Antonio Tarragó Ros fue el artista elegido para el último capítulo del ciclo realizado en Rosario. En la apertura tocó el trío Tortul-Farhat-Ayala.
El músico Homero Chiavarino y el espacio cultural Distrito 7 de Rosario concretaron durante el año este exitoso ciclo dedicado al chamamé. Con la visita de reconocidas figuras y con la participación de importantes artistas locales, el Chamamé Club permitió mostrar los diferentes estilos que conforman la escena chamamecera.
En la apertura tocó el trío integrado por Joel Tortul (piano), Pablo Farhat (violín) y Augusto Ayala (guitarra). El repertorio incluyó temas del disco Sentido publicado por el dúo Tortul-Farhat y también obras de Momentos mesopotámicos, el disco del concordiense Ayala. Iniciaron la noche con Caudal (Tortul) y fueron sumando tramos improvisados. En la parte final, sumaron al anfitrión del ciclo Homero Chiavarino.
Mientras se armaba el escenario para el concierto del invitado especial de la noche, en pantalla se mostró un documental que repasa la trayectoria de Antonio Tarragó Ros. El audiovisual incluyó fragmentos de la Suite Chamamecera, la obra que el acordeonista curuzucuateño registró con la Orquesta de Cámara Mayo.
Sin protocolos de presentación, Tarragó subió al escenario y arrancó ajustando el sonido con un tango. Detectó a Carlos Pino entre el auditorio, lo saludó especialmente y elogió a Los Trovadores. El cielo del albañil fue la primera del repertorio. Luego de interpretarla, contó la historia de la creación del chamamé que compuso con Teresa Parodi.
Con un potente lote inicial de clásicos, Antonio le propuso al público que baile. Allí sonaron El toro, Jineteando la vida y Kilómetro 11, con imágenes de Cocomarola en pantalla. Para introducir Yo soy el chamarritero, mencionó especialmente a Abelardo Dimotta y agregó el reconocimiento en pantalla a los grandes de la música de Entre Ríos: Víctor Velázquez, Linares Cardozo, Jorge Méndez, Hermanos Cuestas, Octavio Osuna y Zurdo Martínez, entre otros.
“Tenemos que construir vacunas para el alma”, dijo Tarragó después de recordar a su padre con Granja San Antonio. “Hay que regresar a la danza, porque la danza le salvó la vida al chamamé”, expresó en otro de sus mensajes.
Con Héctor «Trabuco» González (guitarra), se “desafió” y “provocó” durante todo el concierto. El notable guitarrista tuvo varios momentos de lucimiento individual. Antonio le cedió un tramo solista en el cual Trabuco tocó y cantó el bolero Sin ti.
En tono didáctico, Tarragó habló sobre el canto de los paraguayos cuando incluyó la polca Lucerito alba, cantada en guaraní. Recordó a León Gieco con una versión de Canción para Carito, también con imágenes de momentos compartidos con el creador santafesino.
El músico correntino, además de versionar sus propias obras, transformó al Distrito 7 en una aula imaginaria y ofreció una clase magistral de historia del chamamé. Rescató la obra de Osvaldo Sosa Cordero recitando Feliciana Altamirano y elogió dichos y anécdotas graciosas que se le atribuyen a Mario Millán Medina.
En la parte final, Tarragó cantó La vida y la libertad, apeló a su costado romántico con El secreto y mencionó con nostalgia a Roberto Fontanarrosa, autor de la letra de La oruga gigante.
“Vamos a hacer sufrir al negro Pino”, dijo entre risas antes de Puerto Tirol. Para el cierre invitó a Homero Chiavarino y la escena se transformó en un “duelo” de acordeones que desembocó en una gran zapada chamamecera.
El Chamamé Club significó durante este año un valioso aporte. El ciclo que se inició el 15 de abril con las presentaciones de Carlos Pino, Patricia Duré y Homero Chiavarino, ofreció siete capítulos con una programación que se sostuvo desde el inicio con un criterio diverso en cuanto a estilos y generaciones. Los Núñez, Nélida Argentina Zenón y Patricia Gómez, entre otros, enriquecieron el contenido de un proyecto que cumplió ampliamente con la premisa de mostrar la riqueza de la música del litoral.