Desde la Gran Manzana, donde vive hace años, la cantante, guitarrista y compositora repasa sus vivencias y sueños cumplidos; cuenta cómo es la comunidad de músicos argentinos en Brooklyn y detalla los esfuerzos que atraviesan los artistas para vivir en Nueva York.
Martina Liviero mira la línea del cielo de Nueva York desde el distrito de Brooklyn, donde vive hace años; piensa en su proyecto solista y sonríe: “A mí me gusta el silencio, el detalle, lo que no se capta a primera vista. Es lo que busco para mi voz, mis canciones y la guitarra. Trato de comunicar eso, desde Nueva York, porque me sale por la piel. Es lo que soy”.
La compositora, cantautora y arregladora de Ramos Mejía atesora sus caminos y esfuerzos en Nueva York, así como su formación en Berklee, y desmitifica la vida de los músicos y músicas en la Gran Manzana. “No idealizo vivir en Nueva York -dice-. Hay muchos mitos al respecto. Es una experiencia difícil y no es para todos. Cuando me mudé a la ciudad se me cayeron varias creencias. La calidad de vida es muy ardua. Desde ya, en la ciudad hay más mercado musical, con muchísimos artistas de todo el mundo, pero hacer música que vaya en contra de lo hegemónico, de lo mainstream, es cada vez más difícil en Nueva York”.
Martina Liviero vive en el barrio de Flatbush, dentro del distrito de Brooklyn -uno de los cinco que componen Nueva York- y es parte de la rica y diversa comunidad de músicos argentinos en Brooklyn. “No perder la argentinidad es fundamental para mí. Cuando me despierto leo por Internet los diarios argentinos. Me gusta estar en la rosca”, asume.
Antes residió en Boston: tiene una licenciatura del Berklee College of Music, donde se especializó en Composición de Jazz (Summa Cum Laude) y, entre otros premios, recibió el JEN Young Jazz Composer Showcase en 2019 y el ASCAP Young Jazz Composer Award, en 2019 y 2020.
Allá por 2017 había creado su octeto de jazz y, en sus múltiples búsquedas, se formó en composición y arreglos con varios referentes, entre ellos Darcy James Argue: un gran creador y arreglador para big bands. Los sonidos de Liviero vibran entre el jazz, la música contemporánea, las reminiscencias spinettianas y la canción autoral, guitarra en mano.
Tras haber tocado con jóvenes y grandes músicos de jazz de la escena neoyorquina, Liviero dice: “Lo que más aprendo de la ciudad es la experiencia de los colegas. Eso es lo fascinante de Nueva York. Es carísimo vivir ahí, pero es increíble nutrirse de los demás músicos, escucharlos y aprender a la par. También hay maestros con los cuales es increíble estudiar. La comunidad musical que hay en Nueva York es muy interesante: hay muchas cosas ocurriendo al mismo tiempo”.
Liviero ensaya una teoría -o una percepción-: “Yo creo que en las ciudades donde tal vez es más difícil ser artista pasan más cosas interesantes. Por eso en Buenos Aires hay tantas cosas buenas en lo musical. En cierto sentido, la adversidad puede generar un buen arte, pero tampoco creo que sea necesario pasar hambre para ser mejor artista. Yo no suscribo al mito del sueño americano. En Estados Unidos hay mucha obsesión con la productividad y la competencia”.
Martina Liviero hace “de todo para vivir en Nueva York”. En forma particular ha dado guitarra, canto, conjuntos y teoría musical a cientos de estudiantes. A la par fue educadora en la New York City Guitar School; enseña en la Mark Murphy’s Music y, en verano, da clases de ensamble para adolescentes en Colgate University. “También trabajo mucho de copista, haciendo transcripciones y arreglos -detalla-. Es un trabajo freelance. La labor de copista es una especie de traducción musical: laburo mucho para un pianista muy bueno y para otras personas. Además hago arreglos de cuerdas y maderas para cantautores. Eso me encanta”.
A la par surgen “gigs importantes”, dice Liviero: espacios para mostrar su música con su suave voz y la guitarra en firme abrazo. ”Van saliendo fechas. Pero hay veces que tenés que sobrevivir haciendo otras cosas. ¡En una época llegué a cuidar mascotas! Yo vivo en una habitación y subalquilo. Uno está todo el tiempo haciendo malabares para subsistir en Nueva York, aunque se puede. Es un sentido es parte del ser músico allá, sobre todo los diez primeros años: los más difíciles”.
Amplía Liviero: “Lo más difícil de sostener es que yo hago música original, de autora. A un guitarrista de jazz es más fácil que lo llamen para tocar. En mi caso es al revés: yo tengo que llamar; que generar un público propio. Y Nueva York es una ciudad en la que nunca estás del todo tranquila como artista. ¡Pero todos se van a Nueva York por algo! Yo me mudé a esta ciudad porque quería generar contactos y conocer gente jazzera: todo confluye y eso me hizo crecer de verdad. Es un lugar donde gente muy distinta está buscando algo. Por eso la ciudad es tan intensa”.
–¿Qué dificultades atravesás en Nueva York por ser una mujer artista?
–Tuve peores experiencias cuando estaba en plena formación. Ahí sí la pasé muy mal. Pero desarrollé un carácter y una relación diferente con el hecho de ser mujer y artista. Es cierto que hay una subestimación: hay gente que piensa que un tipo te hizo todas las cosas. Yo sufrí bastante de eso, también en Argentina. Por mucho tiempo quise sacar lo femenino en mí, pero ahora tengo otra mirada: me gusta la vulnerabilidad, la fragilidad que transmite mi música. Es algo que no veo tanto en Nueva York. La belleza entre la voz y la guitarra no pasa por la estridencia ni por la complejidad de las notas, sino por los detalles. Esos pequeños momentos que te pueden volar la cabeza.
–¿Cómo te llevás con la autoexigencia?
–Yo no hago concesiones. Soy una obsesiva, pero avanzo. Para mí la clave está en el hacer. Antes me autoboicoteaba al no llegar a esa imagen ideal de mí misma. Ahora lo veo todo como un trabajo en construcción y me es más sano vivirlo así. Creo que deberíamos hablar más, entre artistas, acerca de la relación del músico con la propia obra: el perfeccionismo y lo difícil que es sostener un proyecto, encima en otro país. Estamos en tiempos muy difíciles para ser músicos.
–¿Nunca pensaste cómo te iría en Buenos Aires?
–Me iría bien, pero no tendría la proyección internacional que te brinda Nueva York. Por ahí no vas a vivir bárbaro, pero te sirve como vidriera. Esa es la diferencia. Igual yo no estoy en Nueva York tanto por la vidriera. Para mí la clave es el sentimiento de comunidad con músicos de Argentina y de otros lados, y poder aprender de gente como Darcy James Argue, que es un maestro en su disciplina: un número uno. Es estar al lado de gente que te hace ser mejor músico.
Darcy James Argue es considerado -con varios premios- uno de los mejores compositores, arregladores y líderes de big bands del presente. Dynamic Maximum Tension, el último álbum de Argue con el grupo Secret Society, de 18 miembros (un trabajo complejo y a la vez accesible), le valió a Argue su cuarta nominación consecutiva al Grammy como Mejor Álbum de Gran Conjunto de Jazz. Martina Liviero trabajó como asistente de la producción del disco: fue, en 2022, una de las experiencias más reveladoras en su trayectoria.
Cuenta Liviero: “Si bien estoy ahora en una búsqueda como cantautora, tengo todo un bagaje de elementos de arreglística y ensamble. Darcy James Argue creyó en mí desde que yo estudiaba en Berklee College of Music y luego estudié con él. Darcy me ayudó sobre todo a entender qué es ser un líder de tu propio proyecto, por más ambicioso o difícil que sea, en Nueva York. En el disco Dynamic Maximum Tension trabajé en Berklee una semana entera, de 8 a 22 hs, grabando big bands con los mejores músicos de Nueva York. Mi tarea era estar con el productor, leer la música e ir eligiendo las tomas. Ser una oreja en el estudio. Ver cómo se manejaba profesional y humanamente gente de tan altísimo nivel fue un sueño. Y un gran aprendizaje”.
–¿Modificó tu forma de componer?
–Sí, haber estudiado la música de Darcy, que es tan compleja, me hizo pensar en los materiales para desarrollar una narrativa musical. Si bien mi narrativa es un microcosmos comparada con la que escribe Darcy para big bands, en un punto es lo mismo para una obra de tres minutos o de una hora para veinte personas. Yo aprendí a pensar la música desde adentro de la música. Con qué elementos contás a nivel tímbrico, armónico, rítmico y melódico: más como una construcción con el lenguaje, sin dejar de lado lo intuitivo”.
Liviero piensa entonces en otros lugares y experiencias que la marcaron: “El Berklee College of Music, en Boston, fue mi primera entrada a la escena de la Cosa Este de Estados Unidos, y donde me encontré con componer. Otra cosa que me marcó de Berklee fue tener compañeros que eran unos animales tocando. Yo me preguntaba cuál era mi lugar, porque la olimpíada del jazz no me interesa. Me decía a mí misma: ‘¿Qué quiero de la guitarra, de mi voz, de la composición?’. Hasta que empecé a ver qué tenía yo de diferente”.
–¿Podrías elegir un lugar que a nivel musical te haya marcado en Nueva York?
–El auditorio The Owl Music Parlor, en Brooklyn, porque toqué muchas veces ahí y soy parte de esa comunidad. A The Owl lo amo porque recibe sólo música original. Puede haber un set donde se toque jazz, con músicos re famosos; el siguiente set puede ser una banda experimental de música indie o en el último set puedo tocar yo con mis canciones. Son estéticas y artistas que se juntan y pasan cosas muy buenas. Es un gran espacio abierto a la comunidad de Brooklyn de cantautores y compositores. Y eso me encanta.
MARTINA , GRAN MUSICA Y COMPOSITORA , REALMENTE SABE LO QUE QUERE
conozco a Martina, una voz muy melódica y toca la guitarra como los dioses. además de ser un persona muy bella x dentro y guera