La cantautora rosarina habla de De Palomas y Lorenzas Volumen 3, el disco que cierra su trilogía de resignificación de danzas y coreografías folklóricas tradicionales, ahora con una mirada feminista y de género. Bertolini celebra a las diez cantoras populares invitadas y dice: “Nuestra lucha está volcada en las canciones”.


“No estamos solas. Ahora tenemos las canciones”, se dijo la cantautora Clara Bertolini cuando terminó De Palomas y Lorenzas, la trilogía de discos de resignificación de danzas folklóricas argentinas, ahora rescritas con mirada feminista. Las nuevas letras y melodías para esas coreografías tradicionales -ya despojadas de una mirada patriarcal- brotaron de su inspiración, de su visión política y de su cuerpo empoderado. Como dice Clara Bertolini: “A mí, que me salgan nuevas letras es como bailar”.

La rosarina cierra los ojos un instante en su casa en Carcarañá, Santa Fe. Luego vibra con las canciones folklóricas tradicionales que reescribió con su mirada de género, y abraza sus nuevas composiciones en De Palomas y Lorenzas Volumen 3 bajo el mismo foco: “Busqué cantar danzas que hablan de lo que les sucede a muchas mujeres. Nosotras no nos callamos más. Decimos lo que pensamos; denunciamos; hablamos por nosotras y por las demás. Nuestra lucha está volcada en las canciones”.

Clara Bertolini. Fotos: Nano Pruzzo

El 31 de diciembre, Bertolini editó las últimas diez -de treinta- en este disco De Palomas y Lorenzas Volumen 3. ¿Cuál es el espíritu de la trilogía, ahora que pudo terminarla? Dice Bertolini: “Es cambiar el punto de partida de los decires de nuestro cancionero popular. Cambiar el lente. Pensar cómo sería si nos hubiesen contado la historia desde la voz de la mujer, ya sea dentro de una casa, de un rancho, en un camino, en el campo o en la ciudad. Cómo sería cualquier relato desde la visión de la mujer”.

En el disco De Palomas y Lorenzas Volumen 3, Bertolini comparte cada uno de sus diez temas originales con cantoras clave de la raíz folklórica: Nadia Larcher, Mery Murúa, Lucía Ceresani, Micaela Chauque, Paola Bernal, Milena Salamanca, Mavi  Díaz, Casiana Torres, Lorena Astudillo y La Bruja Salguero. Junto a Bertolini, todas ellas interpretan diversas formas coreográficas, renovadas en sus letras bajo esta mirada feminista y de género: cueca norteña, pajarillo, huella, bailecito, ecuador, palito, cueca cuyana, chacarera, zamba y remedio atamisqueño.

Y a Romina Bisciglia (en guitarra) y a Julieta Demagistris (en percusión y coros), quienes fueron parte de los dos discos anteriores, se suman muchas más intérpretes en bandoneón, bajo, sikus, violín y guitarra, para ampliar las texturas y dar unidad total al sonido del Volumen 3. ¿Cómo lo vive Bertolini? “Es una satisfacción enorme. Lo que me propuse hace dos años fue grabar con diez invitadas cantoras nacionales del folklore, de nuestra música popular. Y es una alegría haber completado la trilogía, más aún en las arduas condiciones en que trabajamos los artistas populares en este contexto de la Argentina. Me suelen decir que soy ambiciosa, pero a mí me moviliza ponerme grandes objetivos. Esas motivaciones son las que hacen que vaya para adelante”.

«Cuántas veces nos dijeron y nos hicieron creer, que el dolor es parte nuestra sólo por nacer mujer. Cuando se haga señorita ya lo va a saber usted. Que a soportar una aprende y a acostumbrarse también. Pero hoy ya no llevaré el yugo cruel en mi envés. Porque sé que hoy nací y está en mí, mi placer brama vivo al latir», canta Clara Bertolini, con su voz aguda, en el bailecito Ser placer, junto a Micaela Chauque.

«Desterrarse pa’ saciar a gusto del gran poder. No llame feminidad a la norma de un deber», dice junto a Paola Bernal en el ecuador Espejismos. «Terminado el jornal, será tiempo ‘e descansar, pero sepa puerto adentro ese cuento es de nunca acabar. Anochece y laboriosa junta, lava y guarda en su lugar», canta Bertolini junto a Mavi Díaz y a la guitarra de Daniela Calderón en la cueca cuyana El buen reparto.

Así, cada una de las diez canciones de De Palomas y Lorenzas Volumen 3 deconstruye y denuncia realidades opresoras para las mujeres en su cotidianeidad: preconceptos y falacias instituidas históricamente por el entorno patriarcal. Y no sólo las diez obras de este álbum, sino los tres, devienen un proyecto de arqueología musical y de sociología cultural y política -liberadora-, de cara a las nuevas generaciones (y a la posibilidad de sus vínculos mejores).

Concibe Bertolini: “Tengo ideas muy claras en función de las historias de mujeres que he conocido, leído y vivenciado. En las canciones de los dos primeros discos yo tomaba como referencia a las letras originales: al hecho de que la mujer le conteste al varón, a la voz hegemónica, porque esta cuestión binaria existe dentro de las danzas tradicionales. Pero ¿qué pasa acá con la voz de la mujer? Por eso, en este tercer volumen me inspiró más el hablarles directamente a ellas: en correr el foco, acompañar y abrazar. Pensar: ‘Ahora vamos a decirnos entre nosotras las cosas que necesitamos para seguir creciendo, para poder cambiar un poco esta realidad y saber que no estamos solas”.

De Palomas y Lorenzas Volumen 3 habla “de la historia de paternidades irresponsables, de los cánones de belleza, de cómo se ven los cuerpos, de lo cotidiano, del hogar”. ¿Cómo hacer que estas nuevas letras las identifiquen? Dice Bertolini: “Sabiendo que esto no sólo te pasa a vos: nos pasa a todas”. Gracias al proyecto “recibí muchas palabras de agradecimiento, de apoyo y de empatía. Eso me dio el empuje para terminarlo. Y en lo profesional me sirvió mucho para crecer, porque fue un desafío muy grande”.

A los discos De Palomas y Lorenzas Volumen 1 y 2 los había grabado en pandemia “y con una formación que nunca había tocado en vivo. Recién nacía el proyecto y yo me empezaba a reconocer como cantautora, con canciones folklóricas, algunas músicas mías y todas las letras de mi autoría. En el Volumen 3, ya más firme con el grupo y con los arreglos, me dije: ‘Tiro toda la carne al asador y digo todo lo que pienso, con la seguridad de que expreso la voz de un montón de mujeres, de hoy y del pasado”. Y “cada una de las intérpretes invitadas puso su impronta en cada canción. Así, la identidad que se logra es colectiva”.

En su indagación con las danzas tradicionales, en los discos previos Bertolini también abordó (con nuevas letras) formas coreográficas no tan masivas como palomita, calandria, sereno, la patria, caramba, firmeza, prado, lorencita, el cuando, amores, pollito, tunante catamarqueño, remedio pampeano, remesura y condición. Lo explica: “Todas son danzas que yo bailo desde los cinco años. Las tenía tan incorporadas que ni siquiera las pensaba desde la forma musical: a la hora de componer, repasaba las partes mientras las bailaba. Las tengo muy atravesadas por mi cuerpo danzante. Se trata de dejar hablar a la memoria del cuerpo”.

Y, del mismo modo, la palabra “también sabe a dónde tiene que ir -amplía Bertolini-. Escribir es algo que hice siempre como un juego, desde niña, y hasta hoy lo sigo haciendo como madre, con mis tres hijos: la rima siempre está en el cotidiano. Cuando sale la idea para una canción, ya al momento empieza a rimar y va tomando forma la estructura. Para mí, hacer surgir una idea nueva para una canción es como salir a bailar”.

«El día que me abracé, dejé de conformarme. Me contemplé sin pena y empecé a perdonarme (…) El día que me abracé, dejé de complacerlos, de soportarlo todo, sanando mi destierro. Y porque me abracé, ya no me trago el dicho, que somos sexo débil. ¡Quién creés que te ha parido!», cantan Clara Bertolini y Casiana Torres en la Chacarera del cuento. Y en el remedio atamisqueño Florece, Bertolini y La Bruja Salguero abrazan esta letra: «Tu cuerpo es ese que viste a demandas, tu cuerpo es ese que oprimen con saña, tu cuerpo es ese que nunca les basta. Tu cuerpo es ese que muta y espanta. Pero este es mi cuerpo, carne de mi tiempo. Nace, crece, envejece y siempre florecerá».

En su indagación poética, política, social, Clara Bertolini vislumbra líneas precedentes dentro de la música de raíz folklórica argentina. ¿Cuáles? “Están en el Movimiento del Nuevo Cancionero, de los años ’60, que estipulaba hacer canciones con fundamento que no sólo fueran descriptivas de un paisaje, sino que hablaran de las cuestiones que nos atraviesan como pueblo. Y las mujeres somos la mitad del pueblo. Entonces, ¿cómo no vamos a hablar de las cosas que nos pasan todos los días?”, sabe Bertolini.

–¿Qué te devolvieron las invitadas al encontrarse con tus obras en De Palomas y Lorenzas Volumen 3?

–Fueron experiencias muy diversas, porque con algunas pude grabar en el mismo estudio y con otras no. Este proyecto tuvo una duración de dos años. Con algunas grabamos al principio y tuve más diálogo que con otras. Mavi Díaz, por ejemplo, grabó desde España. Yo me siento muy agradecida porque todas valoraron la propuesta, se pusieron al hombro los temas y se sumaron desinteresadamente a acompañarnos desde la sororidad de decir: “Somos todas mujeres diciendo esto y compartiendo”. Eso confirmó que no estamos solas en el camino. Entre todas sabemos que existimos: acá estamos nosotras.

–¿Vos las ves como canciones de lucha?

–Sí, son canciones de lucha. Cada mujer música, cada artista comprometida ejerce esa lucha desde su lugar. Bueno, a mí me tocó desde este lugar. Para mí, el folklore no es algo que elijo. Es lo más genuino de mí, porque, como decía antes, lo bailé desde chica, lo mamé en familia y es lo más sensato que tengo conmigo misma. Yo hago toda esta lucha desde el camino del folklore que habito desde siempre.

–¿Cuál te gustaría que fuera fue el impacto de este proyecto en el folklore, donde los hombres siguen cantando canciones machistas?

–Hay cosas que se van dando con el tiempo. Por ejemplo, en el Pre Cosquín hubo una pareja de danza que hizo el tunante catamarqueño y el cantor interpretó el estribillo de mi tunante, Nombre de papel, incluido en el Volumen 2: «Dígame ahora, señor juez, dónde encuentro a esa mujer, ese nombre de papel. Dígame este tunante, si trata o maltrata la vida esta forma de andar. Y este miedo impotente de ver que los buitres caminan en la impunidad. Dígame ahora, señor juez, dónde encuentro a esa mujer, ese nombre de papel».

–­¿Y qué sucedió?

–Fue la primera vez que yo escuché el tunante en la voz de un varón, algo que no me esperaba. Las canciones empiezan a hacer su propio camino y ahí es cuando trascienden y empiezan a quedar en otras voces, en otros cuerpos y en otras personas. La cultura echa raíces de a poco y eso es lo que termina de dar sentido al proyecto: busco interpelar al folklore desde la visión de las mujeres.

 

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