La imparable cancionista y compositora del Sur Bonaerense dialogó con De Coplas y Viajeros acerca de sus replanteos en medio de la cuarentena, de sus canciones nuevas compartidas y de sus anhelos, llevados al trabajo, para que el desaliento masivo se transforme en energías colectivas con mejores derechos para todos más allá de la pandemia.

Por Patricio Féminis | patfem@hotmail.com

Foto de portada: La Bicha


“Soy de nuevo una persona”, larga Sofía Viola junto a una carcajada: la joven diosa pagana de la música popular argentina reconecta consigo en esta cuarentena extendida, y en movimiento constante. “Estos días de encierro me permitieron resguardarme pero no aislarme. Estoy más paciente, más vibrante, y con nuevas energías para replantearme un montón de cosas. Elijo y necesito que mi conciencia vuele alto con los demás, para lograr superar los pesares. Es tiempo de andar sin rollos, unos con otros, para superar el bajón. Proponer y generar ideas concretas. Dar todo para que vivamos mejor en comunidad”.

Las palabras de Sofía Viola se imprimen con poder, humor y amor en el cuerpo y en los oídos de los que la abrazan para siempre. Los que conocieron sus canciones apenas surgió, pequeña o popular, hace diez, once, doce años, desde los tugurios tangueros con luces de trasnoche del Sur Bonaerense. Y hasta hoy, con varios discos en que ella explora a fondo su inagotable caudal de canciones, que la siguen confirmando como una de las más magnéticas creadoras de la MPA sin fronteras del siglo XXI. Todos los ritmos de su memoria, de sus viajes y de sus manos diestras fluyen y se plasman en la identidad de Sofía Viola.

Foto: La Bicha 

¿A dónde se ve, en este trance de pandemia global, desarrollando exploraciones en su amplia casa familiar de Remedios de Escalada? ¿Hacia dónde mira Viola, leyendo el mundo circundante? “Al principio me re pegó la cuarentena y tuve que redefinirme, porque planeaba viajes y un montón de proyectos que tuve que frenar o suspender”, le cuenta a De Coplas y Viajeros. “Pero luego comencé a adaptarme a la situación y surgieron sensaciones nuevas: antes, sentía que no iba a poder frenar. Vivía en una burbuja de energías y sin descanso. Pero la energía no es ilimitada, y tenemos que cuidar nuestro propio cuerpo así como nuestra voz”.

Lo dice y vuelve a reír, quizá acariciando a uno de sus gatos allá en Escalada. O mirando una de sus guitarras, con hambre de más y más canciones que serán hitos, o mapas, para la música argentina de los próximos años. Con su poética inatrapable, seductora e ingeniosa, Viola llegó a lo que muchos cancionistas ensimismados buscan siempre y apenas rozan: un universo propio. Un espesor expresivo único, que conmueve a niños y ancianos. Que le habla al oído a la contracultura (para quienes reniegan de la ética hippie y miran a la música sólo en términos industriales o productivos) y a los pulsos de la tierra descifrados con transpiración, ensayo, exigencia y fascinación. Y que busca el pasado -sin nostalgia- en el futuro.

“Siempre me demando nuevas formas y búsquedas, pero van llegando en el camino con la propia experiencia. Y no en soledad. Por eso decidí acelerar un plan que tenía para este año tan esforzado y terrible para todos: presentar los singles que canté y grabé con distintos artistas de acá y de afuera, por distintos destinos de Latinoamérica”, cuenta Viola. El 24 de marzo había subido a las plataformas digitales la canción anti-autoritaria ¡Pim Pum Pam!, que denuncia y pone en ridículo a los represores militares siempre a la orden. Es de la propia Viola y la interpretó junto con el trovador y lutier chileno Tata Barahona.

“Esta serie de canciones con otros las grabé antes de la cuarentena. Es como que me anticipé a lo que iba a pasar, je. Estando de gira en varios puntos de América Latina fui dejando estos encuentros grabados, que ahora vamos mostrando mes a mes. ¡Pim Pum Pam! funcionó perfectamente con Tata Barahona, un trovador que emplea las canciones como herramientas de denuncia y de toma de conciencia. Fluyó muy bien en su tono y en el mío, y quedamos muy contentos, por todo lo que expresa sin eufemismos”.

El 24 de abril llegó la segunda revelación sonora de Sofía Viola en cuarentena, traída desde meses atrás: Todo el amor, su canción grabada junto con Julia Ortiz y Dolores Aguirre, de Perotá Chingó. Y que dice así, entre folklórica, mística, arraigada a planetas lejanos y a la seducción que comienza por la mente y se imprime en las células agitadas: “Iba cantando al aire, iba cantando al agua, mis pies sobre la tierra iban bailando. Iba cantando al fuego y la chispa encendía. Iba cantando al sol y me topé con tu abrazo”.

Las tres voces, con ecos andinos en 6 x 8, conexión sideral y hasta algunas insinuaciones flamencas, cantan y rematan en el estribillo, en preguntas y respuestas: “¿Cómo es que será quererte? ¿Cómo es que será que el sol, nace en cada amanecer y despierta en mí el amor? Todo el amor que viene y que va. Todo el amor me vino a buscar. Todo el amor pasó por acá. Todo el amor y luego se va. Todo el amor, no sé qué me pasa. Todo el amor, que venga venga. Todo el amor que venga y arde…”.

Y así se encienden del amor al dolor, de la cercanía íntima de la contemplación sin aire, del río que eriza la piel a las nubes llorando sin mar. A los cuerpos venciendo su soledad. “Mi encuentro con las chicas de Perotá Chingó fue espectacular”, siente Viola. “Lo teníamos pendiente hacía tiempo. Siempre me gustó lo que hacen ellas pero no había tenido tiempo para pensar en que grabáramos algo juntas. Estábamos en tiempos musicales y personales distintos. Por suerte se dio, y con Todo el amor se generó algo impresionante. Con ellas el tema gana nuevos territorios”, divisa Viola.

Hoy el tema está en el tope de sus diez más escuchados en Spotify. Le siguen Amor Sideral (una especie de bolero de acentos desplazados, que plasmó con el colombiano Edson Velandia), su clásico Caca en la cabeza, Ahorita y Respirar el alba. Apenas cinco entre una vasta producción de canciones que sigue multiplicándose. “Actualmente debo tener más de 300 temas ahí esperando. No puedo frenar. Encuentro cuadernos viejos con ideas, se combinan con otras, y los temas siguen adelante. Tengo para hacer de todo”, sueña Viola en concreto.

Foto: La Bicha

Su discografía es portentosa en su caudal sintético y mordaz: el disco primigenio Parmi; el manifiesto de Munanakunanchej en el Camino Kurmi; el sutil pero arriesgado Júbilo; y, dos años atrás, La Huella en el Cemento. Cada uno valdría incontables cuerpos de anécdotas. Y, mucho más que relatos sueltos y nostálgicos, un análisis sincronizado de sus canciones y los tiempos de inspiración colectiva de la música latinoamericana y local que Viola tamizó en su voz, sus letras sin imitación y sus ritmos.

Luego, los singles que seguirán llegando, como el último (hasta ahora) de esta producción liberada en cuarentena: Marcha del 1º de mayo. Otra vez no cantó sola, sino con el compositor, performer y escritor colombiano Edson Velandia. “Hace tres años, él y yo trabajábamos en un ‘laboratorio de canciones en gira’, en Colombia. Marcha del 1º de mayo fue escrita a cuatro manos con él”, describe Viola.

El viernes feriado amplió sensaciones y deseos en su cuenta de Instagram. “Dimos algunos conciertos y el resto del tiempo nos lo pasamos en la montaña, en Piedecuesta, en casa de Velandia y su familia. En la mañana del 1º de Mayo quisimos homenajearnos a todxs lxs trabajadores del mundo, sea cuál sea el oficio. Como le dicen en Colombia, el camello y, como decimos acá, el laburo”, escribió, al lanzar el tema.

Y extendió Viola: “Venimos a lanzar está canción en un momento rarísimo… Millones de desempleadxs por la pandemia, las calles vacías, los proyectos en suspenso y un sistema que parece colapsar. En su día quiero saludar especialmente a quienes están poniendo el cuerpo en medio de este caos para que no nos falte nada: al sector de la salud, a lxs maestrxs precarizados, a lxs comerciantes y empleadxs, a lxs del transporte, a lxs cientificxs y a un mínimo porcentaje del sector político que pone el interés a favor del pueblo. Y a todxs lxs compañerxs del arte que trabajamos día a día para acompañar en la pena, la esperanza y la alegría”.

Con esta sátira que atesora el esfuerzo de todo tipo de trabajadores de a pie por todo el continente, Viola fotografía en Marcha del 1º de mayo su faceta más experimental. El juego, el ingenio, el dramatismo sin solemnidad, la inspiración cautivante de sus melodías a las estrellas y a la luz matutina impresa en la tierra (que se eleva al viento, para que las luchas persistan) seguirán marchando en las obras inatrapables de Sofía Viola.

Foto: La Bicha Diseño: Clau Smith

¿Cuál será la que desnude los tiempos alargados de la cuarentena, en junio? ¿Y en julio? ¿Qué pasará, junto a ella, con los descifradores de sus mensajes para abrazar el alrededor y vencer el peor aislamiento (el interior)? Allá en Remedios de Escalada, con otros secretos por abrir, compartir y elevar, Viola se deja ver. “Este es un momento para retomar todo lo que postergamos de nosotros mismos. Participo y participé en varias movidas por streaming para distintas causas nobles, en petitorios para que los músicos populares no quedemos abandonados ni relegados por el Estado en esta situación tan angustiante, pero al mismo tiempo creo que desde mi lado también puedo dar otras cosas auténticas. No conformarme conmigo misma…”.

Y prosigue: “Por ejemplo, amo cocinar y ofrecer lo que genero desde mi casa. Hay varias ideas dando vueltas, como irme a la estación de tren acá cerca a vender mis alimentos orgánicos. Somos laburantes en lo que sea, nos la rebuscamos, y mientras esperamos que cambie el contexto podemos desafiarnos en todos los planos. ¿Quién nos va a parar, a los artistas, cuando podamos salir y tocar de nuevo sin miedos? ¿Nos vamos a quedar quietos mientras todo el mundo se sigue moviendo? Yo elijo seguir en marcha. Sino ahora, ¿cuándo vamos a aprovechar para que sea plena y colectiva la transformación, creadora y social, que nos debemos y merecemos todes?”.

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