El Movimiento de la Nueva Trova Cubana se fundó en 1972, a partir de las inquietudes de toda una generación de artistas formados al calor del triunfo revolucionario de 1959. Sus referentes principales son Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Noel Nicola, Sara González y Vicente Feliú, entre otros. Ellos, junto a un centenar de artistas dieron forma a este enorme colectivo que buscaba darle sentido a una manera de expresar sus sentimientos a través de la canción y de la poesía. Uno de los antecedentes más importantes fue el Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC, donde el maestro Leo Brouwer y Alfredo Guevara (director del Instituto) aglutinaban a varios de estos jóvenes que se convertirían poco a poco en la vanguardia sonora de la revolución, y así también en la banda de sonido de un país que atravesaba profundos cambios políticos, económicos, sociales y especialmente culturales. Otro antecedente fue la realización del Primer festival de la Canción Protesta realizado en 1967 e impulsado por la Casa de las Américas de La Habana, fundada por Haydée Santamaría. Este último colaboró a visibilizar lo que acontecía con esta nueva manera de hacer canciones.
Augusto Blanca fue parte de todo ese proceso. El cantautor, nacido y criado en Banes, provincia de Holguín, fue protagonista de todos estos acontecimientos y parte del Movimiento que revolucionaría la manera de hacer canciones en la isla. “Queríamos, en nuestras canciones, tratar de expresar este tipo de cosas, de tomar partido”, expresa el trovador. En diálogo exclusivo para De Coplas y Viajeros repasamos sus historias, su vida y su trayectoria al servicio de la canción.
– ¿Formaste parte del Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC?
– No, no. El GESI es de mi generación, pero en ese tiempo yo vivía en Santiago de Cuba.
– ¿Cómo fue que entraste en contacto con quienes formaron el movimiento de la Nueva Trova?
– Varios de nosotros ya nos conocíamos antes de la primera reunión del Movimiento de La Nueva Trova. A mediados de la década del 60 yo estaba en Santiago de Cuba y ya hacía mis propias canciones, aunque muy ligado a la trova santiaguera tradicional. Santiago es la cuna del género. Además tenía mucho vínculo con las artes plásticas, al haber estudiado en la Escuela de Artes Plásticas, y ya trabajaba en teatro, así que aquella ciudad fue mi universidad, mi primera escuela, donde pude ver actuar a los viejos trovadores. Por mi edad tuve la dicha de conocer a Sindo Garay, a Miguel Matamoros y a varios de nuestros mayores maestros, entonces, cuando empecé a hacer mis primeros intentos de canciones estas eran bastante raritas, como decíamos nosotros, porque se iban del patrón del tipo de canción que en ese momento se hacían. Nosotros queríamos hacer una canción que nos expresara, que nos representara, y no la oíamos, no existían las canciones que hablaran de nuestros problemas actuales, en aquel momento recién triunfaba la revolución y había mucha efervescencia. Nosotros queríamos en nuestras canciones expresar este tipo de cosas y tomar partido. A partir de ahí ya empecé a conocer otros trovadores de la región como Miguelito Escalona, de Camagüey, o Ramiro Gutiérrez, de Holguín, entre otros. En 1967 veo por televisión un programa que tenía Silvio Rodríguez cantando aquellas canciones extrañas y raras y, me dije, no estamos solos. Ahí traté de entrar en contacto con este grupo que ya había tenido el primer encuentro en la Casa de las Américas.
– Y se dio el encuentro…
– Así es. El primero que llegó a Santiago fue Noel Nicola, que vino a conocerme, en el año 68, y luego yo me vine para La Habana y los conocí a todos. Ya en diciembre del 72, y por iniciativa de la UJC (Unión de Jóvenes Comunistas), se decidió que nos reuniéramos en Manzanillo para que nos pusiéramos de acuerdo. Éramos treinta y tantos. Ahí es que este movimiento de jóvenes cantautores toma el nombre de Nueva Trova. Ahí empezó oficialmente toda esta historia que fue creciendo y creciendo. Ya en el 77 no éramos treinta y tantos, sino más de mil.
– Desde la ortodoxia cultural hubo una resistencia muy fuerte hacia ustedes ¿Cómo lo viviste?
– Mira, por supuesto. Cuando empezamos a hacer este tipo de canciones hubo rechazo, más bien, porque éramos muy irreverentes, tanto en la manera de expresarnos como cantantes, como artistas, que en lo que planteábamos, porque arremetimos, por supuesto. Nosotros éramos jóvenes que queríamos ser partícipes de lo que estaba pasando, e hicimos la guerra contra el burocratismo, contra el arribismo, todo este tipo de cosas, y empezamos a caer mal en muchos sectores, mucha gente nos vio a nosotros como enemigos, más bien, que era todo lo contrario, pero había mucha gente que quería que las cosas siguieran tal como estaban, y ahí tuvimos con muchos encontronazos, no tanto nosotros. En Santiago de Cuba fue más leve la cosa, pero aquí en La Habana hubo muchos enfrentamientos. Silvio, Pablo, toda esta gente tuvieron enfrentamientos muy fuertes, con altas jerarquías, porque se planteaban cosas muy fuertes, y te digo, caíamos mal, llegamos al momento en que casi nos tildaban de contrarrevolucionarios, y era todo lo contrario.
– ¿Cuáles fueron esas represalias? ¿Te acordás?
– Mira, era muy, muy, muy, muy solapado. O sea, por ejemplo, yo hice una serie de canciones que las llamé Fabulario irónico, y me decían “esa canción tú no la puedes cantar”, se trató de La Fábula que nos contó Doña Pulcra. ¿Qué pasa? En el primer disco que yo fui a grabar, no la pude grabar. La grabé ahora en el último, porque ya pasó esa etapa. Silvio, cuando hizo la canción de Días y Flores, lo de la rabia, le suspendieron esa canción porque decía «coño», y la misma La Ere Está Pariendo un Corazón, era una canción que también tuvieron como rechazada. Esa canción es un símbolo: una señora canción. No entrábamos en los patrones de la lentejuela, tú me entiendes. Éramos muchachos que nos subíamos a un escenario tal como estábamos, cantábamos lo que el sentíamos, y que el protagonismo se lo llevara la canción. Pero entonces eso como que chocaba en mucha gente. Y de verdad que tuvimos mucho conflicto en ese sentido. En la parte visual y en la parte de lo que planteábamos, lo que decíamos, porque lo decíamos tajantemente. Y tuvo muchos problemas. El Grupo Experimentación Sonora de ICAIC casi fue un grupo underground. Estuvo casi guardado. Era famoso entre todo el mundo, pero solamente en las películas, porque Leo Brouwer y el director de ICAIC fueron los que lograron que ese grupo pudiera incorporar los temas al cine. Pero como grupo tuvieron muy pocas presentaciones. Porque las canciones eran muy gordas y muy fuertes. Y la cárcel en América también. Hubo muchos lugares que fueron a nosotros fundamentales. La cárcel en América, el Teatro Estudio, por lo que es de vuelta. También fue un lugar que nos sirvió de trinchera. Te estoy hablando del principio. Ya cuando ya se instituye como tal el movimiento de la nueva droga en el 72, ya la cosa se aligeró un poco. No totalmente, pero ya se aligeró un poco. Y ya cuando se vio que este movimiento estaba implicado en un movimiento que estaba en el mundo entero, o sea, que éramos parte de una manera de hacer, pues entonces se nos tomó mucho más en cuenta. Y entonces ya el movimiento caminó por sí solo.
– Entonces ¿no era tanto una cuestión ideológica, sino una cuestión de forma?
– Las dos cosas. Yo diría, ambas. La forma, por la manera de nosotros proyectar la canción, que no estamos en artificios, ni en lucecitas montadas para escenas, sino en la guitarra, intentando cantar. Lo mismo en un escenario que en un cañaveral. Sin la cosa del espectáculo. Y esto estaba un poco fuera de los patrones. Sin embargo, los jóvenes nos seguían. Y era lo contradictorio. No se nos hacía propaganda, pero sin embargo, se llenaban los teatros y eso no se podía parar. Sobre todo la juventud estaba ávida. Había pocas grabaciones nuestras. Yo, por ejemplo, vine a grabar mi primer disco en el 78. Cuando yo ya tenía pilas de canciones. Silvio grabó en el 77. Su primer disco, el Días y Flores. Antes sí grabaron con el Grupo de Experimentación, pero como solista recién entonces. Nos planteaban que las grabaciones no responden a los patrones, a la orquesta, a la guitarra, que las guitarras están un poco desafinadas, etc. Era muy difícil entrar en una discoteca normal.
– ¿Cómo fue que se dio reconociendo al movimiento de la trova?
– Empezaron a dar cuenta que lo que nosotros queríamos era precisamente tomar partido y decir nuestra opinión a través de no solamente un discurso, sino a través de nuestra canción. Y empezaron a darse cuenta gente muy inteligente, entre ellas Fidel, que dijo, espérate, esta es la historia que me hicieron de que eran unos peluques protestantes, pero estoy oyendo otras cosas. Y la otra es que la América Latina salvó nuestra honrilla, ¿no? Cuando fue el rebote. Mira, un momento importante fue cuando Silvio y Pablo fueron ahí a Argentina, en el 84. Aquello fue tan grande que Fidel los recibió en la Casa de las Américas. Desde entonces ya la cosa cambió. O sea, no es que nos oficializaron, sino más bien nos reconocieron porque seguíamos haciendo lo mismo y seguíamos diciendo lo mismo, dando opinión y diciendo las cosas que tú piensas a través de la canción.
– ¿Cómo es tu relación entre la música y el teatro?
– A mí me gusta el teatro desde niño, y yo realmente cuando salí de mi pueblo para Santiago de Cuba fui a hacer una prueba para estudiar en la Escuela Nacional de Teatro, en la ENA. Quería estudiar escenografía porque mi sueño era ser escenógrafo de teatro. Yo venía haciendo canciones desde los 8 años, me enseñaron a tocar guitarra, pero mi objetivo era ser teatrista y escenógrafo, pero llegué tarde a la prueba para venir a La Habana a estudiar y decidí quedarme en Santiago de Cuba, donde tenía familia. Ellos estaban armando una orquesta bailable, entonces me incorporé con ellos en La Orquesta Típica Juventud, y en simultáneo comencé a estudiar en la Escuela de Artes Plásticas donde me gradué en 1967. Al salir de la Escuela comencé a trabajar en el Conjunto Dramático de Oriente. Ahí conocí a muchos teatristas, hice muchas escenografías, y además, con mi guitarra hice mis primeros intentos de banda sonora de temas para diferentes artes. Así surgió la Teatrova, que fue una manera de hacer teatro, de unir el teatro con la trova.
– Y mientras tanto apareció por ahí Humedades, que es un disco precioso…
– Humedades, el último que hice, que lo que hice fue reunir un poco de canciones que tenía sueltas, viejas y actuales, que tenían que ver con las humedades. Claro. Las nieves, ríos. Es un disco muy tranquilo, de esos que uno hace tranquilo. Ahí está La fábula que nos contó Doña Pulcra, que por fin la pude grabar. La que te dije que me habían suspendido en los años 70. La pude grabar y nadie me la suspendió. Y hay cosas peores ahí. Hay una que se llama La Nevada, que también está un poco complicadita. La Nevada…
– ¿Qué era esa época?
– La nevada es del año 90, el período especial, cuando parecía que el océano no iba a tragar y no nos tragó afortunadamente, ni nos va a tragar, y entonces la saqué, la tenía guardada. Pero, sin embargo hay cosas más recientes como la Suite de la lluvia, que son cuatro partes, la canción que le dedico a Chabuca Granda también, esa es la actual, y la última que es Regalo 10, que está el Regalo 1, 2, 3, 4; el último regalo que le hice a mi esposa, el Regalo 10, es la que cierra ese disco Humedales.
Y ahora estoy con otra maqueta que tengo por ahí ya casi a punto de realizar que se llama Postergadas, que son canciones que nunca han entrado, un poco como los descartes de circo, que nunca habían entrado en tal disco, y las estoy tratando de resucitar ahí. Canciones que se me quedaron en el camino y otras más recientes, hasta una misa que me atreví a hacer con las 14 partes, una misa católica cantada, porque yo soy católico. Yo me gradué, me casé en mi pueblo por la iglesia, cuando las cosas eran muy difíciles con la iglesia aquí en Cuba, y tenía esa deuda, porque yo me crie ahí y mis primeras actuaciones fueron en la iglesia de mi pueblecito. Tenía esa deuda y digo «yo alguna vez tengo que hacer algo», estuve estudiando misas durante dos años, misas de todo tipo, La misa criolla de ustedes, que casi me la sé de memoria. Yo creo que quería hacer una misa que tuviera que ver un poco con el folclore nuestro.
– Seguís con una cantidad de proyectos…
– Ahora, con la pandemia, hice una especie de libro de crónicas que se llama Huellas en los Rieles, que es desde que nací hasta el año 73. Anécdotas y cuentos, que no sé cuándo. Ya salió por digital, por la UNEAC, se hizo una tirada digital hasta que aparezca el papel. Y estoy escribiendo muchos cuentos también, o sea, además que estoy escribiendo bastante. Estoy haciendo una cosa ahora muy loca que se llama Sentimientos de la Isla Lagarto Seco, que es una isla que le cae una plaga de lagartos, y acaban con ella lo que quedan son los sentimientos volando. Pero los sentimientos son canciones en tipo acróstico, la amargura, la que se yo. Y entonces lo quiero hacer, pero usando video, las canciones, pero video animado y cosas así. Otra locura esa. Y en eso me entretengo mucho. Estoy muy activo en ese sentido.