En la columna Las raíces del canto seguimos buscando en la profundidad de la cultura popular, en las distintas manifestaciones del arte. Sabemos que no sólo de músicos se nutre lo telúrico, también hay otras ramas del arte que exhiben muy bien lo que acontece con la música popular, como el cine. Así es que entrevistamos al director, comunicador social y profesor de cine Marcel Czombos. Nacido en la Provincia de Chaco y radicado en Corrientes. Fue director del Departamento de Cine de la Subsecretaria de Cultura de la Provincia de Corrientes en 2005.

Entre sus obras cinematográficas podemos citar El campo de pie (1999) sobre las Ligas Agrarias en los setenta; A lo chamamé (2005) que retrata la Fiesta Nacional del Chamamé; El Chamamé y sus mujeres con Gicela Mendez Ribeiro (2005); la serie 4 guitarras, Isabel, la criolla (2018), y el documental sobre la Tragedia del Chamamé ocurrida en Bella Vista (Corrientes) 8.9.89. Forma parte de las productoras audiovisuales Koldra y Federal Distribución Internacional.

Lleva adelante desde hace 10 años el Festival Internacional de Cine Guácaras, en Santa Ana, Provincia de Corrientes, donde este año se seleccionaron 62 obras inéditas entre cortometrajes, animaciones, documentales y ficciones. El mismo es libre y gratuito, y exhibe películas de Brasil, Paraguay, Uruguay y Argentina. Este año con gran éxito y repercusión.

En exclusiva para De Coplas y Viajeros, dialogamos sobre parte de su extensa obra cinematográfica, abocada fundamentalmente a la música popular y en particular al chamamé, para saber por que decidió este camino entre el cine y lo popular.

«No oculto mi visión, no para panfletear, pero sí muestro mi posición ante las cosas». Fotos: Gentileza M. Czombos

– ¿Cómo te nace, desde el cine, intentar indagar sobre lo folclórico, el chamamé, las raíces? ¿Cómo se te inicia esa búsqueda de mostrar en el cine o documental lo que pasa en la música popular?

– Era un espacio invisibilizado en el cine, no tenía mucho estado del arte, primero cuándo busco un tema empezamos a investigar y descubro que no había demasiado. Cuándo me vengo de Buenos Aires a Corrientes, y paso a trabajar para Cultura de Corrientes como Director del Departamento de Cine, redescubro nuestra música y ahí me doy cuenta de que había muy poco hecho, o casi nada sobre nuestra música y lo poco era de gente de otros lugares, con una mirada muy científica y externa a nuestra cultura musical, faltaba esa visión local. Nosotros desde nuestro lugar de cineasta no habíamos hecho nada. Siempre hay una tensión entre la academia y la cultura popular. Siempre hay una resistencia intelectual a lo popular. Eso me parecía que no correspondía, y ante ese estado del arte me meto con el documental A lo chamamé en el 2004. Ahí conocí a muchos referentes del Chamamé. Intenté retratar algo que no estaba hecho y encima estaba mal visto, lo hice desde una mirada local.

– ¿Cómo nació la idea de hacer el documental de la Tragedia de Bella Vista titulado 8.9.89?

– En el año 2009 yo venía haciendo los micro documentales de 6 minutos en el programa de la TV Pública Estudio País con Juan Alberto Badía, mi área era la zona del nordeste, hice como 60 micros para el programa. Cuando se cumplían 20 años de la Tragedia de Bella Vista propuse hacer un micro sobre ese hecho, me lo aceptaron, ahí me puse a investigar medio rápido y me dije “esto merece ser más profundizado”; me di cuenta que necesitábamos contar más la historia, no hubo un peritaje, había contradicciones de la historia, datos falsos, salvo Tito que fue el único que escribió, a partir de eso nace este proyecto. En el año 2016 ganamos el concurso del INCAA y nos abocamos al desarrollo del documental.

– ¿Por qué crees que es una historia que sigue teniendo trascendencia?

– Fue una generación del chamamé que aún hoy es poco valorada, era la renovación, surgida de los 80 pos dictadura. Ahí estaba la revolución del chamamé. Es similar al Proceso del 76 que diezmó una generación acá sucedió lo mismo, Zitto Segovia era un adelantado a su época. Teresa Parodi también estaba convocada y no pudo ir por sus giras, cuando sucede la tragedia ella estaba en Catamarca. Era una compañía cultural, con los Hermanos Sheridan, bailarines, productores, buen sonido, el coreógrafo Dante Sena, etc., todo una generación muy potente.

– También investigas sobre la historia social, así realizaste Rastros de Walsh en el Nordeste

– En Santa Ana de los Guácaras (Corrientes) nacía un trencito que su creación fue fomentada por un empresario azucarero de apellido Nalda que lleva el proyecto al Estado a fin de sacar su producción.  Eso permitió que la gente pueda usar el tren. Conocíamos la crónica de Rodolfo Walsh sobre el leprosario con mi hermano, Walsh se enamoró de la región, lo hace cuando vuelve de Cuba, va al Iberá y volvió 4 veces más a la región. Descubrió un lugar oculto, con falencias sociales, cuenta el carnaval, el proceso de la Yerba mate con su denuncia de la explotación de lo tareferos, siempre aportando su impecable pluma y agudeza política. Ese trabajo fue de mucha investigación, buscar las revistas, los participantes.

«Siempre busco los rastros, lo que se ha dejado, para no olvidar, es algo que me parece muy importante». Fotos: Gentileza M. Czombos

– ¿Pones tu visión política en tu obra?

– Necesariamente pones tu mirada, siempre uno posee su mirada política, subjetiva. Uno elige preguntar ciertas cosas, eso es una postura política. No oculto mi visión, no para panfletear, pero sí muestro mi posición ante las cosas. Hablar de Rodolfo Walsh ya es todo un desafío por sí mismo, inclusive con la película de la Tragedia de Bella Vista se generaron resquemores, no existe la objetividad plena, no quiero hacer la historia sin ponerme en una vereda.

– ¿Cómo fue el proceso de hacer la película Isabel, la criolla, sobre la musicóloga Isabel Aretz y la música pre hispánica?

– En la película hay una reivindicación al pueblo mapuche. A mi interesaba contar lo que estaba alrededor de la cultura mapuche en la Patagonia. Isabel Aretz la tenía muy clara, era una visionaria. La idea nace por conocer a Mario Silva, que era productor de Gicela Méndez Ribeiro, mi compañera; él había trabajado con Isabel Aretz y tenía muchas grabaciones inéditas. En una reunión en su departamento me empieza a mostrar videos y grabaciones increíbles, y ahí digo «hay que hacer algo con todo esto». Me mostró su archivo y nació el proyecto.  Con ello me vinculo al pueblo mapuche, a lo musical y folclórico. Siempre busco los rastros, lo que se ha dejado, para no olvidar, es algo que me parece muy importante. Lo de Isabel Aretz es tremendo, una mujer en el año 40 siendo musicóloga, discriminada en la Academia de Folklore, la tenían de secretaria los otros investigadores. Ella hizo el primer mapa audiovisual de Chile y Argentina.

– ¿Cómo fue filmar la ceremonia sagrada del «Nguillatun» del pueblo mapuche?

– La llave de eso fue Mario Silva, que estuvo auto exiliado con las comunidades mapuches y él me permitió que me conozcan. Fue un trabajo de un año, que me reconozcan. Yo siempre tomo con respeto las cuestiones sagradas de los pueblos originarios, filmo desde un lugar ético. La cámara tiene que tener un lugar de respeto a lo sagrado, un límite ético. Fue una generación de confianza con el pueblo mapuche. La apertura de ellos era tremenda, encima fue justo con lo de Santiago Maldonado cuando yo filmaba.

– La película aborda un rescate antropológico

– No. Yo no intento hacer ciencia en el cine ni me siento capacitado para dar una mirada antropológica, soy más estético, me corro del cine antropológico.  No tengo prurito en meter ficción, intento hacer que algo se vea y conmueva.

– Con tu compañera Gicela Mendez Ribeiro hiciste la serie documental Las mujeres en el Chamamé, ¿por que decís que fue todo un desafío?

– Siempre en el Chamamé había un patriarcado como si la mujer nunca hubiera estado en esa historia. Fue un documental independiente armado con la búsqueda de Gicela Mendez Ribeiro. Ella quería mostrar esa historia oculta de las mujeres en el chamamé, era una historia no contada en los libros ni en ningún lado. Hay todo un trabajo que hizo que se valorizara a Ramona Galarza y muchas más. El primer chamamé grabado fue un dúo de mujeres, cuando lo decíamos era impresionante la reacción del patriarcado chamamecero, no lo podían creer. Fue una gran labor de Gicela y se repensó la propia cultura desde el lado femenino. Fue un trabajo independiente, con pocos recursos, pero muy necesario y para nosotros transformador.

– ¿En qué proyecto nuevo estas trabajando actualmente?

– Estoy escribiendo para realizar la película Teresa en el otro país, es mi nuevo proyecto sobre Teresa Parodi, ella cuando me dijo que sí me dio confianza: «yo sé que con vos puedo hablar tranquila». Es un proyecto documental, no es una biografía, será una ficción guionada sobre ella.