Por Federico «Poni» Rossi / piukemil@gmail.com
Fotos: Techi Cusmanich
Ricardo Flecha está transitando sus primeros cuarenta años junto la canción. En realidad, según nos cuenta, son más, pero la referencia que tomamos es a partir de su ingreso al conjunto Juglares, en 1980, y que marcó una bisagra en la historia de la música paraguaya. En esas cuatro décadas, parte de ellas signadas por la larguísima dictadura de Stroessner (1954-1989), recorrió el mundo compartiendo escenario y vivencias con los más reconocidos artistas de la Canción Nueva. Mercedes Sosa solía referirse a él como dueño de una de las voces mas privilegiadas del continente.
Artistas como Silvio Rodríguez, Cecilia Todd, Chico Buarque, Víctor Heredia, entre otros, siempre lo referencian como el trovador guaraní. Su recorrido artístico, su compromiso con la canción social y su afán por posicionar a la guarania como patrimonio intangible de la humanidad son algunos de los motivos que nos acercaron a dialogar con el gran referente actual de la música paraguaya.
¿Cómo fueron tus comienzos con la música?
Comencé a los 9 años haciendo canciones de moda en aquel entonces. Estoy hablando de 1970. Cantaba a Leo Dan, Palito Ortega, Juan ramón, Yaco Monti, y también hacía versiones en español de canciones de Los Beatles, o algún que otro tango. Mi viejo amaba a Carlitos Gardel, entonces yo me subía sobre la mesa y cantaba en las reuniones Por una cabeza, Adiós muchachos, y me peinaba como Carlitos Gardel. Cuando llego al colegio, a los 13 años, empiezo a aprender guitarra y me presento en los intercursos del Colegio Nacional, en Asunción. Casi siempre los ganaba. Después representaba al colegio en otros festivales intercolegiales hasta que, en 1979, a los 19 años, ingreso a uno de los grupos emblemáticos que tenía la música paraguaya en aquel entonces: Los Juglares. Éramos cuatro voces, un arpa, dos flautas, y un violonchelo. Una formación extraña para la música paraguaya. En eso tenían que ver algunos de los integrantes que ya eran grandes exponentes de la música clásica. El director se llamaba Jorge Krauch, hijo de alemanes que estudió música clásica, piano y era un enamorado de Bach y de otros músicos clásicos. Así que la forma de encarar la música que tenía Juglares lo hizo uno de los grupos mas emblemáticos del Nuevo Cancionero Paraguayo, fruto también de toda esa corriente latinoamericana: la Nueva Canción, que se inicia en los ’60 con Tito Francia, Mercedes Sosa, Armando Tejada Gómez, y sigue en Chile con los Parra, Víctor Jara y así sucesivamente, la Nueva Trova con Silvio y Pablo, con Chico, Caetano y toda una Música Popular y se extiende por toda América Latina. Esa formación duró cinco años y tres de los que formábamos ese grupo armamos el Terceto Ñamandú, de muchísimos años de trayectoria y con el cual recorrimos el mundo llevando la música paraguaya y latinoamericana. Con Ñamandú estuvimos activos hasta el 2007.
¿Y como solista?
Ahí tiene mucho que ver Oscar Cardozo Ocampo. Él vino a Paraguay en 1990. Recuerdo que aquí se hizo un festival que se llamó Canto Popular, en San Bernardino, donde vinieron muchos exponentes de la música popular latinoamericana como Daniel Viglietti, Enrique Llopis, Oscar Cardozo Ocampo, el poeta Elvio Romero, Juglares, Labarnois & Carrero, y un montón de grupos mas. Fueron tres días de concierto. Allí nos conocimos con Oscar Cardozo Ocampo personalmente. Yo ya conocía su obra. Nos hicimos grandes amigos. Él trae un proyecto, en 1994, que se llamó Encuentros del Alma, donde venían artistas argentinos como León Gieco, Teresa Parodi, Lito Vitale, Eladia Blázquez y también grupos paraguayos como Ñamandú. Ahí surgió la idea. Oscar me decía que, a la par de mi trabajo con el dúo, podría hacer algo como solista, y así surgió cuatro años después, en 1998, la idea de grabar mi primer disco solista que se llamó Flecha Hermosa, de la mano de Cardozo Ocampo. El ya intuía lo que iba a venir. Me decía que yo tenía que cantar guaranias, que tenía que darle prioridad a eso y que, según él, me salía muy bien. En aquel entonces no hice mucho caso pero hoy estoy en esa senda gracias a él, mi maestro y mentor, conjuntamente con Mercedes Sosa, de gran parte de mi carrera.
Recorriste el continente y compartiste con los referentes de la canción popular. Ellos te reconocen como un embajador de la música paraguaya en el mundo ¿Cómo fue esa experiencia que luego quedó plasmada en los tres volúmenes de tu disco El canto de los karaí?
Muchas de esas experiencias comenzaron en 2003 cuando salió Razones, mi segundo disco solista, donde tuve invitados como Mercedes Sosa, Jairo y Teresa Parodi. Ese disco lo presentamos en Buenos Aires, en el ND Ateneo, ya después de la muerte de Oscar Cardozo Ocampo, quien había fallecido en un accidente en 2001. Él había hecho los arreglos y yo tardé en presentarlo porque, en realidad, estaba muy afectado por su muerte, y no me entraba en la cabeza que él no estuviera ahí. Quienes me rodeaban, amigos músicos y periodistas, me decían que tenía que presentarlo como homenaje a él. Así fue que decidimos hacer el concierto en Paraguay y luego en Buenos Aires. Ahí surge la idea de grabar obras del cancionero popular latinoamericano en versión bilingüe.
El canto de los karaí nace de una antigua leyenda de los guaraníes. Ellos decían que había tres tipos de magos: los que enseñaban el arte de la guerra, los que enseñaban el arte de la defensa y los karaí, que eran dueños de la palabra «alma», los encargados de guiar a esa gran masa de originarios hacia lo que ellos llamaban «yvy marane’y«, que en español sería «la tierra sin mal». Me pareció fantástica esa historia e hice una analogía entre los grandes creadores de América Latina y los chamanes que hablaban con la verdad y contaban las historias de sus respectivos pueblos. Entonces grabé a esos compositores de América Latina que, de alguna manera, también hablan con la verdad, y sueñan con una sociedad mas justa. El primer artista con el que grabamos fue Víctor Heredia. A partir de ahí ese trabajo nos llevó a muchas partes de América Latina. En ese proyecto están, por supuesto, Víctor Heredia, Mercedes Sosa, Peteco Carabajal, Teresa Parodi, León Gieco, Lucho Gonzáles, Chico Buarque, Labarnois & Carrero, Daniel Rivera, Silvio Rodríguez, Vicente Feliú, Frank Fernández, Luis Enrique Mejía Godoy, Cecilia Todd, Paco Ibáñez, y Luis Eduardo Aute. El disco lo abre Eduardo Galeano con un texto sobre el lenguaje. Todos ellos son mis referentes, así que yo estaba contento porque desde Paraguay, un país casi en secreto y olvidado, se haya gestado un proyecto que aportaba a eso que muchos de nosotros soñamos, que es la construcción de una patria grande, y que mejor que el guaraní para unir esos pueblos, esas intenciones y esa gran utopía guaranítica de la sociedad mas justa e inclusiva: el «yvy marane’e«. El proyecto termina en 2012 con la presentación del tercer volumen. Hubo un cuarto, que era un videoclip sobre Imagine, la canción de John Lennon, totalmente en guaraní, porque creo que lo que dice Lennon los ’70, nuestros pueblos originarios ya lo sostenían 15 mil años atrás. Así que muy contento por ese camino recorrido y por haberme encontrado con todos esos colegas a quienes quiero y aprecio con todo mi corazón.
¿Cómo comienza tu relación con la guarania?
La guarania ya rondaba en mi cabeza desde el año 73. En aquel entonces un dúo de música paraguaya que todavía sigue vigente, Grupo Vocal Dos, había grabado en Buenos Aires con Oscar Cardozo Ocampo un disco que marcó un antes y un después. En ese proyecto había 14 canciones compuestas por grandes referentes de la música del Paraguay y arregladas de manera contemporánea, con un sonido que le dio una nueva mirada de la música de mi país. Todos empezamos a mirar esa música de manera diferente. A ver cosas que no veíamos, cosas que no escuchábamos en otras partes. Así que ese enamoramiento empieza en el año 1973. Aparte de mi papá que fue un músico aficionado y amigo de otros músicos, como José Asunción Flores, los Hermanos Larramendia, Félix Pérez Cardozo, y todos los que después se fueron a la Argentina donde hicieron carrera, muchos por el exilio político y otros por el exilio económico. Esas son las causantes de mi enamoramiento. La música de Flores desde un primer momento me llamó la atención y yo incursionaba en ella de manera intermitente con los grupos de los cuales formé parte: Juglares, que fue una mezcla de música clásica con popular, y Ñamandú, que fue un grupo mas apegado a lo que fue la Nueva Canción Latinoamericana. Con éste último, en el ’91, hicimos un disco algo extraño que se llamó Un misil en mi ventana que era una contestación a una canción de Soda Stereo. Ese disco tiene mucho de jazz, de fusión, de latin. Yo estuve con mi cabeza en otro lado durante muchísimo tiempo hasta que en el año 2008 viniendo de un concierto del interior y escuchando música durante toda la madrugada mientras manejaba, no escuché una sola guarania y empecé de alguna manera a preocuparme por su difusión y por la forma en que muchas radios pasaban guaranias compuestas por gente que no tenía ni idea de lo que era el género, cómo y por qué nació. Desde ese entonces venimos intentando reescribir la historia del género junto a historiadores, músicos, directores de orquesta, que están dentro de éste camino de reivindicar a su creador, José Asunción Flores, quien durante muchísimo tiempo fue excluido y prohibido por sus pensamientos políticos ya que era miembro del Comité Central en el exilio del Partido Comunista en la Argentina. Había una particularidad: en Paraguay vos podías ejecutar una guarania suya pero estaba prohibido decir quién era el autor. Entonces, reivindicarla también es reivindicar al autor José Asunción Flores.
¿Qué representa para vos la guarania?
Creo que no es solamente un género musical. Flores estaba preocupado porque había que crear un género, un ritmo que represente el estado de ánimo, el sentir nostálgico, melancólico del asunceno y del paraguayo. Porque no hay que olvidar que, como el tango, también la guarania es un ritmo nacido la ciudad. Es urbano. El exilio no les dio tiempo a que eso se extienda por otras partes del Paraguay. Por eso digo la guarania no es solamente un género musical. Es un lugar. Es una forma de sentir. Es una forma de reconocernos a nosotros mismos. Es una forma de ver de dónde venimos, adonde estamos y a donde queremos llegar.
Con el nacimiento de éste género también nace la reivindicación del idioma guaraní. Las élites y los grupos de poder estaban en contra de que se hable el idioma guaraní. Era mal visto. Flores además de ser el genial creador de la guarania fue un excelente cronista de su tiempo. Hubo una fábula que extendieron por todo el Paraguay esas élites culturales y la oligarquía, y era que el guaraní entorpecía al español, por lo tanto eso era una herejía. Entonces Flores elije a uno de los mas grandes poetas paraguayos, Manuel Ortiz Guerrero, que escribe maravillosamente el español gracias a sus influencias (Lorca, Vallejos, Rubén Darío, entre otros grandes poetas españoles latinoamericanos). Él también era un extraordinario poeta en idioma guaraní, y no solo escribía canciones en español, o escribía canciones en guaraní, sino que mezclaba los dos idiomas de una manera armoniosa en una misma canción. Entonces hizo trizas esa teoría de las clases dominantes en Paraguay. Por eso es que Flores logra enamorar a todos, porque en su música hay paraguayidad, hay identidad, y entonces nosotros nos sentimos identificados con ella, con esa filosofía, con esa forma de mirar el mundo, de mirar América Latina, y de mirarnos a nosotros mismos. Si tengo que resumir a dos grandes genios de la música en América Latina yo te diría que Piazzolla es tango y revolución y Flores es guarania y redención. Por ahí viene esa estremecedora visión y sentimiento que tenemos por ese gran hombre que sigue viviendo en nuestros corazones y sigue viviendo a través de su música.
Exelente
Grande!!!! Ricardo Flecha, gracias x difundir nuestra musica…
Grande!!!! Ricardo Flecha, gracias x la musica.