En una nueva entrega de la serie «Cantoras de ahora», un recorrido por la vida de una artista, mujer y madre que supo correrse de los lugares seguros y apostar por lo colectivo, tanto en su proyecto Duratierra como en la deconstrucción que comenzó hace unos años.
Por Andrés Fundunklian | doblecentral@gmail.com
Ph portada: Mauro Bruno Kunath
Es fines de noviembre pero dentro de ese mítico reducto del ex Abasto cordobés por el que pasaron leyendas de la música como Lee Perry, Manu Chao o los Buzzcocks hasta parece que corre una brisa fresca. Son las canciones de Duratierra y la intensa voz de Micaela Vita las que generan un clima perfecto y una conexión con el público que, tal como los integrantes reconocerán horas después, nunca antes habían experimentado.
La tribu cordobesa, esa que asiste a las peñas trashumantes encabezadas por Raly Barrionuevo, que se fascina con la poesía de José Luis Aguirre y también le hace el aguante a sus artistas queridos en los festivales de verano, está muy presente y hasta ensaya una impensada coreo para uno de los temas más lentos y profundos de la velada. En la postal final están los mencionados, más otros artistas de esa cofradía como Mery Murúa, Ramiro González, Caro Merlo, los Toch. Después de tantos años experimentando y tres discos publicados, Duratierra finalmente logró su cometido y está donde quiere estar.
Esa imagen imborrable para músicos y público marca un momento clave hace casi dos años tras la salida de Cría, el disco de fractura para la banda. Sí, ese que comienza con la voz de Vita sobre una base hipnótica evocando a “los cantores que ponen el pecho” en Saravá, un tema que no estaba contemplado en un principio, pero se terminó convirtiendo en un himno para toda esa mencionada tribu y mucho más. “Lo que pasó con el disco nos tomó absolutamente por sorpresa. Todo el tiempo pensamos que estábamos haciendo un disco ecléctico por demás, que no le iba a gustar a nadie. Yo pude disfrutarlo recién una vez que ya estuvo terminado, en una ruta uruguaya rumbo a unas vacaciones familiares. Me acuerdo que le dimos ‘play’ en el auto y tuve por primera vez la sensación de que lo que habíamos logrado plasmar artísticamente estaba bueno”, resume Micaela en una anécdota a flor de piel.
Lo más llamativo y simbólico es la historia de Saravá, compuesta por Juan Saraco, el guitarrista y con quien Micaela forjó una dupla creativa como nunca antes en su vida artística. “Veníamos ensayando intensamente los temas para la grabación pero sentíamos que al disco le faltaba ‘algo’. Un día Juan me dijo que creía tener esa canción que nos lo completaría. Me contó que la idea le vino mientras escribía en el escritorio de casa y se vio de repente rodeado por un libro de Chico Buarque, ‘El payador perseguido’ de Atahualpa Yupanqui, el libro-disco «Cantora» de la Negra Sosa (que me había regalado para mi cumpleaños) y de repente sintió la necesidad de agradecerle a todxs aquellxs artistas que abrieron un camino que nosotrxs hoy transitamos y sentimos propio. Todo eso se cristalizó en la expresión que le da título, como una mezcla de ‘gracias y acá estamos para seguir andando esa huella’. Cuando lo escuché enseguida me di cuenta de que había logrado sintetizar en esa letra varios años de transitar preguntas y reflexiones, de enfrentar algunos cuestionamientos (internos y externos) acerca de la música que estábamos haciendo con Duratierra”.
Es que no todo fue tan claro en el camino de esta banda y de esta cantora que ahora parecen gozar de una madurez que tiempo atrás, era sólo un anhelo. La música y la vida de Micaela se cruzaron casi por casualidad, aunque de muy chica ella estaba decidida de que quería ser cantante. “Recuerdo a mis 10 años que ya le dije a mi vieja que yo quería cantar y entré al coro de música popular de la escuela donde me pusieron como solista. Tuve la suerte de que mi familia, a su manera, me acompaño siempre y el privilegio también de poder formarme, estudiar música y canto”, analiza.
De María Elena Walsh a los Redondos y de Silvio Rodriguez a Tracy Chapman. Esas fueron un poco las primeras influencias de Vita. “Una mezcla rarísima”, según define, aunque también una ventaja de alguna manera. “Gracias a eso fui transitando los primeros caminos con mi voz desprejuiciadamente, todo era música y me daba placer cantarla. De hecho, lo primero que canté en público y con muchísima emoción al punto del llanto fue ‘Aprender a volar’, de Patricia Sosa, seguida por ‘The long and winding road’ de los Beatles. Alta licuadora”, rememora con gracia.
Luego llegó la formación en teatro musical y las incursiones en el jazz, los primeros trabajos cantando en restaurantes y en “fiestas de gente de guita”. Hasta lideró una banda de covers de pop-rock que le permitió hacer sus primeros pasos y sus primeros mangos. Sin embargo, había algo en el caudal su voz que transmitía otra cosa y el encuentro con la música latinoamericana fue lo que la transformó de raíz.
Un mundo de sensaciones (encontradas)
Con menos de 20 años grabó su primero disco oficial, en dúo con Willy González, un verdadero referente para lo que entonces se llamaba coloquialmente “folklore fusión”. Este bajista nacido en Pergamino había formado parte de un disco bisagra en la vida de Raúl Carnota (Reciclón) y cambió la forma de tocar ese instrumento en la música popular. El recuerdo de esos comienzos no es del todo grato para Micaela. “Fue una alegría enorme cantar con mi maestro y una responsabilidad atroz, ni que hablar de la cantidad de cosas machirulas que se dijeron de mí en esos años. Pasé en muy poco tiempo de cantar en un restorán a estar en teatros, grabar discos y hacer giras internacionales. No entendía nada, no me sentía cómoda en ese lugar. Me acuerdo como me temblaban las patas en los primeros conciertos y adentro mío las mil voces que me decían que yo no estaba lista para eso, que yo no sabía nada del folklore…”
Ares y mares (2005), tal el título de aquel primer álbum del dúo, fue muy elogiado por aquellos años: era la primera vez que un bajo y una voz tan joven e impactante interpretaban de esa forma desprejuiciada una zamba como Balderrama, un gato como Bailarín de los montes o clásicos del repertorio sudamericano como Recuerdos de Ypacaraí y Fina estampa, entre otros.
Paralelamente, la cantante ponía los pies sobre la tierra y se codeaba con experimentadores de su edad en la Escuela de Música Contemporánea de Buenos Aires. “Por suerte en esos años nació Duratierra y pude transitar un camino de pares, sintiendo otro tipo de libertades para explorar, para unir todas mis partes. Ese goce del cuerpo y del alma fue lo que me ayudó a construir una nueva forma de cantar”, define. El estar en grupo la atravesó completamente, por lo que la búsqueda terminó siendo colectiva. «Nunca me atrajo la idea de la ‘solista’. Tuve varias propuestas bizarras, ‘productores’ que querían armarme proyectos comerciales y toda esa basura», detalla.
Fusionados
Aunque hubo un segundo disco junto a Willy González (Duplo, 2010) en el que profundizaron esa búsqueda de darle un nuevo sonido a bellísimos clásicos como Zamba de usted, Chacarera de las piedras, Vidala de la copla o El cosechero, la suerte ya estaba echada. Vita quería desplegar sus alas y emprender el viaje junto a sus compañeros: el mencionado Saraco, quien terminaría siendo su compañero de la vida y padre de su hijo Astor, el bajista Tomás Pagano y el percusionista Nicolás Arroyo. Ese mismo año se conoció el debut discográfico de Duratierra, titulado Floralia, una verdadera oda a la fusión.
“El concepto llegó después de experimentar bastante, fueron apareciendo algunas ideas un poco más locas. Por ejemplo, tomamos una chacarera de los Hermanos Núñez (Agüita demorada) y cambiamos el bombo legüero por el udu, un instrumento de percusión africano”, contaba Vita con entusiasmo antes de su primera visita a Córdoba. Un fuerte componente afroperuano y andino con un vuelo más jazzero, sumado a la irresistible voz de Vita redondeaban un combo muy interesante para la escena de una década atrás.
Ese mote de “reversionadores” como ellos mismos se definían en un momento les empezó a quedar chico. “Comenzó a vibrar en la banda la necesidad de las canciones propias, decir algo desde nosotros”, reconoce Micaela. Así llegó Enobra (2013), un álbum con pasajes muy altos como Mis partituras o Zamba derramada y fuertes manifiestos como Sábado de sol y Sin patrón, un festejo que tuvo una versión que incluyó un recitado de Zitarrosa a cargo del actor Alejandro Awada. “Un disco que para nosotros fue como plantar la bandera de la composición propia enmarcada en la música latinoamericana. Y fue el puntapié que nos llevó después a Cría, donde sentimos que pudimos reflejar una realidad muy honesta del grupo”, define Micaela.
La era de la madurez
Durante muchos años, esta versatilidad musical que mencionábamos musical generó ruido en los integrantes de Duratierra. “Estábamos llenos de preguntas internas y externas acerca de qué música hacíamos, si era folklore, si no lo era, dándole vueltas a eso como calesitas. Con el tiempo básicamente lo que sucedió es que nos lo dejamos de preguntar y empezamos a aceptarnos. Dejamos de pelearnos con nosotros mismos y empezamos a entender nuestra diversidad como algo muy valioso. Y al aflojar esas tuercas todo se volvió más sincero y placentero”, narra la artista sobre el proceso de transformación que desembocó en el citado Cría y Saravá (2017).
“Vienen las canciones nuevas, llenas de canciones viejas”, se escucha decir a Vita como una verdadera declaración de principios en ese tema que abre el álbum. Allí también está Marzo, junto a Nadia Larcher y Noelia Recalde, otras dos cantoras de ahora, La de un quizás con Raly, la potente Cuécala junto a su autor Fernando Basanta, el himno inmigrante Pascual y la cumbia Tres fronteras, por citar algunas. “Nos dimos cuenta de que esos mismos cuestionamientos evidentemente nos venían atravesando a muchas personas, que se sentían reflejadas por la letra del tema. Fue la primera vez que como banda comenzamos a tener la experiencia de que la gente cante nuestras canciones en los conciertos y es algo que nos sigue emocionando cada vez que sucede. Eso cambió todo, porque ya los conciertos pasaron a ser una celebración colectiva, el encuentro con otras personas que están vibrando en la misma frecuencia, que duelen las mismas cosas, que miran al mundo desde un lugar similar, que disfrutan de esas canciones y que le ponen vida a esas letras”, explica.
Deconstruyéndonos
Con este renovado camino musical que los llevó hasta debutar en el Festival de Cosquín 2018 (una luna mágica compartiendo escenario con gran parte de los artistas mencionados en esta nota), también llegaron los replanteos de Vita y el resto con respecto a las transformaciones sociales impulsadas por el feminismo que empezaron a tener gran protagonismo. “El feminismo primero y luego el transfeminismo, comenzó a atravesar mi vida hace algunos años, no como una postura sino como una decisión consciente del mundo que quiero habitar. Sufrí la misoginia y el machismo como casi todxs: tuve vínculos horribles con varones cis violentos, me discriminaron por ser mujer en la música, me miraron con cara de ‘seguro estás acá porque te cogiste a tal’, me acosaron, subestimaron mis ideas, tuve terror de andar por la calle… Cuando al ir creciendo pude darme cuenta de que todo eso no eran situaciones aisladas que me habían sucedido a mi o a mi pequeño entorno, comprendí el peso del patriarcado en la sociedad toda”, resume.
En estos tiempos, es habitual ver a Micaela comprometida activamente en campañas y espacios de militancia sobre estas temáticas. “Toda esa experiencia fue modificando (y lo sigue haciendo) mi forma de estar en este mundo, y consecuentemente mi forma de estar en el escenario, comprendiendo también todos los privilegios de los cuales gozo como mujer-cis-blanca-porteña-de-clase-media. Creo que el ‘clic’ fuerte en la sociedad se fue dando a partir del NI UNA MENOS y la lucha por la legalización del aborto como un enorme símbolo de nuestra lucha por la libertad de elegir sobre nuestros cuerpos y nuestras vidas. Logramos unirnos en las calles y nuestros pañuelos verdes nos han hecho reconocernos compañerxs y empoderarnos a nuestra manera”, acota.
Este cambio de paradigma fue metiéndose en la música en general y en Duratierra en particular. “Lo vivo como algo maravilloso, aún con todas las asperezas que conlleva como todo proceso identitario, porque estamos pudiendo vernos de otra manera, encontrarnos en asambleas a debatir, intercambiar experiencias, cuidarnos y cruzarnos artísticamente generando otro tipo de construcción. Dentro de la banda nos vamos marcando la cancha con amor. Estamos en constante diálogo porque también estamos siendo atravesades por esta deconstrucción. Nos queremos mucho y elegimos hace ya 15 años transitar este camino artístico juntxs, entonces toda esta revolución nos lleva a ir reflexionando grupalmente en todo lo que implica ser una banda ‘mixta’ hoy, en los roles de cada quien toma, en lo que sentimos, pensamos y en cómo accionamos”.
Dentro de este proceso, Micaela también transitó la maternidad con Astor, el hijo que tuvo junto a Juan Saraco. “Tengo la suerte de haber podido elegirla desde el más profundo deseo y con un compañerazo. Fue (es) algo que me sacudió los cimientos, que revolucionó todo y me hizo (y hace) sentir un amor sin precedentes, motor cotidiano para querer fuertemente que esta humanidad cambie y se siga transformando luminosamente”, define.
Además de compartir escenario junto a destacados artistas de enorme trayectoria, Vita se dio un gran gusto hace un par de años: fue invitada (y elogiada) por Susana Baca. “Fue sin dudas una de las experiencias que más me marcaron, humana y artísticamente. Ella siempre fue una gran maestra por su trabajo tan valioso y una gran influencia en Duratierra. La primera vez que abrimos un show de ella, se quedó bailando al costado del escenario. Al año siguiente me invitó a acompañarla en el Teatro Ópera y después la invitamos nosotros. Un lujazo”, recuerda..
En la trinchera
En mayo de este año se conoció el primer adelanto de lo nuevo de Duratierra. El nombre elegido para el disco (Trinchera) tiene mucho del presente de superviviencia en este contexto socio-político-económico que nos toca afrontar. La canción se titula Amigx, así con x, y es claramente una nueva declaración de principios y una arenga para sostener al compañero. El detalle no menor es que el tema fue realizado junto a Falta y Resto, la histórica murga uruguaya que de un tiempo a esta parte se ha convertido en una formación igualitaria entre hombres y mujeres.
La anécdota de cómo surgió es un buen reflejo de este presente: “Juan venía sintiendo que el tema pedía un coro murguero y yo había estado entrando en contacto con algunas de las mujeres que se sumaron a La Falta en este coro paritario que decidieron armar, porque fue una patada al carnaval y a mí me había emocionado mucho todo el espectáculo que habían armado, que se llamó Misa Murguera. Ahí nomás le escribí a Jhoanna Duarte, tremenda cantautora que es parte de la murga, y enseguida se entusiasmó y nos contactó con Leandro Castro Lazaroff (director y arreglador). Al toque fue como si nos conociéramos de toda la vida. Y cuando viajamos a Montevideo a grabarla fue la frutilla del postre, una experiencia realmente imborrable, de esas que te hacen ser mejor músicx por todo el aprendizaje que dejan”.
Micaela adelanta que se vienen otros tres temas nuevos en las próximas semanas y se muestra ansiosa como la primera vez. Aunque ahora, tiene una fuerte trinchera colectiva que la protege.
Mica sos una grosa! Los vi por primera vez en Cosquín e inmediatamente los «youtubie», me flashearon ! Éxitos a la banda.
Buenísima nota!!!
Los descubri por mi hija de 5 años en el canal paka paka mis partituras una canción que te toca el alma una voz de un ángel llegandome al corazón de nuestra familia mi nena la escucha y queda congelada al televisor cosas que te regala la vida ,gracias a dios existen seres como vos Micaela, así se llama mi hija te ama Lourdes Micaela Chavez Araujo …paz amor y prosperidad, y aguante DURA TIERRA TIENEN TRES NUEVOS FANS…..👍🎷👪🍷😷
Acabo de ver a Duratierra en San Nicolás y sin conocerlos quede fascinada con sus canciones.
Micaela es increíble, hace lo que quiere con su vos y con su cuerpo.
Una amiga me propuso escuchar a la canción « Marzo ». No conocia a Duratierra. La poesia de la letra y el encuentro de esas palabras habitadas con la música me hizo sentir una emoción fuerte, cerca de las lagrimas. Gracias por esos momentos magicos