Tras finalizar una apretada e intensa gira sudamericana con la que regresó a escenarios locales luego de radicarse en Europa, la intérprete y compositora cordobesa Clara Cantore alista el lanzamiento de canciones propias que, bajo el nombre de El Tao de la Música, operen “en función de las historias que cuentan, de las realidades que hacen visibles”.
En reposo pero nunca quieta, Clara Cantore atiende a De Coplas en su vuelta a Unquillo después de haber consumado una recorrida por escenarios de Argentina, Uruguay y Chile donde, tal como viene haciendo sobre tablados europeos, reunió en su repertorio clásicos iberoamericanos con obra de su autoría.
“Una de las cosas de las que cobré conciencia al volver acá es que confirmar que hay muchos lugares en el mundo que son mi casa, pero, claro, nací acá, nací en Córdoba, y donde tengo mi casa en Unquillo siento que está la tierra que contiene todo el potencial que yo tengo como semilla. Y entonces para mí volver acá cíclicamente tiene sentido porque si me entiendo como una semilla también asumo que el árbol entrega la semilla y la semilla no puede crecer abajo del árbol, tienen que irse a otros lugares para florecer”, reflexiona reuniendo vivencias e historias que la atraviesan.
Acerca de esta experiencia de retorno, añade: “Estar en contacto con la tierra que a una la nutrió hace que todo cobre sentido desde la potencia que tiene lo orgánico y lo que crece en conexión con los ciclos naturales. Estoy muy feliz de estar de vuelta en casa en Córdoba con alrededor de un mes de vacaciones para regenerarme después de tanto viajar y de cargar pilas para volverme a ir unos meses a Europa y hacer este puente. Siento que somos una cultura de peregrinos, de migrantes en la que nos toca a veces migrar y otras veces nos toca ser anfitriones y está bueno hacer la experiencia de emigrar para cobrar dimensión de, primero que nada, de todos los privilegios que tiene una migrante argentina habiéndome formado en la educación pública de excelencia y teniendo muchas herramientas para poder ir por donde quiero”.

«Me parece que no tiene mucho sentido pensar la música por géneros, sino por las temáticas que se abordan, tomando nota de qué hablan las letras». Fotos: Gentileza de la artista
La artista, de 36 años, que estudió en violín, saxo, composición y guitarra (con especializaciones en la Musikhochschule de Mannheim, Dresden y Leipzig lugares donde además aprendió a dominar la lengua alemana), sin embargo construyó lo más saliente de su andar expresivo profesional acompañándose con el bajo tal como lo exhibe en sus cuentas de redes sociales y plataformas como Instagram y YouTube donde combina abundante material en el que conviven sus credenciales autorales y logradas versiones de piezas de la música hispanoamericana que hace propias, que incorpora con una certera amalgama de naturalidad y sello personal.
En ese tránsito, pero desde la guitarra, debutó en un dúo con el violoncellista Gonzalo Pereira en 2011 con Mentiras Criollas, dos años más tarde publicó Ser tiempo en el que participaron artistas invitados de relevancia y, entre ellos, las voces de Raly Barrionuevo y Juan Iñaki; para que después el propio Raly le produjera su tercer álbum: Calma (2016).
Con la pandemia de coronavirus como telón de fondo y en paralelo a su labor como impulsora –junto a la prestigiosa viróloga Andrea Gamarnik- del ciclo audiovisual Música por la ciencia, dijo presente con otros dos discos (Entre algarroba y durazno y La música del vacío, lanzados entre 2020 y 2022) que exhibieron la consolidación de una estética capaz de definirla.
Pese a este andar sostenido, el año pasado Clara aprovechó un viaje europeo vinculado a Música por la ciencia y a la vez que el espacio fue perdiendo apoyos institucionales, sintió que era el momento para dejarse llevar y radicarse en España: Primero en Barcelona, luego en Valencia y ahora con rumbo a un caserío en la provincia gallega de Lugo al que lo vincula una ligazón familiar.
“Estoy volviendo a Galicia, entre otras cosas, porque mi bisabuela es de allí y en ese lugar –revela sin disimular la emoción- me encontré con parte de la familia que es la que me recibe ahora para hacer la experiencia de vivir donde vivió aquella campesina y poderme empapar un poco de una parte de mi historia que está contenida en ese sitio. Y eso es algo que sentí muy claramente cuando pisé Galicia por primera vez, así que estoy con muchas ganas de ir a nutrirme ahí una temporada junto a una prima de mi abuela que trabaja la tierra y cría animales. Me resulta una reliquia ir a estar ahí y poder ayudar y conocer esa vida a la vez que andar andando y tocando bastante por otros lugares de Europa”.
De Unquillo a Lugo y sus otras estaciones del Viejo Mundo, la artista especifica que “siempre, siempre hago base en lugares en el campo porque es la naturaleza la que me nutre de música y experiencias para poderlas volcar después en las ciudades”.
Con ese proceso íntimo y artístico que denomina El Tao de la Música, días atrás alumbró un primer gesto con el lanzamiento de la canción con su firma Soy la Tierra, obra inaugural de un repertorio más vasto que irá develándose con el correr de los meses y donde sigue en la exploración de nuevos compendios para expresarse. E inmersa en ese devenir, Cantore especifica que “se trata de mis composiciones mezcladas con música electrónica porque también es como una búsqueda por desarrollar un lenguaje entre lo que hago y las estéticas nuevas con las que se está moviendo la música”.
– ¿Te inquieta hallar un equilibrio y un sello en esa mistura?
– Creo que este disco nuevo se trata de eso, de irme encontrando en sonoridades nuevas pero que tengan un hilo de conexión con de dónde vengo y mi forma de hacer música analógica y la atmósfera sonora actual que tiene otros elementos. Es que me parece que no tiene mucho sentido pensar la música por géneros, sino por las temáticas que se abordan, tomando nota de qué hablan las letras, de las realidades que hacen visibles. Y en ese sentido también como que me saca un poco esa coraza de decir “bueno, tengo que hacer folclore, tengo que hacer pop” porque soy la síntesis de todas las músicas y aunque vengo claramente del folclore y eso se siente en cualquier cosa que haga, me interesa más que nada formar parte de artistas que usan la música como una plataforma para narrar la evolución propia como parte de una evolución colectiva en este tiempo que está tan revuelto.
– ¿Puede pensarse que allí hay una pulsión muy vital por reconocerte en clave comunitaria?
– Tal cual. De hecho, alguna vez escuché a alguien que decía que las personas tenemos más similitudes en función de la dimensión de la comunidad en la que crecimos. Es decir, por ejemplo, tiene más similitudes quizás una comunidad campesina pequeña de Jujuy con una comunidad campesina de Japón, que con alguien de Buenos Aires. Hay cosas de la cosmovisión que se desarrolla en función del ecosistema en el que se crece que nos hermana mucho más de lo que nos imaginamos. Y en ese sentido siento que tener la bendición de hablar folclore, de hablar mi lengua madre y de poderme conectar con otros folclores a través de la música que hago, es una gran llave que abre muchas puertas, muchos hogares fuera de Argentina también y otorga muchas posibilidades de nutrición recíproca cultural y simbólica que es al final la que termina constituyéndonos identitariamente.
– ¿Hay algo de lo esencial en ese posicionamiento?
– Completamente y es algo que trasciende diferencias políticas que son artificiales realmente. Y me parece un tiempo donde trascender esa diferencia y encontrar un punto de construcción y de comunión es muy urgente. Así que es el sentido que le encuentro a estar en este momento caminando por este mundo.
– ¿Sentiste que necesitabas tomar distancia para poder dar este paso?
– Sí, esta pausa que me tomé fue parte de un ciclo en donde hay momentos en que el ciclo se agota y necesita regenerarse y para conseguirlo necesita la pausa, el descanso, el tomar distancia. Y siento que también fue muy orgánico ese retirarme y que está siendo muy orgánico el volver a caminar con otra sabiduría, comprendiendo muy certeramente que la música es un camino en el que no hay ningún lugar al que llegar sino ir construyendo una marcha en ese camino que sea funcional a mis procesos de producción, de descanso y de recuperación. Entonces como que tengo el “modo viajera” y luego necesito el “modo hacer base” y así me calibro.
– Volviendo a la historia familiar que ahora te llevará hacia Galicia, ¿esos antepasados tenían relación con la música, con las artes, con la ciencia?
– No. Tenían relación con el campo. Mi bisabuela se vino analfabeta con 14 años en barco junto a un vecino y todavía me resulta muy impresionante cobrar dimensión de lo que debe haber sido hace 100 años venirse desde ahí a un lugar que era esta América que prometía ser una tierra llena de riquezas. Esa historia configura una pieza en mi propio rompecabezas como ser humano muy valiosa de explorar. Pero de vuelta a tu pregunta, eran campesinos, no era gente que cultivara el arte aunque trabajar la tierra puede pensarse como otra de las formas de cultivar el arte.
– ¿Desde entonces la familia se afincó en Unquillo?
– No, primero llegó a Buenos Aires, después mi bisabuela se casó con otro gallego y la pareja se fue a San Juan tras el terremoto de 1943 porque por entonces se ofrecían muchas líneas de financiación para rehacer una zona que había quedado destruida. Hace poquito estuve ahí en San Juan y para mí usar la música para ir recorriendo los caminos que surcaron mis antepasados y poder resignificarlos es algo que me llena de sentido.
– En este tiempo de idas y vueltas ¿Notaste algún cambio en vos como artista?
– Como artista te diría que siento que en algún punto empecé a entender el éxito como algo que sucede cuando uno deja de perseguir la zanahoria, frena y mira el camino que recorrió hasta acá y despeja la paja mental que es parte de la profesión de la música. Hoy en día tengo claro que hice un camino que está marcado por músicas que son las que voy compartiendo desde un lugar muy genuino que además parte de mi práctica de vida y que siento que es muy bien recibido. Antes siempre había algo que era como sentir que nada alcanzaba, que nunca era suficiente y ahora siento que estoy caminando con una coherencia que hace sentido y que sobre todo me trae paz, más tranquilidad, más calma y expande desde una cuestión bastante simple pero también contundente.
– ¿Y cómo opera esa certidumbre con el contexto actual, con un afuera particularmente duro?
– Es una cuestión bien interesante. En términos personales de mi carrera es una época de cosecha muy hermosa y muy poderosa al mismo tiempo, pero a la vez me duele mucho y me genera mucha impotencia lo que pasa. Estamos atravesando procesos muy complejos y en ellos no hay soluciones individuales, pero ello implica que cada quien esté en eje y en paz para conectarse con todas las redes que están haciendo posible que exista la cultura, que exista la salud, que existan vínculos saludables. Hay una realidad que sucede en las redes y en las pantallas que es cada vez más desesperante y desesperanzadora, aunque muy claramente hay otra realidad material más alentadora que descubro al caminar las comunidades y los espacios y eso me hace estar agradecida de la vida y de la música que me permiten ver que es muy urgente tejer redes humanas y en eso estoy, tratando de entender de qué se trata.