El músico está presentando su primer trabajo solista -un Ep que lo encuentra más lejos que cerca del tango- a bordo de un trío que lleva su nombre. Pero nada acaba allí y su fuelle sigue gravitando alrededor de esa música. Porque, por ejemplo, está a full con la Fernández Fierro y con el quinteto de Agustín Guerrero. Por las dudas, avisa: “adonde me llaman, voy con mi bandoneón”.
El tango, por qué no, también puede ser un estado de pregunta. La posibilidad de que, en su conversación interna, tenga más preguntas que respuestas. Así las cosas Manuel Barrios, antes que casi todo, deja una afirmación flotando en el aire: “Te soy sincero, estoy súper lejos del tango”. Es, quizás, una exageración. Pero como toda exageración esconde algo de verdad.
Nacido en Claypole, tuvo su paso por el Conservatorio Julián Aguirre, en Banfield. Él cuenta: “En casa se escuchó siempre mucha música, de todo. Mi viejo es un melómano tremendo pero lo que menos escuchaba era, justamente, tango. De hecho, siempre que me preguntan yo digo que no me sé ningún tango clásico. No se tocar ninguno, tal vez Libertango. Pero estoy bastante lejos de la escucha del tango y de la historia del tango”.
– Entonces, ¿cómo aparece el bandoneón, instrumento íntimamente ligado al género?
– Siempre me llamó la atención. Y cuando era chico, a los catorce aproximadamente, mis viejos me llevaron a la calle Defensa (San Telmo) y escuché a la Fierro. Eran pibes, recién arrancaban. Me dije: «mirá, se puede tocar el bandoneón de otra manera». Yo tengo treinta y seis pero cuando éramos pibes el bandoneón era un instrumento de viejo. ¡Y el tango también era considerado una música de viejos! Y luego de ver eso, quise empezar con el instrumento. Yo ya tocaba, ya estudiaba guitarra. Pasaron algunos años hasta que pude tener un bandoneón. Cuando lo conseguí, arrancó la cosa. Entre esos años estaban las ganas pero era muy caro.
Arrancó la cosa, dice Manuel. Y agrega: “Creo que el bandoneón es más un canal. Un canal que me permitió hacer este tipo de música, que no es necesariamente tango”
– ¿Vos estabas pensando en el tango, cuando empezaste a tocarlo?
– Me gustaba el instrumento, más allá del tango. Quizás lo tenía más relacionado al folclore, ya que en casa se escuchaba mucho folclore. Pero no necesaria o directamente con el tango. De hecho me acuerdo que lo primero que empecé a sacar cuando tuve el instrumento fue la melodía de Starway to heaven (Led Zeppellin). Fue de las primeras cosas que me puse a sacar con el fuelle.
*
Entonces: un punto de partida posible, no de llegada. Un punto. El tango. Mejor dicho: la música que roza, entre otras cosas, esa frontera.
*
Así las cosas, a mano está la foja de servicios de Manuel que, hay que decirlo, tiene varias paradas tangueras. Y otras que lo exceden. Entre otras cosas, los nueve años de existencia de la Orquesta Típica Agustín Guerrero lo tuvieron a como bandoneonista. Primero fue público fiel de uno de los primeros proyectos de Agustín –Cerda Negra- para luego tocar a la par. Y ahí sigue, porque hoy día forma parte del Quinteto Agustín Guerrero. Dice: “En el tango se escriben muchas cosas que tenés que saber los yeites para leerlas y tocarlas. Si lo lees tal cual está no va a sonar. En cambio, en la música de Agustín, él escribe todo como lo tenés que tocar. Hasta piensa cuando tenés un silencio para dar vuelta la hoja. Piensa hasta esos detalles. Ves una partitura suya y decís: esto es un quilombo. Pero es mucho más fácil de tocar y de leer que un montón de otras cosas que no sabés cómo interpretarlas. Está todo pensado. Todo suena tal cual. Le tengo mucho cariño a Agustín”.
Además, durante mucho tiempo acompañó a Guillermo Beresñak y también a Leo García. Siempre con el bandoneón encima. También formó parte de Los Careters. Él cuenta: “Una banda de zona sur, grabamos cinco discos. Ahí toqué de todo. Y fue la primera banda donde empecé a meterle efectos al bandoneón. De hecho, hay un disco de 2010 que ya tiene un bandoneón con un wah. Y el último disco ya directamente es todo bandoneón”.
– ¿Durante todo ese trayecto fue madurando tu proyecto solista?
– En realidad es un proyecto que lo pensé hace muchos años y se terminó de dar en pandemia. Con Los Careters dejamos de tocar y me habían quedado algunos temas dando vueltas. Nos empezamos a reunir con Guido, el baterista. Y luego se sumó Rocío, en teclados. Y se fue armando. Nos juntábamos a cocinar y a ensayar, acá en casa. De hecho el primer día que nos encontramos fue el 25 de mayo de 2021: ensayamos a la mañana y después nos fuimos a comer locro y empanadas.
– ¿Siempre estuvo en claro la impronta de sonido del trío?
– Siempre estuvo esa impronta. Desde el principio quería que haya una batería bien rockera, que no haya bajo, que el teclado los haga. Eso estaba ya pensado. Es un sonido que fue decantando del último disco de Los Careters. Escucho el disco del trío y pienso que es como un desprendimiento o una continuación inconsciente de aquel último disco de Los Careters.
Entonces, el disco del trío (conformado por Guido Gómez en batería y Rocío Sánchez en bajo): Manu. Cinco piezas instrumentales, graves, densas. Que pueden pensarse desde el tango progresivo, el tango más corrido de su propio quicio. Algo extremo, casi. Por momentos, el bandoneón, la música del trío mide en escala Ritcher. Pero, frente a todo, Manu insiste en algo: “Le sacaría la palabra tango. Hay un solo tema que sí es un tango pero el resto del disco es rock. Le quitaría también el progresivo. Es algo más cuadrado que otra cosa. De hecho lo temas tienen su parte A, parte B, estribillo, aunque no sean cantados. No lo veo como tango progresivo”. Para muestra quizás baste no un botón, sino los primeros treinta segundos de Atocha, canción que abre su debut solista, el Ep llamado simple y lacónicamente “Manu”. O Puerto pollo, que puede entenderse como una suerte de dub. O Sicario que es, precisamente, la canción con más corazón tanguero de todo el Ep. Lo ya dicho: el tango como punto de partida. Un trío que, a su modo y con Barrios a la cabeza, encontró algunas formas novedosas. Un bandoneón frenético y cierto aire eléctrico a su alrededor. Algo de todo ello, además, se traduce en la tapa del disco. Un primerísimo primer plano. Una mano deforme, rara toca el bandoneón. Él amplía: “El diseño lo hizo Max Rompo con Fran Pontempie. El disco se iba a llamar de otra manera y a él se le ocurrió poner una mano. Nosotros tenemos un amigo en común y le dijimos si quería poner su mano para la tapa del disco. El de la mano es un amigo de la familia de toda la vida. Es casi un tío para mí.
– De algún modo pone en imagen esa idea, ese concepto que comentaste más de una vez, el de “sacar el bandoneón” de determinado lugar y llevarlo a otro
– Por ahí, el concepto es el de un bandoneón más crudo, más deforme. Salir de su lugar, de su normalidad. Algo que estás acostumbrado a ver lo vas a ver de otra totalmente distinta. Pero no es el bandoneón sólo. Es todo lo que va alrededor.
Un poco afuera pero siempre adentro del tango. ¿Cómo que no? Ocurre que hace ocho años que forma parte de la Fernández Fierro. Sí, ese recorrido: de deslumbrarse escuchándolos en el corazón de San Telmo, cuando ellos ni siquiera se imaginaban que iban a ser la locomotora del tango contemporáneo; a estar adentro. De hecho, en plena reconfiguración del ensamble, él quedó como único fuelle. Hoy día la formación es un septeto: piano, contrabajo, tres violines, viola y un bandoneón. “La Fierro siempre me pareció que era lo más rockero que había escuchado en el tango. Siempre me gustaron los discos anteriores a que yo ingresara. ¡Me los sé de memoria! Me parece que encararon el tango de una manera menos solemne de lo que se suele hacer. Porque hay toda una solemnidad alrededor del tango, ¿no? Incluso creo que hay bandas que se muestran como algo más disruptivo y siguen siendo muy solemnes. Me parece que la Fierro rompió un poco con esa solemnidad”. Y agrega: “El sonido de la Fierro cambió mucho. Yo uso lo mismo que en el trío: el bandoneón con efectos, distorsiones, amplificadores. Se va hacia un sonido más rockero. Tiene una esencia el sonido de la Orquesta. La estética es la misma, eso no se pierde. A los directores de la Fierro los escuché decir varias veces que la Orquesta pueden ser tres personas o cuatro o más, pero la idea y la estética no se va a cambiar. Hay una estética sonora muy marcada”.
Y dice, también: “los bandoneonistas somos así: nos llaman y vamos”. Lo que se dice: con la música a todas partes.
– Entonces, ¿vos sos bandoneonista o tanguero?
– Yo soy bandoneonista.