Hablar de Adolfo «Pancho» Cabral es transitar la historia de la cultura popular de La Rioja, su carrera con nuestro canto, su exilio y compromiso político, su celebración de la Chaya y su obra autoral. En este caso el derrotero del diálogo irá por la presentación de su reciente libro, De este lado del viento. El trabajo compila su obra poética desde 1968 en adelante y es auspiciado por la Secretaría de Cultura de la Provincia de La Rioja.
El libro, de una extensión de 484 páginas, fue editado por el académico Tomás Vera Barros, quién estuvo a cargo de la producción y recopilación, y es el encargado de aglutinar la obra poética de Cabral. El trabajo sale con el sello de la Editorial Resolana y se suma a una extensa lista de trabajos literarios ya publicados por nuestro entrevistado como Hombres de albahaca, mujeres de agua, Lo Simple, Coral de la Imaginación, Kakano y las divinidades diaguitas, De la vidala a la chaya, Cancionero, Erase una vez un niño, entre otros.
Ingresar al libro es adentrarse en el mundo de Pancho Cabral. Se inicia con una reseña biográfica denominada El viaje de la Chaya. Vida y obra de Pancho Cabral, a cargo de Diego Varela, quién afirma:“Sintéticamente: Pancho interpreta el mundo desde su Rioja y lo cuenta a la riojana”. En esas líneas se habla de los años en el Movimiento Cultural «Calíbar», de la acción pastoral de Monseñor Angelelli, de su participación artística en Los Huanca Hua y Los Andariegos, de Cosquín, exilio y su obra autoral compositiva.
Luego hay un estudio de la poesía de Pancho Cabral titulado Dar con la propia voz, por Aldo Parfeniuk, escritor, poeta y ensayista cordobés.
La totalidad de la obra de poesía y prosa poética de Pancho Cabral abarca en este libro las siguientes ediciones: Lo simple (1968), Coral de la imaginación (1991), Madre Chaya (2004), Valle de salamanca y cielo (2005), Breves sones a los pequeños poetas (2005), Con el calor de mi gente (2005), El hombre de los veranos en la frente (2005), Hombres de albahaca, mujeres de agua (2014), finalmente Poemas atados con chala (poesía inédita), Coplas sobre ausencias, Coplas por vidala, Pájaros de albahaca y Retratos llenos de vida.
En la presentación el artista compartió charla sobre su obra con los periodistas Alejandro Mareco, Diego Varela y Facundo Herrera, como moderador. También estuvo presente la artista riojana, Patricia Aballay, quién ilustró Hombres de albahaca, mujeres de agua, libro publicado en 2014. Asimismo, el evento contó con la participación musical del guitarrista Martín Castro y tuvo lugar el pasado miércoles 3 de agosto en el Patio Angelelli de la Casa de La Rioja en Buenos Aires. Compartimos la charla que tuvimos con el autor.
– ¿Por qué elegiste el título De este lado del viento?
– El viento tiene mucho que ver con nosotros los riojanos. Así como tiene mucho que ver el agua que nos falta. Tengo un verso que dice “cuando llueve por mi pueblo se refresca la pobreza, salen todos a la calle a mirarse la belleza”; cuando llovía venía el agua por la orilla de los cordones y jugábamos con barquitos y palitos de caña, es un recuerdo y un cariño que tenemos los riojanos por esos momentos, el agua y el viento nos vienen por la cordillera, la corriente térmica baja de Mendoza, pasa por San Juan, entra por Chepes, por el Sur riojano, con las corrientes calientes se forman las térmicas en la Rioja. El viento nos permite imaginar una expresión de libertad, nos da una amplitud para crear a los que estamos acostumbrados a componer y cantar.
– En el libro dedicás poemas a tu Barrio de San Vicente (La Rioja), lo tenés siempre presente en tu obra…
– Sí. Yo nací en el Barrio San Vicente, es el barrio más antiguo de la provincia, tuve la suerte de nacer en ese Hospital, volví ahí cuando tenía 7 años. No se el por qué pero es un barrio de músicos: José Oyola, Nicolás Córdoba, la familia Agüero, los Lujan, el boliche de Santos Vega, etcétera; todos los hijos de Córdoba eran músicos, tocaban piano, violín, bandoneón. El patio de mi casa estaba a la orilla del Río Tajamar, no te imagines agua sino arena que es agua petrificada, en la Rioja solo hay agua cuando llueve. El fondo de mi casa daba con el patio de Don Aurelio Espinoza, que tocaba a dúo con el Ciego Roberto que era un serenatero de Catamarca afincado en nuestra provincia. Mi infancia se vio plasmada con esos grandes músicos. Bajo una mora inmensa que nos amparaba del calor, ahí había reuniones de músicos. José Oyola vivía a dos cuadras de mi casa. Compartía con ellos los carnavales, los bailes del Club San Vicente, ellos tenían la magia y el duende, eso para un niño era algo impresionante que no se olvida jamás. De ahí saqué muchos personajes de mi obra, uno como observador lo cuenta para los demás.
– Otro tema de tu poesía y composiciones es la Chaya…
– No puedo no hablar de mi género, es parte de mi vida. Es un ritmo propio de La Rioja, que viene de la vidala chayera. “Vengo de chaya lejos, donde la albahaca es campana” dice un verso mío. La vidala chayera es el nombre real del género. Antes también estaba el carnaval, que era un ritmo. En el famoso tema de Chacho Olivera que dice “las cajas ya están templadas…” él adaptó las coplas populares, se le dice chaya saltada pero está mal dicha, no existía como género en ese tiempo, era carnaval saltado. Antes estaba la vidalita riojana de Joaquín B. González, pero era distinta, venía más del Perú, del yaraví, tonadas altoperuanas. La chaya surge fuertemente con Los hermanos Peralta Dávila, Hermanos Albarracín, de 1920 al 50, luego Oyola la tocó también. La chaya se forma con la vidala, la tonada, la cueca cuyana, toda esa es la influencia que luego forma el ritmo como lo conocemos actualmente. Nosotros hablamos con esdrújula y eso se ve en la forma del cantar riojano. Lo cosecheros riojanos iban a San Juan y llevaban vidalas, cuando volvía traían cuecas, y así se forma la vidala chayera, es como una cueca con distinta acentuación.
– La historia Diaguita la retratas en poesía y prosa, evocas las antiguas creencias.
– Las divinidades diaguitas las pretendieron borrar los colonizadores. Vinieron a saquear a los pueblos. La tierra estaba de antes. En mi poesía le dedico líricas a las divinidades diaguitas que no pudieron matar, eran las creencias de nuestros ancestros, son Dioses. Después de la trasformación de la colonia trataron de destruirlo, y eran tan fuertes las creencias que luego la mezclaron, el tinkunako es un canto diaguita, que viene de los incas, y le pusieron letra cristiana. Eso es un imperio, quiere saquearte, exprimir la identidad. La lucha nuestra es por la identidad.
– Y el canto social es también parte de tu obra, así le decidas un libro a Monseñor Angelelli…
– Angelelli podría haber sido cura o no, hubiera dado lo mismo, su figura es trascendente. Yo le dedico el título El hombre de los veranos en la frente, que cuenta sobre alguien que llega a un lugar para dejar su saber, es como el chamán que enseña a plantar; eso fue lo que hizo, primero lo atacaron los Menem, el unió una cooperativa, ayudó a los obreros, generó conciencia. Para nosotros los riojanos es un patrimonio cultural ese hombre, abrió la cabeza al pueblo, a los obreros, a los peones explotados. Nos dejó su saber y solidaridad en los pueblos riojanos, un pastor, por eso lo mataron. Tenemos un fuerte sentimiento por él.