En el teatro de Empleados de Comercio se concretó la tercera jornada de conciertos del Encuentro. Mario Bernachea mostró sus buenas canciones, Marián Farías Gómez repasó su historia y debutaron Tridente y la pampeana Hilda Alvarado.
Mario Bernachea inició la lista de intérpretes de la noche con un repertorio de canciones dedicadas a paisajes y personajes que le dispararon la escritura. El cantor de Puerto San Martín inició con Padre río, rasguido doble que refleja sus vivencias de niño vinculado con el río. Recordó sus tiempos vividos en Tucumán y mencionó los diversos oficios del cañaveral con la zamba Copla cautiva. Destacó la presencia de Rubén Vedovaldi, el poeta que con una frase le sugirió los primeros versos de De ojos abiertos, compuesta con ritmo peruano. En su residencia en Cerro Colorado se conectó con el paisaje y allí conoció a Betty Jesús Medina, un mujer ciega que vivía del alquiler de caballos y del tejido de hoja de palma. A ella le dedicó la chacarera La doble de Betty. “Alguien que no se doblega y resiste”, dijo al presentar la canción.
Luego de presentar a los músicos, reconoció especialmente a los guitarristas Leandro Masseroni y Agustín Casenove, responsables de los arreglos musicales. El grupo se completó con Gonzalo Ros Vera (bajo) y su hijo Lautaro Bernachea (percusión). Se despidió con Nuevos abrazos, el primer tema que compuso en pandemia, interpretado con una leve modificación de la letra original.
“A los botes”, arengó Roberto Calvo a sus compañeros de Tridente, la excelente propuesta que el guitarrista porteño integra con el cordobés Mario Díaz y el pampeano Martín Mansilla. “Un laburo nuevito que ponemos a consideración”, dijo el ex Santaires. Fueron alternando temas de los tres, entre ellos Rosa mística (Mansilla y Vignatti), Coplas para el zambero (Calvo y Rubén Cruz) y el huayno Hechizo de puna (Díaz y Alejandro Maldino). Marío Díaz recordó anteriores visitas al Encuentro y destacó el sentido de compartir. “Somos buenos para comer asado”, bromearon refiriéndose al origen del nombre del trío, contando que el mismo surgió en un asado gracias a la observación de un tenedor. Cerraron con la vidala Y perdóname la ausencia y el huayno Rumbo al cerro y anunciaron el próximo lanzamiento del primer disco y una serie de videos.
Mientras se efectuaba el armado del próximo artista, se observó un video en el cual Juan Falú envió su saludo. “El encuentro es una comunión de sonidos buenos y esenciales para la tierra nuestra”, opinó el guitarrista tucumano, invitando a asistir al evento.
Con la actuación de Hilda Alvarado, se reinvindicó a los poetas de La Pampa y al canto profundo de la llanura. Presentó Milonga rubia rescatando la labor poética de Julio Domínguez «El bardino». “Julio describe como nadie el paisaje del oeste pampeano, ese a donde los políticos llegan sólo cuando hay elecciones”, resaltó la cantora. De la dupla Molina-Jacomuzzi versionó Heridas y de Yupanqui Guitarra, dímelo tú. También Hilda rescató la obra de Eduardo Falú. “Ese cantor y guitarrista que nos dejó obras maravillosas”, dijo antes de cantar Milonga del alucinado (Falú-Dávalos). “Quise traer hoy no sólo canciones, también el abrazo por estos veinte años y poder visibilizar el cancionero de mi provincia.”, expresó. “Me parece injusto que no se conozca la obra de Morisoli, Bustiazo Ortiz…Por suerte hay hormiguitas como este Encuentro por todo el país trabajando y creando”, agregó. Dentro de sus canciones con fundamento, cantó El violín de Becho, de Alfredo Zitarrosa. “Es un tema que amo profundamente, porque amo a su autor”, dijo elogiando al creador uruguayo. En la despedida, la cantora dedicó Canción de la partida (Tejada Gómez–Isella) a los que no volvieron, muertos o exiliados, apuntando a que no se pierda nunca la memoria.
Marián Farías Gómez se presentó con Paula Suárez en el piano. Arrancó con La carbonera, chacarera de Cachilo Díaz y Adolfo Abalos. Rumbo a convertirse en leyenda de la música popular argentina, su presencia en el Encuentro le dio mayor sustento a la noche. Recordó también su visita anterior y celebró la idea del Encuentro. Explicó que “aunque los Farías Gómez nacimos en Buenos Aires, nuestra familia santiagueña nos metió en la sangre la música del noroeste”. “Para mí, es la canción más bella que se le hizo a la patria”, dijo luego al presentar su versión de Serenata para la tierra de uno (María Elena Walsh). Su impecable interpretación de Yo vengo a ofrecer mi corazón, fue precedida de una anécdota: “Fito Páez le mostró el tema a mi hermano Chango porque la notaba folklórica. Chango le indicó que claramente se trataba de un bailecito”. Con ese ritmo norteño, Marián fue la primera en grabarla después del primer registro del pianista rosarino. Siguiendo esa línea de análisis, la artista pidió reconocer el trabajo de los músicos argentinos y destacó las raíces folklóricas y tangueras que demuestran los rockeros del país.
Para el cierre, Marián Farías Gómez le propuso a Suárez De los angelitos, chacarera de la cual la pianista se manifiesta súper-fanática. El público pedía Cachilo dormido, pero se excusó con un argumento contundente y atendible: “la hacía con el acompañamiento de Raúl Peña, desde que él murió decidí no cantarla más”. Agradeció especialmente a la gente de la sala, anunció A pesar de todo (Eladia Blázquez) como la última y luego concedió el bis: Como la cigarra (Walsh), pidiendo al público que la acompañe para cantarla juntos.
Va transcurriendo el Encuentro y se van cumpliendo los objetivos: el nivel de los talleres enriquece a los alumnos que asisten y los conciertos permiten el rescate de parte del cancionero histórico y el espacio ofrecido se transforma en el ámbito ideal para descubrir nuevas propuestas y observar cómo las nuevas generaciones siguen aportando repertorios de calidad.