Casiana Torres editó su nuevo disco dedicado a la música surera, Soy milonga – Romance de la llanura. Se trata del cuarto material la cantora fueguina, quién sigue defendiendo repertorios diversos del cancionero popular y las creaciones de poetas contemporáneos.


“El alma de la tierra es luz permanente, presente en la flor del cardo/en el aire que dialoga con los trebolares/en la soledad de los últimos ombúes/en el paisano que cruza silencioso la distancia como arreando/una tropilla de leyendas sobre ese mar de hierbas/que nosotros llamamos con el nombre más indiano/y más hermoso, pampa”. Así definían el gran maestro don Atahualpa Yupanqui y su guitarra a nuestra pampa. Y nosotros nos preguntamos: si la visión no tiene límites en la llanura, ¿hasta dónde somos capaces de ver? ¿Se puede ver el final de ese mar de hierbas?, de flor de cardos, de trebolares. ¿Podemos sentir el alma de esa tierra sola y extensa?

También nos preguntamos qué tan nueva es esta mirada pampa, a la cual ya el nicaragüense Rubén Darío a fines del 1800 le escribió mucha obra, más acá Ricardo Güiraldes, Vicente Barbieri, Ricardo Molinari, Carlos Mastronardi, José Pedroni y tantos otros. El poeta Hamlet Lima Quintana la apodó con un color: La pampa verde. Pero no es un lugar ni un color, sino un llano territorio infinito al que Alberto Merlo, o José Larralde, cantores de voces consistentes, le han cantado con rotundo contenido y firmeza.

Cabalgando ese sentimiento anduvo su vida entera don Omar Moreno Palacios, referente indiscutible de este estilo al que llamó «surero», y sentenciaba: “no se es cantor surero porque se cante una cifra o una milonga. Ser surero es un estilo de vida. Yo soy surero desde que me levanto hasta que me acuesto.

Frente a ese enorme plano donde se dibuja la extensión de pastizales y la soledad misma hallamos la renovación musical de la mano de artistas que vienen a revalorizar el sentir de la llanura, otra mirada y otra forma de nombrar a esta región. Ya sea con composiciones para guitarra como la obra de Juan Martín Scalerandi, o dentro del estilo de los payadores, o con el canto profundo. Tarea que también llevan a cabo mujeres valiosas, portadoras del legado por ejemplo de Suma Paz, tantas veces presente y aplaudida en los escenarios del país. Una de ellas es Lucía Ceresani, exponente de lo más tradicional del género, que transita esta huella desde el año 96. Y otra artista fundamental es Casiana Torres, que abordando este camino de reivindicación, estrena un disco completo con temática de la llanura bonaerense, tal vez con la intención de subsanar una ausencia, un bache bien visible generado en nuestra música. Se trata de su cuarto disco, intimista, grabado con cuerdas de guitarras y con su personal voz de contralto y tiene dos títulos: Soy milonga – Romance de la llanura.

El material abre con un esbozo zitarroseano en Soy milonga, donde pareciera estar sobrevolando el mismísimo don Alfredo, con letra de Héctor Esteban País y música de Martín Castro. Lo mismo sucede en Pero qué lindo al regreso, con don Omar Moreno Palacios, en un estilo que le pertenece. Más allá de estas “presencias” mágicas, junto a Casiana grabó Lucía Ceresani en La cuatrereada, una huella de Hamlet Lima Quintana y Eduardo «Negrín» Andrade.

La Huella de los años es tal vez el tema más pampeano de todos, de Yacomuzzi y Rubén Cruz; y Raíces, una tradicional ranchera que asoma como un dictamen para el que escucha, de Esteban Villada Bustamante. A esta pieza no es la primera vez que la graba, ya integró otro disco anterior, versión que quedó magnífica. Se filtró apenas la región de Cuyo en Romance de la llanura, y un arreglo bien oriental para Décimas por Milonga de Palorma. El detalle del disco es sin duda la poesía para Hoguera del poeta Jacobo Regen y el sublime arreglo de Martín Castro.

Pocas son las cantoras como Casiana Torres que a la hora de interpretar les quede tan bien el acento campero en la declamación, en las milongas. Hace suyas las palabras y la intención en cada letra: “Cuando cae la noche sobre los corrales, o monte adentro se ha escondido el sol, yo canto milonga para echarme coraje y al trotecito largo ahí, regresa el peón, en esas mañanas furiosas de viento, o cuando la escarcha fustiga la piel, monta el ovejero su pingo de siempre, le chifla a los perros y vuelve al quehacer…”

– ¿Para cantarle a la llanura hay que conocerla?

– Sí, pero fundamentalmente hay que amarla, hay que emocionarse frente a esa inmensidad y todos sus componentes; principalmente el hombre y la mujer de esos lugares. Respetar a esos que desde allí hacen su aporte. A veces uno ama con profundidad lugares, territorios que conoce o desconoce, pero no es esencial ser un experto. Es fundamental pararse frente a ella y sentir la tierra. Para mí eso es esencial en el canto y en la vida. Yo amo mi país por sobre todas las cosas, entonces no me cuesta. Soy de dónde quiero ser por herencia o por elección. Soy de todos los lugares donde me permito amar y en este disco soy milonga.

– ¿Cuánto tiempo y esfuerzo te llevó armar una obra conceptual?

– Este disco nació como un espectáculo junto a Martín Castro y Juan Martín Scalerandi, le pusimos Romance de la llanura por una milonga que Fredy Vidal y Horacio Peñalva hicieron para un surero y que Fredy me mandó para que yo la cante. Me enamoré del tema y ese fue el disparador, hicimos el concierto y luego decidimos grabar el disco. Grabamos las guitarras en Mendoza y nos quedó trunco todo por la pandemia; el año pasado decidí terminarlo y poner las voces. Del espectáculo rescaté la mayoría de los temas, algunos quedaron en el camino pero fui delineando el concepto que llevó tiempo de maceración, de profundizar este romance.

Oficio de cantora: «Hay tanto aún a lo que ponerle la voz, es alucinante. Siempre que haya un sentimiento puro habrá una canción duradera». Fotos: Jeremias Vizcaino.

– ¿Cuánto de vos, mitad chaqueña, mitad fueguina y residente de Buenos Aires hay en Soy milonga – Romance de la llanura?

– Y, te diría que la llanura es un lugar en mi alma que representa casi todo lo que soy, como la estepa. Es un permanente romance que tengo con la llanura y la milonga, ya que creo que es el género musical que más me gusta cantar, ese tiempo largo, esa melodía larga que contiene todo: la poesía, la reflexión, la reiteración y la filosofía de vida de ese territorio, el aparente despojo, eso que va directo al corazón.

– La búsqueda y el repertorio son siempre tu sello distintivo, y en tu disco anterior, Al corazón de la tierra, se nota una gran apuesta a la diversidad. En este nuevo trabajo ¿sentiste que hubo que componer temas? ¿Hay menos autores para este género?

– No, yo no siento que haya menos para este género, cada vez hay más personas preocupadas por el cancionero, o son los de siempre que siguen apostando y agrandando ese mismo. En este disco seleccioné joyas y como siempre me pasa, descubro o me envían canciones los mismos creadores, pero hay tanto aún a lo que ponerle la voz, es alucinante. Siempre que haya un sentimiento puro habrá una canción duradera.

– ¿Pensaste en el ángel de don Omar Moreno Palacios quizás sobrevolando la obra?

– Sí, lo pienso, él fue muy importante en mi vida, cuando me escuchó por primera vez en la radio me llamó para felicitarme, desde ahí siempre estuvimos cerca, a Martín y a mí, él nos presentó en España y desde allí venimos caminando juntos con Martín. El escribió unas palabras para este disco, que alguna vez publicaré, estaba expectante, y muchas veces lo consulté, sabía perfectamente que podía contar con él, fue un amigo y por siempre estará en mi corazón.

 

 

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