Primera entrega de una selección comentada y analizada de varios de los trabajos discográficos ineludibles de estos días de resguardo social y físico frente al coronavirus: la música popular, en líneas abiertas y de raíz, y los discos de 2020 que no pasarán desapercibidos.
Por Patricio Féminis | patfem@hotmail.com
¿A quiénes les llegarán los discos editados y gozados en cuarentena? ¿Quiénes expandirán, en forma online y por fin presencial, las obras que permanezcan más allá de la desazón de la quietud en cuarentena? ¿Quiénes seguirán llegando para ofrecer canciones como antídotos contra la frustración individual y contra la angustia colectiva?
En pleno aislamiento social preventivo (con sus matices en cada región) por resguardo contra la pandemia, aquí, varios discos de la música popular argentina, en líneas abiertas y de raíz, que están siendo editados en cuarentena y que quedarán entre lo más resonante de 2020. Testimonios de un año que está muy lejos de terminar, y cada vez más cerca de mejorar.
Octógono – Rodrigo Carazo
“¿Suena a Peter Gabriel? ¿A Caetano? ¿A Edgardo Cardozo? ¿Al Negro Aguirre? ¿De dónde vienen todos estos pulsos del mundo hecho territorio concreto?”. Los desprevenidos y los ansiosos tenderán a buscar espejos y nichos en vez de la multiplicidad de un cancionista sin moldes: Rodrigo Carazo. Un cancionista en contacto con los demás, no sólo con la reiterativa soledad autorreferencial. Carazo es cordobés y lo atesora, pero conciente de que ninguna identidad está quieta: se engrandece en movimiento, no por egolatría territorial.
¿Y qué trae Carazo al vasto espectro de creadores que no le rezan al mercado, y sí al misterio, para expandir su canto sin solemnidad? Melodías sostenidas por su originalidad, y por las estelas, en ellas, de largos y multicolores creadores en los oídos sin pasaportes ni aduanas. Aunque si Octógono fuera sólo un disco hecho de recorridos por destinos europeos o latinoamericanos sería, simplemente, un diario de ruta. ¿Qué es, entonces? Un trabajo sostenido en la excelencia interpretativa y en la capacidad de decir menos con más. En el gentil mirar lo que pasa para reinventarlo sin par.
Acá no hay arte minimalista: no hay músicas lacónicas que dialoguen con la nada. Hay calidez y hay abrazo. Octógono alude a la casa en Unquillo, Córdoba, donde brotaron estas diez obras, y a las concepciones místicas y aritméticas que desfilan por las letras sin detenerlas: que expanden su poesía con sus armonías suaves y no complacientes. Sobre Octógono habrá que decir mucho, por largo tiempo, hasta captarlo del todo. Sus referencias técnicas también serán líneas para entenderlo: fue co-editado por los sellos ¡Elefante en la Habitación! y Shagrada Medra, y tiene invitados de todos lados, siempre al servicio de la sintonía de Carazo. Es su disco, sí, pero les cantará -en forma física y virtual- a quienes se liberen del encierro mental para ir, simplemente, en busca de los demás.
Je ne pensé qu’à toi – Mariana Masetto
No se trata de saber tocar cinco o veinte instrumentos percusivos, sino de cuándo usarlos. Las texturas deben abrazar, no asfixiar. El oído sabe distinguir lo esencial de lo accesorio. Y Mariana Masetto, en su sexto disco, enseña cómo y cuándo hacerlos hablar. Lo que en otros sonaría tan ecléctico como desafectivizado, en la obra de Masetto queda integrado, en cada compás, sin barreras rítmicas o idiomáticas.
¿Acaso no podría haber buscado un camino más fácil, con versiones argentinas o latinoamericanas llevadas a un sonido de raíz mundial? Masetto ya lo sabe: el riesgo es el mensaje. Por eso en Je ne pensé qu’à toi eligió profundizar dos de sus diversas vetas creadoras: la co-autoría con Ariel Gato (músico e ingeniero de grabación que sabe cómo mirar lo que ella logra sin esfuerzo, para pedirle más), y la reinvención de canciones bien conocidas con sus armas corporales nunca predecibles: aquí eligió Inshallah (Sting), Já sei namorar (Tribalistas), Aquarela (Toquinho & Mauricio Fabrizio) y Debaixo dos caracóis dos seus cabelos (Roberto Carlos & Erasmo Carlos). Mucho en portugués, claro. Está dicho y habrá que repetirlo hasta respirar sus coordenadas sin esfuerzo: Brasil es una incógnita que Masetto no se cansa de buscar. ¿Y lo francés? En algunas entrevistas reveló que tras su ADN afín se inspiró en la canción que nombra el disco, y cuya traducción celebra su mayor fe -la música- en este ruido: Solamente pienso en vos.
Puente – Nadia Szachniuk y Seva Castro
¿Adónde se quiebran y reúnen las agudezas del canto lírico hecho tierra, vidalas y cuerdas suspendidas al futuro? En la voz de Nadia Szachniuk y en las vestiduras rítmicas y armónicas del guitarrista salteño Seva Castro, como reunión de los años tocados y los por transitar: ambos salteños, experimentados hacedores en senderos de la raíz folklórica sin espejos quietos del pasado y sin urgencias de futuros envueltos en ego, condensan magias íntimas en este EP, que es parte sonora de un proyecto audiovisual hecho bajo los cielos, las lloviznas y las tensas calmas de Portugal, en 2019.
Sea en Antorcha, donde junto a ambos levita el piano espectral de Ariel Rodríguez; en El puente, con su melodía, diríase, contemporánea, y la percusión invisible (o sea, exacta) de Mauro Caracotche; en Urban, con sus ecos renacentistas; en la insinuante y murmurante Blanco y negro; y en la leve épica rítmica de Boti, el dúo Szachniuk-Castro halla una identidad: el cambio dentro de una estructura en expansión natural. Por eso mañana ya nada será igual. En tanto, los colores estarán en ellos en este Puente: las cuerdas vocales y las de la madera (el músculo y su apoyo) fluyen hacia un mismo lugar sin adjetivos.
Viva. Destino del canto – Mariel Barreña
Un mapa cuadrado que circula: un diálogo generacional de músicos de La Plata reunidos en torno a la hacedora del fuego interpretativo: Mariel Barreña. Tan lejos del encierro, tan cerca de Buenos Aires, los y las cofrades de la raíz folklórica con el pulso urbano platense hacen convivir clásicos de raíz como manifiestos ideológicos, con la voz de Barreña en ellos. Espontánea, esforzada o natural.
De los Hermanos Núñez a Violeta Parra, de Rubén Rada a Eduardo Falú, de Andrés Chazarreta a Néstor Soria y Rubén Cruz, y, al resto, con el inevitable color heredado del trazo de Aca Seca (hito de La Plata al universo), el primer disco solista de Barreña no necesita explicaciones: sí públicos nuevos sin preconceptos. Allá en la calle, muchas más sabrán cómo leer las voces y los legados que insinúa este Destino del canto.
Con otros de sus latidos en el candombe, Barreña (teclados, piano, acordeón, percusión y amor docente) confluye con Pablo Vignati (quizá el mayor percusionista que reside en La Plata hace años), Gabriel Larranz (en guitarras) y Omar Gómez (¿hace falta hablar del groove del bajista?) para celebrar veinte años de luchas por la subsistencia. También hay instrumentales de fuste, guitarras eléctricas sin quiebres, una voz sorpresa en una vidala, y una calidad de grabación que ya había tenido sus frutos: Viva. Destino del canto fue seleccionado como el Mejor Álbum 2019 por la revista japonesa Latina Magazine. ¿Cómo será el sol naciente cuando Viva llegue, al fin, a los oídos libres de por aquí?
Bajo el mismo sol – Pato Molina
La nitidez de una voz provinciana se hace cuerpo en sus ritmos marcados: enraizados a Tucumán en cada compás, sin disimulo y con plena felicidad. Es lo que atesora, para sí y para las generaciones de allí y de aquí, el cantautor Pato Molina, con flauta y con su pronunciar memorioso. Bajo el mismo sol está grabado en vivo pero su mezcla, con la voz brillante, no habría necesitado público en vivo para estallar.
Con la producción (de nuevo en estos aires) de Pablo Vignati, el tercer disco de Pato Molina explora el equilibro sonoro entre peña y teatro, entre el gesto político y el romance al terruño, entre el cuerpo familiar y las costumbres de antaño, entre las distancias y las canciones como amaneceres de regreso. Así, las guitarras y los vientos, a la par del dúctil ataque de Molina en la flauta, pululan por historias elegantes, por frases naturalistas o declarativas, y por letras sin límites de tiempo ni de lugar. Sus distintos tonos definen un disco que nadie que se precie de conocer los dinamismos de lo popular podrá ignorar.
En la sonriente furia vidalera del tema leitmotiv, el Pato Molina confía: “Ven, hermano, sal a caminar. Tan cercana está tu libertad. Por la sangre de tus hijos que te harán sentir. Mata el odio, vence al miedo y échate a vivir”. Su poder catártico no hará esperar que pase la pandemia para repetirlo. Aquí, ahora, los hechizos cantables para bailar en una habitación o frente a una pantalla no están para llorar por lo que nunca nadie previó. Sí para alzar los brazos, con los oídos alerta, por lo que habrá que rearmar bajo los distintos soles que vendrán.
Excelente. Gracias por tanta claridad, concepto y análisis del mundo musical que brota en las raíces de nuestra hermosa Tierra.
Muy acertado retrato sobre la obra de Rodrigo Carazo. Gracias por esas palabras.
Interesante y dedicado análisis, gracias Patricio.