El músico y compositor uruguayo vuelve a tocar en Rosario después de cuatro años. En la previa al recital habló en exclusiva con De Coplas y Viajeros sobre su nuevo material discográfico, las marcas de su estilo inconfundible y los procesos creativos que dan origen a sus canciones.
Fernando Cabrera es autor de un puñado de canciones que se han convertido en clásicos del repertorio popular. Versionados por colegas de los más diversos estilos, desde Liliana Herrero y Jorge Drexler hasta Sandra Mihanovich y El cuarteto de nos, sus temas conectan de un modo emotivo con el público. El tiempo está después, Te abracé en la noche, Por ejemplo, La casa de al lado, Viveza o Puerta de los dos son canciones que no pasan, quedan flotando en el aire.
En los recitales, Cabrera, logra reponer esa atmósfera, incluso en versiones más despojadas de los temas. Se vale de toques sutiles de guitarra, canta a capella, frasea lo que el momento le sugiere y hasta se anima al silencio. Afortunadamente, luego de cuatro años, el artista llega nuevamente a la ciudad de Rosario para presentarse mañana a las 20 en el Teatro Municipal La Comedia (Mitre y cortada Ricardone). Antes del show compartimos una charla telefónica con este enamorado confeso de la lengua donde reflexiona sobre su obra y el arte de hacer canciones.
– Volvés a tocar en Rosario después de cuatro años, ¿con qué se va a encontrar el público que vaya a escucharte?
– Con unas cuantas novedades. Voy a hacer varias canciones de mi último disco, que se llama Simple, y fue editado hace poquito en Argentina por el sello Acqua Records. Y después obviamente voy a hacer varias canciones mías de todas las épocas. Me va a acompañar Diego Cotelo, un músico joven que toca varios instrumentos y canta.
– Simple fue editado a fines de 2020, ¿cómo fue el trabajo creativo detrás de este disco? ¿En qué se pareció y en qué se diferenció a tus producciones anteriores?
– No se parece mucho a los discos míos anteriores porque es la primera vez en mi vida que grabo solo, sin banda. Hay algunos arreglos pero los hago yo mismo, grabando en otras pistas guitarras, piano, armonio, percusión, bajo y coros. O sea que fui la única persona que entró y salió del estudio todos esos meses. Hacía tiempo que mucha gente me planteaba por qué no grababa un disco solo, guitarra y voz. Y tenía ganas. Estaba un poco cansado de toda la dinámica de combinar con cinco músicos más los ensayos, horarios, días. Después de tantos años de esa dinámica grupal, casi cuarenta, me quise dar el gusto de no tener que combinar nada con nadie. Me llevó como un año y medio porque lo fui haciendo muy lento. Esa es otra característica distinta. Generalmente te dan una cantidad de días de estudio y vos grabás todo junto, en un período muy compacto, de mucho esfuerzo, de mucha concentración. En cambio yo iba a grabar un tarde y de repente dejaba pasar un mes o dos para la siguiente sesión. Pensaba bien lo que había hecho, iba de vuelta y después dejaba pasar otros dos meses. Y así lo fui grabando muy tranquilo, muy cómodo. Me gustó mucho esta manera de trabajo.
– El disco se llama Simple y al escucharlo se percibe una búsqueda cada vez más despojada ¿Cuánto hay de buscado en ese minimalismo y cuánto de algo que fue decantando naturalmente?
– Las dos cosas. El disco se llama Simple pero es un poco engañoso porque creo que lo que quedó finalmente en algunos casos de simple no tiene nada. Es cierto que fui solo a grabar pero eso no quiere decir que el disco sea desnudo, que tenga pocos elementos. Algunos temas están cargados, tienen arreglos. Otros sí se parecen un poco más a como yo me presento en vivo en la actualidad, con una manera de tocar la guitarra y enfocar los temas mucho más despojada, utilizando pocas notas, jugando con lo que el público se imagina. A veces uno con una nota hace una sugerencia y la gente ya se imagina el acorde entero porque está en el aire. He ido buscando no ser redundante. Un poco en mí eso se está dando en vivo. Y en este disco lo trasladé también a algunos temas.
– ¿Cómo nacen tus canciones? ¿Cómo las vas trabajando?
– En general el motivo por el que empiezo a escribir es siempre una cuestión que tiene que ver con la emoción, con algo que me sacudió. Puede ser que me haya pasado a mí pero también puede ser fruto de la observación, de algo que me contaron, de ver una película, leer un libro, escuchar un diálogo. No siempre me surgen las ganas. Muy de vez en cuando, cuando algo me toca muy profundamente, tengo la natural tendencia de ir al papel y al lápiz y empezar a garabatear una primera frase. Rara vez hago la canción entera de un tirón, como me pasaba años atrás. Generalmente escribo dos o tres cosas y las dejo. Y después las sigo retomando muchos otros días o capaz durante meses. En general ando así, con ocho, diez canciones a la vez, todas sin terminar, y en cualquier momento que tengo libre les hecho un vistazo y veo si logro embocar de vuelta aquel estado primero de emoción que me llevó a escribir la primera frase. En todo ese proceso la música se va haciendo sola, de tantas veces que leo esos papeles y tengo en la mente esos versos de a poquito el propio verso me va tirando acentos, pausas, ciertas alturas, el ritmo y cuando te querés acordar la música está casi hecha. Entonces agarro la guitarra y ordeno un poco los acordes, las notas y ya está pronta. Algunas veces, las menos, es al revés: se me ocurre primero la música y tengo que letrificar la melodía, ponerle palabras a una cosa que está limitada, porque la melodía ya te da una cantidad de sílabas, determinada acentuación, y vos tenés que meter las palabras ahí adentro, encontrar las adecuadas, que tengan rima, que signifiquen algo. Los dos procesos son muy difíciles, yo tengo los dos. Nunca letra y música juntas, como a veces he leído en entrevistas que les pasa a algunos colegas, eso no puedo entenderlo.
– Las letras de tus temas suelen ser evocativas, sugerentes, ¿cómo las abordás para lograr esa sutiliza?
– El asunto es que la cosa no quede completamente explícita, que no sea absolutamente clara. Hay que dejar entrar al texto, no reprimir, que haya cosas un poco como de misterio, no del todo resueltas, porque eso facilita que luego la gente pueda hacer su interpretación como más le guste. Las personas hacen interpretaciones muy diferentes de una misma frase, de una misma estrofa. Es lindo eso porque quiere decir que la canción es funcional para mucha gente distinta. Y todos usan la canción para sí mismos. No todo el mundo puede expresar un sentimiento, una emoción. Yo lo que estoy haciendo es facilitarles una herramienta. Entonces la gente encuentra en una canción algo que no es capaz de decir y lo usa, se lo apropia.
– ¿Y creés que por eso tus canciones conectan de un modo tan emotivo con el público?
– Desde que empecé a hacer canciones, cuando tenía 12 o 13 años, encontré una manera de desnudarme, de ir a fondo con algunos sentimientos y por ahí eso no abunda. De repente lo que abunda es algo más, no quiero decir superficial, pero más aplicable a la danza o a la diversión, que también está perfecto que exista. Yo creo que mi trabajo va más el interior de las personas. Y el hecho de que yo sea descarnado y no tenga temor en mostrarme a mí mismo ha funcionado. Porque muchas canciones hablan de mí en definitiva, por más que estén un poco disfrazadas el que está poniendo las cosas ahí en el asador soy yo, basándome en felicidades o dolores, en satisfacciones o inseguridades mías. Y también eso cumple una tarea en mí mismo terapéutica y curativa. Cuando uno saca para afuera y analiza sus problemas es una forma de no esconderse.
– Como influencias musicales solés nombrar a The beatles, Piazzolla, João Gilberto, al folclore uruguayo. Y en relación a la lírica, ¿cuáles son tus referentes?
– Lo que he hecho siempre, desde adolescente, es leer. Y cuando te digo leer me refiero a todo, poesía, narrativa, ensayo, revistas de automovilismo, cualquier cosa. Al leer uno está en contacto permanente con la lengua, con el idioma, con el lenguaje. Pero no te podría decir alguna influencia que me haya marcado, más bien leer de todo. Y después el encariñamiento, yo tengo un gran amor por el idioma, por la lengua. Me preocupa cómo se habla, cómo se expresa la gente, estoy atento a eso, a la etimología de las palabras. Tengo una especie de enamoramiento con nuestra lengua. Y también he escuchado mucho y aprendido de los cantautores más poéticos: Atahualpa Yupanqui, Violeta Parra, Joan Manuel Serrat, Bob Dylan, Leonard Cohen, Vinicius de Moraes, Chico Buarque, Alfredo Zitarrosa, Daniel Viglietti, Rubén Lena, Víctor Lima, Osiris Rodríguez Castillo. Con ellos aprendés más incluso, porque hacen canción, combinan letra y música.
– Es muy original el tratamiento que tiene la voz en tu obra, los fraseos, ciertas inflexiones, los temas cantados a dos o más voces, ¿cómo surgen estos arreglos?
– Toda mi vida he recibido críticas de mi voz, de gente que le desagrada, pero también hay gente que me dice cosas como esto que vos marcás. No es unánime para nada. Respecto a la voz y a los arreglos vocales tengo un gran cariño desde mi juventud. Entre los 19 y los 22 años fui integrante de coros de cámara. Me acostrumbré desde chico a cantar partituras clásicas de todas las épocas y adquirí ahí un gusto, una naturalidad de cantar a muchas voces. Y después que en la música popular también es muy común encontrar arreglos vocales increíbles. Ni hablar The Beatles, grupos vocales de tango y de folklore de Argentina, de Uruguay. En mis inicios yo tenía un grupo que se llamaba Montresvideo en el que precisamente cantábamos a tres voces, los tres nos habíamos conocido en el ambiente coral y armamos un grupo de música popular. Fue mi debut, con mis canciones y eso. Entonces siempre, en todos mis discos hay arreglos vocales, es una cosa que me encanta.
– ¿Y los fraseos?
– Eso es una cosa que se ha ido desarrollando sola, improviso un poco la parte expresiva, me dejo llevar. Una cosa que me di cuenta de un tiempo a esta parte es lo lindo que es aplicar al canto la misma inconciencia que uno tiene cuando habla. Cuando hablás no pensás y sale muy expresivo todo, una cosa más subrayada, un énfasis, susurros si querés dar a entender otra cosa, gritos. Hay una cantidad de asuntos que pasan que uno no los medita, salen solos. Entonces pensé qué lindo sería esa naturalidad, esa inconciencia que está en el habla, trasladarla al canto, cantar así, sin pensar, y que vayan saliendo la expresividad y los matices solos, según lo que en ese momento mi mente, la letra y la música me sugieran. Entonces las actuaciones son todas diferentes, un día una frase la canto fuerte y capaz que en la siguiente actuación esa frase la canto suavecita. Voy cambiando.
– En Argentina hay mucha gente que conoció tus temas en las voces de otros artistas que funcionaron como una puerta de entrada a tu obra. ¿Cómo explicás estos fenómenos?
– A mí me hace un beneficio enorme eso. Todos esos artistas que interpretan temas míos, No te va a gustar, Baglietto, Liliana Herrero, Sandra Mihanovich, Javier Malosetti, por decir algunos, tienen mucho más público que yo, hacen la canción mucho más conocida. Para que una canción como Te abracé en la noche la escuchen 50 mil personas en Argentina, como sucede en los recitales de No te va a gustar, para juntar todo ese público, yo tengo que ir durante treinta años. Lo mismo Liliana Herrero, que se presenta por todos. Yo me siento terriblemente beneficiado porque mucha gente más conoce mis canciones. Se multiplican, se disparan mucho más. Después capaz sienten la curiosidad de saber quién soy yo.