El cantautor uruguayo despide su último disco en una gira por Argentina, Brasil y España. “Es una alegría enorme volver a estar en la ruta con esa intensidad”, asegura. La Voz de la Diosa Entropía se editó en 2022 y recorre canciones que hablan de la vida como un juego entre el orden y el caos.


Daniel Drexler retorna a la Argentina en el marco de una gira de despedida de su álbum La Voz de la Diosa Entropía, lanzado en 2022. Fue galardonado con el Premio Graffiti de la música uruguaya por Mejor Single Pop con la canción que le da nombre al álbum y que contó con la participación de Kevin Johansen.

Drexler transita por la canción como un viajero del mundo que, a partir de sus raíces rioplatenses, propone un diálogo de la canción pop con las sonoridades propias de sus raíces y a la vez explora el mundo de la poesía, la ciencia y la filosofía. Con tres décadas de trayectoria,  ha obtenido numerosos premios y reconocimientos entre los que se encuentra un Premio Gardel. Editó nueve discos y un libro donde analiza los procesos creativos subyacentes a sus composiciones.

El uruguayo se presentará el 10 de mayo en Villa General Belgrano, el 11 en San Martín, el 16 en Córdoba (Club Legrand) y el 18 en Rafaela para luego desembarcar en Buenos Aires, el 31 de mayo (Café Berlín).

 

 

– ¿De dónde surge La voz de la diosa Entropía?

– Creo que todos los humanos tenemos una especie de lucha constante entre el caos y el orden de nuestras vidas. Estamos permanentemente intentando encontrar cual es el punto correcto. Si te pasás en el deseo de ordenar las cosas tenés una vida obsesionado y no la disfrutás. Si la desordenás demasiado tampoco lográs un mínimo de felicidad. Hay una ley cósmica, la ley suprema de la ciencia, que es la ley de entropía, y que dice que en el universo todo tiende a desordenarse espontáneamente, entonces yo me empecé a imaginar obsesivamente a esa ley como si fuera una especie de diosa sentada en un Olimpo moderno, que en vez de tener a Dionisio, Zeus, Afrodita, tiene acá unas leyes de la ciencia y esta es la diosa suprema y que está llevando todo hacia el desorden. Nosotros mismos como estructura biológica somos un intento de orden a contracorriente. Entonces me vino la imagen de estar remando contra una corriente de entropía intentando encontrar cuál es el punto justo entre el orden y el desorden, entre el orden y el caos, como poder llevar la vida de una manera placentera.

– ¿Y vas encontrando ese orden?

– Jamás. Bueno, al momento, yo creo que es interesante porque me parece que es una lucha diaria. Fijate, la lucha que hacemos todos los días por lavar la cocina y un día decir bueno hoy la dejo, al otro día se empiezan a almacenar los platos y se te fue de las manos, y después de vuelta vas y luchas y tratas de ordenar las cosas y dejarla más o menos presentable. Es un esfuerzo diario lo que hacemos y la capacidad de encontrar ese equilibrio pasa solo a momentos. Es un momento, para mí, de felicidad y que después, de vuelta, volvemos a perderlo. De vuelta nos volvemos un poquito top y nos pasamos de rosca en el intento de ordenar las cosas o de vuelta se nos va todo al carajo y quedamos ahí flotando en el medio de un caos enorme que nos produce también bastante desasosiego. Me parece que es una ecuación que uno tiene que resolver día a día.

– Vivir en el orden o en el equilibrio permanente no es tan sano. El caos es parte de vida también.

– Totalmente, yo no hablo de entropía como algo negativo, aunque en la canción le digo maldita diosa entropía, porque en el fondo uno siente que lo va desordenando. Cierta dosis de entropía es necesaria para que la vida fluya. Cierta dosis de desorden, mismo la estructura celular: la célula es un espacio cerrado que necesita tener poros que comuniquen con el exterior y que entre cierta dosis de desorden desde afuera para generar cosas nuevas. Si nuestra vida fuera totalmente estructurada sería un embole, sería la muerte en vida. Entonces, permitir abrir los poros, abrir la puerta de la casa para que entre la dosis necesaria de entropía también es vida, también es necesaria.

– Éste, tu noveno álbum, plantea un recorrido de síntesis momentánea desde tus primeros trabajos hasta este ¿lo pensaste de esa manera?

– Sí, es como un largo recorrido ¿no? yo creo que en el fondo siempre la misión fue la misma. Ahora por los años me fui dando cuenta que lo que traté de hacer es de plasmar en canciones el asombro frente a este milagro inexplicable que es la vida, frente a esta realidad que parece tangible y tan concreta, y que en realidad flota sobre un mar de magma de algo que no sabemos qué es, o sea, hemos creado religiones, hemos creado ciencia, hemos creado filosofía, hemos creado arte y en el fondo la pregunta final yo creo que nunca la vamos a responder «¿Qué carajos estamos haciendo acá? ¿Qué sentido tiene la vida?» Parece la película de los Monty Python, The Meaning of Life, ¿qué sentido tiene la vida? Bueno, esa respuesta yo creo que por suerte nunca la vamos a responder. Vivimos navegando en un diámetro pequeño de certezas sobre un magma de incertidumbre enorme y cada tanto conectamos con ese magma. A mí, particularmente, esa conexión me produce placer, la conexión con esa cuestión filosófica, con esa dimensión inexplicable de la vida es lo que me provoca asombro y creo que en estos nueve discos lo que he hecho es tratar de ir relatando ese asombro, tratar de ir relatando el tránsito por esta cosa tan milagrosa, maravillosa y a veces dolorosa también que es la vida.

«Vivimos navegando en un diámetro pequeño de certezas sobre un magma de incertidumbre enorme». Fotos: Bruno Nogueira

– Yo me imagino que la mejor manifestación de ese camino que no para es el surgimiento de las canciones, porque si no fluyesen las canciones ese camino quedaría trunco.

– Creo que cada persona encuentra su manera de lidiar con el misterio. Para mí es exactamente lo que vos estás diciendo. Si yo no lo reflejo en letras, en poemas, en canciones, siento que mi camino no está completo. Siento que me falta algo. En los momentos en que tuve que apartarme de la música y que de repente durante un año, dos años estuve con mucha dificultad para componer, sentía como si me hubieran amputado una pierna, como si algo de mí no estuviera funcionando. Y hay algo en esa capacidad de plasmar en pequeños eventos artísticos, en pequeños eventos poéticos, lo que voy viviendo que me completa. Cada cual encuentra su manera. Yo encontré esa.

– Cuando surgieron las canciones de éste álbum, ¿surgieron todas juntas?

– Las canciones de La Voz de la Diosa Entropía fueron básicamente de la época pandémica. Fue en el momento, los primeros meses, que me quedé encerrado. A pesar de lo duro que era todo lo que estaba pasando yo sentí como una gran disponibilidad de tiempo y de espacio. Me encerré en el estudio, quedé con una burbuja y me puse a componer como loco. Después llegó un momento que dije, «está, que se termine esto, estoy podrido de estar encerrado»; y aparte ya tenía dos discos enteros, o sea, si seguía así iba a tener cuatro o cinco discos. Fueron todos juntos. Creo que también una situación tan extrema y tan ilógica como fue la pandemia desató también reflexiones extremas como la de la entropía. Hay una canción en el disco que se llama Y de pronto, que habla directamente sobre la sensación pandémica, y ya te digo, me dejás encerrado entre cuatro paredes y creo yo que tengo una ventaja. Yo lo escuchaba a Sabina decir que él siente que tiene una ventaja porque en las esperas de aeropuertos, en esos momentos muertos en que no tiene nada que hacer y que son medios angustiantes para mucha gente, él siempre tiene un refugio, que es agarrar un libro y ponerse a leer, y que, en realidad, transforma un momento perdido en un momento ganado. Bueno, yo también siento que tengo ese refugio. En un momento como ese, quedar entre cuatro paredes, encerrado, sin poder salir, yo me refugié totalmente en escribir, en leer y en tocar música.

– En tus canciones hay una mixtura de sonoridades muy clara, muy propia de las músicas del Río de La Plata, y que si bien en tu caso confluyen en la canción pop, ese tipo de raíces aparecen permanentemente, ¿de dónde surgen?

– Básicamente surgen del paisaje sonoro en el que me crie. Del paisaje sonoro en que fue tallando mi sistema auditivo, mi memoria afectiva, mi forma de ver el mundo. Yo me crie acá, en la boca de la Cuenca del Plata, frente a un río que es mar al mismo tiempo, que hay días que es dulce, hay días que es salado, hay días que es marrón, hay días que es azul, y en la boca de estos enormes ríos que son el Uruguay y el Paraná. Toda esta región tan linda que abarca tres fronteras geográficas y políticas también, y la frontera entre el universo tupí guaraní y el universo pámpido, la frontera entre la América hispanoparlante y la lusoparlante. Hay una riqueza cultural de fondo en este gran melting point que es esta región donde llegaron europeos, africanos y se mezclaron con la población americana originaria, y eso generó una riqueza enorme. Entonces, si empezás a mirar la paleta que tenemos en la región es preciosa, desde géneros folklóricos del noroeste argentino hasta el samba con ese, del brasilero, la zamba con zeta, al forró, al baião, al candombe, a la murga, a la chacarera, a la litoraleña, a la milonga, ese gran eje identitario que tenemos en la región. Todo eso a mí me impregnó desde siempre, es parte de mi lenguaje, de mi paisaje humano, el paisaje que me rodeó toda la vida.

Lo que pasa que también el paisaje humano de una persona que vive en el siglo 21, después de la revolución digital particularmente, es también el paisaje del mundo, entonces en realidad se genera una confluencia entre ese sonido del mundo amplio y el sonido del barrio chico ¿no? y yo creo que tanto en mi trabajo como en el de muchos colegas que andan alrededor lo que pasa es eso: empezás a reflejar el mundo de una manera amplia, siempre parado desde una base que tiene que ver con tu entorno inmediato ¿no? pero también con las antenas abiertas hacia lo que pasa en el resto del mundo.

– ¿Te acordás qué fue lo primero que compusiste?

– Sí, fue una canción que por suerte pasó al olvido. De hecho no me la acuerdo. Me acababa de enamorar profundamente, primera vez que me golpeó esa sensación de amor. Tenía 12 años y me acuerdo que sentía como una cosa muy extraña, porque era como una novedad física, sensorial, anímica. Y había aprendido la primera canción en la guitarra, una canción de los Beatles que se llama Girl, que tiene básicamente dos acordes, que por eso era la canción que podía aprender en ese momento. Y usando esos mismos dos acordes hice una canción a esta chica de la que me había enamorado profundamente en la playa de La Paloma, en la playa de los Botes, me acuerdo. Y por suerte la canción pasó para el olvido.

– ¿Por qué por suerte?

– Porque realmente creo que era muy mala. Creo que realmente era una canción que no iba para ningún lado. . Tenía dos acordes y poca experiencia en escribir canciones -aunque no quiere decir que las canciones con dos acordes sean malas- y una enorme necesidad de expresar esa vorágine hormonal que me estaba cruzando el cuerpo en ese momento. O al menos el recuerdo que tengo del resultado no era bueno. Pero ya inmediatamente después de eso empezaron a aparecer las primeras canciones que sí quedaron e inclusive algunas de ellas ya grabé en el primer disco.

 

 

– ¿Cómo te imaginás que va a ser ese reencuentro con tu público argentino?

– Mira, esta gira para mí es volver a mi vida, de alguna manera. Cuando empezó la pandemia se detuvo una lógica que yo tenía, que era de viajar muchísimo.  Entre el 2006 y el 2019 hice, literalmente, 14 giras por Europa, más una interminable cantidad de giras por acá, por Latinoamérica, por México y por Estados Unidos. Y en un momento quedé trancado. Después de la pandemia me surgió una situación con un proyecto muy lindo que tenemos de desarrollo de un tratamiento para el tinnitus, para el zumbido de oído, que me mantuvo tocando, pero no con la frecuencia con la que yo tocaba habitualmente. Entonces ahora estar empezando una gira que tiene una primera etapa de 19 conciertos, es increíble.

Estuve en San Pablo en estos días, donde brindé dos conciertos, y de ahí viajo directo a Córdoba, ni siquiera iba a pasar por Uruguay. Ahí vamos a estar dando una vuelta enorme por Córdoba, también por las sierras y por traslasierra. Vamos a estar en Rafaela, de ahí me voy para Buenos Aires, luego de vuelta a Brasil; vamos a estar en Porto Alegre, en Florianópolis, en Belo Horizonte, en Curitiba, en Foz de Iguazú, en Goiânia, en Brasilia. O sea, es una gira intensa. En julio, una vez terminada la gira en Brasil, ya me voy para España. Para mí esto es una alegría enorme, es volver a reconectar con algo que siempre fue una fuente de vitalidad, una fuente de dinamismo en los vínculos, en el aprendizaje sobre realidades nuevas y me da una alegría, no te puedo explicar, una alegría enorme volver a estar en la ruta con esa intensidad.

– Hay una canción muy especial en éste disco que es Dulce Aurora, ¿querés contarme sobre ella?

– Te lo agradezco mucho me preguntes por esta canción. Es una canción que pasó muy desapercibida en el disco, le tengo un cariño descomunal porque cuando falleció mi madre quedé muy como, no sé, no supe muy bien cómo manejar la situación. Pasaron cuatro años y recién cuatro años después tomé una melodía que escribió mi hija menor Carmela, la escribió cuando tenía 5 o 6 años en el piano, la escuché esa melodía y bajé corriendo y le digo «¿qué estás tocando Carmelita?». «Una canción mía, papá», me dijo. No podía creer que esa melodía era de ella y con esa melodía escribí la canción. Si te fijas tiene cuatro versos, en todos los versos respeta exactamente la melodía salvo en uno que cambia una nota no más, los que van cambiando son los acordes entonces da la sensación de que hay cambios melódicos, pero en realidad la melodía respeta totalmente esa cuestión tan pura que tuvo Carmela en su niñez de hacer esa melodía mágica y de alguna manera esa conexión con mi hija también sentí que era la conexión que yo tenía con mi madre.

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