Katie James nació en Inisfree, una pequeña isla ubicada al noroeste de Irlanda, aunque sus primeros recuerdos de infancia son en Colombia, más precisamente en Atlantis, una pequeña comunidad hippie anglo-irlandesa creada por su madre al sur de ese país, mas precisamente en Tolima, territorio por entonces dominado por las FARC. Allí creció en un ambiente de mucha libertad y de conciencia agroecológica, donde aprendió a trabajar la tierra y así, a valorar las simples cosas de la vida y el esfuerzo que hay detrás de cada alimento que llega a la mesa de los colombianos, tal como lo relata en su Toitico, bien empacao, un bambuco que compuso estando en Bogotá, en medio del asfalto y lejos de su terruño campesino. La vuelta permanente al contexto rural y la añoranza hacia aquel terruño que la vio crecer lo refleja en canciones como Me voy al monte, o En la selva, esta última grabada junto a Carlos Vives.
Katie trabajó la tierra desde muy pequeña, allí, en medio de las montañas, dio sus primeros pasos con la música, luego, escapando de la violencia ascendente que acosaba a los campesinos en la zona en que se crio y por sus ganas de estudiar música, se instaló en Bogotá, donde lo rural confrontó con lo urbano y de alguna manera fortalecieron su identidad artística y su forma de ver el mundo a través de las canciones. Vivió un tiempo en Irlanda, donde trabajó de camarera para poder pagar algunas deudas que la actividad musical independiente le habían legado. Luego de andar gastando botas y Rompiendo muros, retomó a Colombia fortalecida por las experiencias recolectadas y continuó su labor artística.
De su madre aprendió los primeros acordes musicales, de ese entorno rural donde se crio mamó los cantos campesinos de Colombia, de sus raíces anglo-irlandesas obtuvo su amor por la música country, el jazz y el folklore irlandés, y de cada uno de esos elementos es que se ha ido construyendo como una de las cantautoras más genuinas surgidas en Colombia durante los últimos años y, que a partir de su reciente disco Humano refleja, en un puñado de canciones, esa construcción permanente de su identidad artística y un sonido bien identitario.
Sobre esos recuerdos de infancia, sus raíces musicales y su presente de canciones es que dialogamos, en exclusiva para De Coplas y Viajeros, con Katie James, quien visitará por primera vez Argentina en noviembre de este año brindando conciertos en Buenos Aires (el sábado 12); en La Plata (el jueves 17) y en Mar del Plata (el sábado 19).
– ¿Cuál es tu relación con Argentina? En especial con su música.
– Nunca he ido a Argentina pero desde hace muchos años escucho a Mercedes Sosa, a Soda Stereo, a Nahuel Pennisi, al Dúo Salteño y a muchos más. Aquí, en Colombia, uno de los integrantes de mi banda es Rafa Lozina, un percusionista de Misiones, con quien tengo una muy buena conexión musical. Y los tangos, en Colombia ¡no faltan! Carlos Gardel es adorado en estas tierras.
– ¿Y con el resto del continente?
– He viajado a Ecuador, a Perú y a Chile compartiendo mi música y aprendiendo también sobre los ritmos de las zonas que visito. Descubro en cada viaje músicas desconocidas para mí, sonidos que no son divulgados internacionalmente, y también encuentro siempre algún punto de conexión. Por ejemplo, a través de Latinoamérica nos une el compás de seis por ocho que va teniendo variaciones en cada región. La chacarera en Argentina, la marinera en Perú, el albazo en Ecuador y el bambuco en Colombia.
– ¿Cómo confluyen las raíces anglo-irlandesas y colombianas en tu esencia artística?
– Creo que la esencia artística tiene que ver directamente con la manera en la que uno percibe al mundo y a la vida misma. Yo crecí en una pequeña comunidad ecológica anglo-irlandesa, pero en las montañas de Colombia. Desde niña he tenido una influencia multicultural y esto se ve reflejado en las canciones que hago. Sin hacerlo de manera estratégica o planeada, las melodías irlandesas se mezclan con los ritmos y los aires colombianos.
– ¿Y el origen rural con tu actualidad más urbana?
– El haber crecido en una zona rural, absolutamente inmersa en la naturaleza y comprometida con el trabajo de agricultura, es una parte inmensa de mi configuración como ser humano. Y ahora que me muevo por tantas ciudades, disfruto de lo que ofrecen pero siempre con la claridad de que hay maneras más ‘simples’ y limpias de vivir y busco con frecuencia el momento y la excusa para ir de nuevo al campo a cultivar. Es allí también donde nacen la mayoría de mis canciones y en ellas se refleja la vida ‘mixta’ que llevo, entre lo rural y lo urbano.
– Tus primeros discos son bastante eclécticos, ya que hay canciones en inglés y otras en castellano. Sin embargo, en tus últimos trabajos te volcaste casi de lleno a la música folklórica de Colombia ¿A qué se debió?
– Empecé a explorar y aprender sobre ritmos colombianos y latinoamericanos y encuentro que cuanto más conozco más me gustan y más me enamoro. Seguramente en algún momento volveré a cantar en inglés. El country, por ejemplo, me encanta pero en este momento mi atención y mi foco está puesto en Latinoamérica. Por otro lado, las personas que me escuchan son principalmente hispanoparlantes, entonces a ellos dedico la música que hago.
– ¿Cómo te imaginas los conciertos en Argentina? ¿Pensaste en tener invitados, por ejemplo?
¡Me imagino con el corazón saliéndose de mi pecho por la emoción tan grande que voy a sentir! ¡La emoción que desde ya siento! Y sí, tendré a varios invitados. En Buenos Aires será Yasmín Occhiuzzi quien abrirá mis conciertos; en Mar del Plata estará Lucía Albornoz y en La Plata estamos aun definiéndolo.
También seré yo una invitada por otros artistas en Buenos Aires. Tendré el gran gusto de cantar junto a La Bomba de Tiempo en el Centro Cultural Konex y cantaré algunas canciones en el concierto de Yasmín Occhiuzzi donde ella presenta su nuevo álbum en el cual incluyó una de mis composiciones. Creo que habrá un intercambio cultural bien interesante y esto es de las cosas que más disfruto en la vida.