Con precisión de datos y calidad técnica, el documental narra la vida y la obra del creador e intérprete nacido en el barrio porteño de Monserrat. Entre los testimonios, figuran los de amigos cosechados en su camino personal y artístico, todos grandes nombres de la canción iberoamericana.
El documental de ciento tres minutos tiene como guionista y director al realizador misionero Maximiliano González. “Lo que hizo Maxi es lo que él quería hacer, yo no pude meterme mucho porque obviamente era parte de la historia, es mejor que la historia de uno la cuenten otros”, afirma Víctor Heredia.
El título de la película refiere al primer verso de Para cobrar altura, esa zamba que fue muy importante en sus comienzos. Antes del estreno, Víctor había visto un corte de la película, no la había visto entera. “No estaba del todo conforme, pero cuando la vi completa, vi que por lo menos había dicho la verdad”, explica.
Gritando esperanzas fue el primer disco, publicado en 1968. El álbum abría con Para cobrar altura y, además, ahí estaba su versión de Canción para un niño en la calle. “En el 67 estrené esa zamba en Cosquín y con ese tema, que escribí a los quince años, obtuve el premio Revelación juvenil. A la gente le gustó mucho, me preguntaban de dónde era o si venía representando a alguna provincia y no, yo estaba ahí de turista, me invitaron a cantar en una peña y el presidente de la comisión me metió en el festival”, recuerda el cantor.
El filme muestra el contexto en que se daba el debut en Cosquín. 1967 fue el año en que también debutaron en el festival José Larralde y Daniel Toro como solista. Gobernaba Onganía después del golpe a Illia y ya venían prohibiciones. El cura Monguillot se hizo responsable ante el obispo Primatesta para que no se suspenda el festival. “Un orgullo tener la posibilidad de debutar y arrancar desde allí una carrera a la que abrazo todavía”, expresa Víctor.
En el arranque de la película, se contextualiza incluyendo imágenes del bombardeo a la Plaza de Mayo en el 55 y del derrocamiento de Allende en Chile en el 73. Estar atento a lo que sucedía social y políticamente influyó decisivamente en su obra, si bien ya venía escribiendo y componiendo de esa manera. “Creo que ignorar lo que te rodea hace que te equivoques, hay que meterse de cabeza y zambullirse en la realidad. Lo que mostraban en ese momento la política y la sociedad en la Argentina es bastante similar a lo que nos está pasando ahora”, comenta.
Mercedes Sosa y Yupanqui fueron sus primeros apoyos, a ambos se los presentó Alma García. “Le canté a Yupanqui algo de mi repertorio y el viejo me miró con esa cara de profundidad y me dijo «mire que va a tener que aguantar con el cuerpo todo lo que diga con la boca mocito, ¿eh?»; y Mercedes inmediatamente me preguntó si tenía canciones compuestas, le dije que sí, que había musicalizado Canción del picapedrero, un poema de Ariel Petrocelli e inmediatamente la grabó”, recuerda. “Me prohijaron esos artistas imprescindibles, fue un momento muy muy importante de mi vida”, agrega.
En un tramo de la película, Víctor se sienta a ver fotografías y parece que se sorprende de su propia historia con toda la gente que aparece ahí. “En realidad, lo que me pasa es que las fotografías te las sacan y las guardás en una caja. Cuando me propusieron eso, en el momento de mirarlas me sorprendió el tiempo que pasó y cómo una foto te marca un tiempo de tu vida”, reflexiona.
Entre los testimonios hay algunos de colegas que son más que colegas, casi hermanos, y otros que se manifiestan de esa manera, con ese afecto que se ha sabido ganar. La película muestra los relatos de Marián Farías Gómez, Teresa Parodi, León Gieco, Isabel Parra, Abel Pintos, Peteco Carabajal, Ricardo Flecha, Joan Manuel Serrat, Pedro Aznar, Silvio Rodríguez, Roberto Márquez (Illapu), Tukuta Gordillo, Marisa Bonzón (esposa), Carolina Peleritti, Lito Vitale, Juan Carlos Baglietto y Jairo. “Es un orgullo para mí, yo les pedí por favor que no exageren (risas). Es muy difícil no decir algo bueno. «Digan la verdad», les pedí”. Por ejemplo, la charla entre Víctor y León aporta parte del anecdotario que tienen de tanto camino compartido. “En el caso de León, que es como un hermano para mí, hay momentos muy felices, de mucha risa, mucha anécdota”, señala.
A pesar del contexto de prohibiciones, en tiempos de Onganía, Víctor pudo escribir, componer y publicar lo que quería, sin concesiones. “Me banqué casi dos años sin grabar el segundo disco porque el sello me pedía que modificara el repertorio, que grabara canciones folklóricas más tradicionales. El folklore me gustaba muchísimo, pero en ese momento yo estaba muy entusiasmado con mis propias canciones. Finalmente pude grabar ese segundo disco con canciones que me gustaban a mí”, recuerda.
El documental pone énfasis en sus primeros vínculos con los grandes de Latinoamérica. “Esas relaciones fueron inmediatas. En el 72 me invitaron al festival OTI en España y después al festival Aguadulce que organizaba Chabuca Granda en Lima. Ahí encontré amigos y compañeros que lo fueron toda la vida, esenciales para mí: Zitarrosa, Mans, Isabel… Así que el vínculo con Latinoamérica se generó inmediatamente a través de esos festivales y de ese repertorio”, remarca.
Víctor siempre tuvo la mirada puesta en los poetas, para su obra artística fue como estar apoyado firmemente. Víctor ya leía a Neruda antes de musicalizar y editar un disco con parte de la obra del poeta chileno. “Mi viejo tenía una biblioteca muy humilde, pero contenía libros muy interesantes y entre ellos estaba 20 poemas de amor y una canción desesperada. Esa poesía empezó a crecer en mí hasta que no aguantaba más y comencé a ponerle música”, dice.
El trabajo del guionista y director hizo que Víctor fuera a filmar a los lugares de su infancia y muestra el recibimiento de la gente caminando por esas calles. “Para mí fue hermosísimo porque, si bien aquellos vecinos ya no existían, los otros, los de laburo que transitan la estación y las calles de Paso del Rey, inmediatamente me reconocían y me expresaban su afecto. Siempre les digo a mis hijos que lo mejor que le puede pasar a una persona es que le den un abrazo de agradecimiento en la calle, eso es una medalla extraordinaria”, expresa emocionado.
El documental narra una historia que continúa, llega hasta el presente, pero habrá más Víctor Heredia por suerte para quienes aman su obra y su trabajo. “Creo que la película le señala a los jóvenes que no es sencillo opinar, que habrá momentos de mucha zozobra, pero que el afecto y el amor entrañable con compañeros que transitan la misma senda hará que se sostenga la misión de seguir concientizando”, sintetiza.
Muy bueno Pedro,gracias!!!