En Estados Unidos desde 2014, el pianista y compositor argentino se mueve en terrenos del jazz, lo contemporáneo y lo clásico. Se presentó con incontables músicos y llegó a tocar piano solo en el Carnegie Hall. Su último disco es Make a Plan and Destroy It y en julio regresó a Buenos Aires, por tres semanas, para tocar: “Yo trato de hacer música sin ningún libreto”.
Santiago Leibson terminó de grabar su disco de piano improvisado, Make a Plan and Destroy It, y respiró. Había hecho un plan y luego lo modificó: se repensó una vez más. Nació en 1988 en Buenos Aires, vive desde 2014 en Nueva York, editó diez discos y es un renombrado pianista de jazz (con respiraciones clásicas y contemporáneas). “Con este nuevo disco busqué ciertos lugares expresivos. A algunos llegué y a otros todavía no. Hice un plan y después lo rompí. Por eso se llama Make a Plan and Destroy It”, dice.
Leibson se graduó en el Conservatorio Manuel de Falla de Buenos Aires y en 2014 viajó para hacer una Maestría en Interpretación de Jazz en la Universidad de Nueva York. Allí da clases, fue pianista del Ballet Hispánico, tocó con innumerables artistas y ensambles de jazz y fue construyendo su obra más allá de definiciones estructuradas. “Hay que tratar de escuchar sin expectativas -propone-. No ir a buscar algo en particular, sino ver qué es lo que el piano tiene para ofrecerte. Yo trato de hacer música sin ningún libreto”.
A sus primeros discos, Amon (2014) y Pendular (2015), los grabó en trío, en Argentina, con el bajista Maximiliano Kirszner y al baterista Nicolás Politzer. Ya en Estados Unidos editó Out of Orden (2016), con Drew Gress en bajo y Devin Grey en batería. Luego llegaron Episodes (2018) y Little Pieces (2020), ambos con el bajista Matt Pavolka y el baterista Mark Ferber. La web JazzTrail dijo: “Episodes es un álbum con abundantes evocaciones de la grandeza del pasado. El trío de intérpretes deja al descubierto su sólido dominio del tiempo y el espacio para crear nuevas narrativas”.
Entremedio, Leibson sacó tres discos de piano solo hasta que llegó Aparecerse (2022), en sexteto, con tres vientos más sección rítmica. Cuenta él: “En Aparecerse hay una búsqueda de un carácter que podría llamar ‘fantasmagórico’. Las melodías, las texturas y la interacción grupal intentan capturar la idea de algo que está presente, pero de manera desdibujada, como el trazo fino de un lápiz o una grabación vieja que generan una fascinación por darle sentido”.
En abril de 2024, Santiago Leibson lanzó Make a Plan and Destroy It, con quince obras que fluyen más allá de los límites entre el jazz y lo contemporáneo, lo minimal y lo expansivo. “Todo lo que está ahí grabado es improvisado, salvo un tema. Es fruto de lo que pasó en el momento. Igual, siempre traté de buscar una línea de canción -a veces más abstracta, a veces más materializada-. Busqué conectar con el oyente a través de la melodía en un sentido muy amplio”, proyecta.
–¿Qué nuevos lugares descubriste con Make a Plan and Destroy It?
–Bueno, siempre es un desafío grabar un disco de piano solo, por la historia de ese formato, de la música improvisada y de los repertorios. Es entrar en una conversación con todo ello. Si por jazz nos referimos a que hay elementos de improvisación, el mío es un disco de jazz. Hay cosas que tienen lenguaje jazzístico, pero alguien me dijo que es un disco de música contemporánea. En definitiva, se trata de ir de manera desprejuiciada a escuchar música. Es lo que yo mismo trato de hacer cuando pongo un disco o voy a un concierto. No esperar nada.
–¿Qué satisfacciones te dejó Make a Plan and Destroy It?
–Soy una persona rara para pedir satisfacciones. Hay gente que me dice que lo escuchó y le gustó. Eso siempre hace bien: es un feedback sincero. Sacar un disco ahora, de esta manera, es como arrojarlo al vacío de Internet. Además, yo no hice prensa y no lo quise sacar por ningún sello en particular. Simplemente fui a grabar este material y estuve varios meses escuchando lo que había grabado. Después de varias peleas internas me dije: “Bueno, acá hay algo que más o menos tiene sentido. Llegué a algunos lugares interesantes. A otros no. Pero voy a sacarlo”.
–¿A qué lugares sentís que todavía no llegaste?
–Se trata de poder entender las posibilidades del instrumento. El piano es como una orquesta, ¿no? A veces hay una manera de enseñar improvisación en el jazz que limita al piano a una sola cosa. Pero se puede pensar la improvisación en el piano más como una orquesta. Yo quiero sacarme los prejuicios de lo que es tocar e improvisar jazz: meterme en el mundo que voy creando. Y el disco Make a Plan and Destroy It fue una aproximación a tratar de encontrarlo. Busco ampliar mi manera de entender el piano en Nueva York.
Piano, memorias y retorno
Desde 2014, Santiago Leibson se radicó en Brooklyn; se integró a la escena musical del jazz de Nueva York; actuó en las salas más importantes y colaboró con referentes como Alan Ferber, Drew Gress, Billy Drummond, Devin Gray, David Pietro, Guillermo Klein o Mauricio Dawid, entre muchos otros. También llegó a tocar con exponentes de otros países: Anupam Shobhakar (India), Hery Paz (Cuba), Jeff McGregor (Canadá), Rodrigo Bonelli (Brasil), Javier Moreno Sánchez (España), Sebastián Acosta (Ecuador) y Ken Ychikawa (Perú).
En 2019, 2022 y 2023 participó en la serie musical “Sophia Rossoff Presents” de la Fundación Abby Whiteside: pudo tocar piano solo en el Carnegie Hall. Aquí, Leibson elige algunos procesos clave en sus diez años en Nueva York: “Empiezo de atrás para adelante. Hace poco fui a ver un concierto solo de una pianista, Marilyn Crispell, que me impactó mucho. Me cambió la escucha de un concierto: es algo que nunca me había pasado. Me modificó la percepción de improvisar en el piano, en el jazz, y de tocar en vivo”, confía.
Santiago Leibson elige otra experiencia definitoria. “Me formé cinco o seis años con un pianista clásico que estudió con Sophia Rossoff, una maestra de muchos músicos de jazz que falleció hace unos años -cuenta-. Yo quería estudiar con ella, pero ya no estaba tomando alumnos porque estaba muy grande, y entonces contacté a este pianista. Con él preparábamos obras y así toqué en aquel ciclo de conciertos en el Carnegie Hall. Sus devoluciones me cambiaron mi manera de entender el piano”.
Leibson hace otra elección reveladora. “Pienso en algunas tocadas en las que sentí que algo estaba sucediendo muy bien -observa-. Hace poco toqué con el saxofonista Michaël Attias, con el que grabamos algunos discos, y estuvo genial. También me impactó una tocada con el bajista Matt Pavolka y su quinteto. Son experiencias que por distintos motivos se sienten como mojoncitos. Sentís que llegás a determinados lugares y eso sirve como escalón para buscar otras cosas”.
En pleno julio (primavera en Nueva York), en un intervalo de sus recitales y clases (entre ellas en el Conservatorio de Brooklyn, en el vecindario Park Slope), Santiago Leibson volvió a Buenos Aires por tres semanas para ver a su familia y reencontrarse con sus colaboradores locales. “Toqué el viernes 12 de julio en La Cuerda Mecánica con el contrabajista Mauricio Dawid, con el que grabamos un disco que salió en 2023 -cuenta Leibson-. El viernes 19 programé una fecha con Maximiliano Kirszner en contrabajo y Nicolás Politzer en batería en el local Prez. El 27 de julio nos fuimos a tocar a Mar del Plata. Y, ya de vuelta en Buenos Aires, el 1º de agosto toqué con el grupo del contrabajista Juan Bayón y el 2 de agosto con el grupo de Mauricio Dawid”.
¿Qué otras ideas surgieron en Argentina? “En diciembre del año pasado, cuando estuve en Buenos Aires, grabé otro disco, con Maxi Kirszner y Nicolás Politzer, que todavía no salió. Venía tocando mucho con ellos y ahí siento que logré un punto de llegada. Esa música sólo la podría haber grabado con ellos dos. Otra gente no la hubiera entendido igual. Seguramente ese disco salga en 2025”, evalúa Leibson.
Ahora, ya de vuelta en Nueva York, nos cuenta: “El 9, 13 y 15 de septiembre tuve fechas con el bajista Matt Pavolka y su nuevo grupo de siete personas, con el que presenta el disco Disciplinary Architectures. El 12, en Mezzrow, en el West Village, con el trío del baterista Allan Mednard. Y el 19, en Bar Bayeux, en Brooklyn, con Adam Kolker, Jeremy Stratton y Jay Sawyer, entre otros proyectos”.
–¿Cómo es un día estándar tuyo en Nueva York?
–Depende de lo que esté pasando. Varía mucho si tengo que estudiar, si quiero escribir música o si tengo que juntarme con distintos músicos para ensayar. Se arman distintas cosas: no tengo una rutina muy establecida. Antes tal vez tenía más trabajos fijos. En un momento trabajé de acompañar clases de ballet y eso llevaba varios días a la semana. Pero tocar me insume ahora más de la mitad de mis actividades. También están las clases. Depende del mes. No hay un día estándar, para mí, en Nueva York. Va cambiando todo el tiempo.