Hablamos con un hombre del oeste bonaerense  -como él mismo se identifica- nacido en Ameghino, provincia de Buenos Aires, hace 82 años. Su padre tocaba la guitarra, de quién heredó el gusto por la misma, y su hermano mayor también, a quién le tomó un estilo que grabó con el nombre de «Los Reynoso».

En su juventud se mudó a la ciudad de Buenos Aires, donde inició sus estudios formales de guitarra. Luego se relacionó con el antropólogo y reconocido investigador del folklore Rubén Pérez Bugallo, con quien comenzó a pergeñar la idea de ahondar en la investigación y difusión de los ritmos bonaerenses, como la huella, la cifra, el palito, estilos y milongas.

Tuvo varios oficios, como pintor, albañil, peón de estancia, repartidor de almacén, diariero y ferroviario. Hasta que se decidió por la guitarra y no la largó más; perfeccionó sus estudios en el Conservatorio Manuel de Falla y fue docente muchos años.

En esta oportunidad, continuando con nuestra sección denominada Las raíces del canto, nos introducimos en la numerosa estirpe de ritmos folclóricos y danzas bonaerenses, todo un mundo telúrico que quieren olvidar pero que lucha por no pasar al silencio.

Música bonaerese: «Se dice que hay 35 ritmos», asegura Reynoso

Atilio Reynoso editó, entre su nutrida obra, dos materiales imprescindibles: Música criolla tradicional de la Provincia de Buenos Aires y Cantares Tradicionales de la Provincia de Buenos Aires, ambos del sello Melopea Discos, participaron Rubén Pérez Bugallo y Ercilia Moreno Chá, donde hallamos estilos, milongas, polkas, mazurkas, remedio pampeano, prado, triste, palito, triunfo, gato, habanera, cifras.

Actualmente no puede tocar la guitarra por problemas de salud, pero sigue con muchos objetivos y proyectos. Está encaminado a culminar 3 libros, de poemas, de temples antiguos y de los ritmos bonaerenses. En esta nota exclusiva para De Coplas y Viajeros, nos brinda todo su conocimiento y experiencia en la materia, pintando su paisaje de llanura pampeana.

– ¿Cómo se inició con la guitarra en Ameghino?

– De mi padre heredé el gusto de la guitarra, lo escuchaba cuando trabajaba en el campo los feriados o fin de semana, se juntaban con otros guitarreros, empecé a escuchar las milongas. Tocaban con cuerda de tripa, se cortaban, ponían un lápiz y volvían a seguir, se tocaba una introducción y se acompañaban. Él tocaba milongas y estilos, muchos se fueron perdiendo, yo era chico, le tomé uno a mi hermano mayor que se llama Viejo Estilo y lo pude grabar. Todo eso se aprendía de oído, sin leer música, de tanto escucharlo lo aprendía, después uno le pone algún aditamento. Es casi igual a como lo tocaba mi papá con los arpegios para arriba.

– ¿Cuándo se decidió por la carrera musical?

– Yo trabajaba de boyero, después en el ferrocarril. Cuándo hice el servicio militar vine a Buenos Aires y averigüe; cuándo regresé a mi pueblo había cambiado de capataz y no me gustaba, dejé el ferrocarril y me instalé en Capital. Estudié con García Lorenz y me recibí de profesor; después con Sebastián Piana y en el Manuel de Falla, me fui perfeccionando. Seguí componiendo y siendo docente. Luego ya me relacioné con Rubén Pérez Bugallo y empecé la recopilación de música bonaerense.

– ¿Así empieza con la tarea de recopilación de ritmos bonaerenses?

– Yo había hecho amistad con Rubén Pérez Bugallo en unos talleres sobre música indígena, le dije que a mí me interesaba conocer los ritmos de la provincia de Buenos Aires, que habían caído en desuso y ahí comenzamos, yo tenía grabados dos casettes de música folclórica de mi autoría. Ahí comenzamos a trabajar juntos, me presenté en el Fondo Nacional de las Artes, él me recomendó para una beca y pude estudiar, en 1992. Ahí trabaje en recopilación, difusión e investigación. Cuando terminó esa ayuda me becó el Banco Mercantil Argentino para que continuará con la labor, esa Fundación me llevo a Francia con un platero. Canté un 25 de Mayo en Francia, hermoso recuerdo.

– Luego graba los discos Música criolla tradicional de la Provincia de Buenos Aires y Cantares Tradicionales de la Provincia de Buenos Aires, ambos dentro del sello Melopea Discos.

– En 1996 el Sr. Horacio Bauer era Presidente del Fundación del Banco Mercantil Argentino (padre del actual Ministro de Cultura, Tristán Bauer) y él me ayudó en la producción de los discos de Melopea. Después seguí investigando y recopilando, dando conferencias, me fui perfeccionando. Actualmente estoy confeccionando un libro sobre los ritmos como el triste o el triunfo, tengo muchos apuntes.

– ¿Cuántos son los ritmos bonaerenses?

– Se dice que hay 35 ritmos. La cifra y sus variantes en décimas, octava italiana, sin la repetición del primer verso. El triste deriva del yaraví, y este del aragüí. El estilo y sus variantes estróficas también, hay más cortos en octavas y séptimas. La décima. El término es una especie que no se conocía. La milonga también tiene sus variantes, como la corralera, media milonga. Don Atahualpa Yupanqui hizo muchas en cuartetas. Está el aire, es como una canción pero que en esa forma puede entrar un timbre de canción o de zamba y otros ritmos, no es la danza. Después está la vidalita, el cielito canción, el cielito federal. Las danzas criollas son el palito, el caramba, la refalosa, el schotis, polca, remedio pampeano, gato, gato bonaerense, gato patriótico, gato porteño, el cuando, el minué.

– También investigó sobre los temples de la guitarra…

– Grabé un disco donde cada uno tocaba con distintos temples de guitarra. En general el temple del diablo no lo grabé, lo tengo con afinaciones de Carlos Vega; después un santiagueño me pasó otro temple del diablo, también Isabel Aretz me dio otro, cada uno tenía un temple distinto. Uso la sexta en Re cuando toco en Re Mayor en alguna polka o schotis. Hay otros temples en las polcas o mazurkas, el medo tres requintado, que es la sexta en FA; la quinta en La; la cuarta en Do; la tercera en FA; la segunda en La y la primera en RE. Al aire daría un FA Sexta, sería el dominante del Si bemol mayor.

– En sus presentaciones en la campaña bonaerense, ¿qué le decía el público asistente?

– El intercambio con la gente en la campaña bonaerense siempre ha sido muy lindo. Yo iba explicando el origen, las formas, a quién se lo tomé, a qué criollo, muchos ya se han ido. La gente se ponía muy contenta, y me decían «este estilo tocaba mi papá», por ejemplo. En los recitales que hice en La Plata la gente me reconocía. Ahora estoy en un programa de radio de la Universidad de La Matanza los días domingos. De 10 a 12 tengo un micro de 20 minutos, El canto de la región pampa, donde hablo de los ritmos, historias, cuentos criollos. Como ejemplo hablo de la habanera, que estuvo en Cuba y vino para estos lares. Es pariente del tango y la milonga. Los organilleros aceleraron el disco y así fueron naciendo otros ritmos. Está también la paloma, que fue un ritmo similar investigado por Alejo Carpentier.  En la radio transmito lo que estudié y tengo buenas repercusiones con la audiencia.

– ¿Por qué se perdieron algunos ritmos de provincia de Buenos Aires?

– El paso del tiempo hizo que se vayan olvidando. En general en Buenos Aires hoy se está tocando de nuevo algunos ritmos como la cifra, se está intentando volver. En el Festival de Cosquín en general no se hizo mucha música bonaerense. Lucho por la identidad musical bonaerense, defiendo la identidad de la provincia de Buenos Aires. Hay que difundir más la música pampeana.

– ¿En sus estudios analizó raíces indígenas y afro en la música bonaerense?

– La raíz indígena la tiene el yaraví. Viene del Perú. Deriva en el triste, que así lo denominamos acá. Por su temática triste, hay un triste muy antiguo y anónimo que dice “Oh, pajarillo, que canta por las mañanas serenas…”.  Cuando se cantaban las canciones los paisanos lo cantaban triste, con un vino en la cantina, de ahí quedo su denominación. Son tristes los versos como el que dice: “El zorzal por la calandria un profundo amor sentía…” Algunos sostienen que el estilo derivaría del triste pero para mí no es así. En la milonga hay raíces afro. Ascasubi en 1853 dice: «me fui a un fandango». Martín Fierro en 1872 dice: «a ver la milonga fui». Gabino Ezeiza, el payador fue un grande, que cambia la forma de tocar, él le dijo a Trejo: «vamos a tocar la milonga por milonga», antes era por cifra, a partir de ahí se tuvo que arpegiar.

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