Por Pedro Squillaci | pedrosquillaci@yahoo.com.ar
Ilustración: Enrique Figna
Sentadito como siempre en la Plaza Buratovich, el Panza lo esperaba a Juan y relojeaba la hora. “Uh, qué tarde se está haciendo. ¿Vendrá a buscarme hoy o se habrá enojado conmigo?”, pensaba mientras se acomodaba la gorrita de lana rojinegra que le había tejido su vieja en los 90 y que atesoraba como una reliquia.
Faltaban 25 minutos para que arrancara “El foco de Foco” y el Panza empezaba a hacer cálculos de todos los audios que tenía que ordenar para el programa de hoy. Y ya imaginaba los que iba a descartar cuando justo escuchó la bocina del Focus de Juan.
– ¡Dale Panza, subí que estamos contra los palos!
– Dale vos, ya pensé que no venías.
– ¿Te puedo hacer una pregunta?
– Y claro, boludo.
– ¿Vos cuando tenés frío en tu casa prendés la estufa?
– Por supuesto gil, es lo que hacemos todos.
– ¿Entonces por qué hoy te pusiste una barra de hielo en la cabeza?
La carcajada de los dos empañó los vidrios del auto, que estaba con todas las ventanillas cerradas y sin desempañador. El Panza dejó que Juan hablara de otra cosa, entraron casi corriendo a la radio y antes de darle aire para que arrancara el programa, aprovechó para devolver de puntín y a un ángulo la chanza de la gorrita.
– Juan, me quedé pensando qué raro que en el auto a vos también se te empañó el vidrio.
– ¿Raro? Estaba todo el auto cerrado, es lógico Panza.
– No, digo, como ustedes no tienen aliento, por eso decía.
Juan no sabía si putearlo o explotar de risa, pero ya estaba terminando la tanda y había llegado el momento de arrancar el programa.
Buenas noches oyentes de Radio Neptuno, otra vez volvemos a acompañarlos en el momento del día en que la oscuridad se adueña de la jornada, es cuando encontramos ese espacio de paz interior y hasta de reflexión, ¿por qué no? Da la impresión que alguien apagó la luz, todo está en calma, pero a veces apagan las luces para que venga algo que nos ilumine. No, señor, no señora, no chicos, chicas y chiques, no hablo de la luz divina, ni del Señor , ni nada de eso. Ya lo cantaba Mollo en Par Mil: “No confunda che, pastor, no me interesa tu cielo, toda el agua va hacia el mar, luz, luz, luz del alma”. Me refiero a esa oscuridad mágica que sólo ocurre en una sala de cine. Y si la película te marca para toda la vida te genera eso que dicen los Divididos, una luz del alma. ¿Cuál es la película que los marcó para toda la vida? No me digan títulos de diez, veinte, cien películas, ahora el Panza habilita las líneas para que cada uno diga la suya. ¿Se prenden con la propuesta? Seguro que sí, por lo pronto yo les digo cuál es la mía: Cinema Paradiso.
La película cruza el tiempo y dos ciudades italianas: Roma en el presente y Giancaldo, un pueblito ficticio de Sicilia, en el pasado, pero sobre todo es un canto de amor al cine y a la amistad. El nudo central pasa por el vínculo de Toto con Alfredo, interpretado por el genial Philippe Noiret. Uno es un pequeño inquieto que le encanta ver películas en Giancaldo y el otro es un viejo buenazo que es proyector del cine de pueblo llamado Cinema Paradiso. La historia arranca con Salvador -que no es otro que Toto ya grande-, pero hoy ya es un director de cine famoso residente en Roma y se acaba de enterar que murió Alfredo. La película viaja al pasado y hace foco en ese vínculo maravilloso, paternal, que no sabe de edades pero sí de pasiones. Alfredo y Toto podrían ser padre e hijo, pero están hermanados por el amor hacia el cine.
Corte. Juan le hace una señal al Zampa y se oye la banda de sonido de Cinema Paradiso, que pertenece nada menos que a Ennio Morricone. Es que se necesitaba a un gigante para musicalizar a otro gigante como Giuseppe Tornatore.
Ya estamos otra vez de vuelta, acá recibimos los llamados de Jorgito, de bulevar Oroño, que elige Kramer vs. Kramer; Coqui, de cortada Marcos Paz, que dice que para ella no hubo ni habrá otra película mejor que Casablanca; y Jésica, de La Florida, que nos comenta que se volvió loca con Contratiempo, una de suspenso de Netflix. Como verán, cada uno tiene sus gustos y me parece bárbaro, bueno, sigo con la peli. ¿Cómo Zampita? ¿Que ya tenemos poco tiempo? Uy, sí, es cierto, faltan cinco para las 12. Bueno, esta vez ni loco les cuento el final de la película, porque de verdad quiero que sientan la misma sensación que tuve al descubrir esa última escena. Además, Virginia de Laprida y Zeballos, nos dijo al aire que ella no había nacido cuando se estrenó la peli y me pide que me reserve de contarla, porque ahora le dieron ganas de verla. Bien, Cinema Paradiso evoca ese amor al cine pero también muestra cómo las sociedades de consumo hacen todo lo posible para que un espacio de cultura se convierta en un espacio donde estacionan los autos. Vean la peli y se van a dar cuenta por qué se los digo. Pero por sobre todo, la película muestra que el amor al cine es tan fuerte como el amor a un amigo. Porque el cine te acompaña toda la vida, como esos amigos fieles que caminan siempre al lado tuyo y nunca te dejan de a pie.
Se apagaron las luces, otra vez sonó Morricone, hacía frío, y Juan y el Zampa salieron apurados a subirse al Focus.
– ¡Qué fresquete Manolete!, dale Zampita, subí que nos vamos.
– Juan, decime la posta.
– ¿Qué sapa Panza?
– ¿Cuando hablaste del amigo que no te deja nunca de a pie lo dijiste por mí, no?
– Decime vos una cosa: ¿A vos quién te pasa a buscar todas las noches por la Buratovich y después te lleva de la radio hasta tu casa?
Silencio. El Panza revolea los ojos y resopla. Y Juan vuelve a la carga.
– ¿Te das cuenta? El que no te deja de a pie soy yo. O sea yo soy tu gran amigo, ponete las pilas o al menos comprate una motito y llevame vos.
– Aumentame y me la compro.
– Ah, bueno, es como en la película, siempre el dinero lo pudre todo, ¿te das cuenta? Desde el lunes me pagás la nafta, dale.
– ¡Qué ortiva!
– Bueno, antes que te chivés, pecho frío, era para vos el cierre, ¿para quién iba a ser?
El auto se perdió en la neblina, Juan y El Zampa volvieron a reírse por alguna pavada, otra más. El Cinema Paradiso es una metáfora sobre el paraíso que significa el cine. Pero encontrar un buen amigo es mucho más que un paraíso, a veces es la canoa que encontrás en medio del río cuando necesitás llegar a tierra firme. Sobre todo cuando te atraviesa una historia que no es tan de película.
El de hoy fue el mejor capitulo hasta el momento. Y ya espero el siguiente.
Como al crítico de Ratatouille, esta entrega me transportó a mi infancia, marcada por las matines en el cine Rosemari junto a mi abuela, costumbre que se prolongaría en la adolescencia con mi «vieja», pero con un cine de alto vuelo. Era una cinófila de muy buen gusto. Eso si, si estoy a tiempo para participar del programa de La Neptuno digo… La Peli, Mi Peli fue «Pan y chocolate». Y el que no la vio se j…..
Jorge, el que hace este comentario y tien un alter ego como «Jorgito , de bulevar Oroño» , para mí es Yory y suena como si en inglés escribieras George. Seguramente aparecerá con más matices en alguna que otra historia de Juan, Gracias Yory querido.
Que peliculón Cinema Paradiso, pero Carlitos de calle Necochea elige «La vida es bella». Y coincido con Yori, excelente capítulo!.
Muy divertido!!👏🏼👏🏼
Cuantos recuerdos, indudablemente Cinema Paradiso dejó una gran marca en mi. Que capítulo el de hoy!!!!!Un abrazo y como dice Galeano, nos estamos viendo.
Gracias Virginia, Carlos y Pato, es una alegría que se enganchen con estos relatos. Seguramente Juan y el Panza se pondrían felices de saber que tienen tantos fans!
Hola! Cómo están? Espero que pasando lo mejor posible esta cuarentena. Cinema Paradiso es una de mis películas preferidas. En realidad todo el cine italiano es mi preferido. Juan es muy simpático y cordial. También espero el próximo capítulo. Saludos para todos!
Hola!!, me encanta tu forma de realizar el contenido, el mundo necesita mas gente como tu