Aquí la segunda selección comentada de trabajos discográficos recientes que ayudan a atravesar estos tiempos de distanciamiento físico pero no auditivo: las obras de Sisa Quinteto, de Beto Caletti y Mishka Adams, de Darío Jalfin y de La Insurgencia del Caracol.
Por Patricio Féminis | patfem@hotmail.com
Foto de portada: Jaime Croft
“El frío es un estado de ánimo”, solía decir alguien, hasta que tuvo un hijo y dejó de salir en remera a la calle en pleno invierno. “Había que cuidar y cuidarse”, entendió. Y los hijos que también son los discos operan en un sentido similar. Recién tras la lucha que requiere plasmarlos (aun en un contexto arduo como una pandemia) se entiende su absoluto valor. Toda la calidez que ofrecen cuando esquivan cualquier gesto transitado, un sonido cómodo o una palabra snob. Y la oportunidad que entregan con buena conexión: un cobijo real contra la desazón.
Cuando todo vuelva a su cauce, desde ya, estos cuatro nuevos discos valdrán su escucha física y, por qué no, su feliz adquisición. Aquí todavía con las limitaciones de la cuarentena en sus distintas fases a lo largo del país, será clave conocer estas producciones de la música popular argentina (sin líneas cerradas de identidad), que se suman a las ediciones más interesantes y perdurables de este 2020 que aún busca oxígeno en medio de la adversidad.
Mabuhay – Beto Caletti y Mishka Adams
El goce verdadero no se puede traducir. Como la saudade, no existen términos locales ni adjetivos que atrapen el brillo de sus consonantes y vocales. El íntimo pulso de su unión. Y la saudade no implica sólo la añoranza de lo que pasó: prefigura su recuperación. La vuelta a días mejores y a lugares que desde lejos -y en movimiento- se podrá ver mejor. Un secreto análogo ocurre con «mabuhay». En tagalo, (la lengua mayormente hablada en Filipinas), este término tiene múltiples acepciones: un deseo, un saludo de bienvenida, un aplauso, un “buena suerte”, un augurio de paz, otro de felicidad, un pedido y hasta un término bien musical que repite Google en su traducción literal: “En vivo”.
De sonidos sin nostalgia, de tierras que se andan y que nunca se perderán: de todo ello habla Mabuhay, el disco de Beto Caletti (el reconocido vivenciador de los goces brasileños en su guitarra y su voz) junto a la cantante filipina Mishka Adams. A ella tampoco se la puede encasillar: es una celebrada cantante y percusionista en el contexto del jazz y del samba trabajado en Londres, grabó a su vez seis discos (cuatro de ellos en el sello británico Candid Récords) y abreva en escenarios de Gran Bretaña y del resto de Europa ofreciendo melodías en inglés, tagalo y portugués.
¿Cómo se combinaron las músicas y los códigos creadores de Beto Caletti y de Mishka Adams? El testimonio es Mabuhay. Un disco que brotó de una gira de cinco meses por Filipinas, Japón y Europa, y que, además de su bello color conjunto, tiene participaciones de grandes colegas, a la manera de manifiesto para que las fronteras no ardan: Dori Caymmi (otro de los espejos de Caletti); el samurai del piano uruguayo Hugo Fattoruso; el inglés Nikki Iles; Matsumónnica (de Japón); Mayumi Urgino y Tusa Montes (de Filipinas); Ben Barritt (de Alemania), y referentes de la música popular argentina del siglo XXI como el pianista y arreglador Pablo Fraguela y los Aca Seca Mariano «Tiki» Cantero y Juan Quintero.
Con todos ellos, Mabuhay también podrá ser entendido como una celebración: una en la que no habrá gritos, ni letras desafinadas, ni canciones destempladas ni ritmos acumulados sin sentido ni justificación. Estas once puntas de un mismo lazo unirán para siempre las voces, anhelantes de los cielos por venir, de Beto Caletti y de Mishka Adams.
Piano Piano – Darío Jalfin
La paciencia sirve para que el horizonte avance. Y la experiencia, para que el decir pianístico no se recargue. En su primer disco sin voces, solo con su instrumento madre, el amable y siempre estudioso Darío Jalfin construye atmósferas que sirven para que el oído respire, y luego, sin pensarlo, para que la mente les indique a los labios que se pongan a silbar.
¿Cuándo comenzó todo? Innecesario exponerlo. ¿Cuándo se lanzó Piano Piano al mundo digital, y, por eso, al deleite corporal? Justo hoy, 26 de junio: estuvo disponible pasadas las 00 horas, de aquí a la perpetuidad. No hace mucho, Jalfin ya había elevado a las plataformas dos de sus singles: el tercero en el orden del disco, Sin prisa, y el inicial Rompe el hilo (que tendrá una próxima versión con letra y voz, a cargo y garantía de Loli Molina).
En estas obras traza el sentido que expandirá todo Piano Piano: motivos melódicos en tenaz (más que obstinada) repetición. Una silente dulzura que deja espacios abiertos para la meditación activa, y escalas que suben y bajan (con cierta huella impresionista) para confluir entre sí: en su cantable soltura. En este caso Jalfin no canta diciendo pero su voz se intuye entre sus dedos: en esos ingeniosos modos de unir acordes, con sus notas menos dominantes, para que de la textura emerja su línea esencial y definitiva.
Muchos dirán, con obvia sagacidad, que Piano Piano trae recuerdos de la faceta instrumental de Charly García en sus primeros años como solista. Sólo será una asimilación entre varias. Así como en Inspiración (dedicada a su hija Vera) podrán conectarse senderos hasta el American Song Book (de Cole Porter y de Gerswhin, por ejemplo) y a esas noches de jazz sin hermetismos que nunca se desvanecerán, Jalfin tiene otros mapas en su acervo, y que no necesita agotar.
¿Habrá candombe detrás de ese son? ¿Habrá algo de rumba en Hubo, junto al compañerismo de Ramiro Flores en saxo soprano y de la batería de Carto Brandán? ¿Qué más habrá en Piano Piano, aun con sus apariciones de sintetizadores y sus pinceladas electrónicas? La simpleza es un punto de llegada: la destreza y el equilibrio, los requisitos de Jalfin para viajar. La paciencia enseña qué teclas preferir para poder flotar.
Creciente – Sisa Quinteto
No hay formas puras ni sonidos puros. Mucho menos amores puros. Las ideas sobre la supuesta pureza de la música (y del arte todo) sólo se alejan cada vez más del futuro. Y en él, palpitando este presente urgente, se reflejan con ardores cantados las certeras compañeras del Sisa Quinteto: en su disco debut Creciente, que desde el 29 de mayo une digitalmente sus vibraciones en estos lados, en Brasil, en Perú, en las montañas, en los llanos, en los patios agrestes y en los cielos urbanos.
Y fluyen las cinco del grupo, con un vasto camino (de entendimientos mutuos) sintetizado en nueve canciones: con las herencias y los destinos en sus manos. Sisa Quinteto logra un aroma común y, por eso, el fruto de muchas maderas: Florencia Marino tiñe el aire con su violín (dulce o rasposo, sutil o ardiente) en conjunción con la percusión de Marcela «Nige» Achy, confiando en las finamente rugosas líneas de bajo de Florencia Cagnone. Y allí está, en otro canal pero en la misma señal, la guitarra de Florencia Knoblovits, para que Mariana Hernández cante (y empaste con los coros) descubriendo las letras sin ansiedad.
Creciente es un viaje. Desde el centro traen lo afroperuano y los staccatos del violín se reflejan en una sala, o sonarán en una buena juntada, los días del mañana. Asimismo, Sisa Quinteto tiene un claro toque vidalero camarístico hasta que… aparece un ritmo de samba brasileño y las voces (á la Quarteto em Cy) respiran a través del arco violinero, que a su vez dobla escalas con la guitarra, y el castellano vuelve a aflorar sin rupturas. En inspiración y declaración de ser y estar.
Luego llegará una impura fiesta andina y campestre: un conjuro para avanzar y para hallar calor, por fuera de la soledad. Por ejemplo, Anochece es una reflexión sobre su propia condición de chacarera y sobre lo que ese género registra raramente: el deseo femenino proclamado por mujeres. Lo que ellas saben del querer, no para poseer sino para abrazar, y hasta para asumir que habrá que dejar ir (al otro, a la otra) para completarse.
Un tono afín tiene Campesino andar, de nuevo en primera persona, conectando el esfuerzo del amor con las dolencias del trabajo y de su ausencia. ¿Cómo seguirá esta reunión sincera? Con cuatro instancias y climas tan distintos, como ellas cinco, en su diversidad: Recuerdo, Cualidad ancestral, Fuerza y color y Corazón de tinaja. Lo editaron con ayuda del Instituto Nacional de la Música (INAMU), y el fruto, con su esfuerzo cumplido, no las hará olvidar.
Restos del diluvio – La Insurgencia del Caracol
“Rendirse sin pelear, o dar la vida y sembrar”, celebra desafiando la cumbia Bajo el mismo cielo, del colectivo sonoro que recobra los legados del Movimiento Zapatista en este tiempo y este espacio: que los campos sin alambres florezcan en pueblos que los trabajen y enriquezcan con justeza. Y que las canciones hallen su sustancia en la tierra elevándose al viento. Con plegarias, proclamas hechas melodías afables y ritmos reflexivos más que bailables: de todo ello se alimenta Restos del diluvio, el último disco de La insurgencia del caracol. ¿Cuándo llegará el día, con su noche, en que se enciendan sin concesiones estos sueños de liberación?
Las metáforas de lo germinal, y de los brotes desde debajo (en vez de los fabricados por los jefes que están de paso), guían la inspiración y el objetivo del grupo en esta nueva exposición musical con ojo latinoamericano. A nivel expresivo y mágico se desmarcará, desde ya, la canción que contenga la voz de la colombiana Marta Gómez, pintando el tiempo para siempre: Para aquel que nazca en esta tierra. Y a nivel estrictamente técnico, las once canciones de Restos del diluvio (para los que llegarán y aun para los que no están) tuvieron constructores a su altura: el caminante radial Nicolás Falcoff (en voz y guitarras), Guía Guillermina Acosta (en voz y en accesorios de percusión), Jorge Estrella (en voz, bajo, ukelele y guitarras) y Franco Exertier en (percusión y batería).
Los demás invitados supieron sintonizar con este sueño que busca su concreción: Vero Marjbein en su violín (tan rockero como primal), Franco Luciani en armónica (levemente procesada), Damián Verdún (en charango), Leandro Moccia (en didgeridoo, ese enorme aerófono ancestral designado como el instrumento oficial de Australia y tan expandido en la musicoterapia), y Gonzalo Danguise (en guitarra eléctrica y en las armas felices de la ingeniería de grabación).
Como dijeron ellos, cuando subieron el disco en abril: “En pleno contexto de pandemia y aislamiento obligatorio, el arte es un modo de estar cerca, transformar y transformar-nos. Que disfruten esta ofrenda que esparcimos al mundo. Que los Restos del diluvio ayuden a regar la semilla de la nueva Humanidad que soñamos”.
Gracias por la música, sigan sembrando !