El multiinstrumentista tucumano cuenta los procesos y secretos en torno a su disco Seis Rumbos, que lanzó ayer en plataformas, con seis versiones folklóricas sólo con su guitarra y su voz: “Yo busqué transmitir el sentimiento de cada obra”.
Manu Sija recobró los misterios de su guitarra sola entre los cerros de Tucumán. En los pueblos de Colalao del Valle y El Pichao grabó en 2024 su flamante disco Seis Rumbos. Incluye seis obras con su guitarra y su voz y el título es un guiño a unos versos clave de la zamba La llamadora: «Mensajera de cuanto atesora, la ruta sonora de mi alma serás. Sueño mío que va, como yo rodará, por esos seis rumbos que hay en mi guitarra».
Bajo el arduo sol, Manu Sija cantó frente al Río Santa María en Colalao del Valle: la grabación del disco Seis Rumbos comenzó con La llamadora, la zamba de Félix Dardo Palorma, y prosiguió con la chacarera doble Santiago chango moreno, de Pablo Raúl Trullenque y Cuti Carabajal. En la coproducción lo acompañó Federico Grellet y Gastón Bejas en las cámaras. ¿Cuántos secretos y senderos se abrieron para Manu Sija, el multiinstrumentista, productor y creador tucumano, con estos seis rumbos que trazó en su guitarra?
Ardía la jornada de viento en Colalao del Valle, y entonces los tres buscaron resguardo ocho kilómetros más arriba, en el pueblo de El Pichao. Y en una de sus plazas grabaron las cuatro canciones restantes del disco: Chirimayu (de Oscar «El Tanque» Díaz), la chacarera Del 55 (de los Hermanos Núñez) y las zambas Guitarra de medianoche (de Horacio Guarany) y Lloraré (del Cuchi Leguizamón, sobre una melodía anónima). “El desafío fue hacer estos temas en forma despojada y cantar solo con la guitarra”, cuenta Manu Sija.
Este es el sentido profundo de Seis Rumbos: “Algunos arreglos son bastante simples, pero otros son complejos de cantar y de tocar al mismo tiempo. Yo busqué cantarlos bien y transmitir el sentimiento de cada obra. Al estar haciendo una cosa con la guitarra y cantando otra, siempre se trata de lograr una conexión”, amplía.
Para plasmar Seis Rumbos sólo habían llevado una computadora, una placa de sonido, unas baterías, unos micrófonos y el instrumento. Cuenta Manu Sija: “Al disco lo mezcló Luis Bacqué, que es quien mezcla todo lo que yo hago. Por cómo está hecho, con muy poco a nivel técnico, el sonido es impresionante”. ¿Por qué decidió hacer un disco de guitarra sola, pudiéndolo haber vestido con numerosos instrumentos y una producción desafiante?
Responde Sija: “Yo siempre tengo la necesidad de que cada disco sea muy diferente al que lo precede. Al principio, yo no tenía pensado grabar un disco de guitarra sola. Sí venía haciendo arreglos de diversos temas: los venía macerando y tocando. En 2024 volví de una gira de tres meses por Europa y Estados Unidos, seguí trabajando en esos temas y un día me desperté y dije: ¿Por qué no los grabo yo solo?”
Entonces les escribió a Fede Grellet y a Gastón Bejas, en Tucumán, y trazaron el plan. Tiempo después hicieron aquellas tomas sonoras entre Colalao del Valle y El Pichao y también filmaron el registro. Finalmente, el single La llamadora salió el 10 de enero; el disco Seis Rumbos se editó el 24 de enero y expone a Manu Sija con su voz y sus arreglos en guitarra entre lo sintético, lo misterioso y lo innovador. Es un registro despojado, pero con una honda exploración en las seis cuerdas, entre los ritmos y las creativas versiones. “Todo está cantado y tocado al mismo tiempo. Recién cuando lo terminé y escuché decidí que Seis Rumbos iba a ser mi sexto disco”, confía.

Volver al primer amor: «Me di cuenta de que cuando empecé a ser solista todos los arreglos y mis versiones de canciones folklóricas nacían siempre con la guitarra». Fotos: Gastón Bejas
–¿Qué descubriste de vos mismo al haberlo grabado sólo con guitarra y voz?
–Me di cuenta de que cuando empecé a ser solista, hace diez años, todos los temas, los arreglos y mis versiones de canciones folklóricas nacían siempre con la guitarra. Hasta los arreglos de Luna tucumana, A Tucumán he vuelto, Agarrao y todo lo que grabé en el disco en trío con Guido Martínez y Juanjo Bravo: todo eso siempre nació de la guitarra. También mis versiones de La jardinera o de Casamiento de negros, ambas de Violeta Parra. Todo era el resultado de estar horas y horas con la guitarra, porque era cuando recién me había mudado a Buenos Aires: yo vivía en un monoambiente en Recoleta y lo único que podía tocar ahí era la guitarra. Ni siquiera el violín. Y así empezaron a nacer esos arreglos.
Y el tiempo unió sus lazos. En 2024, cuando Manu Sija regresó de la gira por Europa y Estados Unidos, se sentía cansado de haber armado todos sus equipos de looperas y “todo el aparaterío, todos los días, durante tres meses”. Entonces se puso simplemente a tocar la guitarra y empezaron a salir las versiones de las seis obras que terminaría llevando a Seis Rumbos. “Además -dice- me inspiró bastante compartir con Juan Falú y verlo tocar en un ciclo en Buenos Aires y renové mi entusiasmo por la guitarra sola”.
También buscó plantearse nuevos retos musicales. Como en su versión de la chacarera Del 55, cuyo arreglo fue el más complejo de los seis temas: “Del 55 tiene varios cambios de compás. A la introducción la modifiqué y la toco en 9/8. Después, durante la estrofa, con la guitarra estoy tocando un compás de 5/8 y estoy cantando en el compás de la chacarera, que es de 6/8. Más adelante tiene todo un contrapunto de semicorcheas. O sea, es complejo tocarlo y cantarlo a la vez”, dice.
Pero el misterio y la exploración de Manu Sija se despliegan en cada una de las seis versiones incluidas en Seis Rumbos. ¿Cuál es la historia detrás de cada obra? Aquí sus recuerdos de las seis piezas, en el orden del disco:
Chirimayu, de Oscar «El Tanque» Díaz: “Él es un compositor ya fallecido oriundo de Alpachiri, el pueblito del que habla la canción. Federico Grellet era muy amigo de «El Tanque» Díaz, y en su momento, antes de que muriera, me hizo escuchar esa obra. A mí me conmovió la historia que cuenta y también la poesía. Habla acerca del río Chirimayu, que significa «río frío», y que nace en el cerro, en el sur de Tucumán, en un lugar que se llama Cochuna, que es medio turístico. Ese río baja hasta el pueblo de Alpachiri, que quiere decir «pueblo frío». Y la canción habla de una inundación que se dio en el Año Nuevo, allá por 1995. Por eso la letra dice «Hoy en Alpachiri nadie tiene ganas de brindar». A mí me salió el arreglo y quedé muy contento. Entonces decidí grabarlo”.
Del 55, de Los Hermanos Núñez: “Este tema habla de toda una época de la bohemia tucumana. Cuando vos llegabas a querer tocar Del 55, es porque ya estabas en un nivel un poco más alto a nivel musical. Y el paso siguiente era explorar el resto de las obras de Los Núñez. Ellos tienen un montón de canciones hermosas, pero Del 55 es la puerta de entrada y la que se hizo más famosa, porque la grabó Mercedes Sosa. Aprender a tocarla era un desafío cuando yo era chico y empezaba. El arreglo que ahora le hice es la forma en la que sentía que la quería tocar. Incluso antes de grabar el tema, llegué a pasárselo a mis amigos bateristas, Franco Pinna y Pablo González, para ver si la querían tocar conmigo. Pero quedó esta versión sola. En un momento, Gerardo Núñez hizo un trío, Trealhilo, con Ariel Alberto y Café Valdéz. Los fui a ver, me compré un disco doble de Los Núñez y me puse a sacar unos temas rarísimos, como El Manco Arana, La Cruzadita o Tristeza: todas esas canciones hermosas que también grabó Mercedes. Pero creo que Del 55 es la que le da identidad a la forma de hacer chacareras en Tucumán, con esa cosa desafiante y guerrera”.
Guitarra de medianoche, de Horacio Guarany: “Si bien empecé a tocar folklore porque en mi casa había una guitarra y mi viejo me enseñó, el entusiasmo me entró, como a muchos chicos, cuando apareció Soledad Pastorutti: yo tenía entre ocho y nueve años y fue un boom. Como fanático, de entrada te gusta todo lo popular, pero cuando ya empezás a aprender un poco de música y a juntarte con otros músicos -que en general son más grandes- ya no queda tan cool lo popular: te vas más a lo de vanguardia. Yo debo haber tenido esa época más snob, de despreciar un poco la música más popular, más de festival. Ahí seguro cayó la música de Horacio Guarany. Pero cuando fui creciendo y volví a escucharlo, me di cuenta de que es buenísima su obra. Es muy folklórica, muy argentina y muy gauchesca. Y las letras que tiene son impresionantes: su forma de decir es muy poética. Y en este tema me gusta cómo habla de la guitarra desde el lado bohemio: al final el hombre queda solo con su guitarra. Eso me parece increíble”.
La llamadora, de Félix Dardo Palorma: “Esta zamba entró a mi vida porque la cantaba un grupo cuando yo era chico, en Simoca. Después la escuché por el Dúo Coplanacu. Para grabarla tuve que investigar bastante cuál era la letra que grabó el mendocino Félix Dardo Palorma, porque hay variaciones en algunas de las versiones, incluso en la del Dúo Coplanacu, que es muy diferente a la que yo tomo. Estoy más seguro que la más real es la que grabaron Orozco-Barrientos porque son mendocinos. Supongo que en Mendoza se canta como la cantó Palorma. Entonces, yo terminé haciendo un mix de las letras. En una estrofa de la segunda parte dice: «Me da gusto y a la vez me inquietan los recuerdos que viven en mí. Es por eso que al fin en canciones le di, mi alma de cantor, mi pasión de poeta». Además, entre Félix Dardo Palorma y Tucumán hay una conexión muy fuerte: él tiene varias canciones que hablan de Tucumán. Hay una que habla de Amaicha del Valle y también tiene La cumbreña, una zamba que habla de esas zonas. Cuando volví a escuchar La llamadora en la versión de Soledad con Raly Barrionuevo, de 2023, me trajo muchos recuerdos de mi niñez. Me parece una zamba hermosa”.
Lloraré, del Cuchi Leguizamón, sobre una melodía anónima: “En Galicia, la última vez que fui, un amigo me dijo: ‘Mostrame más zambas’. Y buscando ejemplos de Los Chalchaleros para pasarle, apareció Lloraré. Se la canté y a partir de ese momento salió naturalmente mi forma de tocarla, de rearmonizarla y de encontrarle la variación: de sentir las zambas como las canto ahora. Me gustó y la empecé a tocar en los conciertos después en la gira. Yo redefiní el arreglo, las introducciones y los interludios, y fui cambiando la cuestión armónica. Lloraré es una zamba simple, pero muy hermosa. Es de la misma familia de La nochera y de Cuando llegue el alba. Son estas zambas en tono mayor que tienen una cosa nostálgica, de amar mucho algo o de extrañarlo mucho. Si la tuviera que comparar con otro género, yo no sé si una balada romántica o de jazz te podría generar lo que te genera una zamba como ésta. Lloraré tiene una emocionalidad profunda”.
Santiago chango moreno, de Pablo Raúl Trullenque y Cuti Carabajal: “La elegí porque me encanta la música y la estuve tocando bastante. Es una chacarera que entró en mi repertorio hace rato: yo la interpretaba cuando tenía muchas ganas de tocar lo que fuera y de improvisar un poco. Me salió una cuestión armónica medio pop y me gustó cómo le quedaba. Armónicamente es hermosa: no hay tantas chacareras que tengan esta forma musical. Creo que es de la familia de Bajo la sombra de un árbol. Es de esas chacareras dobles que en un momento se ponen un poquito en tono menor, luego van al relativo menor, vuelven y resuelven. Me gustó mucho eso y le encontré el arreglo. Y cuando me puse a aprender la letra, me di cuenta de todo lo que dice. Y justo coincide con que mi novio de hace ya casi diez años es de familia santiagueña, así que también se la canto a él. Está todo conectado”.