ello. Y así fueron saliendo algunas canciones. Como serenatas dedicadas. Fue una suerte de catarsis. Algunas de esas canciones no tenían más aspiración que esa.

– Me surgen dos inquietudes. Eras vos sola con tu guitarra en ese reencuentro pero también vale pensar, por ejemplo, que en esa serenata, ya aparece el otro. Siempre alguien del otro lado. Y también, la canción como ofrenda.

– En ese sentido no distingo mucho entre uno y otro. Siento mucho esto de la red, que cuando canto y hablo de mi amiga hablo de mí también. Y si le digo a ella, como por ejemplo en una canción, “amiga por favor, cantá”, sea lo que sea que esté viviendo, por favor cantá, también me lo estoy diciendo a mí.

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Y dice, también: “Siento que di ese paso y está bueno saber que puedo hacerlo”.

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El derrotero discográfico de Luna tiene un tono, un tinte bien marcado y definido. La canción y la música popular argentina. La tonada folclórica. Esa fue la búsqueda, la intención desde un principio y esa sigue siendo. Su primer disco fue Dentro, el silencio… (2000). Entre otros, participaron Raúl Carnota, Juan Quintero, Lucho González, Lilian Saba. En aquel primer disco ya estaba más que insinuada su búsqueda. Comadre Dora (Soria/Cruz), María Landó (Chabuca Granda), Alpa Puyo (Juan Quintero), Ya me voy yendo (Eladia Blázquez), Vidala de las estrellas (Jorge Fandermole) fueron algunas de las canciones de ese trabajo. Guitarrero, percusivo, cantor. Tres líneas que lo cruzan. Al igual que los discos que le siguieron, todos en parcería con Juan Quintero –con quien estuvo en pareja durante varios años y con quien tienen una hija, Violeta: El matecito de las siete (2003), Lila (2006), Después de usted (2013). Las canciones, las interpretaciones se cifran no sólo en los autores clásicos del histórico y hondo cancionero argentino y latinoamericano y en anónimos populares, sino también en lo contemporáneo. Por ello aparecen nombres como Carnota, Hugo Fattoruso, Edgardo Cardozo, Juan Falú, Nacho Vidal, Coqui Ortiz y más.

– Hace algunos años que no editás nada nuevo. ¿Estás pensando en que quizás después de esta serie de presentaciones, empiece a aparecer un disco?

– No tengo la idea de disco. Honestamente, me siento que musicalmente estoy lejos de eso. Sí me han invitado a grabar algunas cosas, tres o cuatro cosas  en formato audiovisual que están prontas a salir.

– Cómo te pensás, ¿cantora, intérprete, compositora?

– Compositora no. Tengo algunas canciones pero no es mi hábito, no lo busco. No tengo tampoco esa aspiración de cantar lo mío. Me siento cantora. Y soy muy docente, eso sí.

 

 

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Los Monti en realidad no son Monti. A ver. Su nombre de pila es María Soledad Lucas. Luna Monti fue una decisión de improviso frente a su primera participación en el Pre-Cosquín. En definitiva, casi nadie la llama por su nombre original. En su familia la música, la música popular era moneda corriente. Madre cantora, trasnoches en su casa luego de las peñas que organizaba su papá. “En mi cotidiano estaba la música. Mi mamá es puntana, cantaba con su hermano, tenían un dúo. Después no se dedicó de lleno a la música porque tenía siete hijos, pero mi viejo por ejemplo, laburaba mucho en la iglesia del barrio y se organizaban peñas y ahí estaba ella. Al tener una casa grande, cuando terminaba la peña, se seguía en mi casa y al amanecer se armaba una mesa larga con todos los que habían pasado por la peña. En el living de casa pasaron muchos artistas. Recuerdo eso como algo muy hermoso. Todo eso estuvo ahí, cocinándose”, cuenta. A su modo, esta serie de presentaciones en soledad, también tiene que ver con aquello.  “Esto de Solita no es sólo porque esté sola, mi verdadero nombre, el de aquella niña que tocaba la guitarra a veces en su casa, es Soledad. Solita era como a veces me llamaban. Ese nombre también es por volver a esa situación, a esa niña”.

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Dijo Luna: muy docente. Ocurre que desde hace un buen tiempo ella viene dedicándose mucho a la docencia. Sobre todo a talleres abocados al canto, a lo vocal. Talleres y ensambles que se trabajan de manera colectiva. “Siento una suerte de misión ahí. Habitar el canto para todos, no sólo para el que lo haga estéticamente o en un escenario. Son miradas, son estéticas diferentes. Está muy instalado esto de que el canto es sólo para el que sabe. O que baila solamente el que sabe. Es una necesidad natural. Estar aplazando eso es como amputar algo. Siento como una misión en habilitar eso, la voz y el cuerpo sonoro. La creatividad en sí. Es un gran sostén en todo sentido. Económico, creativo, emocional. Cada vez lo compruebo más”. Entonces, una suerte de ping pong, un ir y venir y volver a ir entre lo solista y lo colectivo.

– ¿Te reconocés en alguna tradición?

– Pensaba en cuánta gente, cuántas pasaron por el living de mi casa, por estos talleres. Si yo quisiera que por algo se me recuerde es en esas mujeres. Eso me emociona.

 

Foto de portada: Laura Sánchez

Un comentario para “Luna Monti: “Siento una suerte de misión en poder habitar el canto con otras y otros”

  1. Héctor Lucas dice:

    «Solita» es la plenitud de una gran artista. Todo lo que mencionas en este reportaje es parte de tu vida con la música, ya qué tú vida es música. Recuerdo un día que acompañaba a Mamá en San Cayetano con una pequeña guitarra a los 10 años y Argentino Luna se me acercó y me dijo : «Cómo toca está piba». Miserable es una guitarrita, comprale una profesional Después seguiste tu camino…………..

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