Lo que cantaba mi viejo es un disco en homenaje a su padre. Doce canciones que generan treinta y cinco minutos de disfrute total, por la calidad de las obras elegidas y por la fina y exquisita interpretación.
La producción discográfica de Enrique Llopis es prolífica. En varios de sus discos aplicó ejes temáticos, en otros concretó duplas con poetas. En este, su vigésimo cuarto álbum, se ocupó de reunir tangos y valses que quedaron guardados en su memoria. El parate por la pandemia favoreció la disponibilidad de tiempo para encarar este proyecto.
El disparador fue el recuerdo de la figura del padre de Quique cantando o silbando tangos y canciones criollas. El disco implica un homenaje no sólo a su padre, sino a toda esa generación que eligió al tango como banda de sonido de sus vidas. Raúl Llopis llegó a formar parte de orquestas, pero le dedicó su tiempo al fútbol y así ese potencial de buen cantor quedó trunco en aquel momento.
Para la portada, justamente, Llopis rescató una imagen junto a Raúl, su papá, en un momento compartido en un palomar rosarino. “Era mi mayor fan, un gran compañero y protector, siempre estuvo cerca, a veces sin que yo lo notara. Y fue muy amigo de mis amigos”, resalta.
El papá de Quique no se guardaba sus opiniones y aconsejaba a su hijo: «tenés que grabar tangos». “Cuando era chico, contaba mi abuela que se subía a una banqueta y canturreaba algún tango, una canción criolla o algún fragmento de ópera y decía que iba a ser el mejor tenor”, recuerda Enrique. Y completa: “eso refleja su pasión por el canto, algo que supo transmitirme”.
Para este ambicioso plan, Llopis se asoció artísticamente con un guitarrista que ofrece garantías: Víctor Piseta. El músico y arreglador bonaerense es pieza clave en este disco. Además de su talento para tocar y arreglar los temas, Piseta posee una amplia experiencia (acompañó a Goyeneche, Sobral, Nelly Vázquez y otros grandes del tango). También se le reconocen al guitarrista su participación en el Bosión Trío, Guitarras de Fuego Trío y sus discos como solista instrumental.
En el inicio del disco, Llopis se posiciona en los años 30, la época de Gardel con las guitarras de Barbieri-Aguilar-Riverol. De ese repertorio, con ese estilo, incluyó Farolito de papel, una letra de Francisco García Jiménez y una composición de Teófilo Lespés, que no sabía música, por eso la llevó al pentagrama su hermano Mario.
De la misma década, Llopis seleccionó Ya estamos iguales (1934 – Francisco García Jiménez-Anselmo Aieta) y Vendrás alguna vez, un tango que Luis César Amadori y el pianista Alfredo Malerba compusieron en 1938 para incluirlo en Madreselva, el filme que consagró a Libertad Lamarque.
Una más de los 30, Indiferencia, tiene letra del actor Juan Carlos Thorry y música del pianista de Juan Canaro: Rodolfo Biagi. La versión tiene el pulso bien bailable con la cual la grabó D´Arienzo. Era el tango preferido de Eva Perón cuando coincidió con Biagi en Radio Belgrano en sus tiempos de actriz.
La mitad del disco está dedicada a repertorio de los años 40, considerada la década de oro del tango. Con la difícil tarea de seleccionar un puñado de temas de la época, Llopis apeló a su memoria y rescató las que más cantaba su padre. Eligió Se muere de amor (Cátulo Castillo-Pedro Maffia), los valses Paisaje (Homero Manzi-Sebastián Piana) y No nos veremos más (Alfredo Navarrine-Lucio Demare), entre ellos.
“La mayoría de los temas los cantaba mi padre y a otros los seleccioné por los autores, por la profundidad y actualidad de las letras y las melodías. Me emociona mucho cantarlos, muchos tangueros destacados y muy conocedores me hicieron llegar su aprobación”, explica Llopis.
Instalado en los 40, también rescató Tapera, un tango en cuya letra Homero Manzi recuerda su infancia en Añatuya y describe ese paisaje rural santiagueño. El violinista y cantor Hugo Gutiérrez compuso la música de esta obra que cobra altura con la labor interpretativa de Llopis-Piseta. De Lito Bayardo, el autor de la zamba Rosario de Santa Fe, el dúo versiona Flores del alma, vals de 1941 que Bayardo creó junto al pianista Juan Larenza y el cantor Alfredo Lucero Palacios.
Llopis reservó un espacio en este disco para obras más cercanas en el tiempo: Patio mío (1953 – Cátulo Castillo-Aníbal Troilo) y Carrousel (vals – 1965 – Federico Silva-Armando Pontier)
El cierre del trabajo tiene todos los condimentos que redondean un disco exquisito. El melancólico Tu pálida voz, vals de 1942, además de ejemplificar la perfecta sociedad creativa de la dupla Homero Manzi-Charlo, resume las intenciones de Enrique Llopis con el enriquecedor sostén musical de Víctor Piseta.
Si bien el intérprete no se sentía en deuda con el tango, sintió la necesidad de abordarlo. “Como toda la música argentina, el tango es parte de mi ser, tuve necesidad de sentirlo, de expresarlo y así acercarme a mi padre y a esa generación de oro de autores y compositores”, expresa Quique.
El disco se publicó en los primeros días de 2022 y forma parte del rico catálogo de producciones de De aquí a la vuelta, sello editorial que Llopis lleva adelante junto a su compañera Alicia Ovando. El trabajo técnico es impecable. El disco se grabó en Estudio.Ar, con la labor del reconocido ingeniero de grabación y mezcla Ariel Alejandro Gato, un profesional del sonido varias veces nominado a los Grammy y a los Gardel.
Grabado durante la pandemia, el disco sirvió de catarsis emocional para el cantor. “Como siempre, la palabra y el cantar resultan sanadores”, reflexiona con énfasis.