El periodista Sergio Arboleya presentó No pienses que nos perdiste, libro que recupera historias y anécdotas detrás de Oración del remanso, el mítico tema de Fandermole. Se trata del primer volumen de la colección Historia Social de la Canción y lo edita Mil Campanas.


Las derivas de una canción son incontables e incontenibles. Y justamente eso es lo que las convierte en una especie de pequeño patrimonio de la humanidad. Muchas de ellas, una vez arrojadas al mundo, tienen “la capacidad de perder su firma”, como dice el periodista Sergio Arboleya en su nuevo libro, No pienses que nos perdiste (Editorial Mil Campanas). O, como dijo alguna vez Atahualpa Yupanqui –también citado en dicho texto-, se convierten en “una copla errante”, sin dueño, pertenecientes al colectivo.  Lo que sí sabemos de ellas es que ahí están, reverberando en los corazones y uniéndonos como sociedad con un gesto sutil. Encarnando la enorme tarea de cimentar nuestra identidad, salvándonos un poco de la fantasía del mérito individual para recordarnos, a través de sus resonancias, que también somos comunidad.

Ahora bien, ¿se pueden desandar esas resonancias? ¿Hay manera de rastrear al menos una partecita de ese viaje incontrolado que emprenden esas músicas una vez que se convierten en los himnos de una cultura? Tal vez algo de eso, el intento de recrear un mapa, una cartografía posible, sea lo que convida el nuevo libro de Arboleya. Un libro que reconstruye las historias detrás de Oración del remanso de Jorge Fandemole, un recorrido por las condiciones de circulación de esa letra y esa melodía que se transformaron –mucho más allá de la voluntad de su autor- en indiscutibles refugios de un sentir común.

El material se enmarca en la colección Historia Social de la Canción, de la editorial Mil Campanas, cuyo primer volumen es este y promete una serie de títulos que recorrerán canciones constitutivas de nuestra experiencia colectiva y los “usos” sociales de las mismas: “No son historias sobre cómo se compuso la canción -que puede estar contado al pasar- sino sobre su circulación social; entonces se trata en el fondo de historias que en general están arraigadas en una comunidad, o que expresan un tiempo histórico o político”, dice Mariano Suárez, periodista, escritor, abogado y responsable de la editorial, sobre la propuesta de la colección. Y adelanta que “hay autores terminando libros con canciones de Spinetta, Charly García, algunos tangos, etc.”

En No pienses que nos perdiste, Arboleya reflexiona: “La música popular puede dialogar con el paisaje, sea geográfico, sensorial, afectivo o la expresión de un testimonio social o político. Y la canción de Jorge Fandermole abraza varios de esos propósitos en un mismo gesto. Por eso está destinada a la trascendencia”. El libro cobija, entre muchas otras, la anécdota de un albañil que silbaba la canción sin saber que su autor estaba escuchando o la historia del Cristo Pescador que protege a los pobladores de la ahora llamada Comunidad del Remanso –barrio ubicado en el límite entre Rosario y Granadero Baigorria- y que inspiró el tema. Pequeños pespuntes cotidianos de esa trama gigantesca que es la cultura popular.

Sergio Arboleya es periodista, trabaja en FM La Tribu y fue editor de espectáculos en Agencia Télam. Este es su segundo libro, el primero fue La Trova Rosarina (Homo Sapiens, 1998). En esta entrevista cuenta sobre sus motivaciones para escribir este material, su relación con el cancionero rosarino y algunas reflexiones en torno al rol de la canción y del periodista cultural en estos tiempos.

– ¿Por qué elegiste Oración del Remanso?

– Ante la invitación de Mariano Suárez a ser parte de esta colección, primero sentí una gran alegría por el convite y más allá de que tenemos una gran relación por haber compartido la sección Espectáculos de la Agencia Télam y varias luchas gremiales/laborales, no dejó de halagarme el poder ser parte.

Después me pareció un hermoso regalo la posibilidad de elegir libremente una canción y escribir sobre ella, quizás porque también me trajo el recuerdo de algunos juegos de mis 16, 17, 18 años, cuando garabateaba escribir cuentos a partir del título de las canciones que me gustaban y sin que tuvieran que ver específicamente con la temática de cada pieza en sí.

Y por último, me pareció que Oración de Remanso reunía una suma de características que me permitían hablar de una obra preciosa, popular y trascendente pero, además, sobrevolar otras temáticas que me interesan y ocupan, como son las formas del extractivismo y el desplazamiento de comunidades. Y, por si todo eso fuera poco, tributar a Jorge Fandermole y su notable y necesario cancionero.

– ¿Cuál sentís es el lugar de un autor como Fandermole en el mapa de cancionistas de esta época?

– Creo que Fander es un compositor de una trascendencia descomunal que en su propia estela pone en cuestión la denominación de “música popular” ya que definitivamente no es un artista que convoca multitudes pero su obra deja huella, crea escuela y es tomado como modelo por la muchedumbre de pibas y pibes que estudian música en todo el país.

Me parece que ese reconocimiento, silencioso y por fuera de la máquina del mercado, los likes y las vistas, le otorga un lugar merecido por la estatura de su obra inspirada y verdadera. Creo que el peso de Fander en la música popular nuestra es similar al de Raúl Carnota, otro artista imprescindible y forjador de invenciones y repertorios.

– Contanos sobre tu relación con Rosario, escribiste además un libro sobre La trova, ¿qué te atrae del cancionero rosarino?

– Mi relación con la música de Rosario es un hermoso misterio que nace simplemente de cuánto me conmueve. Casi desde que empecé a conocerlos y escucharlos en los tempranos ’80 me llamó la atención todo (la voz de Juan Baglietto, las melodías, las historias allí narradas, el vendaval Fito y luego todo lo demás) sin tener hasta entonces ligazón alguna con la ciudad ni con sus artistas. Como joven oyente no es que buscaba artistas de Rosario para que me gustaran sus canciones sino que éstas aparecían y me impactaban.

Más tarde empecé a trabajar de periodista y a relacionarme con la música y aunque arranqué en revistas de rock, aún los ecos de la llamada Trova pertenecían al universo del denominado “rock nacional” y yo me seguí vinculando con esas obras.

En ese camino también por entonces me inicié como colaborador en Télam y a partir de alguna entrevista pegué buena onda con Adrián  Abonizio (a quien admiraba y admiro como letrista) que por entonces vivía en Buenos Aires y ese vínculo me acercó además con el recordado Lalo de los Santos y fue tejiendo una trama más cercana con esa rosarinidad musical. Viajé varias veces a Rosario y a otras ciudades del país para cubrir conciertos de algunos de ellos y también de Baglietto y se fue armando más profundamente la cosa.

Fue por impulso y aliento de Abonizio -quien publicaba libros de cuentos en Homo Sapiens- que me largué a la aventura de escribir mi primer libro (La Trova Rosarina, 1998) y pude publicar en esa editorial de la ciudad de Rosario, un material que quiero mucho y que hoy escribiría muuuy distinto aunque me enorgullece haber dejado un mojón (incompleto, parcial, mejorable) de esa experiencia artística que entonces estaba prácticamente olvidada y ninguneada. Más allá del resultado final del libro y de sus alcances objetivos, seguí interesado por esa usina creadora, entrevisté y cubrí las actividades de muchos de ellos y también de nuevas figuras y siempre encontré gestos y resonancias que me siguieron atravesando.

A ese lazo debo sumarle varios viajes y coberturas al Encuentro Nacional de Músicos, un espacio bellísimo que me permitió conocer a grandes personas y grandes artistas sosteniendo y promoviendo un espacio independiente artístico y formativo al que pude mostrar a partir de la vidriera que era Télam.

Sergio Arboleya. Fotos: Víctor Carreira

Si tuviera que responder más técnicamente acerca de la “música rosarina” diría que no hay un patrón identitario único, pero sí algunas señas que resuenan mágicamente en mi sensibilidad y que tienen que ver con cuestiones de la melancolía, de cierto inconformismo filosófico ante el rumbo de las cosas, con ese rumor orillero que aparece, con ese borde filoso entre la ciudad y el pueblo, con ritmos que recogen tradiciones del folclore, el tango y el rock para entregar otra síntesis, con compositores y compositoras originales y valientes, con impresionantes intérpretes e instrumentistas.

Es una usina que no se detiene y desde distintas vertientes ha seguido trayendo novedades excepcionales que citando desprolijamente y sin rigor van desde Gonzalo Aloras al Dúo La Perilla y del grupo tanguero La Máquina Invisible a Ambulantes (y sus excepcionales integrantes: José Santucho y Julián Venegas).

– ¿Creés que hay un rol emergente en los “usos” de la canción en el contexto actual?

– Siento que la canción siempre encarna una manera de resistencia aunque no sé si, en general, el concepto de resistencia me gusta mucho. En el contexto actual donde a nivel de la música masiva se han perdido las palabras, las ideas, las melodías y el gusto por apreciar y disfrutar del talento interpretativo, la canción funciona como refugio, como un fueguito que nos junta y que nos recuerda de dónde venimos y quiénes somos. Ojalá también nos ayude a pensar y a imaginar hacia dónde podemos ir.

– A lo largo del libro aparecen muchos pasajes donde Fander cuenta sobre sus procesos creativos, la cocina de la canción, ¿democratizar los procesos creativos es una manera también de hacer periodismo, de difundir información necesaria para una sociedad más justa y sensible?

– No había pensado en que buscar esas aristas “ocultas” de la creación pueden ayudar a generar una sociedad más justa y sensible, pero ante la provocación propuesta ahora pienso que ese interés a lo mejor procura desnudar formas de la creación para inspirar búsquedas posibles, disparadores y también el valor de la invención que siempre es un pilar para cualquier construcción individual o colectiva.

Luego, sí, la verdad es que me atrae consultar acerca de las motivaciones artísticas que moldean una obra. Me parece que esos pliegues ocultos ayudan a comprender mejor qué es lo que un o una artista pretende armar y nos saca de la lógica del resultado final ligado a la cantidad de ventas, vistas o entradas vendidas.

No sé si en los tiempos que corren hay espacio para contar acerca de esos procedimientos y adónde se llega o llegó con esa propuesta, pero está bueno intentarlo y conectar con las personas interesadas en vibrar con estas cuestiones de cierta sensibilidad.

– Autores como Fander ofician de juglares de su tiempo, documentan, cuentan una época. ¿El periodista cultural tiene también un motor similar?

-En general no me gusta hablar en nombre de los demás porque descreo de la idea de la representación, pero en este momento donde el oficio sobrevive a duras penas y está en vías de extinción es todavía más difícil trazar un diagnóstico abarcativo.

Si refiero al modo en que encaro esta parte de mi trabajo periodístico, debo necesariamente dar cuenta de lo que para mí (y para muchos y muchas colegas) significó tomar nota de lo que era y/o debía ser Télam como agencia nacional, federal y plural. Desde ese lugar y muchas veces a contrapelo de las gestiones de turno (aunque se tratara de administraciones de autodefinida concepción “nacional y popular”) varios y varias asumimos la pelea por defender ese rol y, en él, la cultura popular y sus hacedores siempre tuvieron un espacio y un enorme respeto.

Obviamente el testimonio de época encontró limitaciones políticas y espaciales en el contexto de una agencia de noticias estatal, pero esa otra parte del oficio la desarrollo desde la comunicación autogestiva. Durante 10 años en una revista que se llamó Devenir-colectivo de papel y desde 2017 en un grupo radial con el que los martes a las 21 hacemos “Después de la Deriva” a través de FM La Tribu y que se desparrama por otras emisoras independientes de buena parte del país y también de España.

Desde ese espacio de radio y junto a asambleas socio-ambientales armamos un proyecto llamado Puentes de Agua con el que viajamos a lugares amenazados por el extractivismo y en octubre de 2022 anduvimos por Andalgalá (Catamarca) y allí tuvimos el honor de que Jorge Fandermole y Carlos “Negro” Aguirre tocaran gratis en la plaza del pueblo como corolario de una de las caminatas de los sábados contra la megaminería, una actividad que lleva 14 años de lucha.

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Presentación

No pienses que nos perdiste se presenta en Rosario el viernes 18 de octubre a las 19hs., en la librería Homo Sapiens (Sarmiento 829). El evento contará con la presencia de Jorge Fandermole y la actuación de Cecilia Abecasis – Marcelo Petetta Dúo.

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