El periodista, locutor y productor celebra 46 años de trayectoria con la publicación de su autobiografía, dos libros para niños, la historia del sello Music Hall y las reediciones de Tanguito y las memorias de Yupanqui.
En el prólogo de Recuentos (Ecoval), la flamante autobiografía de Víctor Pintos, Martín Graziano anuncia que la historia que está por comenzar bien podría ser un estreno de Netflix: Recuentos, tiene todos los condimentos de una saga de «self-made man» («hombre hecho a sí mismo»), dice por cómo se ha dado la carrera de este muchacho nacido en Olavarría, provincia de Buenos Aires que hoy, con 46 años de carrera, dice que tiene más pasado que futuro.
Ahora, en su casa en las sierras de Córdoba, donde vive desde hace una década, prepara el mate (es exigente con la ceremonia del mate. La yerba, la manera de echar agua, la temperatura, el sabor). En la mesa de afuera junto a los molles, los espinillos y los ocres de otoño de su jardín, despliega su serie de cuentos para niños, su autobiografía y la última edición de Tanguito. Faltan en el tablón, la reedición de la biografía de Yupanqui y un trabajo sobre el sello Music Hall, bastión del rock argentino en los años 70 y 80. Cinco libros recién editados.
Periodista, productor, escritor, locutor, a los 16 años se sentó por primera vez frente a un micrófono para presentar la música que nadie pasaba en la radio. Aún conserva algunos de esos discos que se dejaban a un lado, como los de Bob Dylan, conexión directa con León Gieco, un nombre que acompaña la línea de tiempo de esta historia.
Suerte, quizá circunstancia, la vida puso a Victor Pintos en el lugar indicado. De la redacción de El Expreso imaginario a las de los diarios más importantes de Buenos Aires, de León a Serú Girán, de Mercedes Sosa a Yupanqui. De la radio de Olavarría a compartir estudio con Juan Alberto Badía, de los conciertos de Amnistía internacional a la previa de los festivales, a ser uno de los primeros en crear un sitio web para el rock (rock.com.ar) y un pionero en devolverle aire a la música independiente en Córdoba, siendo mentor y director de Nuestra Radio, la FM de la Universidad. De su espacio en las mañanas de la radio, quedó otro registro editorial con entrevistas, Conversaciones en disco Pi.
Un montón. Ideas y sueños que tomaron forma. También trabajo. Mucho. Y para cada momento, hay una historia. Un cuento, como le gusta decir. Un relato en primera persona.
– Y de ahí, tenemos en la mano este Recuentos…
– Yo lo quería hacer, porque el asunto es: yo siempre cuento historias. Entonces llegó el momento en que mis hijos ya la escucharon siete veces, y muchas veces me preguntaron si las iba a escribir y la verdad son muchos años de periodista… Y cuando me vine a Córdoba, la gente, que no me conocía, me escuchaba y decía ¿y a este tipo qué le pasa que dice todo esto? Por eso es que quise hacer este libro. Porque cuento historias. Son re cuentos, relatos de cosas que me pasaron y son increíbles
– También, en Cuentos para cantar incursionás en material para niños, un nuevo desafío…
– El tema fue que hubo una pandemia y en pandemia te pones más creativo, más para adentro y soñás que tu libro lo ilustre el mejor. Por eso me junté con el ilustrador Alejandro O´Kif, ya lo conozco de la época de Humor, éramos amigos, hicimos algún comic juntos. Empezamos a delinear este trabajo hace dos años.
Los cuentos para niños arrancaron con dos números (y habrá más). Uno dedicado íntegramente a Yupanqui a través de la curiosidad de un grupo de chicos de Pergamino (cerca de ahí nació Don Ata), y el otro a canciones emblemáticas de la música argentina como Once y seis, Estoy Verde, Carito, Balada para un Loco, historias que son protagonizadas por niños y cuyas versiones, de distintos intérpretes se pueden escuchar activando los códigos de barras incluidos en las páginas del libro.
– ¿Desde cuándo comenzás a contar 46 años de trayectoria?
– Empecé a colaborar en un programa de deportes en Olavarría y me dieron el primer sueldo. Al otro día de empezar me dijeron: «che, los pibes de Races -que habían ganado unos pasajes en el Torneo Evita-, van a ir a Córdoba a jugar la final y vos vas a ser el enviado». Los chicos tenían la edad que tenía yo en ese momento, 16 años. Fui a Embalse, los pibes se fueron al alojamiento de deportistas y yo me fui al alojamiento de periodistas. Me recibe un tipo y era uno de la tele: Diego Bonadeo. Pasaron los días, y ese pibe que ellos pensaron que venía de “colado”, se puso a trabajar a la par de ellos, incluso levantándose a las siete de la mañana para salir en la radio con los informes.
– ¿Y cómo pasaste de eso al rock?
– Bueno, yo escuchaba rock. El papá de un amigo mío era coronel, en plena dictadura, interventor de la radio. Decide hacer un programa de rock y llamó a los mejores de los secundarios del pueblo y a mí, que ya estaba haciendo radio. Los demás abandonaron y yo seguí. Me empezó a ir bien, pasaba música que no pasaba nadie en la radio, y le dije a mi amigo Jorge, de toda la vida, «che, vamos a producir un concierto», y ahí produje el primero de León Gieco en Olavarría. Él se acordaba que entró a la radio y se encontró con un pendejo que pasaba Like a Rolling Stone, de Bob Dylan. Y le dijo a su manager: «esto en Buenos Aires no se pasa». Y fue ahí cuando me dijo «¿vos no pensaste irte a Buenos Aires?».
– Y te fuiste nomás
– Estuve dos años viajando para ver conciertos. Y en el verano del 80 me instalé. Era corresponsal del diario de Olavarría. Me acuerdo que tenía que hacer como 65 notas por mes para pagar el alquiler. Un día veo en el Clarín que van a dar la película Esta Tierra es mi Tierra, era la historia de Woody Guthrie, protagonizada por Keith Carradine. Había cinco personas en el cine. Se prenden las luces, y una de esas personas era León. Ahí me di cuenta de que yo estaba en el lugar que debía estar.
En los años 80, cuando el rock nacional asomaba la cabeza buscando un sol en plena dictadura, Pintos estaba al frente de la redacción de la revista El Expreso Imaginario. Vivía en el mismo barrio donde grababan todos los músicos de rock y algunos otros, el sello Music Hall, y comenzó a entrevistarlos para la revista. La pata nacional de ese medio gráfico era Víctor Pintos. El director, Roberto Pettinatto, le había dejado el camino libre para un género que recién comenzaba a tener prensa.
– Yo vivía en Sarmiento y Uriburu. Suena el teléfono, y me dicen «Hola, ¿Víctor Pintos? Mira yo voy a ser el director de la revista Expreso Imaginario, soy Roberto Pettinato, hemos leído notas tuyas y me gustaría que escribieras en la revista». Voy y me encuentro con el nuevo director del Expreso. Estaba escuchando jazz. Me dice: «mirá, todo lo que pasa en la Argentina no me interesa. A mí me gusta esto, así que si vos aceptas el laburo te haces cargo de todo lo nacional». O sea que en 10 minutos tuve trabajo, y me nombraron secretario de redacción.
– Será que ahora es difícil que se den estas cosas. Justamente ahí estaba todo por hacer. Había revistas de rock, había medios en papel… más solidos
– Cuando me fui de Olavarría, me fui a Buenos Aires a ser periodista de rock. Me decían ¡vos estás loco!
– Juan Alberto Badía, también tuvo mucho que ver con tu carrera
– Juan Alberto Badía es un tipo muy trascendente para mí. En Olavarría lo escuchaba con devoción, lo imitaba. Iba a su programa de radio. Badía hacía en esa época un show que se llamaba Beatlemanía, era un show en vivo con imágenes de los Beatles, mientras él relataba la historia. Lo hacía en discotecas de Buenos Aires, para 200 personas. Lo llevo a Olavarría, metimos 1200 personas. Badía diciendo «no te puedo creer esto», y ahí me dijo, «si te vas a Buenos Aires yo te doy una mano». Así que mientras escribía para la revista Somos sobre política internacional, y en el Expreso sobre rock argentino, me llama Badía que estaba empezando un nuevo proyecto en Radio Rivadavia, como las AM pero en FM. Siendo su productor, pasé a formar parte de un equipo en el que había un pibe de deportes que se llamaba Marcelo Tinelli.
A mediados de los años noventa, Víctor participó como enviado especial de la Revista Humor de los conciertos que Amnistía Internacional organizó en Mendoza (este concierto en especial no pudo ser en Chile porque aún gobernaba Pinochet). La gira mundial que desembarcó en Argentina, tenía como números centrales a Bruce Springsteen, Sting y Peter Gabriel y números locales. En el caso de Argentina, León Gieco y Charly García fueron parte de la grilla.
– Viajé a Mendoza con León y él me hizo entrar al backstage. En un momento nos fuimos a ver el show de Peter Gabriel y, decime si no son historias de película, de changuito cañero: termina el show y nos lleva por delante un tipo, Peter Gabriel. Cuando se da cuenta de que es León, le agarra la mano y le dice: «muchas gracias» y a mí me hizo lo mismo. León me mira y me dice: «¿Viste? Si te quedabas en Olavarría esto no te pasaba».
– ¿Y cómo aparece el folklore?
– Cuando León hizo el estudio, nos juntamos los tres, León, Osqui Amante (ingeniero de sonido de Gieco) y yo, a ver que íbamos a hacer. En realidad teníamos equipos pero no teníamos paredes. León quería hacer el primer disco del niño ese que cantaba como mercedes, me pongo el contacto con el niño, con Osqui nos fuimos con todos los equipos en un auto a Ingeniero White y grabamos el primer disco de Abel Pintos. También se grabó el último disco que hizo Antonio Tormo, en la capilla de Recoleta. Estaban los guitarristas y Tormo estaba en el medio, cantando como en su época de oro. Luego editamos a través de Página 12 la serie Esta historia, grabaciones de Gieco en guitarra y armónica. Y Osqui siempre decía que tenía unas grabaciones de Atahualpa Yupanqui de cuando le hacia el sonido. Y la verdad que estaban buenísimas. Yupanqui ya no vivía, así que había que hablar con su hijo, el Coya Chavero. Fui a su casa a arreglar el tema del disco y veo una pila de papeles que tenía arriba de un armario. Le pregunto «¿qué tenés ahí?» Y me dice: «son papeles del Tata, cartas, escritos…» Eran cartas de Yupanqui a la madre del Coya, Nenette. Le propuse hacer un libro y me dijo que si. Yo me acuerdo que salí de su casa que quedaba en Riobamba y Sarmiento, me fui a pata desde ese lugar hasta mi casa en San Telmo, pensando en el libro. Llegué a casa, lo llame al Coya y le volví a preguntar: «¿lo que me dijiste del libro es verdad?». «Sí», me dijo. Entonces empecé a ir a su casa, ya no por el disco sino por el libro.
Yo ya había hecho Tanguito, que fue la base de la historia de la película Tango Feroz, así que en la editorial me aceptaron el proyecto en seguida. Entonces me fui a conocer Cerro Colorado, el lugar donde vivió Yupanqui, y durante seis meses laburé esas cartas. El Coya que veía cada 15 días a traerme más cajas, me da un sobre y me dice: «esto es para vos». Eran las memorias de su padre, inconclusas.
– ¿O sea, Yupanqui estaba escribiendo sus memorias?
– Sí, y las abandonó. Pasaron muchos años (ocho), ya era hora de hacer otro libro, y bueno, el sobre contenía un papel donde Yupanqui había dejado delineado cómo debía ser el libro, entonces me puse a recopilar todo lo que Yupanqui había dicho, cómo escribía, cómo hablaba, y siguiendo el modelo, terminé el libro como si lo escribiera él. Así que a los lectores les planteo dónde dejó de escribir Yupanqui y donde empecé a escribir yo. El libro se llama Este Largo Camino. Memorias.
– Mercedes Sosa también fue alguien trascendente en tu vida.
– La conocí estando yo en El Expreso, la revista de rock que había marcado un hito cuando siendo la revista de rock había puesto en la tapa a Yupanqui. Pero estando Pettinato como director, Mercedes Sosa vuelve a la Argentina, hace 11 conciertos en el Ópera y le hago la entrevista y la tapa fue Mick Jagger. Luego viví muchas cosas increíbles con Mercedes. Por ejemplo, ella quería hacer sus memorias. «Yo necesito contarle mi vida, me decía, pero no soy buena para relatar». Entonces, me pagaba un sueldo para contarme historias.
En los últimos 15 años, Víctor Pintos hizo (también) carrera en Córdoba. Creó desde cero y dirigió Nuestra Radio, la FM de la Universidad. Ahí condujo un programa que hoy se extraña, Disco Pi. Y está bueno hablar de eso, porque es un ejemplo de lo que en 46 años Pintos practicó. El estar en el lugar indicado, siempre.
– Lo último que yo hice en Buenos Aires antes de irme fue el Bicentenario en el Obelisco; cuando terminó ese concierto, yo me vine a Córdoba. Sin laburo. El tema fue que en la primera reunión que yo tuve con el presidente de los SRT -que sabía de mi porque yo había sido el ideólogo de un documental para Canal Encuentro sobre Yupanqui-, me dice «¿vos crees que se puede hacer una radio que pase rock y folklore a la vez?» Entonces le presenté mi soñado proyecto de una radio que pasara folklore y rock a la vez. Arranqué de cero, me presentaron a unos pibes de la universidad que sabían de música y escribían muy bien: César Pucheta y Gonzalo Puig, que a su vez eran amigos. Entre los tres armamos Nuestra Radio. Al mismo tiempo, me ofrecieron hacer televisión y presenté La Previa (de los festivales) que en realidad está inspirada en las previas que hacía la BBC de Londres para los conciertos de Glastonbury, material de la segunda edición de mi autobiografía.
El libro, su autobiografía, contiene además de los relatos, fotos inéditas, manuscritos de Luca Prodan, Spinetta, entradas de conciertos, acreditaciones “y muchas cosas de mi archivo” – dice, un archivo interminable en el que también hay un disco inédito de Rubén Juárez que se proyecta publicar en los últimos meses de este año.
– Una vez estando en Buenos Aires, lo fui a ver en vivo y quedé impresionado. Le dije: «vos lo que tendrías que hacer es un disco donde quede documentado lo que sos vos tocando y cantando», y me dijo «hacémelo vos». Desde entonces empezamos a hablar de esto: un disco en vivo, que para mí era donde más rendía Rubén, que tendrá la edición este año.
Excelente nota Pao!