El cellista, guitarrista y compositor vive en la ciudad hace una década y editó en 2021 su disco Santa Fe, con influencias del jazz, del rock y del folklore. Entre mayo y junio de este año tocó el cello en el show de Broadway del cantante y actor Ben Platt, a sala llena. Uriburu participó en incontables proyectos, revela sus sueños y dice: “En Nueva York hay que hacerse fuerte en los momentos de incertidumbre”.


Subió el telón en el mítico teatro The Palace de Broadway y Agustín Uriburu, desde el cello, cerró los ojos: en un segundo recobró toda su carrera musical en Nueva York. “Me vi tocando la guitarra en mi casa de pibe, en Buenos Aires; luego con mi viejo; con mi grupo de rock en la adolescencia; el conservatorio; los años de cello; el jazz y mi mudanza a Nueva York diez años atrás”, evoca Uriburu.

Corría el 28 de mayo, la noche de la primera función del espectáculo Ben Platt. Live At The Palace, del premiado cantante y actor norteamericano (protagoniza la serie The Politician, de Ryan Murphy, en Netflix). Hubo funciones repletas del show -para 1400 personas- hasta el 15 de junio, y el argentino Agustín Uriburu integró con su cello la banda de acompañamiento de Platt. Fue una experiencia reveladora para el guitarrista, compositor y arreglador, quien editó en 2021 su disco Santa Fe.

Agustín Uriburu. Fotos: Gentileza del artista

“Haber acompañado a Ben Platt en The Palace de Broadway fue muy emocionante -cuenta Uriburu-. En esa primera función, con los ojos cerrados pensé en mi viejo, que tocaba la guitarra y me transmitió la pasión por la música y Los Beatles. También me acordé de mis primeros días en Nueva York, tocando a la gorra en el Central Park. Volví a ver todo lo que hice musicalmente para llegar hasta aquí”, dice Uriburu, de 39 años: llegó a sus 29 a Nueva York junto a la referente del soul argentino Sol Liebeskind (otra entrevistada por De Coplas y Viajeros) y fue desplegando sus múltiples proyectos.

En lo profesional, dice Uriburu, “fue increíble la experiencia con Ben Platt en Broadway. Yo era el único argentino en toda la compañía. Fue un desafío adaptarme a un ambiente completamente estadounidense. Son todos súper profesionales y, aunque son algo más fríos que los latinos, el trato es muy cálido. Con el correr de las semanas nos hicimos amigos con mis colegas y hasta compartimos un asado. Espero que se repita este espectáculo en Broadway”.

A Uriburu lo convocó Chase Foster, el director musical y arreglador del show. “Ben Platt es un tremendo cantante. Es una estrella todavía en ascenso como song-writer pop, a pesar de que es súper conocido, sobre todo en Broadway, por la obra Dear Evan Hansen. Yo el año pasado tuve la oportunidad de tocar el cello para los Jonas Brothers y por ese trabajo conocí a Chase Foster. Me llamaron dos semanas antes del primer ensayo y fue un placer tocar el cello en Broadway”.

Uriburu ya tenía cierta experiencia en el circuito más pequeño del off-Broadway. “Tuve la oportunidad de trabajar con Florencia Iriondo, una argentina que vive en Nueva York -dice-. Con ella hicimos dos meses de conciertos con una obra suya que se llama South, y que habla de una familia argentina que emigra a Estados Unidos. Estuvimos desarrollándola casi desde el principio, también con el guitarrista Fede Díaz. Con Flor Iriondo después hice un par de obras más chicas y otras residencias artísticas”.

 

–La experiencia musical que te dio Nueva York, durante diez años, también debe haber sido clave para llegar a Broadway.

–Sí, empezás de cero y cada año vas subiendo un escalón, conociendo músicos y haciendo producciones cada vez más grandes. Si estás en Nueva York van saliendo cosas. No sé si es matemático, pero si vos sos más o menos bueno en lo que hacés y sos constante, en algún momento vienen los resultados. En Nueva York hay que tener mucha paciencia y hacerse fuerte en los momentos de incertidumbre.

Agustín Uriburu -nacido en Buenos Aires- es parte de la profusa comunidad de músicos argentinos -y de otros países- en el distrito de Brooklyn: “Es un grupo muy grande de amigos y somos como familia”. En el disco Santa Fe (2021), que hace confluir territorios del jazz, de la raíz folklórica, del rock y de la música de cámara, están Uriburu (en cello, guitarra y composiciones), Daniele Germani (en saxo alto), Gabriel Chakarji (en piano) y Juan Chiavassa (en batería). Uno de los grandes proyectos que Uriburu presentó en Nueva York.

–¿Cómo subsistís musicalmente en la ciudad?

–Yo me considero un artista muy versátil, lo cual me permite trabajar en diferentes estilos de música y de producciones. Me convertí en sesionista, a pesar de que tengo también mis composiciones e ideas. Pero cada dos semanas hay un proyecto nuevo en el que estoy aprendiendo música. A veces hay un poco de incertidumbre laboral, aunque siempre aparece algo. A través del pianista Leo Genovese grabé mucho para Residente, exCalle 13: en el último disco participo en varios temas. Grabé en Electric Lady Studios -los estudios que eran de Jimi Hendrix- y también grabo muchas cosas desde mi casa. La vida del músico freelance es muy variada y ardua en Nueva York.

–¿Cómo manejás el nivel de estrés que eso implica?

–Es una buena pregunta. Cuando la agenda se llena uno está más tranquilo y, cuando no, hay que ponerse en movimiento: generar cosas y también aprovechar los tiempos libres. Yo aprovecho para practicar, para escribir música y para salir a correr por el Prospect Park. También me junto seguido con la comunidad de músicos argentinos en Brooklyn. Vamos surfeando la ola entre todos.

«En tu propia música se ven tu personalidad, tus experiencias, tu forma de ser y tus pasiones». Fotos: Gentileza del artista

 

Los sueños por venir en Nueva York

El disco Santa Fe, de Agustín Uriburu, fue reconocido como uno de los “mejores álbumes de jazz” de Bandcamp en 2022. En su vasto currículum -que incluye giras por varios países- el cellista, guitarrista y creador hizo apariciones en el Lincoln Center, en el Carnegie Hall y en el Radio City Music Hall. También en clubes icónicos de la ciudad. ¿Qué lo distingue como cellista en un ambiente tan competitivo como el de Nueva York?

Uriburu analiza: “Creo que vengo de otra escuela distinta a la mayoría de los cellistas. Yo provengo del rock, de adolescente; también me considero guitarrista, pero un día el cello me conquistó porque es un instrumento muy profundo. Lo que me distingue es poder improvisar con el cello, algo no tan común entre los cellistas de formación clásica”.

Una pausa y Uriburu prosigue: “Tengo un entendimiento de músico de jazz, aunque no interprete jazz tradicional en el cello. Pero eso me da un toque distinto. En tu propia música se ven tu personalidad, tus experiencias, tu forma de ser y tus pasiones. La variedad de estilos que yo toqué, y también que fui a ver en vivo, me dio una perspectiva diferente y generó un sonido especial”.

–¿Podrías elegir tres o cuatro momentos esenciales en tu trayectoria?

–Los digo en orden cronológico. El primero es haber tocado con Leo Genovese en un grupo suyo que se llamaba Legal Aliens (extranjeros legales): éramos diez, once músicos, y estuvo tremendo. En 2023 estuve en otro proyecto de Leo, que se llama Quilombo y que es música del mundo pero con mucho de tango, de milonga, un poco de folklore argentino y latinoamericano. Disfruté mucho de estar ahí: tocamos en clubes de jazz más chicos, pero muy reconocidos.

Con la artista de soul y jazz Sol Liebeskind -su expareja- hicieron cientos de conciertos en distintos espacios de Nueva York. “Me acuerdo de uno que hicimos en el National Sawdust, una hermosa sala de Brooklyn, presentando su disco Love Child, de 2019 -cuenta Uriburu-. Pudimos poner cuerdas y vientos: estuvo espectacular. También fue inolvidable presentar mi disco Santa Fe en la sala Drom, el 8 de marzo de 2022. Vinieron varios músicos con tambores de candombe y la banda sonó increíble. Y otro hito, desde ya, fue el de los shows con Ben Platt en Broadway. Él me dijo que van a haber un montón más”.

–¿Cuáles son tus sueños pendientes?

–Tengo una carpeta en mi computadora que dice “proyectos ambiciosos”. Son varios. Uno de mis sueños es armar una orquesta de cuerdas para música original. O bien un cuarteto o un grupo de cuerdas más alternativo, con influencias del tango, del rock, de la música clásica, del jazz y del folklore: de todo lo que me toca de cerca. Ya estoy escribiendo para ello. Otro sueño sería hacer un disco de guitarra solista -o con algún invitado-, porque al instrumento le debo mucho. Cuando empiezo a tocar un par de días seguidos ya me vuelvo uno solo con la guitarra.

Uriburu subió a YouTube varios videos de guitarra solista, versionando a Spinetta y a Charly García, entre otros. “Quisiera sacar un disco con versiones del rock argentino y también del rock internacional: con temas que me marcaron mucho y también obras propias. También hace poco empecé con Raiden, un proyecto en trío: yo en el cello junto a Luke Marantz, un tecladista y pianista tremendo, y un baterista. Hacer algo con cellos, sintetizadores y batería tiene un sonido particular y no muy explorado. Y otro anhelo sería arreglar música argentina para cuerdas, con mi impronta, quizá con improvisaciones. De a poco voy avanzando con todas mis ideas”.

–¿Ya dejaste atrás el concepto del disco Santa Fe, de 2021?

–No, eso está siempre vivo. En la segunda mitad de 2024 tenemos un par de fechas. Y siempre que vuelvo a Buenos Aires toco con un cuarteto en Virasoro Bar, un lugar icónico del jazz argentino y donde yo iba a ver a mis ídolos, de más joven. En mi último viaje a Buenos Aires grabé tres temas nuevos, que serían la continuación de Santa Fe, con Tomás Fares en piano, Lucas Goicochea en saxo alto y tenor y Carto Brandán en batería. Eso está por editarse.

–¿Cómo observás que cambió Nueva York en tus diez años allá?

–Se modificó definitivamente. Tengo referencias de lo que me cuentan quienes vivían acá antes que yo. Cuando llegué, a mis 29 años, no sabía cuál era el ritmo de la ciudad. Ahora varios lugares cerraron y ya no hay tantas oportunidades para tocar. Además, te siguen pagando lo mismo que hace diez años, pero los precios se fueron por las nubes y el alquiler es carísimo. Se dice que ahora en Manhattan, en vez de teatros, clubes y galerías de arte, encontrás más bancos y farmacias. Yo hablaba con alguien que me decía: “En los años 70, lo más importante de Nueva York era el arte y se valoraba más lo que hacía una persona: la pasión que le ponía a su actividad. Y ahora se valora cuánta plata tenés y cuánto ganás, en vez de qué hacés”. Eso repercute en tu calidad de vida y en tu actividad musical.

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