Josefina Zavalía Ábalos viene de una familia histórica para la música folklórica nacional: es nieta de Roberto Wilson Ábalos, miembro de los Hermanos Ábalos. Nació en 1973 y desde pequeña se vinculó al sonido del bombo, de la chacarera, a la danza en el Estudio de Arte Nativo que llevaba adelante la familia Ábalos en la ciudad de Buenos Aires. Como directora y guionista de cine es conocida por su primer documental Ábalos, una historia de 5 hermanos (2017) y por una carrera en continúo movimiento realizando producciones audiovisuales relacionadas a lo folklórico.
Salidos de la Salamanca es su último trabajo documental y forma parte de su trilogía que tendrá además los títulos Sachayoj, espíritu del monte y La voz ancestral, ambos en proceso. El material está producido por María Vacas y ha sido declarado de Interés Cultural de la Provincia de Santiago del Estero. Busca indagar sobre el origen de la chacarera, donde muchos afirman que nació en Salavina, uniendo su investigación con el mito de la Salamanca, tan arraigado en Santiago del Estero. En el recorrido del documental se pueden ver voces diversas, desde músicos profesionales como Peteco Carabajal, el poeta Bebe Ponti, músicos aficionados, estudiosos y gente del pueblo de Salavina, lo que enriquece la mirada sobre la historia y realidad de la chacarera. Desde nuestro portal entrevistamos a la realizadora para que nos enriquezca con su visión, la que le llevo años de trabajo e investigación hasta alcanzar la publicación del documental.
– ¿Cómo se inicia el proyecto documental Salidos de la Salamanca?
– Inicialmente el proyecto Salidos de la Salamanca nace cuando yo estaba haciendo viajes de investigación para el proyecto, para mi primer película Ábalos, una historia de cinco hermanos, que es la historia de la obra musical de los hermanos Ábalos a través de Vitillo. En esos viajes yo empiezo a entablar conexión con la forma de experimentar la chacarera en los poblados más lejos de la capital, cómo se siente, cómo se vive la conexión con el monte, cómo se vive el quichua, el lenguaje y cómo todavía están arraigados los mitos, las leyendas y esta forma de congregarse en torno a la chacarera. Entonces, un poco en esos viajes es que empieza a tomar mucha preponderancia el mito de la Salamanca y empiezo a leer libros que están vinculados a la investigación del tema, como el libro de Judith Faberman, la tesis de Carolina Saganías, todas las investigaciones de los grandes escritores de principios de siglo: Orestes Di Lullo, Bernardo Canal Feijoo. También el trabajo de Isabel Aretz, discípula de Carlos Vega, quién hace un trabajo de campo impresionante en los años 40, fue una precursora.
Nutriéndome de todos estos investigadores es que empiezo a pensar en la idea de contar esta historia acerca de la Salamanca y su vinculación con la chacarera. Pensar en un lugar secreto, misterioso, oculto, en el monte, donde los iniciados van a buscar un talento extraordinario, como el talento de la música, y a cambio están dispuestos a entregar su alma, me disparaba ideas acerca de posibles significados diferentes para explorar e investigar este mito: ¿de qué lugar estamos hablando? ¿a quién le entrega uno el alma? ¿para qué? En ese contexto de abordar la salamanca, investigar el mito y hacerme preguntas es que se me revela la idea de asociarlo con la chacarera. Empecé a pensar por qué el pueblo santiagueño tiene en su ADN la música, por qué todos los santiagueños tocan un instrumento, hacen música, bailan, cantan desde muy niños. El santiagueño tiene el ritmo en su cuerpo, en su alma, en su sangre. Entonces, ahí es donde se aparece esta posible conexión entre la salamanca y la chacarera. Y también en relación a la figura del diablo que está emparentada al Zupay andino o sea que es ese diablo, de qué se trata esa entidad que dicen que habita la Salamanca y a quién uno le entrega el alma.
Santiago del Estero es la primera provincia fundada, es cuna del folklore, la española, la nativa, la africana, la árabe también ya en otro tiempo de la historia. Todas esas vertientes posibles aparecieron para investigar, para acercarme a la chacarera, empezaron como a surgir, para establecer y para acercar estos dos mundos, la salamanca y la chacarera. Y sobre todo el pensamiento mágico de los pobladores de Salavina con los que charlé y hablé y me acerqué cuando empecé a conectarme con este universo santiagueño que todavía permanece tan virgen y tan oculto.
– En ese intento por unir la historia de la chacarera con el mito de la salamanca, ¿qué relación encontraste entre ambos según tu investigación?
– Hay quizás algo muy subjetivo en mi apreciación acerca de la chacarera, cuando estoy sobre todo en espacios abiertos y en estos festivales, que fui a varios, que estuve presente en varios de mi vida en Santiago, donde se experimenta la chacarera como un hecho folklórico vivo, donde niños, jóvenes, viejos, adultos bailan una chacarera tras otra y entran como un estado de trance. Hay algo entre la música en vivo y quienes bailan, quienes la sienten y quienes la bailan, que a mí me llamaba poderosamente la atención. ¿De dónde viene esta energía tan profunda que contrasta con el paisaje santiagueño? un paisaje llano, un paisaje donde no tiene grandes maravillas geográficas como otras provincias, sino quizás lo que atrae es Santiago, es esa llanura desértica, es ese monte tan complejo con esa geografía, con esos vinales, con esos algarrobales, que apenas pueden acomodar sombra de esa brillantez y de esa luz tan intensa que tiene el cielo santiagueño. Entonces toda esta cuestión que tiene que ver con lo espiritual a través de la danza, a través de la música, a través del canto, es la que me llamaba poderosamente la atención y por eso lo vinculo al mundo mágico de la Salamanca y a estos espacios prohibidos donde también la película se pregunta.
Es como que hay una dicotomía entre pensar a la Salamanca como este espacio de pactos y de entregar el alma o como estos espacios de escuela mágica donde se conserva el saber ancestral. Espacios chamánicos donde todo lo que está al margen del sistema sigue vivo y sigue teniendo su energía propia, ya sea desde la Medicina del Monte, con las plantas, las curanderas, estas ideas de iniciados que van a tomar el poder y los talentos a través de pruebas y de animarse a cruzar ciertos umbrales de la lógica y de la racionalidad. Todo esto que está como en un borde me llamaba poderosamente la atención y por eso hago esta conexión.
La investigación va desde un lugar espiritual o emocional hasta una exploración desde distintas teorías, desde lo sociológico, desde lo filosófico, desde lo histórico, que van abriendo la investigación a distintas ramas donde se puede aseverar que la chacarera tiene un origen místico. O sea, más allá de dónde viene creo la chacarera tiene el poder de recordarnos quienes somos, quienes fuimos y, sobre todo, este mestizaje que es la identificación de nuestra cultura criolla.
– En la película unís diversos entrevistados, ¿cómo fue el proceso de selección y edición de las entrevistas?
– El proceso lo fue revelando la película. Cuando ya estaba con todo el material filmado, me condujo a hacer estas nuevas entrevistas para darle distintas dimensiones. Por un lado, está la vivencia de cómo los pobladores y los músicos anónimos experimentan su forma de estar en el mundo. Lo que planteaba Rodolfo Kusch, esta idea del «estar» más que el «ser», el «estar» en esa geografía; eso me lleva a pensar la música como parte de un trinomio: la música, el habitante y la geografía en perfecta armonía y consonancia. En el caso de Santiago del Estero, como mundo más hostil, esta geografía más densa y más difícil habitar por los calores extremos, por los vinales, por la dificultad para hacer germinar una semilla, se me ponía en juego con la energía y la potencia de la chacarera. Y cómo el habitante de Santiago une estos dos universos y genera esta enorme potencia que tiene su música.
La idea era tratar de transmitir esa energía y encontrar en los entrevistados esta otra dimensión que nos hace reflexionar de dónde viene esta perfecta comunión que yo veo en el habitante, su música y su geografía. En el caso de los entrevistados me pareció interesante también poner en juego, por ejemplo a Luis Garay, que es nieto de Orestes Di lullo. Él habla de la historia de Santiago, de su lenguaje, el quichua, que también tiene que ver mucho con su música y con su pensamiento mágico. Me pareció interesante Carolina Saganías, desde la sociología y desde su análisis de la Salamanca y de entender cómo era el pensamiento nativo previo a la conquista y pensar estas entidades neutrales, ya no en cuestiones de bien y mal, sino como entidades que eran parte de la naturaleza y que el ser humano le da como esa dimensión mística. Antes el trueno, la lluvia, la cosecha, mismo la posibilidad de dar vida de la mujer. Eran como pensamientos mágicos que se tenían sobre estos acontecimientos desde el ser humano, de cómo explicar su vida.
Entonces, esta idea de complementar lo testimonial y la vivencia de la chacarera con los entrevistados, me pareció que le podía dar una forma más profunda al relato, sin irme demasiado de lo emocional, que era un poco lo que yo quería transmitir, esta idea del trance, de lo festivo, colectivo que lleva la santiaguienidad en sus venas, en su sangre y sobre todo cuando se juntan, cuando se unen, hay un ritmo colectivo muy muy grande que se experimenta a través de la chacarera.
– Por último, coméntanos cuál es el recorrido de la película y en que festivales estará.
– La película se terminó de producir en el 2023, en enero, y a partir de ahí empezó un circuito de festivales. Me parece muy interesante que la película ruede por ahí, y de también en giras privadas, como pre-estreno, como fue la gira de Santiago del Estero, donde el plan mayor era llevarlas a Salavina y encontrarme con quienes fueron parte de la película, quienes fueron filmados y sus familiares, entonces eso me parecía muy potente y muy emocionante y así lo fue.
El viaje de la película empezó en el festival en Uruguay de Punta del Este, después continuó en el Bafici; tuvo esta gira en Santiago del Estero donde estuvo por todos los pueblos, girando por Loreto, por Atamisqui, por Salavina y por la ciudad capital, por el patio de Froilán también. La función de Salavina la hicimos en el patio de Juan Díaz, uno de los músicos de la película. De noche, bajo un algarrobo centenario, hicimos una fogata y vino toda la gente del pueblo y fue muy interesante, muy intenso, muy emotivo. Ahí Grillo Chazarreta, que es el comisionado, me entregó una condecoración, por decirlo de alguna manera, como ciudadana ilustre de Salavina. Eso fue muy fuerte, muy lindo para mí. La película estuvo en un festival de cine espiritual aquí en Buenos Aires, tuvo el premio especial del jurado, estuvo en el Ficer, que es el Festival de Entre Ríos, estuvo en competencia en largometraje nacional, estuvo en el Festival de cine entre Glaciares, en el Calafate, donde también ganó un premio a la fotografía y ahora se va a estrenar en Bolivia, en el Festival en el FENAVID, en el Festival Internacional de Cines de Santa Cruz de la Sierra y en el Festival Iberoamericano de Trieste en Italia. Vamos a tener funciones en Mendoza, en Córdoba y el 29 de octubre dentro de la programación del Cine Club núcleo en la sala Gaumont. La idea es cerrar este 2023 en este circuito de festivales y presentaciones.