El multifacético artista oriundo de Paso de los Libres y rosarino por adopción, repasó su extensa carrera en la que incluyó chamamé y cumbia, entre otros géneros, pero que siempre persiguió el mismo objetivo: transmitir el amor por la tierra y volver a identificarse con los paisajes del litoral.


“Siempre quise ser músico”, dice Homero Chiavarino quien, nacido en Paso de los Libres en Corrientes, es hoy un multifacético artista, rosarino por adopción. De aquel niño de 9 años que hizo frenar el auto a su papá frente a un local de electrodomésticos en Santa Fe que casualmente exponía una guitarra, al acordeonista chamamecero y líder de una de las formaciones de cumbia con más popularidad en la ciudad, Homero y sus alegres, pasaron muchas cosas, pero algo sigue intacto: su amor por la música y sus ganas de “aportar su granito de arena para volver a construir la identidad de la región como litoraleña”.

Cuando habla de su carrera, en la que actualmente está debutando en un formato solista tras la edición de su disco Kuarahy, lo hace de manera natural, concatenada, orgánica. “Lo viví de manera orgánica, aunque siempre hay algo que se persigue. Fui dejándome llevar por lo que creo, no sé qué va a pasar y nadie lo sabe. Pasa lo que pasó estos últimos años y te ‘sacan pa’ el campo’ como dirían. Pero sí confío en que mi carrera va hacia un lugar que no depende sólo de mí, obviamente, sino de muchos factores y de mucha gente con la que pateamos juntos, pero sí es orgánico. Trato de no forzar nada, de estar presente siempre, de entender qué está sucediendo”, define.

«Creo que el mensaje es transmitir algo que tenga que ver con el amor, el amor a la tierra, los lugares en los que uno transita. La vida de todos los días»

Desde que es muy chico Homero entendió para donde “va la mano” de su deseo. A los 9 empezó a tocar la guitarra, esa que su papá no dudo en comprarle cuando la pidió espontáneamente mientras iban paseando en auto. “Desde ese momento supe que quería ser músico. Más que querer ser, me sentía músico. Estaba tocando, sentía la música y era músico. Así como me la creía formé mi primer grupo a los 10 años con pibes de mi edad. Nunca hubo dudas”, asegura.

Si bien sus padres no eran músicos ni tenían profesiones que se relacionaran, sí escuchaban música y lo apoyaron. El chamamé estaba en su vida, “es el paisaje sonoro de Paso de los Libres”, dice. “Más allá de que tiene esa influencia de la cultura brasileña porque está enfrente de Uruguayana. Los separa el Río Uruguay, es una cultura bastante mezclada como ciudad fronteriza. Pero no deja de estar en la provincia de Corrientes, entonces el chamamé está en mi vida desde los actos de la escuela, los bailarines, los músicos, la cultura del campo. De muy pibito apareció de compartir con compañeros que los padres sí eran músicos. Mi amigo Roque tocaba el acordeón porque su papá era acordeonista, por ejemplo. Él sabía tres chamamés entonces yo lo acompañé con la guitarra y empecé con el chamamé”, relata quien en ese momento formó los Jóvenes Chamameceros, una formación que lo acompaño durante muchos años y que mutó en lo que hoy es su proyecto solista.

A los 17 obtuvo su título de Profesor de Teoría y Solfeo y cuando terminó la secundaría su destino fue Rosario. Acá vivía su tía y desde chico “flasheba” cuando venía. “Entonces era una buena idea. Y en Rosario existía la carrera de Composición Orquestación y Análisis que era licenciatura. Me parecía que tenía que ser una licenciatura. Era acá o en Buenos Aires. No sabía de qué se trataba, pero el titulo era buenísimo y una forma de que mis viejos me dejarán ir”, confiesa entre risas.

En 2003 ya estudiaba con Dante Grela y cursaba los primeros 4 años de facultad. “No terminé, son como 8 años, una carrera larga y con la que después tuve mil diferencias”, apunta dando cuenta de la separación que a veces hay entre la música académica que se cursa en las universidades y la música popular que no se ve reflejada en las currículas. “En 4 años no se habló de música popular. Pero aprendí muchísimo. Conocí grandes maestros al mismo tiempo que seguía tocando con mi grupo de chamamé. Sentía que iban de la mano. Hasta que sentí que ya no, que se abrían en dos caminos”.

Entre los distintos caminos que puede tomar la música Homero intenta no enojarse con nada. “Cada cosa tiene su lugar, su espacio, pero es importante que no nos vendan una cosa por otra. Entender bien cómo se maneja la industria en cuestiones de difusión y producción. Siempre estuve a salvo de todo eso en la música popular donde nunca voy a estar solo”, dijo. Sobre la separación de géneros que parece haber quedado en desuso analizó: “Creo que está buenísimo, lo importante es el mensaje que se quiere transmitir”.

Definir su propio mensaje le es difícil, porque “va cambiando a medida que uno va creciendo”. “Ahora estoy con que estoy viejo”, reconoció entre risas. “Pero empiezo a recalcular y son un montón de años, más de 20 trabajando. Creo que el mensaje, si lo pienso hoy, es transmitir, de buenas a primeras, algo que tenga que ver con el amor, el amor a la tierra, los lugares en los que uno transita. La vida de todos los días. Con un volver a identificarse con los paisajes. Volver a creer que somos parte del litoral. Es algo que me pasa acá en Rosario, me gusta hacer mi aporte para redescubrirnos como litoraleños”.

Es que Rosario siempre se constituyó, al menos para el afuera, como una ciudad rock. “Que está buenísimo, pero hay que volver a pensarnos. Con la música yo intento tener otra perspectiva, en lugar de estar mirando al sur como, de alguna manera, siempre estuvo Rosario con Buenos Aires, empezar a mirar para el norte. ¿qué hay arriba? Está Santa Fe arriba que ya es otra historia. Estamos en la punta sur de la provincia, somos santafesinos. A la hora de crear una identidad como rosarinos no podemos dejar afuera una provincia que tiene tanto para arriba”.

 

La persona y el personaje

La llegada de Homero a Rosario le abrió muchas posibilidades, las de hacer cosas que siempre había querido hacer. “Una de esas cosas fue el teatro”, dice. En ese momento vivía cerca del teatro La Manzana, lugar donde Cristián Marchesi daba un taller. “Me anoté recomendado por mi tía. Cuando empecé teatro pensé que eso iba a ser lo mío. Me sentí en la plena total, de hecho, empecé la Escuela de Teatro que fue otra de las razones por las que dejé la facu de música. Le dedique muchos años al teatro. De hecho, me alejé de mi grupo de chamamé con el que hacía 10 años que tocábamos. Pero no lo dejé, se transformó en otra cosa. Eso es algo que me pasó toda la vida, todo se va como transformando o reciclando siempre. Lo que es hoy mi proyecto chamamecero deviene de ese grupo”.

“Empecé a trabajar con Marchesi con los Jumping Frijoles. Hicimos el Match de Improvisación y un par de obras: ¡Que sea la odisea! con la que giramos por todo el país durante tres o cuatro años; y Colón agarra viaje a toda costa. Después llegó Yo nunca fui a Buenos Aires que fue la primer obra teatral-musical en la que se reunió todo el material que veníamos haciendo durante años con el folclore, con la música popular, con el candombe, con el tango, con la cumbia. Ahí nacen Homero y sus Alegres”, dice y recomienda a los músicos que hagan teatro como una herramienta “infalible”. “Lo que más me sirvió del teatro fue entender a la música como una obra, que empieza tiene un desarrollo y termina”.

 

Mensaje sobre la viralización

Con el boom de las redes sociales y la explosión de músicos y músicas en plataformas, las formas de llegar a la popularidad cambiaron. “Estoy tan tranquilo con mi laburo que no pienso en eso. Sí quizá pienso en ganar público, en ir a tocar a otros lugares porque quiero que me conozca otra gente. Pero no en ver cómo me puedo destacar más o menos que otro artista o colega. No me sale pensar en movimientos por productoras, o cosas así…. me estresa. Busco que explote, pero trato de que no me condicione. Confío tanto en el producto artístico, creo que simplemente hay que seguir laburando”, asegura.

En Rosario Homero tiene un público, es conocido en sus múltiples facetas que también incluyen su producción para los más chicos reflejada en La banda de Armando Lío y el programa de televisión Aventurados de 5Rtv. Según analiza, los géneros que tienen que ver con la identidad de la región tuvieron una reivindicación durante el último periodo de gobierno de Néstor Kirchner y el primer período de Cristina Fernández.

Homero Chiavarino, 20 años de música en clave litoral

“Hubo toda una reivindicación de la cultura latinoamericana en el que se volvió a entender de qué se trata nuestra identidad, esa que en los 90 se difuminó y se mezcló con cualquier cosa y se vendió. Fue un volver a reconocernos y ahí estaba la cumbia, por ejemplo, estaba el chamamé, la música popular que es de acá, que se desarrolló acá y que formó parte del paisaje sonoro de este lugar durante décadas y que por decisiones políticas o económicas de la industria se fueron dejando de lado, se marginalizaron. Al chamamé lo segregaron, lo mandaron a la periferia, a los rincones oscuros. De hecho, hoy pasa con los músicos chamameceros que no se conocen, que están negreados, se pagan miserias, se labura un montón. Los conjuntos chamameceros tocan 4 o 5 veces una tarde de domingo para poder cubrir una caché que quizá los músicos del centro cubrimos con un show. Es una realidad re difícil. Es lo que pasó con la cumbia hasta que empezó a entrar en algún lugar. Por eso cuando hablamos de público, para mí no hay un público, hay muchos públicos. Y en una ciudad tan segmentada como ésta en la que hay un centro, una zona oeste, una sur, una norte… son todos públicos distintos. Hay un trabajo que no se puede hacer de una sola forma porque termina en una cuestión endogámica. El gran trabajo es el ver cómo volver a conectar la ciudad entre sí. La cultura solucionaría un montón de aspectos de la vida, entendiendo que todos vivimos en la misma ciudad, que somos una comunidad”.

Actualmente Homero sigue presentando su último disco cada vez que toca al tiempo que ya tiene todo armado para entrar a un estudio y registrar su segundo material solista. Kuarahy es sol en guaraní. “Es mi primer disco solista. Hace poco entendí que podía tener una carrera como solista. Trabajé siempre en bandas, en proyectos grupales. Pero un día en la Fiesta del Chamamé a la que no podíamos ir con Juventud Chamamecera me propusieron ir como Homero Chiavarino y La Chamamecera. Ahí de alguna manera me pusieron como solista. Sigo compartiendo con Roque que es el acordeonista con el que empecé a tocar, pero ya desde mi proyecto como solista. Fue una revelación porque encontré el espacio de laburo donde podía volcar todo lo que hacía y que viene, de algún modo, a darle una forma nueva a toda esa música que va desde la cumbia, el chamamé, el bossa nova, la música brasileña, el folclore; está todo ahí en clave de música del litoral”.

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