Lidia Borda acaba de editar un nuevo material junto al pianista Daniel Godfrid, director musical y productor del disco además. Un recorrido personal por canciones que entrelazan tiempos y espacios diversos. “Es como una especie de mapa sonoro de mi vida, de mi infancia y de mi familia”, dice.
La cantora nacida en San Martín (Buenos Aires) publicó recientemente La noche, un disco que contiene versiones de canciones de diversos géneros musicales. En este nuevo disco, se incluyen temas que formaron parte del repertorio de Caramelos surtidos, el ciclo de conciertos que Lidia Borda protagonizó con el pianista Daniel Godfrid. “Daniel es el director musical y quien armó los arreglos. Con él pensamos el concepto de las canciones y para dónde queremos que vayan las versiones”, explica la intérprete.
Además de Daniel Godfrid, el sólido armado musical está compuesto por Sebastián Espósito (guitarra), Paula Pomeraniec (cello), Manuel Quiroga (violín), Facundo Guevara (percusión) y Guido Martínez (bajo). Borda, Godfrid y Espósito son los responsables de la producción artística del disco.
En 1995, Lidia Borda inició su vínculo con el tango. Previamente, en su labor artística se la escuchaba cantar canciones de Sandro, BB King y otros, eran sus tiempos inclasificables formando parte del grupo Los Moyanos. “Yo me dedico al tango, pero mi mapa musical está constituido por un montón de géneros”, aclara. “Decidí en ese tiempo meterme en un género concreto, me metí con el tango sino no podía entrar en ningún espacio. No me gustaba cantar pop o rock, lo que más conocía y de donde más me podía agarrar estéticamente era del tango y bueno, me metí ahí. Después tuve que explorarlo porque lo que pensaba que conocía era mucho menos que lo que había y hubo que ponerse a trabajar”, agrega.
El paisaje sonoro en esta placa remite a obras de Zitarrosa, Serrat, temas italianos, boleros, flamenco e incluye dos tangos. La lista de canciones forma parte de su propia historia musical. “Es como una especie de mapa sonoro de mi vida, de mi infancia y de mi familia también. Desde algún punto, es bastante evocativo, quizás no para el que lo escucha, pero sí para mí”, sintetiza.
En el arranque del disco, Borda enlaza de modo exquisito fragmentos de dos canciones populares: la guarania Mis noches sin ti y el tango Esta noche de luna, con la participación de Guillermo Delgado apuntalando la rítmica con el contrabajo.
La versatilidad de Lidia Borda se sigue manifestando en el abordaje de Parlami d’amore Mariù (Háblame de amor, Mariù), la canción italiana de 1932 que sonaba en Gli uomini, che mascalzoni! (¡Qué sinvergüenzas son los hombres!), aquel recordado filme que significó el debut cinematográfico de Vittorio De Sica. En esta versión, a la guía melódica de Godfrid (piano) y Espósito (guitarra) se le incorpora la base de Pablo Salzman (contrabajo) y la batería de Luciano Vitale (hijo de Lito y Gabriela Torres), quien también participó en la edición y la mezcla del disco.
Con el desgarro y el sentimiento que amerita la obra, Borda ofrece su lograda versión de Romance de Curro El Palmo, la trágica historia que encuentra en la pluma de Serrat la lírica adecuada. El aire flamenco se sostiene y se reafirma luego en Ojos verdes mostrando el vínculo existente con la expresividad del tango. “El tango tiene una influencia directa del cante, de la copla y de la canzoneta de la música italiana. De hecho, el tango nace en Buenos Aires en una época en que había más italianos que nativos, entonces es lógica esa influencia”, resalta la cantora.
A las infinitas versiones del bolero Noche de ronda, Lidia Borda suma la suya en este disco. Para la interpretación de este clásico compuesto por Agustín Lara en los años treinta, Borda y Godfrid eligieron un acertado formato intimista con la sola musicalidad del piano del director y el contrabajo de Luciano Vitale. El tramo romántico se completa con María Elena, la canción más popular del mexicano Lorenzo Barcelata, también conocida como Tuyo es mi corazón.
De la obra de Alfredo Zitarrosa, Borda rescató Stefanie, la canción que el inolvidable cantautor uruguayo produjo inspirado en la pasión generada por una dama brasileña. Para vestir el texto con el dramatismo que posee la historia del tema, la grabación incluye un eficaz set de cuerdas integrado por Guillermo Rubino (violines), Paula Pomeraniec (cello) y Pablo Motta (contrabajo).
La ineludible relación de Lidia Borda con el tango también está presente en este trabajo. Es un terreno en el cual transita con la solidez que le otorga su trayectoria en el género. Además del contundente lucimiento de su voz, en Maquillaje y Tormenta se destaca también la labor de acompañamiento de Godfrid. “Abrirnos un poco a la música del mundo, por un lado arma esa historia musical variada y, por otro lado, yo siento que también me reafirma en mis identidades porque mi identidad con el tango es muy fuerte”, dice al respecto.
La versión de Quizás, quizás, quizás, la esperanzada letra y romántica obra del cubano Osvaldo Farrés, ubica imaginariamente a Lidia Borda en los tiempos de su infancia. “La escuchaba con mamá en el disco de Nat King Cole en castellano. Yo soy de la época en que teníamos un tocadiscos sencillo con una mesita que abajo tenía un sitio para encajar los discos, que no eran muchos, por ahí diez nomás. Entonces, lo poco que tenías lo escuchabas mucho”, recuerda.
En La noche, Lidia Borda demuestra que toda historia tiene su prehistoria. En un momento de su carrera en el cual no necesita demostrar calidades, con este disco comparte repertorio que también la identifica. “Es para mí una especie de revancha o de evolución lógica. Este es un momento de mi carrera en el que yo necesitaba salir del traje tanguero porque estoy constituida también por otras cosas, por otras palabras, por otros sonidos y por otras estéticas sonoras también”, concluye.