Eiké! – Entrar en el alma, el nuevo disco del Chango Spasiuk, ofrece una nueva mirada sobre su repertorio. El tratamiento musical se ve enriquecido por la participación de relevantes músicos del mundo, especialmente convidados para este álbum grabado en pandemia y a distancia.
«Eiké» es un vocablo guaraní que significa «invitación a entrar en el universo de alguien» y encierra el concepto que rige el disco. Aislado durante la pandemia, atravesado por el mundo de la poesía, le fueron surgiendo improvisaciones en el piano y así se le disparó la idea de reunirse virtualmente con algunos de sus músicos amigos. La museóloga, poeta y escritora paraguaya Alejandra Peña Gill , amiga del Chango, fue quien sugirió el título del disco. “Es una mujer maravillosa, ella me había hecho el desarrollo etimológico de la palabra «pynandí» para ese disco. Cuando desarrollé este proyecto y le conté la idea, la llamé y le dije “estoy buscando una palabra para este disco grabado en mi casa” y ella me dijo “la palabra es «eiké»”. Esa palabra que ella me recomendó es tan poderosa, tan bella y tan llena de significados que me encanta que así se llame este proyecto”, expresa el Chango.
Los invitados son colegas que Spasiuk ha encontrado en el camino en los últimos veinte años. “En algún momento trabajé con alguno de ellos, con otros giré, con otros intercambié ideas. Son músicos con los que me fui encontrando, que conocía y dije “uy, en algún momento me encantaría hacer algo con ellos”, siempre con afinidad estética y artística por sobre todas las cosas”, resume.
El disco se inicia con la nueva versión de Pynandí (los descalzos), grabado con el gaitero y flautista español Carlos Nuñez (flauta) y el multi-instrumentista argentino Gustavo Santaolalla (ronroco). “Habíamos grabado con Santaolalla en un disco de Orozco-Barrientos, con Carlos habíamos tocado en vivo en muchos países, pero nunca habíamos grabado nada. Aproveché ese vínculo para proponérselos y enseguida aceptaron”, recuerda.
El arpista paraguayo Sixto Corbalán, de amplia trayectoria internacional, participa en Canción de amor para Lucía, dedicado a una de sus hijas. El clima que logran en esta versión dispara la sensación de que está abrazando y cobijando a su niña. Si bien con el músico nacido en Asunción también había tocado, incluso en Rosario, esta es la primera ocasión en que comparten una grabación. Lucía nació pocos días después del accidente en que falleció Gabriel Villalba, guitarrista del grupo en ese momento, por eso el tema lo instala en una época de dolor y alegría.
En formato camarístico, con el violonchelista brasileño Jacques Morelembaum registró Mi pueblo, mi casa, la soledad, publicado originalmente en Tarefero de mis pagos (2004), el primer disco que Spasiuk lanzó a nivel internacional. Intimista y melancólica, así se percibe la atmósfera musical lograda junto al notable músico carioca. “Con él ya habíamos hecho una gira por Argentina, hicimos tres o cuatro conciertos, pero estaba pendiente grabar juntos”, resalta.
Con el trompetista suizo Erik Truffaz, Spasiuk registra en este disco una nueva versión de Gratitud. La obra que el Chango incluyó en su disco grabado en vivo en el teatro Colón (2014), y que tranquilamente podría haber estado en el repertorio de Miles Davis, por el arreglo y por el sonido y el estilo de Truffaz, muy cercano estéticamente al trompetista de Illinois.
Mejillas coloradas, el schotis también dedicado a Lucía, incluye el toque del senegalés Boubacar Cissoko. El percusionista africano demuestra el manejo exquisito de la kora, instrumento de cuerdas típico de Malí (Africa). La nueva versión de Lucas es especial por varios motivos. Es otro encuentro con los noruegos Per Einar Watle (guitarra) y Steinar Raknes (contrabajo) y es una obra que grabó luego de la muerte de su padre. Raknes, muy conocido en el ambiente de jazz, también participó en Hielo azul, tierra roja, el disco que el misionero y los noruegos publicaron en 2019.
Lucas, luce mejorada con respecto a la original grabada en 1992. Está dedicada a su padre, claro, el carpintero y violinista que, con Chango y con el tío Marcos en voz y guitarra animaban bailes y kermeses en Apóstoles. En esa ciudad de Misiones nacieron Lucas y Eugenia, sus padres, allí habían llegado sus abuelos desde Ucrania. De esa raíz surgió su fascinación por el acordeón, el chamamé y las polcas. “Yo lo había grabado en mi disco Bailemos y… y necesitaba una mejor versión que esté a la altura de mi recuerdo con mi padre. Es más que superadora porque los invitados la llevaron a lugares muy hermosos, así que estoy muy feliz con esta versión”, comenta.En el tema Tristeza, los invitados son el marroquí Majid Bekkas (laúd), a quien conoció en el festival de Marsella Babel Music, y Gonzalo Arévalo, que ejecuta el bendir, el tambor típico del norte africano. Puestero lobizón, con el chaqueño Sergio Tarnoski en acordeón verdulera, lo conecta con el chamamé en sus formas más tradicionales. “Ese tema es a modo de homenaje a Luis Ángel Monzón, el rey del chotis, un acordeonista muy famoso de Misiones, muy popular y muy importante en mis inicios. Es una manera de mantener vivos su música y su nombre. Yo lo grabé en Bailemos y… a este chamamé, pero también se merecía una mejor versión”, explica.
También se incluye un registro en vivo de Puerto Tirol (de Heraclio Pérez), con la guitarra de Marcelo Dellamea. “Me encanta tocar con Marcelo, otro maestro con un sonidazo. Es muy poderoso ese encuentro entre la percusión, la guitarra y el acordeón y es una melodía muy bella que pasás una y otra vez por ahí y nunca te cansás de tocarla”, destaca.
En tres temas el Chango se muestra en solitario. En Siete higueras tributa al genial Isaco Abitbol. “Es un clásico, pero no lo grabé porque sea un clásico, sino porque es el primer chamamé que aprendí a tocar y lo hice con el primer acordeón que tuve, el que mi padre me regaló cuando tenía diez años y con el cual aprendí a tocar ese chamamé. Dije “ahora que el acordeón volvió a mí, qué bueno poder dejar un registro de ese primer chamamé, por eso el maestro Pablo Farhat toca el violín, emulando el sonido de mi padre. No es que mi padre tocaba como Pablo, pero sí el hecho de tocar acordeón y violín es emular ese sonido de cuando yo era niño y tocaba con él”, refiere.
Eiké! es un disco que resume los vínculos afectivos de Spasiuk: sus padres, su infancia, sus hijas y los sitios entrañables. Improvisación para Juana, tocada en el piano, y Polca para Juana van con dedicatoria a Juana, otra de sus hijas. “Ay, Juana! jaja. No es que esté más mimada que mis otras hijas, lo que pasa es que el disco en un principio iba a tener el sonido y la intimidad de la improvisación de piano para ella, en ese momento no estaba en mi cabeza hacer un disco tan global, con tantos cruces y tantos intercambios, iba a hacer algo muy solitario. Por eso digo que la improvisación de piano que hago para Juana es como la canción más «eiké» de todas porque ahí dije “ok, creo que después de esta idea, estas armonías y estas pequeñas texturas que aparecieron en la improvisación puedo hacer la polka que le debo a Juana, pasa por ahí, nada más”, dice al respecto.
El disco es una fotografía del Chango Spasiuk en pandemia y la nómina de invitados tiene que ver con relaciones que fue estableciendo en el camino. “En pandemia hice muchas cosas, hubo replanteos, reflexiones y maneras de buscar reorganizarse. El proyecto de experimentar algunos cruces estéticos estaban en mi agenda y en mi cabeza, se dieron el espacio y el tiempo y fue el momento de intentarlo. Esos cruces reflejan ese intento y esa búsqueda”, sintetiza.