En una noche atravesada por la problemática de las quemas en las islas, brillaron las propuestas de Cuarto Elemento, Clara Presta, Carlos Ferreyra y José Luis Aguirre.
Sin límites expresivos, Cuarto Elemento abrió de manera notable una noche más del Encuentro. El grupo integrado por Rubén «Mono» Izarrualde, Néstor Gómez, Matías González y Horacio López, partiendo de las raíces argentinas, se arrimó a otros géneros. Los cuatro integrantes tuvieron su turno de lucimiento individual, al servicio del común interés musical.
Todos se destacaron y el público les reconoció cada toque solista. Izarrualde, a su excelente toque con su flauta traversa, le suma su carisma y su expresión corporal que acompaña la rítmica de las canciones. El Mono hizo la segunda voz en Nostalgias santiagueñas en una original versión cantada por Néstor Gómez.
Después del candombe Doña Lucía, tema de Matías González dedicado a su hija, engancharon dos obras donde conviven una letra de Borges y composiciones de Piazzolla y Gismonti. “Si no les gusta es culpa nuestra”, expresó Gómez. Izarrualde interpretó la milonga Jacinto Chiclana con la impronta de un decidor criollo.
“Siempre que venimos nos sentimos como en casa”, dijeron en el saludo. “Hay tiempo para una más, ustedes eligen”, le propusieron al público. La gente eligió Chacarera de un triste, pero luego el público con su insistencia le ganó la pulseada a la coordinación y hubo un bis con Afiches en ritmo de candombe.
Cuarto Elemento consideró a esta actuación como su debut post-pandemia, por eso agradecieron al Encuentro. Contagiaron al público con su disfrute en el escenario y demostraron sus capacidades individuales. En la pausa, Guillermina Harvey destacó la idea de visibilizar a estos artistas que no aparecen en los circuitos comerciales, lo cual es el objetivo y también el logro del Encuentro.
La pianista y cantautora cordobesa Clara Presta mostró canciones de sus discos Pájara y Casa. “Tremenda sorpresa me llevé con quienes abrieron la noche, los admiro desde mi infancia”, dijo refiriéndose a Cuarto Elemento. Incluyó Pajarito blanco y compartió la historia personal que inspiró la canción. De un mismo acontecimiento, la muerte de un ser querido, surgió Vino viviendo, dedicado a un hermano. “Es el poder de la canción, que de un momento doloroso saca algo luminoso”, dijo al respecto.
“Tengo el honor de tener un invitado, un lujo que me doy”, dijo con su típica tonada cordobesa presentando a Martín Neri. Sin ensayo, interpretaron juntos de manera impecable Desde lo alto, el aire norteño que en su disco registró con el chileno Nano Stern. Se despidió con Abuelo, aplicando en el piano sus múltiples recursos. Luego de confiar que de chiquita quería venir a los talleres del encuentro y no la dejaban viajar sola, se despidió con un mensaje: “Que vivan la música y estos encuentros, lo disfruté mucho”.
Los alumnos del taller de canto andino con caja dictado por Eduardo «Negro» Sosa ofrecieron su muestra. Ingresaron a la sala interpretando Recién he llegado, vidita, una recopilación de Leda Valladares. Con la idea de reclamar firmemente por el fin de las quemas en los humedales, los talleristas crearon coplas e invitaron al público a cantarlas. “Respirar ya no podemos, gritemos todos bien fuerte” y “¡Ley de humedales ya!” sonaron contundentes. Como corolario, se emitió el video que pregona “no hay futuro sin humedales”.
Antes de continuar con la grilla artística, Inés Sanguinetti invitó a su taller de gestión socio-cultural. Lo hizo en el escenario donde bailó por última vez con Gustavo Lesgart, con quien coordina este taller.
El riojano Carlos Ferreyra, auto-definido “un cantor de las montañas”, rescató la labor de los poetas. Se presentó con el joven pianista Nahuel Minué (ganador del Pre Cosquín 2018), con quien grabó el disco Contra la nostalgia. En el inicio, rescató la obra del enorme poeta turco Nazım Hikmet Ran con un texto en homenaje al valor de las canciones.
La zamba Me espera la noche, la milonga Boliche de Santos Vega y la vidala chayera Coplera de luna fueron las primeras canciones del repertorio elegido. Ferreyra y Minué son familiares de desaparecidos y ambos reivindicaron el “Nunca más” y “Memoria, verdad y justicia”. El riojano compartió un poema de Confieso que he vivido, el libro de Pablo Neruda, y lo enlazó con su versión de Cautivo del Til Til. Se despidió con El tango es una mina, tango, justamente, del también riojano Ramiro González.
El transerrano José Luis Aguirre no necesitó presentación, muchos fueron por él, se notó en el recibimiento. Devolvió el afecto arrancando con una tonada en tono amistoso dedicando el cogollo a Martín Neri, Eduardo Sosa, Juancho Perone y Myriam Cubelos. Aunque faltó el vino para pagar la dedicatoria, un “¡¡Viva Cuyo!!” brotó desde el público.
Con gatos, cuecas y chacareras, Aguirre contagió a los bailarines y se alegró por estar. “Siempre me pregunto qué llevo para tocar porque es un compromiso ir a participar a un encuentro como este”, afirmó. “Necesitamos mirarnos, saber que estamos”, agregó. Trajo al encuentro de regalo una zamba que aún no tiene terminada, ni siquiera tiene nombre. Mientras trataba de encontrar los tonos y la melodía, compartió algunas reflexiones.
“Caminando por acá vimos el humo en las islas. En Córdoba estamos también siempre alertas”, expresó el cordobés antes de cantar Alicucu, canción que habla de una pequeña lechuza que habita Traslasierra y sumó su pedido de concientizar sobre la conservación de la Pachamama.
Con la cueca cuyana Pisando nubes y la chacarera Los chuncanitos del río regresaron los bailarines y coparon la sala. La zamba Monte es libertad y la Chacarera de la tía Rosa fueron las últimas canciones de un recital que quedará en la gran historia del encuentro.