El pianista, compositor y arreglador Emilio Solla es uno de los creadores clave del “tango-jazz”. A los 61 años, el mendocino está nominado a varios premios de la Academia de la Música de España por dos discos de 2023: Ritmo. The Chick Corea Symphony Tribute y El siempre mar. Solla habla de su trayectoria, de su vida en Nueva York y de su Latin Grammy de 2020: “Era hora de cosechar un poco después de sembrar tanto”.
“¿Uso folklore? Sí. ¿Uso tango? Sí. ¿Hay jazz? Sí. Mi música es la de un argentino en Nueva York al que le gusta todo aquello”, dice el pianista, compositor y orquestador Emilio Solla, desde Brooklyn, vía Zoom. Con más de cuarenta años de carrera, el mendocino es uno de los exponentes clave del “tango-jazz”: Solla atesora catorce discos y un gran prestigio en Nueva York a fuerza de trabajo e inspiración. “Yo no me considero un gran pianista -dice-, pero sí soy muy bueno componiendo y escribiendo arreglos”.
¿Cómo cruza Emilio Solla todas sus influencias a los 61 años, desde allá? “Lo argentino siempre está omnipresente. Lo argentino y lo sudamericano. El tango y el folklore están permeándolo todo. Y el jazz como un lugar de improvisación, con unas armonías más complejas. Luego están las formas de la música clásica: un enfoque más de cámara y sinfónico. Yo mezclo todos esos mundos”, amplía Solla, quien emigró primero a España, en 1996, “porque con el neoliberalismo menemista desaparecían oportunidades para seguir creando”.
Ya en 2006, Solla se radicó en Nueva York. Con su vida repartida entre la Gran Manzana y Barcelona -de donde es su esposa-, hoy está celebrando en simultáneo. El disco Ritmo. The Chick Corea Symphony Tribute, de la ADDA Sinfónica (la orquesta del Auditorio de la Diputación de Alicante), que dirige Josep Vicent y para el cual Solla hizo los arreglos y tocó el piano, está nominado como Mejor Álbum de Jazz, Mejor Álbum Instrumental y Mejor Arreglo (por “Spain”) en la 1ª edición del Premio de la Academia de la Música de España.
La ceremonia será en junio y Solla confía en llevarse más de un galardón. “La verdad que es un discazo. Es potente”, observa. Ritmo es un gran homenaje orquestal al enorme Chick Corea, fallecido el 9 de febrero de 2021. Significativamente, el disco tiene como contendiente, en la terna de jazz, a otro disco de 2023 del propio Solla: El siempre mar. Lo editó con el cantaor español Antonio Lizana y es un cruce de clásicos del folklore como El arriero, Luna tucumana y Zamba para no morir con el flamenco.
Así, Emilio Solla compite consigo mismo por primera vez en su vida. “Es alucinante estar nominado al Premio de la Academia de la Música de España con los dos proyectos que hice en 2023 -dice-: el año pasado fue el mejor de mi carrera y un poco la vuelta de tuerca de todo lo que vengo peleando y buscando hace mucho. Hace cuarenta años que trabajo con un gran esfuerzo. Era hora de cosechar un poco después de sembrar tanto”.
Pero hay más. Ritmo. The Chick Corea Symphony Tribute (que tiene como solistas al saxofonista Paquito D’Rivera, al trompetista David Pastor y el propio Antonio Lizana) también había sido nominado a los Grammy 2023 -como Mejor Álbum Conjunto de Jazz- y a los Latin Grammy 2023 -como Mejor Álbum Instrumental y Mejor Arreglo-. Dijo el gran Paquito D’Rivera: “Emilio Solla encontró en el disco Ritmo una forma de versionar a Chick Corea sin faltar a la identidad de su música. Y eso es una tarea muy difícil”.
Aunque el primer gran premio para Emilio Solla había sido en 2020: ese año obtuvo un Latin Grammy -en el rubro de jazz- por su disco Puertos. Music from International Waters, en base a ocho territorios musicales surcados por las migraciones: La Habana, Montevideo, Benguela, Buenos Aires, Nueva York, Cartagena, Cádiz y Nueva Orleans. Con Puertos, Emilio Solla compitió, entre otros… con el mismísimo Chick Corea, y triunfó.
Y desde el Latin Grammy 2020 nada fue igual. “Le gané a Chick y no lo podía creer -asume Solla-. Yo no le llego ni a los zapatos. Pero siento que gracias al Latin Grammy de 2020 se me empezaron a abrir más puertas. Me refiero a tener más trabajo bien pagado para mis proyectos y apoyo: becas. Es como si ahora tuviera un árbol que por fin empieza a dar frutos. Es una cuestión de justicia terrenal”.
Solla aclara: “Espero que no suene pedante. Todo este reconocimiento no es por un talento especial ni por ninguna genialidad. Es por tesón de trabajo. Ahora estoy escribiendo el segundo arreglo de un tema de un musical para la Boston Pops Orchestra -la división de fiesta de la Boston Symphony Orchestra-. Antes les había hecho Spain, de Corea, y les gustó mucho. Y por ahí salga un tercer arreglo. Son trabajos muy bien remunerados”.
– El disco Ritmo, ¿significó para vos un antes y un después? ¿O es un momento más de tu trabajo arreglístico?
– Las dos cosas. Creo que fue una vuelta de tuerca por la repercusión, las dos nominaciones a los Latin Grammy, la nominación al Grammy americano y ahora este premio de la Academia de la Música de España. Ritmo es un disco que me terminó de dar un status dentro de la profesión. Los colegas dijeron «uau, la que peló este tipo ahí». Porque está bien orquestado. No es ninguna genialidad, pero uso las herramientas de la orquestación de lo clásico, con algunas lindas ideas, y además tiene mucho trabajo de invención mía.
Solla brinda ejemplos: “Hay obras enteras de Chick Corea, por ejemplo la Children’s Song nº 1 -que es súper famosa y todos hemos tocado en el piano-, en la que orquesto tal cual la partitura de Chick, con colores bonitos. Después hago toda una segunda parte con un solo de violín que es totalmente de mi cabeza. O sea, hay un trabajo creativo. No sólo estoy arreglando y orquestando lo que hizo Chick. Otro ejemplo: en Love Castle hay un interludio con un ostinato de bajo y se va sumando la orquesta. Me divertí como loco. Yo creo que Ritmo me cambió un poco la cancha dentro de la profesión. Gayle Moran, la mujer de Chick Corea, me escribió emocionada unos e-mails y me dijo: “Qué lastima que Chick no lo pudo escuchar”.
Nueva York, ciudad mutante
El referente del tango-jazz estuvo en la Argentina allá por 2017. Emilio Solla fue invitado por la Orquesta Sinfónica Nacional y estrenó en la Ballena Azul del CCK dos composiciones en formato orquestal. “Había músicos, gente amiga; estaba mi madre. Toqué con Pablo Aslan en bajo y con Oscar Giunta en batería. Fue una satisfacción muy grande. Luego hice cuatro toques en la Usina del Arte con un proyecto sobre Osvaldo Pugliese que dirigía Pablo Aslan. Fue un mes maravilloso en la Argentina. Me encantaría volver, pero es muy difícil”, dice.
En Nueva York, Solla organiza sus labores cotidianas entre los arreglos por encargo, las clases y su propio proyecto: el noneto La Inestable de Brooklyn. “Divido mi tiempo entre hacer arreglos, componer para mí y para otros, tocar y enseñar un poco -cuenta-. Estoy en la New School y doy un curso de jazz composition. Voy dos mañanas a la semana, dos horitas. De pronto el gran trompetista de jazz Dave Douglas me llama para que agarre sus cursos cuando él no está. Es otro fan potente que tengo. Las clases son un buen networking, acá en New York: entran unos mangos que van bien para el alquiler y para los gastos mínimos”.
Distingue Emilio Solla: “Mi casa está en Barcelona, pero los trabajos, los gigs, están en Nueva York”. ¿Cómo administra el tiempo entre ambas ciudades? “Es difícil. Estoy más que nada en New York, pero mi mujer es de Barcelona; tenemos un departamentito y tratamos de ir lo más posible. Lo que pasa es que el laburo grande está aquí en New York. De momento vamos a Barcelona un par de veces al año, sobre todo cuando no enseño. La calidad de vida no tiene comparación. Pero New York tiene una cosa potente: acá están todos los cracks. Estrené el noneto y a la gente que toca conmigo no la junto en Buenos Aires ni en Barcelona. La cantidad de músicos de nivel que hay en New York es una deformidad. Eso es muy seductor: hacés unos proyectos muy arriesgados y suenan. Para un arreglador y para un compositor es como el Italpark… con un bono todo el día gratis”.
Algo es cierto para Solla: “En New York la estás remando siempre. Te levantás cada día y, si no te cuidás, volvés a limpiar un McDonald’s. No sos nadie nunca. Yo estuve en el Jazz at Lincoln Center, en el escenario mayor, con Paquito D’Rivera, a sala llena. Sentís que sos la estrella y, en realidad, sos la Cenicienta. Se hacen las doce y volvés a los harapos y a cenar en tu casa una comida recalentada. Todo el mundo está así, laburando en proyectos fuertes y buscándose la vida. Acá tenés que presentar las cosas a tiempo, estar de buen humor y llegar a horario a los ensayos. Dar lo mejor artísticamente, porque permanentemente llega una gente tremenda de todos lados. Lo veo en el piano, por ejemplo. Yo en New York no pinto nada como pianista. Con el nivel de los pibes que vienen, estoy en el ranking número 812 y eso en un buen día. Pero escribiendo… que se hagan de abajo. ¡Jaja!”.
– ¿Ya tenés proyecto para un disco nuevo, tuyo?
– Sí, es lo que estoy cocinando con La Inestable de Brooklyn. Estoy escribiendo una suite nueva, la Suite 2020, sobre la pandemia. Hay un tema, la “Milonga mutante”, que es feroz, medio violenta, y un segundo movimiento con una melodía muy bonita del piano. Tengo que escribir la tercera parte. Estoy probando música nueva gracias a una subvención que me dio la Chamber Music America: una institución muy importante, como el Fondo Nacional de las Artes, pero privada. Yo venía presentándome hacía diez años y en 2023 por fin lo logré. Ahora tengo una guita para estar en mi casa escribiendo arreglos. Es alucinante.
Con esa beca, la Suite 2020 se transformará en un disco, “no sé si a fin de este año o a principios de 2025. Quiero que ruede la música: que se toque en vivo. Yo me iré a Barcelona dos meses en el verano de aquí, así que volveré en septiembre a New York y haremos un par de fechas. Iré probando cosas, corrigiendo, y cuando el noneto esté aceitado grabaremos la Suite 2020. No hay secretos: es cuestión de tocar hasta que la música se arme”.
– ¿Y qué te falta?
– ¿Qué me falta? Esa es buena. Y, te falta siempre lo que descuidás por todos los sacrificios que hacés por la carrera: más tiempo con mi pareja y más tiempo para no hacer nada. Pero, la verdad, si dijera “me faltan más conciertos, reconocimiento, más dinero” sería una trampa muy peligrosa. Siempre me acuerdo de esa anécdota de Alejandro Dolina en su libro Crónicas del Ángel Gris. Resulta que va un tipo caminando por la calle, se le aparece el diablo y le dice: “Te daré lo que quieras si me das tu alma”. Y el tipo le pide: “Quiero fama, dinero, mujeres, viajar sin parar, vivir eternamente. Esto y lo otro…”. Pero el diablo le responde: “Entonces no te daré nada”. El tipo le dice: “Pues no tendrás mi alma”. Y el diablo sonríe: “Tu alma ya es mía”. O sea, si no podés parar ya estás en la lona. Mirá, yo tengo 61 años, tuve seis nominaciones a los Grammy, me faltan cosas y a la vez no me falta nada. Hay que tener mucho cuidado con la ambición: con la trampa de mirar siempre lo que uno no tiene.