Lejos de la siempre absurda y clasista distinción entre músicas populares y académicas, Chango Spasiuk regresará este 25 de septiembre al Teatro Colón no para consagrar una trayectoria sino para festejar un modo de caminar que abre sendas, que tiende puentes, que arriesga por diálogos que expandan y enriquezcan una sensibilidad forjada desde una identidad en movimiento.


Dispuesto a no quedarse quieto, Chango Spasiuk surca con naturalidad y consistencia un camino sonoro que desde el Litoral se expande hacia otros horizontes sin por ello resignar identidad ni vuelo. Quizás ese don tenga que ver con que para el músico y compositor la cuestión de la filiación está atravesada por una enorme paleta de influencias y exuberancias que van desde la Ucrania de sus ancestros, al entorno natural donde nació y creció mamando a un mismo tiempo los ritmos de esa tierra y las melodías de la Europa Oriental.

Aferrado al acordeón, su instrumento madre, pero además volcando lo aprendido y expresado desde el piano, este artista nacido el 23 de septiembre de 1968 en la ciudad misionera de Apóstoles, festejará sus 56 años de vida y tres décadas y media de profusa actividad dos días después de ese aniversario volviendo al Teatro Colón. Allí, en 2013, ofrendó una magnífica experiencia sonora junto a su grupo y la orquesta de cámara Estación Buenos Aires que quedó registrada en el álbum Tierra colorada.

Esa aparente meta alcanzada, la de llegar al máximo coliseo nacional, no significó para Chango un objetivo capaz de dejarlo satisfecho sino que fue un nuevo punto de inflexión en busca de desafíos estéticos que implicaran riesgo, memoria, prueba, tradición, ruptura, diálogos, otras posibilidades.

«Me pareció bello el concepto de celebrar 35 años de música y de caminar y eso es lo que significa para mí volver al Colón». Fotos: Ignacio Arnedo

Ya antes de desembarcar en territorio colonista, había mostrado Otras músicas (en 2016, con composiciones propias para cine y teatro y alejadas de lo litoraleño) y, después de aquel paso, se dejó atravesar por la electrónica (con Pino Europeo, de 2018 y en yunta con Chancha Vía Circuito), conectó con el guitarrista noruego Per Einar Watle y su grupo para registrar Hielo Azul Tierra Roja (2020), tocó con músicos cubanos, con jóvenes chamameceros en el contexto de los festivos encuentros Taco y Suela, con vocalistas en clave íntima para una serie de recitales denominados Enramada (mismo título que el programa radial semanal que conducía a través de Nacional Folklórica) y en 2023 lanzó la placa Eiké donde revisitó obra propia a distancia y en plena pandemia con instrumentistas de diversas latitudes.

Esta renovada exploración, con su consabida cuota de incertidumbre y audacia no debe confundirse con la época de fusiones y colaboraciones que sólo buscan la suma de vistas y el rédito comercial inmediato, sino que en el caso de Spasiuk constituyen un sedimento, las capas sobre las que va construyendo una obra que reconoce fronteras como puentes, que indaga en las diferencias como modo de enriquecer el propio lenguaje y contrastarlo. “Pasaron tantas cosas estos últimos tiempos que me pareció bello el concepto de celebrar 35 años de música y de caminar y eso es lo que significa para mí volver al Colón”, desliza el artista durante una conversación con De Coplas.

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Al Colón

En el tránsito desde el 5 de octubre de 2013 cuando debutó en el Colón a este retorno, el músico continuó moviéndose y, por ello, esta segunda cita mostrará la cosecha de esas aventuras en un concierto que constará de tres segmentos. La función comenzará con Piezas de un Songbook para piano solo y dos pianos (con Matías Martino, además responsables de los arreglos, y Sebastián Gangi) acordeón y percusión en manos de Marcos Villalba.

El segundo tramo será asumido por el noneto de cuerdas SurdelSur Ensamble, con arreglos de composiciones de Chango a cargo de Guillermo Rubino, junto a la percusión y el acordeón. Para el cierre y momento final de la noche, sonarán el septeto que Spasiuk comparte con Pablo Farhat (violín), Eugenia Turovetzky (cello), Diego Arolfo (guitarra y voz), Marcos Villalba (percusión y guitarra), Enzo Demartini (acordeón diatónica y guitarra) y Juan Pablo Navarro (contrabajo), sumando los aportes del maestro Rafael Gintoli en violín y la voz de Ligia Piro.

En ese pasaje Farhat ejecutará sus arreglos para dos violines en Schotis de las Tunas (una de las composiciones de Chango incluidas en su quinto disco Polcas de mi tierra, de 1999) y exhibirá la escuela de violín en la música del Litoral que tributa el legado autodidacta de Lorenzo Benítez «Geniolito», Cacique Guaraní que falleció en el 2020 a sus 70 años.

«Ojalá que sea un estímulo para que otros músicos sientan que si se comprometen con sus búsquedas, posiblemente les llegue este tipo de regalos». Fotos: Ignacio Arnedo

“Cada vez que paso por el Colón me queda como un sabor de hacer música en una sala de esas características y entonces venía con muchas ideas musicales en mi cabeza que tienen que ver con estéticas, sonidos y texturas que fuimos encontrando con el ensamble en estos últimos tiempos y que también fui desarrollando en otras direcciones. Todo un aprendizaje, ideas y un repertorio diferente que me pareció interesante intentar plasmarlo allí”, repasa Spasiuk sobre cómo fue armando el itinerario para su segunda vez sobre ese escenario.

A distancia de ambas experiencias, reflexiona: “El primer concierto en el Colón y con el cual grabamos el disco fue tan poderoso, tan intenso y la gente lo recibió tan bien, que significó una bisagra, un quiebre muy hermoso, que me empujó a todo lo que llegó después para así poder seguir haciendo cosas de calidad y seguir desarrollando proyectos y desafíos”.

Y ya enfocado en la velada del miércoles 25 a las 20, agrega: “Mi expectativa es hacer un concierto diferente al que hice con un repertorio diferente, con una estética diferentes y con ensambles diferentes. La intención es redoblar la apuesta como una manera de decir ‘bueno acá estoy y todavía tengo algunas cosas más para compartir’”.

Consultado acerca del significado de tocar en ese reputado ámbito, Chango comenta: “Obvio que el Teatro Colón es ‘la’ sala argentina y una de las salas más importantes del mundo en términos acústicos y de prestigio y está bueno tener un espacio ahí. Y en especial los compositores y los intérpretes que ya hace años vienen trabajando para crear las conexiones entre el mundo académico y el mundo de la transmisión oral que es la raíz de todas las músicas populares y de las músicas folclóricas. Es maravillosa la conexión que han tenido los grandes compositores con las tradiciones folclóricas de las cuales han salido obras maravillosas y es bueno que el Teatro tenga estos conciertos extraordinarios y que uno pueda tener el regalo de poder mostrar su música que en términos de sonido allí se pueden expresar al máximo, más cuando tocamos en formatos de cámara. Poder tocar cómo se toca y respetar la historia y la tradición que tiene ese escenario es un bello ejercicio y ojalá que sea un estímulo para que otros músicos de mi generación o de la nueva generación sientan que si trabajan duro, si se comprometen con sus búsquedas, posiblemente les llegue este tipo de regalos”.

 

En las entrañas del sonido

Por estos días ya está disponible en plataformas la Experiencia Mausoleo Vigeland Vivo Oslo, un concierto grabado en ese emblemático reducto de la capital de Noruega junto al guitarrista local Per Einar Watle y el percusionista Marcos Villalba que al impensado cruce entre las herencias nórdicas y guaraníes le añade la propia impronta de un espacio que genera un sonido que tiene una reverberación que se extiende por unos 20 segundos.

Emanuel Vigeland (1875- 1948) fue un artista noruego que diseñó el edificio que con el tiempo se convertiría en la Tumba Emanuel. El edificio está construido con ladrillo rojo batido a mano y tiene apariencia de capilla, con una sala con bóveda de cañón de 22 metros de largo, 10 metros de ancho y 12,5 metros hasta el techo de la bóveda. Lo que es la tumba hoy, era el estudio de Vigeland que poseía una iluminación muy especial gracias a una gran ventana de cuatro partes y arco de medio punto en el frontón norte y otra más pequeña en la pared este. En la década de 1940, Vigeland construyó otra sala que serviría como espacio de exposición para el resto de sus obras. En el otoño de 1942, Vigeland tapó todas las ventanas y la entrada a la sala principal de su estudio y convirtió el estudio en su cámara funeraria que actualmente acoge conciertos experimentales.

El recital de Watle-Spasiuk-Villalba en el lugar fue grabado el 2 de noviembre de 2022 y reúne 11 piezas, entre ellas los clásicos chamameceros Kilómetro 11 y El boyero, obras del anfitrión (como Para Vero y Querida Mburucuyá) y otras firmadas por el misionero (tales los casos de Pynandí y Rita). “Siento que este es un disco experimental por decirlo de alguna manera y que recomiendo sea escuchado con auriculares porque su sonoridad es una suerte de Dolby atmosférico pero natural”, concede orgulloso y entre risas.

 

Vivir y crear en Argentina

Spasiuk asimila sin disimulo que el abanico desplegado en estos últimos años y que durante 2024 además lo vinculó con el multinstrumentista uruguayo Tin Gardil y con el pianista de jazz Darío Eskenazi, “un poco tiene que ver con la vida en Argentina que obliga a estar todo el tiempo reinventándome por la inquietud de querer desarrollar diferentes proyectos para generar trabajo, pero por otro lado también es por saber que hay un público súper activo y diverso que invita a que todo el tiempo estés proponiendo cosas. El hallar un público que me respeta y me deja hacer esa diversidad de cosas, a mí me ha enriquecido”.

Con idéntica franqueza, abunda: “Aunque mi centro de gravedad siempre sea volver al acordeón y volver a la tradición mía, lo otro es algo que me sale naturalmente, no es algo que lo tenga que forzar o me sienta exigido a llevar adelante. Y esas cosas que emprendo me hacen sentir muy feliz porque, además, en cada una de ellas aprendo algo nuevo”.

En relación a esa geografía natal y provinciana, Chango espía lo que queda del año y comenta que “ya hacia el final volveremos a hacer algunas reuniones de Enramada en algunos otros lugares ya que la gente ha recibido muy bien ese espacio de música, canto y lectura. Y también retomaré un poco el sonido de Taco y suela, este proyecto de tocar un repertorio muy tradicional de chamamé pero rodeado de acordeonistas jóvenes como Emiliano López, Santiago Torres y Enzo Demartini que a mí me conmueve profundamente porque hace más de 40 años atrás aprendí a tocar el acordeón con estos compositores y este repertorio y que ahora estos jóvenes hayan aprendido a tocar el acordeón con el mismo repertorio habla de la poderosa transmisión oral que hay en el chamamé y que nos permite encontrarnos más allá de las épocas”.

Pese a tener esas perspectivas, lejos está de querer disimular el contexto social donde se desenvuelve. “Por otro lado estoy muy conectado y sin desconocer lo que sucede en el país, sin desconocer lo que le sucede a la comunidad a la cual pertenezco con una conciencia y con una conexión con lo que nos pasa a todos colectivamente y simplemente tratando de ser responsable con lo que me toca, en lo que digo, en lo que toco, en lo que comparto, en lo que miro y con la gente que me rodea. Quiero decir, no solamente pensar en dónde están mis pies, sino dónde están los pies y las otras realidades también. En eso sigo”.

Un comentario para “Chango Spasiuk: volver al Colón como parte del camino

  1. Héctor Sánchez dice:

    Excelente nota. Todo bien explicado y contado. Ahora, a escuhar de nuevo a Spasiuk en el Colón.

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