Luciano Pereyra, Ahyre y Jorge Rojas actuaron bajo una lluvia torrencial. También se destacó Flor Paz y los ganadores del Pre Cosquín tuvieron su espacio.
Guitarreros, con su impronta bien salteña, se hizo cargo de la apertura de la quinta luna ofreciendo zambas, chacareras, canciones románticas, sayas y una ranchera. Le dedicaron un tramo a Ariel Ramírez, homenajeándolo con una lograda versión de La tristecita. Lograron levantar la plaza con Que nadie sepa mi sufrir en ritmo de huayno y con coreografía preparada. Produjeron algo inédito en Cosquín: reflotaron su propia versión de Cosquín comienza a cantar, el himno del festival creado hace cincuenta años, cuyo estreno protagonizara Hernán Figueroa Reyes junto a Waldo Belloso, el autor de la música, y, en el final del tema, sumaron una coda con formato de huayno.
Los ganadores del Pre Cosquín siguen teniendo un merecido espacio para mostrarse. Nuevamente sonó Ariel Ramírez, incluso su voz, en la intervención de Mangia-Virasoro (sede La Matanza), la pareja ganadora en el rubro «Baile estilizado». La otra propuesta surgida del certamen fue la integrada por Ramiro Cabral y Valentín Benítez, ganadores en el rubro «Dúo vocal», provenientes de la sede Gálvez (Santa Fe). Sostenidos por Claudio Bergese en bandoneón, los jóvenes cantores oriundos de las localidades de Bernardo de Irigoyen y Casalegno, tuvieron el apoyo de seguidores en las plateas que empujaron la respuesta de toda la plaza.
Gabriel Macías, crédito coscoíno, mostró canciones de sus recientes discos. El ex-integrante de Ceibo sigue su carrera ascendente buscando instalar su propuesta. La santiagueña Flor Paz, de la familia de Los Manseros, hija de Onofre, encaró el desafío de mostrar canciones nuevas en Cosquín. Con actitud, salió a buscar la conexión con la plaza y logró captar la atención y el aplauso. Se jugó con las canciones de su disco Soy semilla y ya pide pista en la escena folklórica argentina.
Luciano Pereyra viene con tiempos alterados, sorteando dificultades. Llegó a Cosquín con una alergia en la garganta, su pianista está con Covid y no pudo venir y en la semana debió reemplazar algunos técnicos por el mismo motivo. En un accidentado arranque, debieron presentarlo dos veces por un inconveniente técnico. Sin embargo, salió adelante y la gente «bancó» el momento. Cuando cantaba Porque aún te amo, un diluvio inundó el ambiente, el público no se achicó y cantó bajo la lluvia ofreciendo la más clara demostración de amor por el artista. La lluvia multiplicó el tono romántico de su propuesta y reservó un espacio para el folklore con Chaupi corazón, chacarera que nunca falta en su repertorio. Nostalgioso de sus inicios, confesaría después que, al ver la figura de Horacio Guarany en la cartelería de una peña lindante a la Próspero Molina, sintió que «El Potro» había venido a verlo. «Lo extraño», expresó sincero.
Nunca paró de llover, pero la gente se quedó en la plaza. El grupo salteño Ahyre se preparó especialmente para este show en Cosquín. El cuarteto viene creciendo sostenidamente con sus canciones propias y algunas versiones de otros creadores. Inició su set con El témpano (Abonizio) y repasó los temas de su primer disco. Convidó en un tema a Natalie Pérez, actriz y cantante que también está con carrera ascendente. El diluvio continuó y La noche sin ti, enlazada con Himno de mi corazón, fueron las elegidas para el cierre.
La grilla ofrecía importantes artistas. A las dos de la mañana, subió a escena Jorge Rojas. Reprogramada su actuación por atravesar el Covid, el neuquino se propuso conectarse con la numerosa cantidad de espectadores que seguían desafiando al clima. El comienzo fue con un relato en pantalla y con Mi cantar, el chamamé compuesto con Efraín Colombo que titula su penúltimo disco. En el final del tema, salió a la intemperie a encontrarse con su público generando una ovación. Luego de las primeras ocho canciones, convocó a Ahyre para compartir un bloque de seis temas juntos, entre ellas La vida y Marca borrada, ante el delirio de la gente. Con Al decir adiós, completó dieciocho canciones y una hora y veinte minutos de actuación. Pablo Bauhoffer y Nathalie Allende, locutores del festival, despidieron la jornada, con el público huyendo de la torrencial lluvia.