#LasRaícesDelCanto

Por Marcelo «Bochi» Muiños | prensanewenmapu@gmail.com

Foto de portada: EF / Puerto Tirol es Chamamé


Un 19 de septiembre de 1974, hace exactamente 47 años, fallecía en la ciudad de Buenos Aires Don Mario del Tránsito Cocomarola, el «Taita», figura ineludible de la historia del Chamamé y de la música nacional, creador y pionero del género correntino. En homenaje a su obra y legado se conmemora el Día Nacional del Chamamé, declarado por la Ley Nacional 26.558 del año 2009. En su provincia natal se realizaron homenajes para recordarlo y evocarlo. Aquí en Rosario también se celebró el chamamé con un concierto en el Anfiteatro Humberto de Nito, como en otros lugares del país.

En exclusiva para De Coplas y Viajeros, charlamos con Mario del Tránsito Cocomarola (h), conocido como «Coquimarola», acordeonista y también referente del género. Recorrimos la historia del chamamé, los aportes de su padre a la música litoraleña y su estilo, en una charla amena cargada de nostalgia evocando al «Taita del Chamamé». Además nos habla de su labor en SADAIC, sus obras propias y la continuidad y defensa de la ofrenda musical familiar que dejo su padre a través de la Fundación que lleva su nombre.

«Mi papá tenía su estilo personal, cadencioso. Son temas que cuando vos escuchás, tienen su esencia»

Este año en el marco de la celebración del Día del Chamamé en Corrientes, participaron de un recital el sábado 18 de septiembre de 2021 en el Anfiteatro que lleva el nombre del «Taita», Coquimarola y Gabriel Cocomarola, Los Sena, Gustavo Miqueri, Los hermanos Velázquez, Bruno Mendoza, Emiliano Cardozo, Cacho Espíndola, Rogelio Almirón, Verón Palacios y el grupo José Álvarez. Es el primer festejo después de la declaración del Chamamé como Patrimonio de la Humanidad.

– ¿Cómo estuvieron los festejos por el día nacional del Chamamé, en homenaje a su padre?

– Muy lindo, dentro del marco de los protocolos. Primero en el Anfiteatro Cocomarola de la ciudad de Corrientes hicimos el sábado 18 un espectáculo con diversos conjuntos chamameceros, asistieron 1500 personas por protocolo, fue una apertura, es la primera vez que se hace con burbujas. Participaron 13 grupos musicales. El domingo al mediodía se hizo en la localidad de San Cosme un espectáculo a orilla de la Laguna Totora, y después en el Puente Pexoa en Riachuelo. Y la noche se hizo una vigilia musical al pie del monumento, se hablaron palabras alusivas a mi padre, en una Iglesia se hizo una misa por los músicos que fallecieron. Además se lanzó un video Recordando al Taita por YouTube.

– Usted nació en Rosario. ¿Cómo se dio esa circunstancia?

– Nací en Rosario por casualidad. Mi madre conoció a mi padre en esos bailes que empezaban a las 2 de la tarde y terminaban a las 7 de la noche. Él se fue temprano a ensayar, tocaba el bandoneón que primero era como un instrumento nuevo en el chamamé. Conoce a mi madre y van a Rosario. Mi abuelo materno vivía en Rosario en el Pje. Marcos Paz, veíamos el cartel de Cine Echesortu. En ese entonces mi padre incursiono con Mauricio Valenzuela y muchos otros músicos, que tocaban motivos populares como La llorona o La caú. En Rosario había muchos chamameceros. En la década del 40 es cuándo Cocomarola viene a Corrientes. Estuve 3 meses en Rosario. Ahí encontró a Salvador Miqueri y con él empiezan a describir su lugar de origen como la Laguna Totora, Amor supremo, etc., con el Trío Cocomarola.

– Mario del Transito Cocomarola tocaba acordeón y bandoneón. ¿Cómo era su estilo?

– Primero tocó con bandoneón. Vera-Lucero con Cocomarola son clásicos. Así empezaron (Ernesto) Montiel e Isaco (Abitbol). Y (Antonio) Tarragó Ros desarrolló su carrera en Rosario. Mi papá nunca salió de Corrientes, él viajaba, tocaba en Buenos Aires y volvió, iba mucho en el norte de Santa Fe. Él tocaba acordeón de 2 hileras, con ocho teclas, pero para él era un instrumento limitado, en cambio con el bandoneón pudo desarrollar más su obra. Se concretó como instrumentista de bandoneón. Mi papá tenía su estilo personal, cadencioso, primera y segunda parte, son temas que cuando vos escuchás tienen su esencia, la gente entra por la cosa simple. Muchos temas de mi padre que fueron instrumentales les pusieron letra, por ejemplo con Constante Aguer, Kilómetro 11 al principio era solo instrumental.

De padre a hijo: «Trato de seguir defendiendo su legado y continuar con el chamamé», dice Coquimarola

– Su padre fue parte de los inicios del chamamé.

– Sí. Samuel Aguayo (músico paraguayo) tocaba polcas y algunas cosas que le pedían orquestas, de todos los ritmos, y por ahí tocaba La caú. Un día dice «vamos a hacer una polca correntina al estilo chamamé», como algo chabacano, y hacía una parte y tocaba un popurrí de cosas improvisadas. En esos años ya andaba mi papá. Pero antes de los instrumentistas chamameceros empezaron los cantores de chamamé, ya en 1920 como Pedro de Ciervi. Ellos iniciaron esta música.

– ¿Por qué remarca el tema de los cantores?

– Mi padre siempre tuvo buenos cantores en su conjunto y les daba prioridad. Cuándo termina Vera-Lucero la gente creía que se terminaba Cocomarola, entonces mi papá convoca al Dúo Verón-Palacios y ellos sabían todo el repertorio anterior. Cocomarola, sin perder su estilo y música, se adaptaba a los cantores, eran cantores distintos, pero él le buscaba la vuelta y la gente se deba cuenta que igual era Cocomarola. Él formó gente: Cáceres Molina, Trío Taragüí, Dúo Cejas-Ledesma, etc. Del árbol de Cocomarola salieron los Barrios y los Cardozo.

– ¿Cuál era la formación musical que más le gustaba al «Taita» Cocomarola?

– El cuarteto: bandoneón, acordeón, guitarra y voz. Después puso un contrabajo. La conjunción del bandoneón y acordeón era lo que le gustaba a mi papá, cada uno tenía su parte mano derecha e izquierda, él ordenó la música correntina: a los temas cantados les puso introducción, estrofa (canto y contracanto con los instrumentos), estribillo y final; al chamamé instrumental le hizo primera y segunda parte y final, hasta ahora se sigue así. Mi papá buscaba lo simple, hacía arreglos que pegaban. Así fueron sus éxitos, el primero que cantó Kilómetro 11 era el representante de mi papá, que no era cantante profesional pero para él lo entonaba muy bien. Después hizo famosos los temas Merceditas, A Villa Guillermina y Puente Pexoa.

– ¿Qué otro aporte hizo a la musicalidad del chamamé?

– Él no sabía lo que estaba haciendo, lo hacía por intuición, no para trascender, no tomaba dimensión de su trascendencia en la música nacional. Se rodeaba también de grandes músicos, por ejemplo Antonio Niz quién fue un gran guitarrista, que le puso el matiz exacto al chamamé. Tocó muchos años con mi padre, fue quién lo diferenció de la polca paraguaya, él creó el rasguido como lo tocamos al chamamé, con tres golpes para abajo. Es el autor del valseadito correntino también ( una mezcla de valseado y rasguido doble). Fue un especialista en acompañar que merece ser reconocido. En esa época se tocaba de todo, no solo chamamé: popurrís de pasodobles, corrido, foxtrot, rancheras, tango. Mi papá sabía de música, leía música.

«No me puedo comparar con mi padre, yo tuve mi repertorio y grupo, quise ser Coquimarola»

– Cuéntenos de su carrera artística que ya lleva más de 50 años.

– Mi carrera empezó en la década del 60, mi primer acordeón me la regalo Roque Librado González. Toco desde los 12 años, tocaba en los actos de la escuela. Pasa el tiempo y me ofrecen tocar, le dicen a mi papá que estaría lindo que yo grabe un disco 33 para probar. Y era para Avelino Flores imagínate. Lo importante para mí es cómo se pulsa el instrumento. Nunca segundas partes fueron buenas, esa es la verdad, yo no me puedo comparar con mi padre, yo tuve mi repertorio y grupo, quise ser Coquimarola, tengo 140 obras mías. Pero la gente en el escenario me pedía los temas de mi papá. Me fui adaptando al luto de la gente y debía interpretar sus temas. El chamamé Amor supremo a lo mejor yo lo hago más estilizado, a mi manera y la gente por ahí decía «no es igual al padre». Tengo asumido que hago mi forma y no reniego. Siempre tuve un conjunto ordenado, mi bandoneonista tiene 44 años tocando conmigo.

– ¿Le pesa un poco la figura de su padre?

– No, para nada. Es un orgullo para mí y lo tengo asumido. Y sé que es así, por eso trato de seguir defendiendo su legado y continuar con el chamamé. No es fácil para mí, pero ya lo tengo asimilado. Te cuento una anécdota graciosa que describe lo que me pasa: en un Festival sube mi hijo (Gabriel Cocomarola) ¡y lo presentan como «El nieto de Transito Cocomarola!», a mí ni me nombraban y estaba al lado (risas).

– Para terminar, ¿cuál es el tema que más le gusta de su padre?

– Según el momento me gustan todos, la música tiene su momento. Como en el auto, si vas por la ruta y ves cosas distintas, otros paisajes, te lleva a otra música. Toda la música tiene su particularidad y momento. El chamamé La llorona me gusta mucho, hay una parte que con su bandoneón te transporta en forma sublime con sus teclas. Eso me produce algo indescriptible.

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